La siguiente conferencia fue impartida por Tom Peters, miembro líder del Grupo Socialista por la Igualdad de Nueva Zelanda, y Thomas Scripps, miembro líder del Partido Socialista por la Igualdad (Reino Unido) en la escuela internacional de verano del SEP (EE. UU.), celebrada entre el 30 de julio y el 4 de agosto de 2023. Todas las conferencias están disponibles aquí.
Es un privilegio poder contribuir a esta importantísima escuela, que ya ha cubierto una vasta riqueza de material histórico y teórico, y que verdaderamente da expresión a la continuidad del movimiento trotskista mundial. Sería perfectamente posible dedicar una semana entera, o más, a la discusión del período de 1982 a 1986, que puede ser la escisión mejor documentada de la historia del socialismo. Como han dicho otros camaradas: lo que presentamos aquí es una introducción y una guía para conferencias y estudios posteriores.
La conferencia anterior del camarada Christoph Vandreier examinó los inicios de la lucha teórica y política de la Workers League (Liga Obrera) contra la degeneración oportunista del Workers Revolutionary Party (WRP; Partido Revolucionario de los Trabajadores). Esto se inició con la crítica de 1982 de David North a la parodia de marxismo de Gerry Healy en sus “Estudios sobre materialismo dialéctico”[1] así como la serie de artículos titulada “León Trotsky y el desarrollo del marxismo”.[2]
El resumen político al final de la crítica del camarada North afirma que la “vulgarización del marxismo, disfrazada de defensa de la dialéctica', ha ido acompañada de una innegable deriva oportunista dentro del Comité Internacional, y especialmente en el WRP”.
La “práctica de la cognición” idealista de Healy sirvió para suprimir la discusión sobre los problemas políticos y las diferencias dentro del partido y para justificar las prácticas oportunistas más burdas. El estudio de los escritos de Trotsky fue abandonado, junto con la lucha política y teórica contra el revisionismo pablista. “A todos los efectos”, escribió North, “la teoría de la revolución permanente ha sido tratada como inaplicable a las circunstancias actuales”.[3]
Esta teoría sigue siendo la base programática fundamental del trotskismo, que es el marxismo revolucionario de nuestro tiempo. Se remonta al llamamiento hecho por Marx y Engels. Extrayendo las lecciones de las revoluciones de 1848, Marx insistió en que no podía haber una unidad política entre la pequeña burguesía democrática y la clase obrera. Escribió:
Mientras que los pequeñoburgueses democráticos desean concluir la revolución lo más rápidamente posible, nuestro interés y nuestra tarea es hacer que la revolución sea permanente, hasta que todas las clases más o menos poseedoras hayan sido obligadas a abandonar su posición de dominio, el proletariado haya conquistado el poder del Estado y la asociación de los proletarios, no solo en un país sino en todos los países dominantes del mundo, haya avanzado tanto que la competencia entre los proletarios de estos países haya cesado y que, al menos, las fuerzas productivas decisivas estén concentradas en manos de los proletarios.[4]
Esta concepción básica fue desarrollada y enriquecida por Trotsky, basándose en las lecciones de la Revolución de 1905. En oposición a los mencheviques, que insistían en la subordinación de la clase obrera al liberalismo burgués, Trotsky explicó que la burguesía es orgánicamente incapaz de llevar a cabo una revolución democrática. Las tareas de la revolución solo podían ser cumplidas por la clase obrera tras llegar al poder a través de su propio partido revolucionario, a la cabeza del campesinado y todas las masas oprimidas. No concebía esto como una revolución nacional, sino como el inicio de la revolución mundial.
Esta perspectiva fue corroborada en la práctica por la Revolución de Octubre de 1917. Lenin llegó a las mismas conclusiones que Trotsky: abandonó la vieja fórmula de los bolcheviques de una “dictadura democrática del proletariado y el campesinado”, y en abril llevó a cabo una reorientación fundamental del partido hacia la toma del poder, en oposición a Stalin y a los miembros dirigentes del Partido Bolchevique que más bien iban encaminados hacia un reagrupamiento con los mencheviques y el apoyo al régimen burgués.
En 1933, Trotsky resumió la importancia perdurable de la teoría de la revolución permanente para rearmar al proletariado tras la desastrosa derrota en China provocada por la adopción de la teoría de las dos etapas por parte de la burocracia estalinista.
La teoría de la revolución permanente, dijo, se sustenta en tres conceptos básicos:
a. La burguesía nacional, que durante las etapas iniciales trata de utilizar la revolución para sus propios fines (Kuomintang, Gandhi), se pasa invariablemente al otro lado de la barricada, junto a las clases feudales y a los opresores imperialistas, en el curso ulterior de la revolución.
b. La pequeña burguesía (el campesinado) ya no puede desempeñar un papel dirigente en la revolución burguesa y, consecuentemente, no puede tomar el poder y rechaza la dictadura democrático-burguesa del proletariado y del campesinado.
c. Bajo la dictadura del proletariado, la revolución democrático-burguesa deviene en la revolución socialista, que solo puede triunfar completamente como eslabón de la revolución mundial.[5]
El WRP traicionaría todos estos principios. A fines de la década de 1970, estableció alianzas y relaciones oportunistas con organizaciones y regímenes nacionalistas burgueses. Esto incluyó un apoyo acrítico a la Organización para la Liberación de Palestina, al movimiento de liberación nacional de Zimbabue, a Sadam Huseín en Irak y al régimen de Jomeini en Irán. Se estableció una relación financiera con el régimen de Gadafi en Libia, que los dirigentes del WRP ocultaron al partido y al Comité Internacional.
Se abandonó la perspectiva de construir partidos trotskistas en estos países. En su lugar, el WRP promovió a los líderes nacionalistas burgueses como la dirección legítima de la clase obrera. Esto fue acompañado de una promoción cada vez más acrítica de sectores de la burocracia laborista y sindical en Reino Unido.
Esta conferencia examinará cómo, tras la crítica de David North de octubre de 1982, la Workers League emprendió una defensa de principios de la teoría de la revolución permanente contra el oportunismo que había llegado a dominar la perspectiva y la práctica del WRP.
El registro refuta completamente la posición falsa y sesgada de Cliff Slaughter de que todas las secciones del Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI) habían sufrido una “degeneración igual” porque nadie había sido capaz de desafiar la dominación e intimidación de Healy. Slaughter escribió a David North en noviembre de 1985: “Todos los dirigentes del CICI fueron parte del healyismo así como sus víctimas, y eso debe ser confrontado, analizado y corregido”.[6]
Slaughter pretendía eximirse de este modo de toda responsabilidad por la crisis del WRP y desacreditar el estatus del CICI como encarnación de la continuidad del movimiento trotskista. Esto representó un primer paso hacia la renuncia abierta al CICI y al trotskismo.
La degeneración del WRP no se produjo de la noche a la mañana. La SLL [Socialist Labour League; Liga Obrera Socialista] había dirigido la lucha contra la reunificación del Socialist Workers Party (SWP; Partido Socialista de los Trabajadores) con el Secretariado Internacional pablista en 1963. Healy y Slaughter habían denunciado el apoyo del SWP al castrismo y la gran traición llevada a cabo por el LSSP en Sri Lanka. Pero 10 años después, la sección británica estaba en retirada, adaptándose a las poderosas presiones nacionalistas en Reino Unido, incluidas las ilusiones generalizadas en el Partido Laborista y la burocracia sindical.
La radicalización de amplias capas de la clase obrera y de la clase media en respuesta a las convulsiones revolucionarias de fines de la década de 1960 provocó una afluencia de miembros. Pero estos miembros no fueron formados como internacionalistas y trotskistas. La dirección del WRP llegó gradualmente a considerar la lucha por la clarificación y formación políticas como un impedimento para el aumento de sus recursos y miembros.
En los años que siguieron a la reunificación del SWP con los pablistas, que provocó el aislamiento relativo de la sección británica, Healy llegó a considerar cada vez más el crecimiento del movimiento trotskista como un subproducto de la expansión de un poderoso partido nacional en Reino Unido.
En última instancia, como explica David North en Gerry Healy y su lugar en la historia de la Cuarta Internacional, la creciente dependencia en capas de la clase media en Reino Unido, y las relaciones financieras oportunistas con regímenes burgueses de Oriente Próximo, reflejaban “una pérdida de confianza política en la posibilidad de ganar a la clase obrera al programa del marxismo... un rechazo del papel revolucionario de la clase obrera como sepulturera del capitalismo y constructora de una nueva sociedad socialista”.[7]
La evolución histórica de la Workers League y la Revolutionary Communist League (RCL; Liga Comunista Revolucionaria) en Sri Lanka fue muy diferente. Ambas organizaciones fueron fundadas sobre la base de la lucha contra el pablismo. Los cuadros fundadores de la Workers League fueron expulsados del SWP en 1964 por exigir una discusión política sobre la entrada del LSSP en el Gobierno de Bandaranaike en Sri Lanka –la primera vez en la historia en que un partido que se declaraba leal a la Cuarta Internacional ingresaba en un Gobierno burgués de coalición—. Esta traición histórica demostró el papel del revisionismo pablista como un apoyo vital del orden burgués.
La RCL, fundada en 1968 en oposición a la traición del LSSP, pronto entró en conflicto con el retroceso de la sección británica. El secretario de la RCL, Keerthi Balasuriya, se opuso firmemente a una declaración emitida por la SLL en diciembre de 1971 en nombre del CICI que daba un “apoyo crítico” al despliegue de tropas indias en Pakistán Oriental, que supuestamente respaldaba una lucha de liberación nacional en lo que se convertiría en Bangladesh.
Keerthi escribió:
La lógica de la falsa posición política del CICI sobre Bangladesh habría conducido y ha conducido al abandono de todas las experiencias pasadas del movimiento marxista en relación con las luchas de las masas coloniales.[8]
La RCL insistió en que la intervención militar india se había emprendido precisamente para suprimir una lucha revolucionaria que uniera Bengala Oriental y Occidental. Advirtió en una declaración que la clase obrera no podía confiar en ninguno de los Gobiernos burgueses de la región. La SLL se aseguró de que las críticas de la RCL permanecieran desconocidas en el seno del CICI y buscó aislar a la sección de Sri Lanka.
La SLL/WRP también creó enormes dificultades para la RCL en su lucha por unificar a los trabajadores cingaleses y tamiles sobre la base de un programa socialista que incluyera el reconocimiento del derecho a la autodeterminación del pueblo tamil. Mike Banda se opuso inicialmente a la autodeterminación, apoyando el Estado establecido por el imperialismo en 1948, el cual estaba arraigado en el chovinismo cingalés. Pero en 1979, el WRP cambió su posición a una de apoyo acrítico a los Tigres de Liberación del Eelam Tamil (LTTE, sigla en inglés), esencialmente promoviéndolos como la dirección legítima del pueblo tamil y denigrando la lucha de la RCL por establecer una dirección trotskista en la clase obrera.
En conferencias anteriores se examinó la renegación de Tim Wohlforth y la investigación Seguridad y la Cuarta Internacional, que fueron acontecimientos cruciales en la lucha política contra el liquidacionismo pablista en Estados Unidos. Esta lucha fue profundizada continuamente por la Workers League y fue fundamental para el reclutamiento y la formación de sus cuadros durante las décadas de 1970 y 1980.
Al mismo tiempo en que la Workers League entraba en conflicto directo con los oportunistas del WRP, intensificaba sus ataques contra el revisionismo del Socialist Workers Party (SWP; Partido de los Trabajadores Socialistas). Los camaradas comprendieron que estas dos luchas estaban profundamente interconectadas.
El 31 de diciembre de 1982, el secretario nacional del SWP, Jack Barnes, pronunció un discurso en la convención nacional de los Young Socialists (Jóvenes Socialistas) en el que repudió explícitamente toda la herencia del trotskismo. El discurso no se publicó inmediatamente, pero la Workers League pudo obtener una copia parcial y preparó una respuesta políticamente devastadora, la cual fue publicada en agosto de 1983 en un folleto titulado Un provocador ataca el trotskismo.
A pesar de que no lo afirma explícitamente, el documento evidentemente también va dirigido contra las posiciones que había adoptado el WRP.
La declaración defiende la teoría de la revolución permanente describiéndola como “la esencia programática del trotskismo, que es el marxismo de nuestro tiempo”. La teoría interpretó la Revolución de Octubre como “un punto de inflexión en la historia mundial, es decir, el comienzo, a escala histórico-mundial, de la transición del capitalismo al socialismo, y [estableció] la interconexión entre este acontecimiento histórico-mundial y la lucha de clases en cada país”.[9]
La declaración dejaba al descubierto la extrema degeneración del SWP. Del partido fundado en 1938 no quedaba más que el nombre. El discurso de Barnes exhibió una forma particularmente vulgar de pablismo. Denunció la teoría de la revolución permanente como una desviación del marxismo y el leninismo que había llevado a la Cuarta Internacional a ser “empujada fuera del eje de la Comintern”.[10]
Según Barnes, la teoría “rompió la unidad posrevolucionaria rusa entre Lenin y Trotsky, en el sentido político. Abrió la puerta a interpretaciones y utilizaciones sectarias y ultraizquierdistas de la teoría de la revolución permanente”.[11]
Dijo:
La revolución permanente no es una generalización correcta, ni adecuada, y crea más problemas de los que resuelve, en cuanto a lo que es nuestro programa. Conseguiremos mucho, mucho más reduciendo la revolución permanente, señalando, en mi opinión, que no es útil como término general para nuestro programa.
Resumiendo la perspectiva de la dirección del SWP, Barnes declaró: “Predigo que ninguno de nosotros nos llamaremos según el término trotskismo en sí antes de que acabe esta década”.[12]
El argumento de Barnes, como explicó la Workers League, “no es solo contra el trotskismo; sino contra la historia misma”.[13] Barnes afirmaba que Trotsky había tergiversado a Lenin al afirmar que éste había abandonado la teoría de “la dictadura democrática del proletariado y el campesinado” al regresar a Rusia en 1917 y adoptado la teoría de la revolución permanente en sus Tesis de abril. Esta fue precisamente la “Gran Mentira” que Stalin empleó a partir de 1924, arrancando su campaña contra Trotsky y la Oposición de Izquierda con un ataque a la teoría de la revolución permanente y acusaciones de que Trotsky había “subestimado” al campesinado. Esto iba de la mano con el rechazo del internacionalismo por parte de la burocracia en favor de la “teoría” del “socialismo en un solo país”.
De hecho, Lenin declaró repetidamente después de abril de 1917 que la vieja fórmula era “obsoleta”. Dijo: “No sirve para nada. Está muerta. Y es inútil tratar de revivirla”.[14] Identificó el mismo problema que Trotsky había subrayado: que la fórmula no resolvía el problema de qué clase gobernaría. Esta limitación fue confirmada por la revolución de febrero: el sóviet encarnaba la dictadura del proletariado y el campesinado, que habían “cedido” el poder a la burguesía.
En Las Tesis de Abril, Lenin rechazó la teoría de las dos etapas y abogó por una revolución ininterrumpida o permanente:
El rasgo específico de la situación actual en Rusia es que el país está pasando de la primera etapa de la revolución –que, debido a la conciencia de clase y organización insuficientes del proletariado, colocó el poder en manos de la burguesía— a su segunda etapa, que debe poner el poder en manos del proletariado y de los sectores más pobres de los campesinos.[15]
El SWP revivió las viejas mentiras estalinistas para justificar su completo abandono de cualquier perspectiva dirigida a construir partidos revolucionarios independientes basados en la clase obrera. Como explicó la Workers League:
Los estalinistas, centristas y todos los radicales pequeñoburgueses que odian a la clase obrera siempre han tenido un “problema” con la revolución permanente porque es la guía teórica para la lucha contra toda forma de colaboración de clases y subordinación de la clase obrera a los organismos políticos de la burguesía.[16]
El camarada North volvió a subrayar el carácter estalinista de las posiciones de Barnes en su informe al Comité Internacional en febrero de 1984. Barnes quería un “Gobierno obrero y campesino”, es decir, no hablaba de la dictadura del proletariado. Los propios estalinistas eran muy explícitos al respecto.
El camarada North citó al principal teórico soviético de la “liberación nacional”, Rostislav Ulyanovsky, quien escribió que la tarea en los países en desarrollo era dar “pasos hacia el socialismo” ejerciendo “presión de masas sobre la democracia burguesa, ayudándola así a realizar sus potencialidades progresistas...”
“También es necesario tomar en cuenta que la promoción de la consigna de la vía no capitalista no implica en absoluto un llamado a una revolución socialista, al establecimiento de una democracia popular ni la asunción de los comunistas al poder...”.[17]
El SWP se orientaba hacia los regímenes nacionalistas pequeñoburgueses de América Central y del Sur.
En marzo de 1982, Barnes había declarado:
Nos consideramos parte de un movimiento marxista mundial común con el FSLN [de Nicaragua], con el Movimiento New Jewel [de Granada], con el Partido Comunista Cubano, con las direcciones proletarias de vanguardia de las luchas revolucionarias en El Salvador y Guatemala... Pensamos que así debe verse a sí misma toda la Cuarta Internacional... Somos parte de un movimiento marxista común con estos revolucionarios. No somos parte de un movimiento común con muchas personas y organizaciones que se autodenominan trotskistas.[18]
La declaración de la Workers League repasa en detalle cómo el SWP aprovechó la Revolución cubana de 1959 como prueba de que ya no era necesario construir una dirección trotskista en la clase obrera, y cómo Joseph Hansen había desempeñado un papel líder en este proceso. Las tareas revolucionarias, según el SWP, podían confiarse en las manos de “marxistas inconscientes” como Castro.
Este cambio del SWP y su giro hacia la reunificación con los pablistas fueron acompañados por la infiltración de agentes estatales en el partido, a través del Comité de Juego Limpio para Cuba. Barnes formaba parte de un grupo de 12 agentes reclutados de la universidad conservadora Carleton College que Hansen ascendió rápidamente a cargos de dirección del partido. Este grupo desempeñó un papel importante en la preparación del terreno para la expulsión de Wohlforth y otros partidarios del CICI.
La purga continuó y se aceleró en consonancia con la degeneración política del SWP. Docenas de miembros fundadores fueron expulsados del partido a principios de la década de 1980.
En la declaración de 1982, la Workers League señala:
La degeneración del Socialist Workers Party no es simplemente producto de las actividades de Hansen como espía del Gobierno. Sin embargo, dada la crisis política cada vez más profunda en el seno del SWP durante la década de 1950, en la que seguían sin resolverse las cuestiones teóricas derivadas de la escisión de 1953, cuando los dirigentes como Cannon estaban mucho más allá de su plenitud física y política, y con disputas internas entre los dirigentes, las acciones de Hansen asumieron proporciones enormemente destructivas.
Y continúa explicando que esta degeneración no era inevitable:
A finales de la década de 1950, la colaboración de la Socialist Labour League con los trotskistas estadounidenses pudo haber sido sumamente útil para superar la crisis interna del SWP. Ante los cambios en la situación política en Estados Unidos –especialmente el crecimiento del movimiento masivo entre los trabajadores negros por los derechos civiles—, el SWP pudo haber logrado grandes avances como movimiento trotskista.[19]
En vez de eso, Hansen y sus protegidos se dedicaron a envenenar la atmósfera dentro del SWP contra la SLL, incluso difundiendo mentiras de que “Healy se opone a la Revolución cubana”. La SLL siempre adoptó una posición de principios en defensa de la Revolución cubana contra el imperialismo estadounidense. Sin embargo, esto no justificaba apoyar a sus dirigentes nacionalistas como si sustituyeran la construcción del movimiento trotskista en Cuba.
Hay que subrayar que el rechazo total del SWP a la lucha por la independencia política de la clase obrera también se aplicaba en Estados Unidos, donde se orientaba a los demócratas “de izquierda” como Jesse Jackson, basándose en el nacionalismo negro y la política de identidades. Barnes afirmó que Jackson “arranca desde el mismo punto de partida que pretenden adoptar las principales figuras del movimiento obrero y las organizaciones de las nacionalidades oprimidas que están implicadas en esto... [a saber] que debe formarse una alianza de los sindicatos, los negros y los latinos; la clase obrera y las nacionalidades oprimidas, comoquiera que se formule”.
Por supuesto, es completamente falso describir a los negros y latinos como una “nación oprimida” separada de la clase obrera; este planteamiento buscaba encubrir las diferencias de clase que existen entre los negros y otras minorías. Como explicó la Workers League, a través de tales declaraciones, el SWP estaba “complaciendo a los elementos pequeñoburgueses entre los negros y los hispanos, y trabajando cínicamente con ellos para tender un puente hacia el Partido Demócrata”.[20]
La Workers League esperaba que desenmascarar el ataque del SWP al trotskismo –y recordar el papel de la SLL en la lucha histórica contra la reunificación con el pablismo— ayudaría a aclarar los problemas políticos en el WRP y a corregir y reorientar al partido. El camarada North se sintió alentado por el hecho de que cuando se informó a Gerry Healy sobre el discurso de Barnes de 1982, apoyó con entusiasmo la propuesta de que la Workers League respondiera y denunciara sus posiciones.
El 11 de febrero de 1984, David North volvió a recordarles a los dirigentes del WRP sobre el papel que habían desempeñado a principios de los años 1960 en la lucha contra el intento del SWP de someter al trotskismo a una revisión con base en las derrotas infligidas al imperialismo por parte de la Revolución cubana.
La SLL había advertido en su primera carta al SWP que “el mayor peligro al que se enfrenta el movimiento revolucionario es el liquidacionismo”, representado más claramente por el pablismo. Y continuaba: “Cualquier alejamiento con respecto a la estrategia de la independencia política de la clase obrera y la construcción de partidos revolucionarios adquirirá el significado de un error histórico-mundial por parte del movimiento trotskista”.[21]
El informe de North al CICI explicó la similitud entre el repudio abierto del SWP a la revolución permanente y las posiciones adoptadas por el WRP. Las relaciones establecidas por el WRP con dirigentes burgueses de Oriente Próximo, que Tom Scripps abordará en la segunda parte de esta conferencia, eran sorprendentemente similares a la orientación del SWP en América Latina.
El informe de North explicaba:
El último ataque de Barnes contra el trotskismo debe traer toda esta historia a consideración; precisamente porque el Comité Internacional siempre ha reconocido que tales acontecimientos cruciales en las filas de los revisionistas inevitablemente presagian grandes nuevos capítulos en la revolución socialista mundial. Además, no consideramos al revisionismo simplemente como una especie de bacteria que existe dentro de un tubo de ensayo almacenado en un laboratorio. Justamente porque el revisionismo tiene raíces materiales en la evolución real de la lucha de clases de la que nosotros mismos formamos parte y porque refleja la presión de fuerzas de clase ajenas sobre la clase obrera y su vanguardia revolucionaria, nuestra respuesta al revisionismo encuentra su máxima expresión en el análisis de nuestro propio desarrollo político.[22]
El WRP, sin embargo, no tenía ningún interés en hacer ningún análisis objetivo de su propio desarrollo político e intentó repetidamente bloquear tal discusión dentro del CICI atacando a la Workers League, suprimiendo sus críticas y amenazando con una escisión.
El conflicto político entre el WRP y la Workers League se profundizó a lo largo de 1983 y estalló en torno a la cuestión de la invasión estadounidense de Granada. En una reunión del CICI en octubre de 1983, Mike Banda atacó severamente la respuesta del Bulletin [la publicación de la Workers League], incluido un artículo de portada con el titular “Reagan es un mentiroso”, que Banda tildó de respuesta propagandista.
En una carta posterior al camarada North en diciembre, Cliff Slaughter profundizó el ataque y criticó a la Workers League con la siguiente declaración infame:
Tu propio énfasis en la “independencia política de la clase obrera”, respaldado por una cita de En defensa del marxismo, se convertirá en un arma en manos de todos los pragmatistas porque será atesorado por ellos como algo más “concreto” que la lucha explícita por desarrollar y comprender las categorías de la dialéctica, que constituye el método para esa tarea de vida o muerte que es comprender los rápidos y omnímodos acontecimientos arrojados por la crisis mundial.[23]
Como ya lo señaló el camarada Christoph Vandreier, aquí vemos a Slaughter contraponiendo el método marxista a la lucha por la independencia política de la clase obrera, en lugar de concebir el método marxista como la herramienta para establecer la independencia política de la clase obrera.[24] Diré más sobre este pasaje y la respuesta del camarada North en breve.
Slaughter se opuso a la declaración del Comité Político de la Workers League titulada “Movilicen a los trabajadores contra el imperialismo estadounidense”. Esta declaración, publicada el 28 de octubre de 1983, explicaba que la invasión formaba parte de un resurgimiento de la violencia militar estadounidense, incluido el envío de marines a Líbano y el financiamiento de las Contras para combatir el Gobierno sandinista nicaragüense.
Debido a su crisis económica, las potencias imperialistas se vieron abocadas a un violento reparto del mundo. La guerra británica en las Malvinas y la invasión israelí de Líbano, ambas apoyadas por Estados Unidos, formaban parte de “la campaña de recolonización de los vastos territorios en los que se obtuvo al menos una independencia nacional formal en el período posterior a la Segunda Guerra Mundial”.[25]
La invasión de Granada también tenía fines nacionales. Fue acompañada de denuncias histéricas anticomunistas por parte de Ronald Reagan, cuyo Gobierno se dedicaba simultáneamente a reprimir despiadadamente la lucha de clases. Reagan afirmó que la pequeña isla se había convertido en un satélite soviético y cubano que supondría una amenaza militar.
El desencadenante inmediato de la invasión fue el sangriento golpe al interior del Movimiento New Jewel, un partido nacionalista radical que había llegado al poder en Granada en 1979. La Administración de Reagan declaró cínicamente que tenía que intervenir para proteger a un grupo de estudiantes de Medicina estadounidenses en Granada, que de hecho nunca corrieron peligro alguno.
El Movimiento New Jewel, a pesar de ser aclamado por el SWP como una dirección “marxista consciente y proletaria”[26] que había establecido un “Gobierno obrero y campesino”, era un régimen nacionalista burgués, que había llevado a cabo reformas limitadas y buscaba desarrollar la economía del país y establecer una mayor independencia respecto a las potencias imperialistas.
El 19 de octubre de 1983, el primer ministro granadino Maurice Bishop, fue asesinado, junto con varios de sus ministros y dirigentes sindicales, a manos de una facción rival del Movimiento New Jewel dirigida por su antiguo vice primer ministro, Bernard Coard, y respaldada por el ejército. Estos sucesos fueron la sangrienta culminación de una riña por el poder ligada a conflictos sobre política económica y exterior: Bishop había viajado recientemente a Estados Unidos y apelado a la normalización de las relaciones diplomáticas, a lo que al parecer se opusieron sus rivales, orientados a estrechar lazos con Cuba y la Unión Soviética.
La Workers League explicó que, “Los sangrientos acontecimientos en Granada demuestran una vez más la inestabilidad orgánica y la insolvencia política de tales tendencias nacionalistas extraídas de la intelectualidad pequeñoburguesa en los países excoloniales y neocoloniales”. Como había explicado Trotsky, tales elementos eran incapaces de dirigir la revolución democrática hacia la victoria porque ésta exige la dictadura del proletariado, que conlleva la creación de verdaderos órganos de poder obrero. La declaración continuaba:
Carentes de toda perspectiva marxista, sin ninguna comprensión científica de la relación entre partido y clase, abofeteados por fuerzas de clase que quieren manipular sin comprender la lógica del proceso histórico, y simultáneamente desorientados y corrompidos por la burocracia soviética estalinista, estos dirigentes pequeñoburgueses ajustan sus cuentas violentamente y a espaldas de las masas que dicen representar.[27]
En su declaración inmediatamente después de la invasión –la que Slaughter criticó—, la Workers League denunció el apoyo tácito brindado por la AFL-CIO al imperialismo estadounidense y la falsa oposición de algunos demócratas, así como el papel pérfido del Gobierno soviético, que parecía haber alentado el golpe en Granada.
Subrayando la conexión entre la erupción del militarismo estadounidense y el ataque bipartidista contra la clase obrera estadounidense, la declaración afirmaba que la invasión solo podía ser derrotada movilizando la fuerza de la clase obrera. Señalaba: “La cuestión central que enfrenta la clase obrera estadounidense es la necesidad de establecer su independencia política mediante la formación de un Partido Obrero y la lucha por un Gobierno obrero comprometido con la abolición del sistema capitalista y el establecimiento del socialismo”.[28]
Slaughter se opuso a esta declaración. Escribió que “la 'cuestión central' es luchar por la derrota de la invasión imperialista estadounidense en Granada y su próximo ataque en Nicaragua”. Y llamó a la Workers League a declarar claramente “que una derrota de las fuerzas imperialistas estadounidenses en Granada sería una victoria para la clase obrera estadounidense y los trabajadores de todo el mundo, dejando claro que apoyamos incondicionalmente incluso a la camarilla militar en el poder en Granada”.[29]
Granada es uno de los países más pequeños del mundo y, en 1983, solo tenía 110.000 habitantes y apenas tenía fuerzas armadas —ciertamente nada que fuera capaz de repeler a la fuerza invasora estadounidense, que invadió fácilmente la isla—. La insinuación de que el pueblo granadino podía salir victorioso en el campo de batalla era totalmente absurda. La derrota del imperialismo estadounidense solo era posible mediante la movilización de la clase obrera estadounidense.
Según Slaughter, la declaración de la Workers League de que el “objetivo principal” de los ataques de la Administración de Reagan era la clase obrera estadounidense evidenciaba “un tinte... de reparos sobre el contenido antiimperialista de la revolución colonial, un tinte de reparos sobre la unidad de la revolución proletaria en los países capitalistas avanzados y los movimientos de liberación colonial-nacional”.[30]
En su respuesta a estas provocadoras acusaciones, David North rechazó la afirmación de que la Workers League se había alejado de una posición de derrotismo revolucionario. Repasó el historial del Bulletin en los dos meses anteriores a la invasión, en los que se opuso consistentemente a la intervención estadounidense en Líbano y Nicaragua, así como a las conspiraciones imperialistas contra la Organización para la Liberación de Palestina. En todos los casos, la Workers League había “planteado continuamente la cuestión de la movilización de la clase obrera en Estados Unidos contra el imperialismo y en apoyo de los países semicoloniales”.[31]
El camarada North explicó entonces que, más allá de la objeción inmediata de Slaughter a la posición del Bulletin sobre Granada, la carta de Slaughter ponía de manifiesto una diferencia más fundamental entre la perspectiva del WRP y la de la Workers League.
En respuesta a la denigración por parte de Slaughter del llamamiento a la independencia política de la clase obrera, North escribió: “Me asombra este argumento, que contradice todo lo que nos han enseñado el Comité Internacional y usted personalmente”.
Explicó que el planteamiento de Slaughter, “que separa explícitamente la lucha por la derrota de la invasión estadounidense de Granada de la lucha por establecer la independencia política de la clase obrera, es idéntico al de todos los grupos revisionistas y estalinistas de Estados Unidos”. North planteó la pregunta: “¿No fue en oposición a esta injusta distinción que la Workers League y el CICI basaron su lucha contra la concepción oportunista de los pablistas sobre el movimiento 'antiguerra'?”.
North señaló que, a pesar de que Slaughter había acusado a la Workers League de adoptar un enfoque pragmático y abandonar la dialéctica, éste era de hecho el método que Slaughter estaba utilizando al contraponer los “acontecimientos reales” en Granada y Líbano a las “cuestiones ‘abstractas’ de principios y programa”.
North explicó:
Lo que hay que estudiar y desarrollar es la correcta aplicación del método dialéctico y del materialismo histórico. Sin embargo, esto no se ve en absoluto socavado por el “fuerte énfasis” en la “independencia política de la clase obrera”. Creo que un estudio serio de todas las obras de Lenin –y, más explícitamente, de sus primeros estudios económicos y filosóficos— revelará la conexión interna entre su concentración en la aplicación correcta del método dialéctico y su “fuerte énfasis” en la independencia política de la clase obrera.
En respuesta a la afirmación de Slaughter de que la Workers League mostraba “reparos” sobre el “contenido antiimperialista de las revoluciones coloniales [y]... sobre la unidad de la revolución proletaria en los países capitalistas avanzados y los movimientos de liberación colonial-nacional”, North señaló que, de hecho, “todos los movimientos colonial-nacionales son una unidad de fuerzas de clase antagónicas... La presión del imperialismo no mitiga sino que intensifica la lucha de clases dentro de los países semicoloniales”.
Y continuó:
Nuevamente, a diferencia de los pablistas y los estalinistas, sostenemos que el antiimperialismo de la burguesía colonial es de carácter relativo y no absoluto, condicionado por el nivel de desarrollo de las contradicciones de clase dentro de cada una de las naciones oprimidas. El contenido antiimperialista objetivo de la revolución colonial y su unidad histórica con las luchas proletarias en los centros metropolitanos deben reforzarse y actualizarse mediante una lucha consecuente contra las direcciones nacionalistas burguesas de los movimientos de masas dentro de los países oprimidos.[32]
Esta comprensión profundamente dialéctica del movimiento anticolonial es un componente central de la teoría de la revolución permanente. En este punto, David North y la dirección de la Workers League seguían confiando en que un debate a fondo dentro de la dirección del CICI podría aclarar las cuestiones políticas y reorientar al WRP.
North concluyó recordando de nuevo a Slaughter su propio papel en la lucha contra el revisionismo pablista, incluyendo sus repetidas advertencias de que el revisionismo reflejaba la presión del imperialismo sobre el movimiento obrero. En medio de una crisis cada vez más profunda del capitalismo y de los regímenes soviéticos, el ataque abierto de Jack Barnes contra el trotskismo reflejaba cómo la clase capitalista necesitaba más profundamente desbaratar y descarrilar tanto las revoluciones en los países excoloniales como el movimiento obrero en los centros del imperialismo. Por lo tanto, North escribió que era esencial que el Comité Internacional se mantuviera alerta ante cualquier rastro de la perspectiva revisionista en sus propias filas.
La carta de Cliff Slaughter de 1983 es particularmente llamativa porque, a pesar de criticar a la Workers League por descuidar supuestamente “la lucha diaria por desarrollar el método dialéctico en la formación de cuadros”, la carta exhibe el mismo método impresionista y pragmático contra el que Slaughter polemizó 20 años antes, durante la lucha contra la reunificación del SWP con los pablistas.
En Oportunismo y empirismo (marzo de 1963), Slaughter había escrito:
La nueva realidad de Hansen y los pablistas consiste en una lista de abstracciones como “la revolución colonial”, “el proceso de desestalinización”, “las tendencias irreversibles”, “las fuerzas que se mueven hacia la izquierda”, “la presión de masas”, etc. Como todas las afirmaciones sobre fenómenos sociales, éstas carecen de sentido a menos que se demuestre que tienen un contenido específico de clase, ya que la lucha de clases y la explotación son el contenido de todos los fenómenos sociales.
Estableciendo la conexión entre el método empirista de Hansen y la glorificación del régimen castrista por parte del SWP, Slaughter explicó:
El análisis marxista de toda la época moderna ha determinado que las direcciones políticas que representan a capas sociales no obreras solo pueden llegar hasta cierto punto en la lucha contra el imperialismo. Los límites objetivos de su revolución las obligan finalmente a volverse en contra de la clase obrera y sus reivindicaciones independientes, que corresponden a la revolución socialista internacional. Solo la construcción de partidos obreros independientes que aspiren al poder obrero, sobre la base del programa de la revolución permanente, puede impedir que cada revolución nacional se convierta en una nueva estabilización del imperialismo mundial.[33]
Tales obras se han vuelto una condena contra el abandono de la revolución permanente por parte del WRP, que promovió varios regímenes nacionalistas burgueses en Oriente Próximo como la dirección revolucionaria legítima de las masas de la región.
Segunda parte
Después de que la respuesta de North a Slaughter no fuera contestada, la Workers League inició una lucha política contra el abandono del WRP de la revolución permanente, más directamente en lo que respecta a sus escritos sobre los nacionalistas burgueses de Oriente Próximo.
North elaboró la primera crítica extensa a la línea del WRP en una carta de enero de 1984 a Mike Banda, antes de una reunión del CICI prevista para el mes siguiente. La carta abordaba la reciente defensa del líder de la OLP, Yasser Arafat, por parte del News Line.
El WRP y la Organización para la Liberación de Palestina
La OLP (Organización para la Liberación de Palestina) fue una organización nacionalista burguesa fundada por la Liga Árabe en 1964 para librar una lucha armada contra Israel y formar un Estado árabe en el territorio del Mandato británico de Palestina. Era un grupo paraguas de varias facciones. Arafat había cofundado la facción dominante Al Fatah y se convirtió en presidente del Comité Ejecutivo de la OLP en 1969.
El WRP comenzó a relacionarse con la OLP en 1976 y a partir de ese momento pasó cada vez más de una defensa legítima del movimiento contra el imperialismo, y de un apoyo crítico, a una adaptación y adulación totales.
Las críticas de North en su carta [de enero de 1984] se centraban entonces en el episodio más reciente de ese proceso: la elogiosa descripción del WRP de la reunión de Arafat con el presidente egipcio Hosni Mubarak en diciembre de 1983.
El WRP afirmó que, a través de esta reunión, “la audaz diplomacia de Arafat ha contribuido a socavar el tratado entre Egipto e Israel”. News Line declaró que significaba “el reconocimiento por parte del Gobierno egipcio de la OLP, de su legítima lucha en Oriente Próximo y de su derecho inalienable a luchar por la liberación de Palestina”, revirtiendo la anterior “conspiración de Camp David entre Sadat, Begin y Carter”.[34]
Anwar Sadat fue el tercer presidente de Egipto, de 1970 a 1981. Implementó privatizaciones, una liberalización económica y una realineación de Egipto detrás de Estados Unidos. En las negociaciones posteriores a la guerra de Yom Kipur (o cuarta guerra árabe-israelí) de 1973, inició una normalización de las relaciones con Israel, convirtiéndose en el primer líder árabe en visitar oficialmente el país, donde se reunió en noviembre de 1977 con el primer ministro israelí Menachem Begin, en Jerusalén.
Ambos se reunieron con la mediación de Estados Unidos y el presidente Jimmy Carter en el retiro presidencial estadounidense de Camp David en 1978, firmando los Acuerdos de Camp David tras 12 días de negociaciones secretas. Esto dio lugar al tratado de paz Egipto-Israel de 1979, por el que Egipto fue expulsado de la Liga Árabe.
Fueron experiencias fundamentales que demostraron la ruina política de los nacionalistas burgueses árabes. El acomodo de Egipto con Israel formaba parte de un acomodo más amplio con el imperialismo. Como señala North en su carta a Banda, esto allanó el camino a la sangrienta invasión israelí de Líbano y el asedio de Beirut en junio de 1982, cuyo objetivo era expulsar a la OLP del país, que había utilizado como base de operaciones.
Las afirmaciones del WRP sobre la reunión de Arafat y Mubarak sugerían que este episodio histórico y los enormes procesos entre clases y al interior de ellas que entrañaba habían sido invertidos de alguna manera por un golpe maestro diplomático. Esa afirmación –que, como señala North, es más apropiada para la historiografía idealista burguesa de las grandes hazañas de los individuos— reflejaba un impulso político para encubrir la conducta de los regímenes árabes y defender el intento de Arafat de hacer que la lucha palestina dependiera de las maniobras entre ellos. La reunión con Mubarak solo fue el más reciente ejemplo de acciones de los regímenes árabes que, en última instancia, conducían a traiciones contra la OLP.
Como North señala en su carta:
El hedor de Camp David no desapareció con Sadat. La burguesía árabe, devastada por el colapso virtual de la OPEP y aterrorizada por el espectro de la revolución socialista, busca desesperadamente una fórmula que le permita enterrar el hacha de guerra junto a Egipto. Entonces se preparará el terreno para su propia reconciliación con Israel.[35]
Luego, identifica el error esencial:
Ni siquiera se hace referencia a las relaciones reales entre el imperialismo y sus clientes en Oriente Próximo, ni a los cambios en las relaciones de clase dentro de cada país árabe.[36]
Por supuesto, esto funcionaba en ambos sentidos. El planteamiento falso fomentaba una adaptación a los regímenes nacionalistas burgueses, pero a su vez era impulsado por el imperativo de mantener la relación mercenaria del WRP con estos regímenes, en gran detrimento de la clase obrera árabe, quizás ante todo de la clase obrera palestina.
De hecho, la OLP fue utilizada cada vez más por el WRP como un trampolín para relacionarse con distintas facciones acaudaladas de la burguesía árabe, al igual que estas fuerzas sacaban provecho de la OLP para mejorar sus reputaciones en casa.
De forma superficialmente contradictoria, esto tomó la forma de la glorificación constante de cada acción de la OLP, sustituyendo cualquier noción correcta de apoyo crítico por alabanzas a la santidad de la “lucha armada” y al estatus de la organización como “único representante legítimo del pueblo palestino”.[37] Llegó hasta el punto, como señala North en su carta, de que el WRP defendía a Arafat frente a sectores de la OLP que criticaban, al menos parcialmente, sus maniobras oportunistas.
En otras palabras, se abandonó a la clase obrera al control de los líderes nacionalistas burgueses, prescindiendo de cualquier política de construir las filas de la Cuarta Internacional entre los palestinos, o en todo Oriente Próximo. En lugar de la lucha por armar a la clase obrera con un programa marxista, establecer su independencia política y prepararla para llevar a cabo la liberación respecto al imperialismo y completar las tareas democráticas nacionales en el proceso de una revolución socialista, el WRP presentó a la OLP como “líder de la lucha por la emancipación de toda la nación árabe”.[38]
North escribe:
Al escribir artículos que solo sirven para justificar las acciones consumadas de Arafat y que pintan de color rosa una u otra maniobra pragmática, surge el peligro de que seamos víctimas de una perspectiva política que ponga en tela de juicio la necesidad real de construir el movimiento trotskista en los países semicoloniales y en el seno de los movimientos de liberación nacional antiimperialistas.[39]
El único programa sobre el cual podría construirse el movimiento trotskista en la región –y la única base para derrotar el imperialismo y la burguesía nacional— consiste en una orientación hacia la lucha de clases y, con base en ella, por la unidad de los trabajadores en todo Oriente Próximo.
North hace referencia a las luchas en curso no solo en Marrakech, Túnez y El Cairo, sino también en Haifa (en el norte de Israel), citando la declaración original y correcta de la Cuarta Internacional de 1948 sobre la formación del Estado israelí, que declara que la “renuncia total al sionismo es la condición sine qua non para la fusión de las luchas de los trabajadores judíos con las luchas sociales, nacionales y de liberación de los trabajadores árabes”.[40]
La historia, por desgracia, ha tenido la oportunidad de demostrar lo que ofrecía la alternativa: la continua matanza de palestinos en un conflicto enormemente desigual, que condujo a los Acuerdos de Oslo, a la Autoridad Palestina y a las actuales maniobras de Israel para arrasar con Cisjordania hasta el nivel de Gaza, todo ello mientras los regímenes árabes proceden a normalizar sus relaciones con Tel Aviv, al servicio del eje antiiraní del imperialismo.
La carta de North se concentra en la OLP, pero está claramente escrita como una crítica inicial de toda la línea del WRP hacia los regímenes nacionalistas burgueses y los movimientos de liberación, como el comienzo de una lucha política por un cambio de rumbo. Pide un “balance” de esta actividad, “haciendo un análisis de cada experiencia concreta por la que ha pasado el Comité Internacional” como parte de una “discusión exhaustiva sobre las perspectivas internacionales, encaminada a la redacción de una resolución internacional exahustiva”.[41]
Es decir, la Workers League perseguía un esclarecimiento internacional y camaraderil. Y se guiaba por la concepción de la necesidad absoluta de una perspectiva mundial, tal como lo demostró la primera parte de esta conferencia.
North explica:
Por muy prometedores que parezcan ciertos avances en el trabajo nacional de las secciones, como nuestras propias experiencias en diversas luchas sindicales, éstos no producirán ningún progreso real para las secciones implicadas a menos que dicho trabajo esté guiado por una perspectiva internacional elaborada científicamente.[42]
Y, por último, sobre este documento, las críticas de la Workers League se basan explícitamente en experiencias históricas clave del movimiento trotskista: la lucha de la SLL contra el pablismo, en particular sobre las cuestiones de Argelia y Cuba en los años 50 y 60, y los recientes acontecimientos relacionados con el SWP y el repudio abierto de Jack Barnes a la revolución permanente.
Al hacer esta crítica, la Workers League tuvo el beneficio de experiencias que iban más allá de la OLP, involucrando Libia, Irak e Irán—que discutiré en el contexto del siguiente documento importante de este período, el informe de North de febrero de 1984 al Comité Internacional— así como Zimbabue y Sri Lanka, que quiero resumir brevemente a continuación.
El WRP traiciona la revolución zimbabuense
El WRP planteó su posición antitrotskista sobre la lucha contra el imperialismo británico en Zimbabue en su Cuarto Congreso de marzo de 1979, en una resolución de la que Banda era autor. El documento nunca se refirió a los intereses de clase independientes del proletariado, sino que hablaba en términos como las “masas de miles de millones” que ocultaban las clases.[43] Animó a los trabajadores de Zimbabue a depositar su confianza en el Frente Patriótico de Robert Mugabe y Joshua Nkomo.
El Frente Patriótico era una coalición de la Unión Popular Africana de Zimbabue (ZAPU, sigla en inglés), dirigida por Nkomo, y la Unión Nacional Africana de Zimbabue (ZANU, sigla en inglés), cuya principal facción estaba dirigida por Mugabe. Cada uno tenía su propia ala militar, que había estado librando una campaña de guerrillas contra el Gobierno de la minoría blanca bajo Ian Smith desde finales de la década de 1960.
Se trataba de organizaciones nacionalistas burguesas. Pero Banda les asignó la posición de liderazgo de la lucha en Zimbabue bajo la engañosa formulación: “Apoyamos el Frente Patriótico de Mugabe y Nkomo en la medida en que el Frente continúe la lucha armada contra Smith y rechace un acuerdo constitucional”.
De la misma manera que con la OLP, “la lucha armada” fue identificada como “la estrategia supraclasista de la lucha antiimperialista” en lugar de una “táctica ... empleada por fuerzas sociales definidas para hacer avanzar sus intereses de clase”, como indica North en Cómo el WRP traicionó el trotskismo.[44] El WRP intentó encubrir los intereses fundamentalmente opuestos de los nacionalistas burgueses y de la clase obrera y el campesinado de Zimbabue.
En cuanto a la condición del WRP para dar su apoyo (“ en la medida en que…”), ésta se abandonó en el plazo de un año. En noviembre de 1979, el Frente Patriótico suspendió la lucha armada y entabló negociaciones con el Gobierno de Smith –las negociaciones de la Casa de Lancaster— supervisadas por el imperialismo británico. El WRP pasó la duración de este encuentro en un degradante juego de justificar cada traición y repliegue que autorizaban Mugabe y Nkomo.
El resultado fue la creación de un Parlamento zimbabuense con 20 de los 100 escaños reservados para la minoría blanca (el 5 por ciento de la población), políticas de nacionalización de la tierra con compensación (de manera puramente voluntaria durante los primeros 10 años), la aceptación de la base capitalista de la economía, renunciando a confiscaciones de la propiedad privada y nacionalizaciones generales, y relaciones pacíficas con el imperialismo. En tres años, el presidente Mugabe masacraría a 20.000 civiles en la región natal de Nkomo, considerados posibles partidarios de su facción, y obligaría a Nkomo a huir del país.
Las consecuencias del abandono de la revolución permanente en Sri Lanka por parte del WRP
Como ya se ha indicado, la glorificación por parte del WRP de la lucha armada de los grupos nacionalistas burgueses tuvo su impacto más perturbador al interior del CICI en Sri Lanka, donde su giro en apoyo a los Tigres de Liberación del Eelam Tamil (LTTE) a partir de 1979 perjudicó gravemente el trabajo político de la RCL a la hora de oponerse al nacionalismo tamil y al chovinismo cingalés y luchar por la unidad de la clase obrera de Sri Lanka.
El LTTE se fundó en 1976 para luchar por un Estado tamil independiente, llevando a cabo ataques contra objetivos gubernamentales y, oficialmente a partir de 1983, librando una sangrienta guerra civil contra el Gobierno de Sri Lanka. El WRP apoyó acríticamente al LTTE, como había hecho con la OLP, estableciendo relaciones con la organización e incluso publicando la obra de uno de sus panfletistas, Anton Balasingham, al tiempo que exigía que el RCL hiciera lo mismo.
La obra en cuestión, Sobre la cuestión nacional tamil, sostenía que los socialistas debían apoyar acríticamente las ambiciones separatistas de la burguesía tamil. El carácter reaccionario de esta política quedó muy claro en 1980, cuando una polémica de los LTTE declaró: “El pueblo tamil está harto de la podrida ideología de la unidad de la clase obrera y de una revolución de toda Sri Lanka”.[45]
Consecuentemente, la RCL vio muy limitada su capacidad para desafiar políticamente a los nacionalistas tamiles y aclarar las cuestiones involucradas en un conflicto en escalada, con trágicas consecuencias para la clase obrera de Sri Lanka. La guerra civil en Sri Lanka se cobró la vida de decenas de miles de combatientes y más de 100.000 civiles, y solo sirvió para avivar las divisiones y fortalecer el Estado y las fuerzas de la reacción política.
Incluso antes de su apoyo al LTTE, el enfoque del WRP (en realidad, esto se remonta al periodo de la SLL) para los problemas políticos de la región no iba en línea con la teoría de la revolución permanente, causando serios problemas para el desarrollo del trotskismo.
En 1971, el Gobierno indio de Indira Gandhi declaró la guerra a Pakistán, interviniendo en la guerra en curso entre Pakistán y las fuerzas nacionalistas bengalíes en Pakistán Oriental (actual Bangladesh). La RCL preparó una poderosa declaración destinada a unificar a la clase obrera de todo el subcontinente, apoyando la lucha legítima en Pakistán Oriental e insistiendo al mismo tiempo en que solo podría llevarse a cabo a través de una revolución socialista.
Como parte vital de esta perspectiva, la RCL llamaba a una política revolucionaria derrotista en Pakistán y en India, cuya intervención a favor de Pakistán Oriental/Bangladesh tenía como objetivo definir los términos de su victoria y sofocar el potencial revolucionario de la lucha, incluso dentro de las fronteras de la propia India.
Pero el WRP impuso una posición de supuesto “apoyo crítico” al Gobierno indio, alegando que estaba ayudando a la liberación de Bangladesh. Cuando el camarada Keerthi Balasuriya planteó sus objeciones en una carta al CICI en la que solicitaba un debate internacional sobre el asunto, el WRP impidió su difusión.
En aquella época, a principios de los setenta, el WRP se oponía a cualquier apoyo, incluso crítico, a la autodeterminación de los tamiles en Sri Lanka: el opuesto de la postura que adoptaría más tarde.
Pero ambas posiciones estaban estrechamente relacionadas. El camarada Balasuriya explicó poco después de la escisión, en el ensayo “La lucha tamil y la traición de Healy, Banda y Slaughter”, con respecto a la posición inicial del WRP sobre la cuestión tamil en Sri Lanka:
En opinión de Banda, cualquier llamado a defender el derecho de la autodeterminación de las naciones minoritarias en los Estados “independientes” recién formados beneficiaba al imperialismo por la supuesta razón de que tales llamados romperían la tenue unidad forjada entre las diversas nacionalidades de los países atrasados en el curso de la lucha contra el imperialismo...
Esta posición aceptaba implícitamente los Estados burgueses creados tras la Segunda Guerra Mundial como formaciones que representaban de alguna u otra manera las aspiraciones democráticas de las masas oprimidas por el imperialismo.[46]
Por la misma razón, Banda apoyó las acciones de la burguesía india contra Pakistán, cuyo objetivo principal era garantizar la integridad del Estado indio.
Cuando se volcó a apoyar a los Tigres de Liberación de Eelam Tamil (LTTE), sin cuestionar en absoluto la política anterior, el WRP estaba actuando aún más en función de buscar atajos y con una menor preocupación por la coherencia teórica.
Huelga decir que la posición política del trotskismo se vio perjudicada —y hubiera sido mucho peor de no ser por la lucha de principios del partido en Sri Lanka dirigido por el camarada Balasuriya— por estos giros y contradicciones, que, como demostrarán las próximas secciones de esta conferencia, fueron, en todo caso, aún más flagrantes en Oriente Próximo.
Las alianzas del WRP con los nacionalistas burgueses árabes
Las relaciones entabladas por el WRP con los regímenes nacionalistas burgueses de Oriente Próximo fueron analizadas por el informe del camarada North a la reunión del CICI de febrero de 1984, que será el tema central del resto de esta conferencia.
En julio de 1977 se firmó una alianza con la Yamahiriya Libia (generalmente traducida como “república del pueblo”) de Muamar Gadafi. Poco después, se establecieron relaciones con el Partido Baaz Árabe Socialista de Sadam Huseín en Irak y, luego de la revolución iraní de febrero de 1979, se tendió la mano al régimen de Jomeini.
Comenzando brevemente por Libia, Gadafi llegó al poder como líder de un golpe de Estado de jóvenes oficiales en 1969 contra el régimen títere del imperialismo británico y estadounidense dirigido por el rey Idris I, gobernante del Reino de Libia.
En el poder, Gadafi implementó un programa de nacionalizaciones y reformas sociales, acompañado de represión, al tiempo que mantenía el carácter capitalista-burgués del Estado y la economía. Desarrolló una teoría política, publicada bajo el título El Libro Verde, donde identificaba a la Unión Soviética como imperialista, alababa el nacionalismo como fuerza progresista y abogaba por el islamismo.
El WRP ofreció una cobertura elogiosa sobre todo esto, en términos que solo podían desorientar y desmoralizar a cuadros que habían dedicado su vida a los principios trotskistas.
Según News Line, Gadafi había “puesto a Libia en el camino del desarrollo y la expansión socialistas”.[47] Y añadía: “La experiencia de la revolución libia” había “demostrado que la lucha por la revolución socialista mundial puede destruir y destruirá para siempre a la burocracia”.[48] El WRP estaba dispuesto a “explicar las enseñanzas del Libro Verde como parte de la lucha antiimperialista”.[49]
A la manera de aquellos que el pablismo tildaba de “marxistas inconscientes” como Castro, Gadafi supuestamente se desarrollaba de forma espontánea “en la dirección del socialismo revolucionario”.[50] El WRP aplicó una fórmula similar a todos los líderes nacionalistas árabes, escribiendo en 1979 que la presión del imperialismo “solo serviría para exacerbar las tensiones dentro del movimiento nacional y empujar a los elementos más radicales del movimiento nacional árabe a reconocer que el 'arma histórica de la liberación nacional solo puede ser la lucha de clases'”.[51] Como si la lucha de clases fuera simplemente una política a la que podían recurrir figuras como Gadafi y Huseín.
Volviendo a Irak, la tendencia baazista, cuya ala iraquí era dirigida por Huseín, era un movimiento nacionalista árabe fundado en la década de 1940 que empleaba ciertas frases e ideas socialistas. Sus representantes llegaron al poder en Siria e Irak en 1963.
Los éxitos políticos del baazismo crecieron sustancialmente gracias a la política falsa de los Partidos Comunistas estalinistas durante todo este periodo. A mediados de la década de 1970, tanto el Partido Comunista Iraquí como el Partido Comunista de Siria se adhirieron a los llamados Frentes Nacionales Progresistas con los baazistas, reconociendo el derecho de estos últimos a ser los líderes.
Huseín llegó al poder formalmente en 1979, pero en realidad había asumido la conducción unos años antes. Recompensó al Partido Comunista Iraquí con una campaña de salvaje represión, que incluyó la ejecución de varios de sus miembros.
El apoyo acrítico del WRP a este régimen fue tal que defendió estas ejecuciones, adoptando lo que North describió en su informe como una posición “sin precedentes dentro del movimiento trotskista”.[52]
El News Line escribió:
Este es un caso directo en el que Moscú está tratando de construir células en las fuerzas armadas iraquíes con el objetivo de minar el régimen. Este debe aceptar las consecuencias… Entre los trotskistas, es un principio defender a los trabajadores de los ataques del Estado capitalista, ya sean estalinistas, revisionistas o socialdemócratas. Pero, como lo demuestran los hechos, eso no tiene nada que ver con los incidentes en Irak.[53]
Esta declaración francamente grotesca demuestra hasta qué punto el WRP consideraba en ese momento a los regímenes nacionalistas burgueses como sacrosantos, como un escenario que excluía incluso el reconocimiento formal de la necesidad de una revolución que estableciera la dictadura del proletariado.
De hecho, en un documento presentado en su Cuarto Congreso en 1979, el WRP escribió que la “estrategia del imperialismo anglo-estadounidense” en Oriente Próximo estaba “dictada únicamente por su deseo de proteger los yacimientos petrolíferos de una expropiación por parte de un régimen radical”, relegando a la clase obrera (en el mejor de los casos) a un papel totalmente secundario.[54] Un año más tarde, el WRP describía a los baazistas como “la verdadera amenaza a largo plazo” frente las intrigas del imperialismo y el estalinismo “en Oriente Próximo”.[55]
La guerra entre Irán e Irak
Al basar su perspectiva para Oriente Próximo en las acciones de los regímenes nacionalistas burgueses, el WRP se vio profundamente comprometido por el estallido de la guerra entre Irán e Irak en septiembre de 1980. Huseín esperaba aprovecharse de un Irán que suponía debilitado por la revolución del año anterior y apoderarse de territorio. La guerra continuó hasta 1988 y fue devastadora para ambos bandos, cobrándose un estimado de medio millón de vidas y más de un billón de dólares.
Después de tres meses de avances, las fuerzas militares iraquíes fueron detenidas. Irán invadió Irak en 1982 y a partir de 1983 se produjo un sangriento estancamiento.
La invasión iraquí fue profundamente reaccionaria, llevándose a cabo con el apoyo del imperialismo estadounidense y como parte de un prolongado giro a la derecha del régimen iraquí, incluido un alineamiento más estrecho con las potencias imperialistas. El WRP se opuso correctamente, pero se sintió obligado por sus posiciones anteriores a enturbiar el asunto, negándose a denunciar a Irak por actuar en nombre del imperialismo.
De hecho, como lo señaló North en su informe, una declaración del Comité Político del WRP hizo la absurda declaración: “Llamamos a apoyar plenamente los movimientos revolucionarios nacionales, incluidos el Partido Baaz Árabe Socialista y la Revolución iraní, en su lucha contra el imperialismo”.[56] A los pocos meses del conflicto, el WRP declaró:
Nuestra oposición a la guerra no disminuye nuestro apoyo al Partido Baaz Árabe Socialista de Irak en la medida en que siga manteniendo su lucha contra el imperialismo y el sionismo y apoyando la revolución palestina.[57]
La invasión fue tratada como un episodio aberrante de un historial y panorama baazistas que de lo contrario eran progresistas. En lugar de intentar movilizar a la clase obrera en oposición, el WRP apeló a Huseín para que se detuviera y sugirió una “conferencia de paz” de Irán, Irak y la OLP para llegar a un acuerdo a espaldas de la clase obrera.
La contrainvasión de Irán, tras haber derrotado la agresión iraquí, fue igualmente un acto reaccionario impulsado por sus propios objetivos expansionistas. Pero para septiembre de 1983, el WRP había dado un giro de 180 grados y se declaró a favor de la victoria militar de Irán. A estas alturas, el WRP estaba tan en deuda con los nacionalistas burgueses que estaba esencialmente atrapado en la corriente de cualquier régimen que pareciera llevar la ventaja.
North resume en su informe:
Estamos desorientando a nuestros cuadros y a la clase obrera. Estamos invitando el cinismo a nuestra línea política. Los continuos cambios de nuestra línea política, sin ningún análisis que conecte una nueva conclusión con la que sustituye y contradice, son el sello distintivo del pragmatismo.[58]
El oportunismo político y el pragmatismo
Ese pragmatismo, como establece el informe de North, se basaba en el método del más abyecto impresionismo, el cual quedó plasmado en el reportaje de la Revolución iraní elaborado desde el terreno por Savas Michael en febrero-marzo de 1983.
Para contextualizar, la revolución iraní movilizó a millones de personas en torno a cuestiones fundamentalmente de clase contra la brutal dictadura del sha, que era apoyada por Estados Unidos. Sin embargo, al carecer de una dirección revolucionaria, y engañada por los estalinistas, la clase obrera permitió que el poder cayera en manos de las fuerzas burguesas-clericales dirigidas por Ruhollah Jomeiní, quien llevó a cabo una feroz represión –incluyendo miles de ejecuciones, detenciones y el uso de la tortura— contra todas las fuerzas remotamente izquierdistas.
En su declaración inicial de febrero de 1979 sobre la revolución, el CICI había advertido correctamente en el News Line cómo, “debido a la ausencia de una dirección revolucionaria organizada y a la cobarde política de colaboración de clases del estalinismo iraní”, los líderes religiosos bajo Jomeiní pudieron tomar el poder y defender los intereses de “los comerciantes de los bazares y otros elementos de la clase capitalista y la pequeña burguesía iraníes”.[59]
Pero este análisis fue rápidamente abandonado por el WRP, hasta el punto de que Savas pudo escribir y publicar sobre su visita: “un hecho llama la atención: en ninguna parte se ve un policía... Si consideramos el grado de apoyo popular como un criterio básico para estimar el grado de estabilidad política de un régimen, entonces, sin duda, el régimen islámico de Teherán debe considerarse como extremadamente estable. Sus cimientos son las masas. Entre las masas y sus dirigentes, especialmente el imam Jomeiní, existen poderosos lazos, forjados al calor de la revolución”.[60]
Esto fue observado y Savas de hecho apareció en la televisión [iraní] durante una época de detenciones masivas y represión. Como North criticó en su informe al CICI:
Tenemos aquí un ejemplo sobresaliente de la completa y descarada sustitución del marxismo por el impresionismo. Las fuerzas de clase ya no existen. Todo se ha convertido en las “masas”, una categoría que no explica nada sobre la dinámica ni las contradicciones de clases dentro de Irán. El análisis se reduce a observaciones casuales.[61]
Este método impresionista predominó en las relaciones del WRP con Libia e Irak. La fortuna de ambos países dio un enorme salto en la posguerra. El ingreso promedio per cápita pasó de estar entre los más bajos del mundo a ser el más alto de la región, rivalizando incluso con algunos de los países europeos más pobres. Esto ocurrió a una velocidad vertiginosa, sobre todo en las décadas de 1960 y 1970.
Y, como ya hemos comentado, parte de esa riqueza se destinó a reformas importantes en educación, construcción de viviendas, infraestructura, sanidad. La esperanza de vida aumentó espectacularmente. Una serie de índices de bienestar social experimentaron notables mejoras. Una vez más, como hemos visto, esto fue acompañado de una gran cantidad de retórica socialista.
Estos desarrollos sin duda influenciaron a la dirección del WRP. Al ser interpretados de forma puramente empirista, contribuyeron a una línea política que suponía que se abría la puerta a un progreso social sostenido, e incluso hacia una sociedad socialista, que no pasaba por el establecimiento de la dictadura del proletariado, mediante una revolución socialista dirigida por un partido de tipo bolchevique, tal como proponía Barnes al revivir la dictadura democrática del proletariado y el campesinado, como se comentó anteriormente.
De hecho, lo que estaba ocurriendo en Libia e Irak dependía de condiciones particulares y políticamente insostenibles, que un método materialista histórico hubiera podido revelar claramente. La fuente del aumento de la riqueza eran los ingresos del petróleo. Para dar una idea, los ingresos de la exportación de petróleo iraquí aumentaron de 1.000 millones de dólares en 1972 a 26.000 millones en 1980.
Sin embargo, la capacidad de esos Gobiernos para reclamar una parte significativa de esos ingresos dependía de condiciones históricas particulares y transitorias: la existencia de la Unión Soviética, que permitía a esos Estados mantener un equilibrio relativamente provechoso entre ella y el imperialismo mundial, y un período de debilidad en el campo imperialista, que se encontraba sacudido por crisis y la lucha de clases.
En relación con esto, la capacidad de la población para reclamar una parte significativa de la nueva riqueza a través de reformas tenía su origen en sus poderosas luchas, que derrocaron los antiguos regímenes y que generaban temor entre los dirigentes nacionalistas burgueses. Sin embargo, no habían conquistado la propiedad de los medios de producción y, por lo tanto, estas medidas podían ser revertidas.
En otras palabras, tal como insiste la perspectiva mundial de la revolución permanente, los avances no eran sostenibles fuera del progreso de la revolución socialista mundial. Con tal desenlace obstaculizado, el campo imperialista pudo utilizar la crisis de los mercados del petróleo provocada por la guerra entre Irak e Irán para socavar fuertemente la cuota de mercado de los productores de la OPEP. Por supuesto, los efectos de la propia guerra devastaron la economía iraquí. Ante la disolución de la Unión Soviética, se eliminó cualquier barrera frente a las presiones del imperialismo, como lo demostraron brutalmente la guerra del golfo Pérsico, la guerra de Irak y la intervención de la OTAN en Libia.
El pablismo y el abandono de la clase obrera
Ignorando estos factores históricos y su relación con la lucha de clases, el WRP estaba procediendo precisamente de la misma manera que los pablistas. Estaba siguiendo el camino de aquellos que, citando el informe de North, “sustituyen sus impresiones superficiales por un estudio científico de las relaciones de clases basado en el método materialista dialéctico y el materialismo histórico”, y a quienes “los consume la necesidad de una alteración del trotskismo y un abandono de las posiciones principistas para alinearse con la 'realidad de los acontecimientos vivos'”, lo que impulsa “una adaptación acrítica a la ilusoria estabilidad del imperialismo y de aquellas fuerzas políticas que predominan temporalmente dentro del movimiento obrero y las luchas de liberación nacional”.[62]
Así lo demostró gráficamente el informe de Savas sobre Irán, que tenía un asombroso parecido con el informe de Mary Alice-Waters, del SWP estadounidense, cuando regresó de Nicaragua en 1980, donde los sandinistas acababan de tomar el poder.
Por abordar los acontecimientos políticos de esta manera, el WRP se vio inevitablemente atrapado en contradicciones y vaivenes políticos devastadores. En lugar de una perspectiva mundial integrada, basó cada vez más su programa en una serie de alianzas pragmáticas con tendencias nacionalistas orgánicamente incapaces de resistir al imperialismo a largo plazo, superar sus propios conflictos de intereses y formular un programa viable para la unidad de la clase obrera.
Esto llevó al llamamiento de North, en su carta a Banda y en este informe, a realizar un balance de la experiencia del CICI en relación con los movimientos de liberación nacional, haciendo hincapié en la tarea de “la construcción del CICI como el Partido Mundial de la Revolución Socialista”.[63] Tal rumbo de acción hubiera expuesto y evitado los tipos de posiciones contradictorias adoptadas sucesivamente por el WRP.
Por supuesto, estas posiciones no eran puramente errores metodológicos, sino que estaban ligadas a las presiones políticas y al impacto acumulado de no haber sabido reconocer y combatir esas presiones, y de haber seguido una línea oportunista durante un periodo prolongado. Con frecuencia se empleaba un método impresionista precisamente para tener resultados predeterminados por las necesidades de las relaciones oportunistas del WRP, que tenían un carácter cada vez más financiero. A su vez este método estaba arraigado en una falsa concepción de que el partido revolucionario sería el producto derivado de una fuerte organización nacional en Reino Unido.
North y la Workers League reconocieron esto y concibieron sus críticas como una continuación de la lucha en el movimiento trotskista contra el revisionismo pablista, que representaba un conducto de la presión del imperialismo mundial sobre el movimiento trotskista.
En su informe, North explicó:
El Comité Internacional se basa en las tradiciones y principios establecidos a través de las luchas políticas, teóricas y organizativas de todas las generaciones anteriores de marxistas, y esta continuidad del CICI con estas generaciones anteriores se ha logrado a través de la lucha contra todo tipo de antimarxismo que ha surgido dentro del movimiento obrero, especialmente dentro del propio movimiento trotskista.[64]
Las presiones de clase que acosaban el WRP se reflejaban tanto internacionalmente como a nivel nacional, donde el partido se orientaba cada vez más abiertamente hacia elementos centristas y radicales de clase media, sobre todo el ala izquierda de la burocracia laborista y sindical. Esto fue demostrado por la negativa ultraizquierdista a plantear demandas al Partido Laborista, en el que la clase obrera aún tenía grandes ilusiones, lo que permitió al WRP sortear su responsabilidad de emprender una lucha contra los laboristas, ya que esto habría sido contrario a las relaciones que había establecido con figuras como Ken Livingstone, Ted Knight y los burócratas sindicales.
Al fondo de esta respuesta a la lucha de clases en Reino Unido y el abandono de la revolución permanente como pieza central de la estrategia de la revolución socialista mundial se encontraba un profundo pesimismo e impaciencia hacia la clase obrera, impulsando la búsqueda de atajos y una perspectiva nacionalista, que interpretaba los “éxitos” desde el punto de vista de los aparentes avances logrados en ciertos países concretos, en lugar del desarrollo de un partido socialista internacional y de la lucha revolucionaria.
Revertir esta tendencia solo era posible partiendo de una reasimilación profunda de la lucha dirigida por la SLL contra la reunificación del SWP con los pablistas entre 1961 y 1964, que, como explicó North, “puso en primer plano todas las cuestiones fundamentales involucradas en la lucha contra el pablismo: el rechazo del papel revolucionario de la clase obrera como sepulturera del capitalismo y constructora de una sociedad socialista; el rechazo de la dictadura del proletariado; el rechazo de la lucha contra el espontaneísmo y de la necesidad de una lucha consciente por la teoría marxista; la renuncia al papel histórico de la Cuarta Internacional”.[65]
La línea contemporánea del WRP debía ser evaluada críticamente a la luz de estos problemas y de las lecciones de esa lucha. North concluyó su informe con una propuesta para un debate serio en el seno del CICI, una circulación de documentos y la preparación de una Conferencia del CICI.
Para entonces, sin embargo, la podredumbre era muy profunda. En una llamada para ayudarnos a preparar este reporte, el camarada Dave nos dijo a Tom y a mí que la respuesta a su contribución fue tan histérica durante la reunión, la cual había sido amañada por Healy, Slaughter y Banda, que nunca tuvo la oportunidad de terminarla. Esto confirmó que las cosas habían sobrepasado los límites de una discusión. Habría que librar una lucha política de principios.
Reconociendo que se enfrentaban a esto, los dirigentes del WRP intentaron asestar un golpe preventivo contra la Workers League, planteando un ultimátum y amenazando con una escisión si no se retiraban las críticas. Concentrándose en la tarea principal de clarificar y ganar al mayor sector posible de los cuadros del CICI a una línea trotskista, la Workers League retiró tácticamente sus críticas, a la espera de mejores circunstancias en las que se pudiera presentar la crítica a la línea política del WRP.
Sin embargo, esto empieza a cruzarse al tema de la próxima conferencia.
David North, “A Contribution to a Critique of G. Healy’s ‘Studies in Dialectical Materialism’”, disponible: https://www.wsws.org/en/special/library/the-icfi-defends-trotskyism-1982-1986/02.html
David North, “Leon Trotsky and the Development of Marxism”, Leon Trotsky and the Struggle for Socialism in the Twenty-First Century (Oak Park, MI: Mehring Books, 2023), págs. 1-56.
North, “A Contribution to a Critique of G. Healy’s ‘Studies in Dialectical Materialism’”, Section 6: Political Summary of Critique of G. Healy’s ‘Studies,’ disponible: https://www.wsws.org/en/special/library/the-icfi-defends-trotskyism-1982-1986/02.html
Karl Marx, “Address of the Central Committee to the Communist League”, marzo de 1850, disponible: https://www.marxists.org/archive/marx/works/1847/communist-league/1850-ad1.htm
León Trotsky, “Contribution Toward a Discussion on the Basic Theoretical Conceptions of the International Communist League”, Writings of Leon Trotsky 1933-34, págs. 164-65.
Carta de Cliff Slaughter a David North, 26 de noviembre de 1985, disponible: https://www.wsws.org/en/special/library/the-icfi-defends-trotskyism-1982-1986/17.html
David North, “Chapter 7: Trotskyism Betrayed”, Gerry Healy and his Place in the History of the Fourth International, 1991, disponible: https://www.wsws.org/en/special/library/healy/07.html
Carta de Keerthi Balasuriya a un camarada esrilanqués en Londres, 11 de enero de 1972, Fourth International, Vol. 14 No. 1, marzo de 1987, pág. 44.
Comité Político de la Workers League, A Provocateur Attacks Trotskyism, (Detroit: Labor Publications, 1983), pág. 8.
Ibid. pág. 15.
Ibid. pág. 13.
Ibid. págs. 1-2.
Ibid. pág. 9.
V.I. Lenin, “Letters on Tactics”, abril de 1917, disponible: https://www.marxists.org/archive/lenin/works/1917/apr/x01.htm
V.I. Lenin, “The Tasks of the Proletariat in the Present Revolution a.k.a. The April Theses”, disponible: https://www.marxists.org/archive/lenin/works/1917/apr/04.htm
A Provocateur Attacks Trotskyism, pág. 14.
Citado en “Political Report by David North to the International Committee of the Fourth International”, 11 de febrero de 1984, disponible: https://www.wsws.org/en/special/library/the-icfi-defends-trotskyism-1982-1986/06.html
A Provocateur Attacks Trotskyism, pág. 2.
Ibid. pág. 20.
Ibid. págs. 24-25.
Carta del Comité Nacional de la SLL al Comité Nacional del SWP, 2 de enero de 1961, Trotskyism vs Revisionism Volume 3, Cliff Slaughter, ed. (Londres: New Park Publications, 1974), págs. 48-49.
“Political Report by David North to the International Committee of the Fourth International”, 11 de febrero de 1984, disponible: https://www.wsws.org/en/special/library/the-icfi-defends-trotskyism-1982-1986/06.html
Carta de Cliff Slaughter a David North, diciembre de 1983, disponible: https://www.wsws.org/en/special/library/the-icfi-defends-trotskyism-1982-1986/03.html
Christoph Vandreier, “1982: Marxism, the revolutionary party, and the critique of Healy’s Studies in Dialectics”, World Socialist Web Site, 28 de septiembre de 2023, disponible: https://www.wsws.org/en/articles/2023/09/28/heal-s28.html
Comité Político de la Workers League, “Mobilize Labor Against US Imperialism”, Bulletin, 28 de octubre de 1983, pág. 6.
Declaración del Consejo Editorial del Bulletin, “Class issues in the Grenada coup”, Bulletin, 25 de octubre de 1983, pág. 3.
Comité Político de la Workers League, “The Coup in Grenada”, Bulletin, 21 de octubre de 1983, pág. 10.
“Mobilize Labor Against US Imperialism”, Bulletin, 28 de octubre de 1983, pág. 7.
Carta de Cliff Slaughter a David North, diciembre de 1983, disponible: https://www.wsws.org/en/special/library/the-icfi-defends-trotskyism-1982-1986/03.html
Ibid.
Carta de David North a Cliff Slaughter, 27 de diciembre de 1983, disponible: https://www.wsws.org/en/special/library/the-icfi-defends-trotskyism-1982-1986/04.html
Ibid.
Cliff Slaughter, “Opportunism and Empiricism”, Trotskyism Versus Revisionism, Vol. 4, Cliff Slaughter, ed. (Londres: New Park Publications, 1974), págs. 82-83.
“Arafat’s Role”, News Line, 30 de diciembre de 1983.
Carta de David North a Mike Banda, Fourth International, Vol. 13, no.2 (1986), pág. 36, disponible: https://www.wsws.org/en/special/library/the-icfi-defends-trotskyism-1982-1986/05.html
Ibid.
“Arafat’s role”, News Line.
Comité Internacional de la Cuarta Internacional, “How the Workers Revolutionary Party Betrayed Trotskyism, 1973-1985”, Fourth International 13, no.1 (1986), pág. 52, https://www.wsws.org/en/special/library/how-the-wrp-betrayed-trotskyism/22.html
Carta de David North a Mike Banda, Fourth International, Vol. 13, no. 2, pág. 38.
Segundo Congreso Mundial de la Cuarta Internacional, “Struggles of the Colonial Peoples and the World Revolution”, Fourth International, julio de 1948, pág. 157.
Carta de David North a Mike Banda, Fourth International, Vol. 13, no. 2, pág. 38.
Ibid.
Workers Revolutionary Party, “Perspectives of the Fourth Congress”, 1979. [Ver: “How the Workers Revolutionary Party Betrayed Trotskyism”, disponible: https://www.wsws.org/en/special/library/how-the-wrp-betrayed-trotskyism/20.html]
“How the Workers Revolutionary Party Betrayed Trotskyism”, pág. 48.
Anran Balasingam, Towards a Socialist Tamil Eelam, 1980.
Keerthi Balasuriya, “The Tamil Struggle and the Treachery of Healy, Banda and Slaughter”, Fourth International Vol. 14, no. 1 (1987), pág. 55, disponible: https://www.wsws.org/en/special/library/fi-14-1/08.html
Comité Político del WRP, News Line, 12 de diciembre de 1981.
News Line, 5 de septiembre de 1979.
Comité Político del WRP, “Draft Resolution”, 28 de julio de 1980.
Comité Político del WRP, News Line, 12 de diciembre de 1981.
“Fourth Congress”, 1979.
David North, “Political Report by David North to the International Committee of the Fourth International”, Fourth International Vol. 13, no. 2 (1986), pág. 43, disponible: https://www.wsws.org/en/special/library/the-icfi-defends-trotskyism-1982-1986/06.html
News Line, 8 de marzo de 1979.
“Fourth Congress”, 1979.
Workers Revolutionary Party, “Documents of the Fifth Annual Congress”, 1980.
News Line, 25 de septiembre de 1980.
News Line, 7 de febrero de 1981.
North, “Political Report by David North to the International Committee of the Fourth International”, pág. 44.
News Line, 17 de febrero de 1979.
News Line, 24 de febrero de 1983.
North, “Political Report by David North to the International Committee of the Fourth International”, pág. 44.
Ibid, pág. 39.
Ibid, pág. 42.
Ibid, pág. 39.
Ibid, pág. 39.
Leer más
- La conmemoración del exilio de Trotsky en Prinkipo y el resurgimiento global de las luchas obreras
- Escuela de verano del Partido Socialista por la Igualdad: las lecciones históricas para la lucha por el socialismo hoy
- El desenmascaramiento del “neocapitalismo” de Ernest Mandel por parte del CICI y el análisis de la crisis global económica: 1967-1971
- El renegado Wohlforth, la reanudación de la lucha contra el pablismo en la Workers League y el giro hacia la clase obrera
- El papel de Seguridad y la Cuarta Internacional en la lucha por la continuidad del Comité Internacional de la Cuarta Internacional
- León Trotsky y la lucha por el socialismo en la época de las guerras imperialistas y la revolución socialista