La siguiente conferencia fue impartida por Evan Blake y Tom Mackaman, ambos miembros destacados del Partido Socialista por la Igualdad (SEP; EE. UU.) en la escuela internacional de verano del SEP (EE. UU.), celebrada entre el 30 de julio y el 4 de agosto de 2023. Todas las conferencias están disponibles aquí.
Introducción
El próximo año se cumplirá el 50º aniversario de la dimisión de Tim Wohlforth de la Workers League (Liga Obrera). Hace exactamente 50 años este mes, en agosto de 1973, Wohlforth instauró a Nancy Fields en la dirección del partido, una decisión subjetiva y sin principios que puso en marcha una operación para demoler políticamente y casi liquidar la Workers League. Durante el año siguiente, más de 100 miembros abandonaron el partido, incluyendo a más de la mitad de la dirección, y se disolvieron secciones enteras.
La ruptura con Wohlforth es uno de los acontecimientos más significativos de la historia del Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI). En esta lucha estaban implicadas cuestiones fundamentales de perspectiva histórica, principio político y seguridad organizativa, así como la defensa del materialismo dialéctico frente a la filosofía idealista subjetiva del pragmatismo.
Sobre todo, representó una profundización de la lucha contra el revisionismo pablista. Justo una década después de su expulsión del SWP por oponerse a su reunificación sin principios con los pablistas, Wohlforth regresó rápidamente al SWP y se convirtió en el principal acólito del agente de la GPU-FBI Joseph Hansen. Su reconciliación mutua y su hostilidad visceral a la seguridad del partido estimularon el inicio de la investigación “Seguridad y la Cuarta Internacional”, que marcó el avance más significativo en la lucha contra el revisionismo desde la escisión de 1963.
Las cuestiones filosóficas involucradas en la degeneración de Wohlforth eran críticas. Como todos los renegados que han roto con el trotskismo, como Burnham-Shachtman, Morrow-Goldman, Cochran-Clarke, y más cínicamente Hansen y George Novack, Wohlforth rechazó el materialismo dialéctico y adoptó la filosofía del pragmatismo. Esta filosofía autóctona del capitalismo estadounidense, que se basa en cálculos políticos subjetivos a corto plazo y en el rechazo de los fundamentos históricos objetivos del método marxista, ha persistido a lo largo de la historia del movimiento socialista y trotskista. Incluso en los últimos años, hemos tenido que lidiar una vez más con figuras pequeñoburguesas inestables que utilizan un tipo de política pragmática y subjetiva similar a la de Wohlforth.
Las muchas lecciones de la experiencia de Wohlforth son fundamentales para los cuadros de todas las secciones del CICI y deben ser asimiladas por nuestro movimiento internacional hoy, a medida que se profundiza la crisis global del capitalismo. La escalada de la guerra en Ucrania, la actual pandemia de COVID-19, la creciente crisis económica, y la erupción global de la lucha de clases traerán presiones cada vez mayores sobre nuestros cuadros, que solo pueden ser sorteadas a través de una práctica revolucionaria objetiva, disciplinada, enraizada en el materialismo histórico y orientada a preparar a la clase obrera para tomar el poder.
La contradicción principal de la Workers League a principios de la década de 1970 era la existente entre el inmenso potencial revolucionario de los cuadros jóvenes del partido y la dirección cada vez más subjetiva de Wohlforth. La capa de jóvenes que se unió para construir un partido revolucionario en aquella época se movía hacia la izquierda, mientras que Wohlforth se trasladaba paulatinamente hacia la derecha.
Esta contradicción se resolvió con la dimisión de Wohlforth, permitiendo al partido alcanzar un mayor nivel de claridad política y práctica revolucionaria entre 1974 y 1982. Esto preparó a la Workers League para dirigir la lucha del CICI contra el oportunismo nacional del WRP entre 1982 y 1986, finalmente terminando la batalla de 33 años contra el revisionismo pablista dentro del CICI y abriendo la cuarta fase del movimiento trotskista. La generación de dirigentes políticos forjada en estas luchas sigue desempeñando un papel crucial en nuestro partido, un testimonio de la gran fuerza de los principios revolucionarios y la perspectiva del trotskismo.
La trayectoria de Wohlforth y la fundación de la Workers League
El 4 de noviembre de 1972, Max Shachtman murió a la edad de 68 años. En la última década de su vida, se había trasladado tanto a la derecha que apoyó la invasión de la bahía de Cochinos en Cuba y el bombardeo de Vietnam del Norte a manos del imperialismo estadounidense. En su obituario de Shachtman, Wohlforth escribió que su deterioro “no solo 'resta mérito' a sus anteriores contribuciones, sino que las niega por completo”. Añadió: “Shachtman murió como un traidor a su clase y como un contrarrevolucionario. Eso es lo esencial”.[1]
Este obituario tan unilateral provocó una fuerte reprimenda de Gerry Healy, cuyo propio desarrollo político como trotskista fue influenciado por los escritos de Shachtman en la década de 1930, en particular su ensayo de 1936 “Detrás del Juicio de Moscú” .
Healy le explicó a Wohlforth:
Escribes que “Shachtman murió como un traidor a su clase y un contrarrevolucionario”. Nadie puede discutir esto. Pero añades, “Eso es lo esencial”. Esta frase en sí parece a la vez paradójica porque Shachtman no solo murió, también vivió.
Naturalmente, el recuerdo de alguien que finalmente cometió deshonrosamente una traición no inspira sentimientos amables. Sin embargo, no estamos aquí para atribuir responsabilidades, sino para comprender.[2]
Nos acercamos a Wohlforth de la misma manera. A pesar de su ruptura con el trotskismo en 1974, que finalmente lo llevó a apoyar abiertamente el imperialismo estadounidense en la década de 1990, durante un período crítico en la década de 1960 proporcionó liderazgo político a la oposición minoritaria dentro del SWP, llamada entonces el American Committee for the Fourth International (ACFI, Comité Estadounidense por la Cuarta Internacional), y luego la Workers League. Para entender su propia evolución política posterior y la de la Workers League, es importante repasar brevemente esta historia, así como los propios antecedentes de Wohlforth.
Wohlforth nació en 1933 y creció en el seno de una familia liberal de clase media de Connecticut. Uno de los amigos íntimos de su padre era Henry Wallace, vicepresidente de FDR durante su tercer mandato. Mientras estudiaba en Oberlin College, se fue haciendo cada vez más de izquierda y en 1953 se unió a la Socialist Youth League (SYL; Liga de Juventudes Socialistas), el movimiento juvenil de la Independent Socialist League (ISL, Liga Socialista Independiente) de Max Shachtman, sucesora del Workers Party (Partido Obrero) que Shachtman fundó en abril de 1940 tras escindirse de la Cuarta Internacional. (En 1954, la SYL se fusionó con una facción de la Young People's Socialist League y cambió su nombre por el de Young Socialist League-YSL).
Wohlforth rompió con la ISL en 1957, oponiéndose a sus esfuerzos por fusionarse con el Socialist Party of America (Partido Socialista Estadounidense). El líder de la mayoría shachtmanista de la ISL que se opuso a Wohlforth no era otro que Michael Harrington, quien pasó a fundar lo que hoy son los Democratic Socialists of America (DSA; Socialistas Democráticos de Estados Unidos).
Tras abandonar la ISL, Wohlforth se unió al SWP en 1958, momento en el que el partido estaba en plena campaña de “reagrupamiento” oportunista, como se describe en detalle en el capítulo 24 de La herencia que defendemos. Wohlforth fue uno de los fundadores del movimiento juvenil del SWP, la Young Socialist Alliance (YSA; Alianza de Jóvenes Socialistas), que reclutó al camarada Fred Mazelis y a otros a finales de los años cincuenta.
Poco después de unirse al SWP, Wohlforth entró en conflicto con la dirección del partido por sus pasos hacia una reunificación sin principios con los pablistas, llevándolo a iniciar una correspondencia con Gerry Healy y el CICI en 1960 . En 1961, Wohlforth, entonces miembro ex officio del Comité Político del SWP, declaró formalmente su apoyo a la oposición de la SLL a una reunificación precipitada.
En el prólogo del Volumen 7 de Trotskismo vs. r evisionismo, publicado en 1984, el camarada David North describe lo que ocurrió entonces:
[Wohlforth] fue inmediatamente objeto de un despiadado ataque político por parte de Hansen, quien conspiró para expulsarlo de la dirección del YSA. Hansen trabajó de cerca en esta operación con Barry Sheppard, un recluta relativamente nuevo en el SWP que, solo unos años antes, había sido un vehemente derechista shachtmanista y opositor al giro de Wohlforth al trotskismo. De acuerdo con preparativos secretos de Hansen, los sustitutos de Wohlforth fueron elegidos de un grupo de estudiantes del Carleton College, que, como admitió años más tarde el decano estudiantil, “fueron enchufados” al SWP.
Jack Barnes, quien procedía de una familia republicana derechista de Dayton, Ohio, regresó de un viaje a Cuba financiado por la Fundación Ford para unirse al sospechoso Fair Play for Cuba Committee (Comité de Juego Limpio para Cuba). Desde allí entró directamente en la Young Socialist Alliance y el Socialist Workers Party... En pocas semanas, bajo la supervisión entre bastidores de Hansen, Barnes dirigía una facción que rápidamente expulsaría a Wohlforth de la dirección de la YSA, eliminando así un obstáculo para los planes del SWP de escindirse del Comité Internacional.[3]
El camarada Keith Jones ya ha repasado los acontecimientos posteriores que condujeron a la formación de la Workers League. Solo añadiré que, en cada paso, Wohlforth desempeñó un papel esencial en la provisión de liderazgo, pero a lo largo de este proceso mostró tendencias hacia el subjetivismo y el pragmatismo, que se hicieron más pronunciadas durante la década posterior. El ejemplo más significativo de esto fue su negativa a asistir al Tercer Congreso Mundial del CICI en abril de 1966, motivada principalmente por una hostilidad subjetiva hacia James Robertson, quien, le preocupaba que pudiera tomar su posición de líder en una sección estadounidense unificada.
No obstante, el trabajo crítico realizado por Wohlforth, bajo la dirección de Gerry Healy y la dirigencia de la SLL, ayudó a mantener la continuidad del trotskismo en EE.UU. y a sentar las bases para la construcción de la Workers League a finales de los años 60 y principios de los 70. Entre sus escritos más importantes durante este periodo en el que desempeñó el cargo de secretario nacional de la Workers League se encuentran los folletos en serie publicados en el Bulletin , intitulados El nacionalismo negro y la teoría marxista , ¿Qué es Spartacist? y El caso a favor de un partido obrero, así como el libro La lucha por el marxismo en Estados Unidos.
A partir de finales de la década de 1960, el colapso del auge económico de la posguerra y la intensificación de la crisis capitalista mundial ejercieron presiones objetivas cada vez mayores sobre la Workers League y sobre Wohlforth como su líder. El partido se enfrentaba a la tarea de superar su práctica mayoritariamente propagandística, acercándose más a la clase obrera y rompiendo firmemente con la política de protesta de la clase media que dominaba la izquierda estadounidense en las décadas de 1950 y 1960. Aunque se lograron algunos avances importantes, frente a esta crisis objetiva cada vez más intensa, la práctica de Wohlforth se volvió cada vez más pragmática, errática y subjetiva.
1971-74: la profundización de la crisis mundial y la dimisión de Wohlforth
El desmantelamiento del Acuerdo de Bretton Woods por parte del Gobierno de Nixon el 15 de agosto de 1971 marcó un punto de inflexión en la historia del capitalismo estadounidense y mundial. Desató una profunda desestabilización económica mundial, centrada en Estados Unidos, provocando importantes cambios políticos y una intensificación de la lucha de clases a escala internacional. Esto, a su vez, magnificó las presiones objetivas sobre la Workers League y el CICI en su conjunto y precipitó el colapso político de Wohlforth.
El año 1972 comenzó con la poderosa huelga de los mineros del Reino Unido y la masacre del “Domingo Sangriento” en Irlanda del Norte, seguidas por la huelga en la planta de GM en Lordstown en Estados Unidos y la huelga general de Quebec en abril. El 30 de marzo inició la ofensiva de Pascua en Vietnam, lo que provocó nuevas protestas masivas contra la guerra en todo Estados Unidos. El 23 de septiembre, el presidente filipino Ferdinand Marcos impuso la ley marcial.
A principios de 1973, se puso fin al servicio militar obligatorio en Estados Unidos, lo que provocó el colapso final del movimiento contra la guerra, ya que amplias capas de estudiantes de clase media siguieron con sus carreras profesionales y giraron cada vez más hacia la derecha. Otros acontecimientos mundiales importantes de ese año fueron el golpe de Estado chileno del 11 de septiembre, la guerra árabe-israelí y el embargo petrolero de la OPEP contra los países que habían apoyado a Israel, que cuadruplicó los precios del petróleo.
En febrero de 1974 cayó el Gobierno conservador británico, seguido por el colapso de la dictadura de Salazar en Portugal y la junta militar en Grecia. Por último, como consecuencia del escándalo de Watergate, el presidente estadounidense Richard Nixon se vio obligado a dimitir el 8 de agosto de 1974, apenas tres semanas antes de la escuela de verano de la Workers League, en la que Wohlforth fue destituido como secretario nacional.
Dentro de la CICI, este periodo de principios de los 70 marcó un punto de inflexión en el que las secciones se desarrollaron de forma desigual y contradictoria. Mientras que la SLL había realizado avances significativos y había proporcionado un liderazgo esencial a la CICI tras la ruptura con Pablo en 1953, a finales de los 60 y, en particular, a principios de los 70, ciertas características de su trabajo adquirieron un carácter cada vez más negativo.
La sección británica se concentró en los acontecimientos nacionales a expensas de una clarificación política dentro del CICI, como se documenta ampliamente en Cómo el WRP traicionó el trotskismo. Los indicios principales de este alejamiento de una política paciente y de principios durante esta época fueron la escisión de 1971 con la OCI, la fundación en 1973 del WRP con un programa centrista y la expulsión en 1974 de Alan Thornett.
Como lo resume la conferencia de los camaradas Peter y Sam, la escisión con la OCI no fue aclarada políticamente en el movimiento durante todo este periodo, lo que cortó la continuidad histórica del trotskismo en Francia por varias décadas. Del mismo modo, la expulsión de Thornett se llevó a cabo de una manera que eludió las cuestiones políticas fundamentales, lo que llevó a cientos de miembros, principalmente trabajadores, a abandonar el WRP.
Estos acontecimientos coincidieron con la creciente crisis de la Workers League entre 1971 y 1974. En cierto sentido, la creciente desorientación del WRP se vio reflejada en el enfoque pragmático de Wohlforth, quien repetidamente imitó las prácticas de la sección británica sin ninguna aclaración política real dentro de la Workers League.
Una de las primeras expresiones de este proceso fue el abrupto anuncio público de Wohlforth en junio de 1971 de que el Bulletin se publicaría a diario. Esta decisión se tomó sin ninguna discusión en el CICI, esencialmente injertando en la sección estadounidense la práctica de la SLL, que había lanzado Workers Press como diario en 1969. En múltiples cartas, que están contenidas en el Volumen 7 de Trotskismo vs. revisionismo, Healy explicó el carácter pragmático de la decisión de Wohlforth, impidiendo al final el cambio prematuro a un periódico diario.
Otra señal de desorientación de Wohlforth fue el “giro hacia la juventud” del partido en 1971, copiando una iniciativa similar que se había llevado a cabo en Reino Unido. La mayor parte del trabajo del partido pasó a ser campañas de suscripción al B ulletin en barrios obreros de minorías para intentar reclutar principalmente a jóvenes de secundaria.
Aunque esto condujo a algunos logros importantes y a la fundación de los Young Socialists (Jóvenes Socialistas) en diciembre de 1971, Wohlforth se volvió cada vez más hostil hacia los camaradas más experimentados del partido, al tiempo que consideraba que el trabajo en los sindicatos ya no era “fructífero”. En gran parte de sus escritos de los años siguientes, y en su carta de dimisión, Wohlforth se interesa principalmente en “la construcción de un movimiento juvenil de la clase obrera”. Esto se hizo sobre una base pragmática y sin proporcionar la educación política e histórica necesaria a estos nuevos reclutas.
En el Congreso de enero de 1972, el camarada Fred Mazelis, uno de los nueve miembros que habían sido expulsados del SWP en 1964 y miembro fundador de la Workers League, fue destituido del Comité Central (CC), junto con otros camaradas más experimentados, y sustituido por jóvenes que acababan de ingresar en el partido. El camarada David North fue atacado por “sermonear a la juventud” cuando él mismo tenía 22 años. El camarada Mazelis no volvió a formar parte del CC hasta más tarde, ante la insistencia de la SLL, mientras que muchos jóvenes que habían sido nombrados miembros del CC abandonaron pronto el partido.
En los meses posteriores al Congreso de enero de 1972, Wohlforth descuidó cada vez más la campaña para formar un partido obrero. Éste era un tema central en la sección estadounidense que se remontaba a las discusiones con León Trotsky en la década de 1930, hasta que fue abandonada por el SWP en la década de 1950. A través de las discusiones con la SLL, se reintrodujo en la fundación de la Workers League y se convirtió en una demanda central del partido. Pero hubo una tendencia continua tanto a alejarse del enfoque de formar un partido obrero como a combinar esta demanda con diversas adaptaciones a la política pequeñoburguesa.
Solo fue tras la intervención de los camaradas del CICI a principios de 1972 que Wohlforth volvió a concentrarse en esta reivindicación fundamental, lo que condujo a la publicación de El caso a favor de un partido obrero a principios del verano de 1972. Este importante panfleto fue inmensamente popular, vendiéndose unos 75.000 ejemplares. En octubre de 1972 se celebró en Chicago la conferencia fundacional de la Trade Union Alliance for a Labor Party (TUALP; Alianza Sindical por un Partido Obrero).
En la primavera de 1972 comenzaron las campañas en las cárceles, presentando a los presos como la próxima gran fuerza revolucionaria de la sociedad estadounidense. Wohlforth trazó una comparación totalmente falsa con los presos políticos del movimiento revolucionario ruso, incluido León Trotsky, que fue criticada agudamente por Mike Banda en la escuela de verano en Reino Unido ese año.
En diciembre de 1972, Wohlforth escribió el obituario de Shachtman citado anteriormente. En la siguiente primavera de 1973, Wohlforth organizó una serie de debates públicos con el líder espartaquista James Robertson sobre la historia de la Cuarta Internacional. Este giro hacia la chusma del radicalismo de clase media era una clara señal de que Wohlforth no había roto con su pasado en este entorno y se movía en una trayectoria derechista.
Luego, en agosto de 1973, Nancy Fields fue promovida de secretaria a la dirección de la Workers League. Esto ocurrió solo unos meses después de que Wohlforth iniciara una relación con Fields, reflejando su política cada vez más subjetiva y oportunista. El año siguiente fue testigo de una enorme crisis que casi vio la liquidación de la Workers League y del movimiento trotskista en Estados Unidos.
El camarada North describe este proceso en La Cuarta Internacional y el renegado Wohlforth de la siguiente manera:
Tras el primer campamento de verano, Wohlforth la había colocado en la dirección por motivos totalmente personales, y Fields se dedicó a sembrar caos en la Workers League.
Allá donde iba, Fields dejaba tras de sí un rastro de destrucción política. Se convirtió en la inseparable compañera de viaje de Wohlforth. Recorrieron el país con miles de dólares en una operación de destrucción como nunca se había visto en la Workers League. Cerraron ramas, amenazaron a los miembros con expulsiones y emplearon las más burdas intrigas entre facciones para expulsar a los camaradas de la Workers League. Las llamadas “giras nacionales” de Wohlforth y Fields tenían más el carácter de una luna de miel que de una intervención política.[4]
En una impresionante carta que escribió a Healy el 19 de julio de 1974, citada extensamente en La Cuarta Internacional y el renegado Wohlforth, éste escribió después de señalar que unos 100 camaradas habían abandonado recientemente el partido:
Esta cifra se refiere únicamente a las personas que llevan algún tiempo en el partido y desempeñan papeles importantes, no a las que entran y salen, la selección habitual de miembros. El grueso de estas personas se marchó en el periodo de preparación y desde el campamento de verano del año pasado, que fue el punto de inflexión decisivo en la historia de la Workers League.
Incluso esta cifra no muestra todo el impacto del proceso. Casi la mitad de los que se fueron eran de Nueva York. Casi la mitad del Comité Nacional y del Comité Político estuvieron involucrados. Prácticamente toda la dirección original de las juventudes también se fue.
Lo más destacable es que, si bien el número neto de afiliados es ahora quizás (!) un poco inferior al de hace un año, pero no sustancialmente (!!), en todos los demás aspectos el partido es mucho más fuerte (!!!)... (énfasis nuestro).[5]
Wohlforth añadió:
Estamos prácticamente aniquilados en lo que a intelectuales se refiere: una gran deserción bastarda. Lo que se haga en este frente tengo que hacerlo junto con Nancy. Ya no tenemos nada en las universidades, y quiero decir nada...
En lo que respecta a los sindicatos, nuestro antiguo trabajo, básicamente centrista, en los sindicatos, especialmente en el SSEU, se ha derrumbado precisamente debido a nuestra lucha por cambiar su carácter y nuestro giro hacia la juventud.[6]
Lo que Wohlforth describía en esta carta no era ni más ni menos que liquidacionismo en la práctica. Aunque puede que no fuera consciente de ello en ese momento, su desorientación y su comportamiento sin principios eran manifestaciones directas de su deriva política hacia el revisionismo pablista. Esto se consumó en su rápido regreso al SWP tras dimitir de la Workers League.
Finalmente, la escuela de verano de agosto de 1974 fue un acontecimiento crítico en la historia del CICI. En una reunión del Comité Central de la Workers League en la noche del 30 de agosto, en la que participaron Gerry Healy y Cliff Slaughter, las terribles experiencias del año anterior fueron finalmente discutidas abiertamente. La noche siguiente se reveló que Nancy Fields tenía conexiones familiares con la CIA. Wohlforth ocultó esta información y dijo: “No creí que fuera importante”. En respuesta, todo el CC, incluidos Wohlforth y Fields, votó a favor de destituir a Wohlforth como secretario nacional y suspender a Fields como miembro hasta que una Comisión de Investigación llevara a cabo una investigación sobre las conexiones de Fields con la CIA.
Al mes siguiente, cuando quedó claro que se llevaría a cabo la investigación, Wohlforth dimitió abruptamente de la Workers League el 29 de septiembre de 1974. El camarada Mazelis y Mike Banda se reunieron con Wohlforth en su apartamento en octubre, pero éste se negó a ser entrevistado por la Comisión o a reanudar su actividad política.
Solo tres meses después, en enero de 1975, Wohlforth publicó una diatriba subjetiva contra el CICI titulada “La Workers League y el Comité Internacional”, que representó su ruptura definitiva con el movimiento trotskista. Wohlforth fue inmediatamente apoyado por los espartaquistas y el SWP. Hansen publicó el documento de Wohlforth en la Intercontinental Press y comentó que su “sinceridad es innegable y uno solo puede desearle suerte en su próxima aventura”.[7]
La primera declaración producida por la Workers League sobre la dimisión de Wohlforth fue ¿Qué hace correr a Wohlforth?, que también figura en el Volumen 7. Se publicó en la edición quincenal del Bulletin el 15 de abril de 1975 como polémica contra el documento de Wohlforth del 31 de enero. No lo presentaremos en detalle aquí, pero en general es un documento fuerte que refleja la creciente madurez política de la dirección de la Workers League. Fue escrito por un grupo de dirigentes, con el apoyo de la SLL, y fue aprobado por unanimidad por el Comité Político.
La Cuarta Internacional y el renegado Wohlforth
Un aspecto importante de la denuncia de Wohlforth contra el CICI fue su declaración de que las preocupaciones planteadas sobre la seguridad y las conexiones familiares de Nancy Fields con la CIA eran pruebas de la “locura” de Healy”. Joseph Hansen, que había estado de guardia el día en que Trotsky fue asesinado, fue aún más lejos, proclamando que tales preocupaciones sobre la seguridad eran “paranoia”. Esta provocadora desestimación de la seguridad del partido por parte de Hansen fue tratada con la mayor seriedad por el CICI, que votó en su Sexto Congreso en mayo de 1975 iniciar una investigación sobre los acontecimientos que rodearon el asesinato de León Trotsky, publicándose los resultados iniciales bajo el título, “Seguridad y la Cuarta Internacional”.
Al mes siguiente, el 24 de junio de 1975, Wohlforth escribió una carta a Jack Barnes indicando que él y Nancy Fields deseaban volver a solicitar su afiliación al SWP. Sus solicitudes fueron aceptadas ese mismo año.
Esa carta, que se incluye en el volumen 7, contiene estos extraordinarios pasajes que indican el repudio total de Wohlforth a los principios por los que había luchado desde 1961:
Creemos que el SWP ha adoptado una posición de principios sobre los fundamentos trotskistas dentro del movimiento internacional, y ha ejercido un considerable grado de paciencia necesaria debido a la inexperiencia e ingenuidad de muchas fuerzas en varios países...
Somos aliados, como ya saben, desde hace varios años en el movimiento socialista. A pesar de nuestra experiencia reciente, estamos decididos a contribuir en todo lo que podamos a la construcción del partido revolucionario. Estamos convencidos del futuro socialista de EE.UU. y del mundo. Sabemos que la construcción de un partido revolucionario es esencial para ese futuro. Somos gente de partido.
Por lo tanto, deseamos solicitar la afiliación al SWP y contribuir de cualquier forma posible a su desarrollo.[8]
Una vez más, esta carta fue escrita en junio de 1975, momento en el que Hansen y los pablistas eran responsables de los impactos catastróficos de la guerra de guerrillas en toda América Latina y otras partes del mundo, como lo resumió la conferencia de Tomas. El derrocamiento de Allende en Chile había ocurrido menos de dos años antes, pero ahora Wohlforth afirmaba que “el SWP ha adoptado una posición de principios sobre los fundamentos trotskistas dentro del movimiento internacional”.
El 10 de noviembre de 1975, Wohlforth y Fields publicaron un artículo en Intercontinental Press, el órgano del Secretariado Unificado pablista, y pronto se convirtieron en colaboradores habituales de esta publicación, así como de The Militant del SWP . En noviembre-diciembre de 1975, el SWP denunció la investigación sobre seguridad en artículos de Hansen y Novack. En enero de 1976, el CICI acusó públicamente a Hansen, llamándolo “cómplice de la GPU”.
En medio de esta intensificación del conflicto en torno a la investigación sobre seguridad, los cuadros de la Workers League profundizaron cada vez más su estudio de la historia del trotskismo e intervinieron en numerosas luchas de la clase obrera.
Como afirmamos en Las bases históricas e internacionales del Partido Socialista por la Igualdad (EE.UU.):
La deserción política de Wohlforth marcó un punto de inflexión decisivo en la construcción de la Workers League como organización trotskista. La dimisión de Wohlforth y su posterior repudio de su propia historia política no solo reflejaron debilidades personales. Él personificaba ciertos rasgos específicos del radicalismo pequeñoburgués estadounidense, particularmente su desprecio por la consistencia teórica y un desdén pragmático por la historia. La Workers League reconoció que la crisis que había atravesado en 1973-74 exigía algo más que una crítica de los errores de Wohlforth. De este modo, en respuesta a la dimisión de Wohlforth y su denuncia del CICI, la Workers League inició un amplio repaso de la historia de la Cuarta Internacional.
Fue precisamente el énfasis en la experiencia histórica del movimiento trotskista, en el contexto de la evolución objetiva del capitalismo mundial y la lucha de clases internacional, la característica esencial y distintiva de la Workers League. Como subrayó repetidamente, el desarrollo de la perspectiva marxista y la orientación estratégica hacia la clase obrera solo era posible en la medida en que se hiciera valer todo el peso de la experiencia histórica del movimiento marxista en el análisis de los procesos socioeconómicos contemporáneos.[9]
El documento La Cuarta Internacional y el renegado Wohlforth representa un hito en este proceso de madurez política de la Workers League tras la dimisión de Wohlforth. Publicado como una serie entre el 30 de marzo y el 14 de mayo de 1976, la mayor parte fue escrita por el camarada North, que se había convertido en secretario nacional de la Workers League en el Congreso del partido de enero de 1976. Alex Steiner fue el principal autor del segundo artículo, concentrándose en la filosofía.
Al leer este documento, llama la atención el enorme avance que ya había experimentado la Workers League en el lapso de solo un año desde la publicación de ¿Qué hace correr a Wohlforth? Es una polémica devastadora contra Wohlforth, que a estas alturas había adoptado explícitamente casi todas las posiciones políticas a las que se había opuesto durante su etapa como secretario nacional de la Workers League.
El documento es increíblemente nutrido, recurriendo a una amplia gama de obras de Marx, Engels, Lenin y Trotsky, al tiempo que cita escritos anteriores de Wohlforth en contra de sus nuevas posiciones revisionistas. Es la declaración más completa escrita sobre la dimisión de Wohlforth, aproximadamente el doble de larga que ¿Qué hace correr a Wohlforth?
La serie comienza situando la ruptura de Wohlforth con la Workers League y su regreso al SWP en su contexto objetivo más amplio. Hace hincapié en la crisis económica, señalando:
El capitalismo internacional está sumido en la crisis económica más profunda de su historia, con el colapso de las políticas de Bretton Woods de posguerra que no dejan posibilidades para que el uso de la inflación crediticia keynesiana saque a todos los principales países capitalistas del bache.[10]
El documento subraya el potencial revolucionario en esta situación, afirmando que el papel del SWP en este periodo sería esencial para decapitar la revolución, incluyendo la reincorporación de Wohlforth al SWP y las denuncias de que el CICI facilitaba estos objetivos.
El primer artículo de la serie, “La escuela de falsificación de Wohlforth”, pone en evidencia las mentiras de Wohlforth describiendo los antecedentes de su dimisión:
El regreso de Wohlforth al SWP es la consumación de su ruptura con el marxismo. Su alianza con el cómplice de la GPU, Hansen, representa su alianza con la contrarrevolución. No se puede encontrar casi ningún paralelo para el cinismo y la prisa con que Wohlforth llevó a cabo su ruptura con el movimiento revolucionario y se pasó al campo del enemigo. Se une a Hansen y al SWP sin la menor explicación de cómo cambió sus puntos de vista anteriores.[11]
Uno de los puntos fuertes de la polémica es que cita lo que escribió el propio Wohlforth cuando estaba en la Workers League, contradiciendo todo lo que escribiría al unirse al SWP.
En este artículo, North señala el repentino cambio en la opinión de Wohlforth sobre Hansen, escribiendo:
De hecho, antes de que Wohlforth repudiara el marxismo, asoció específicamente la degeneración del SWP con la aparición de Joseph Hansen como su principal figura. En su larga evaluación de la historia del SWP, publicada como libro en 1971, Wohlforth escribió:
“El papel teórico de Hansen en la historia del SWP en la posguerra no fue una cuestión personal. Reflejó –quizás de forma un poco más grotesca que otros— el método empirista del SWP. Sus teorías se desarrollaron como reacciones impresionistas a los acontecimientos actuales o para servir a fines políticos y facciosos. Una teoría, una vez desarrollada, se desechaba a la ligera cuando cambiaba la situación objetiva o las necesidades de su facción... Solo un partido gravemente enfermo con el empirismo permitiría que una persona así ocupara un puesto destacado en su dirección central”. (Wohlforth, The Struggle for Marxism in the United States, Labor Publications, pág. 140)[12]
North comenta: “Una devastadora evaluación política de Hansen, que Wohlforth preferiría olvidar”. También cita un artículo de Wohlforth publicado el 14 de junio de 1974, solo tres meses antes de su dimisión, titulado “Joseph Hansen-An Aging Liars Peddles His Wares”.
El segundo y más largo artículo de la serie, “Tras las huellas de Kant”, se centra en las posiciones filosóficas que Wohlforth defendió en sus escritos tras abandonar la Workers League, de naturaleza esencialmente kantiana y pragmática.
Este fue el único artículo de la serie escrito por Alex Steiner, que en ese momento seguía desempeñando un papel importante como miembro de la Workers League. Como saben los camaradas, Steiner dejó la Workers League y abandonó la política revolucionaria en septiembre de 1978, seguido por Frank Brenner en enero de 1979. A mediados de los años 2000, ambos denunciaban rabiosamente al CICI.
Las cuestiones planteadas por Steiner y Brenner se abordan mordazmente en La Escuela de Fráncfort, el posmodernismo y la política de la pseudoizquierda, cuyo estudio es esencial para todos los camaradas de hoy. En él se repasan muchas de las cuestiones políticas y filosóficas fundamentales que dominaron el siglo XX y siguen ejerciendo influencia hoy en día en el mundo académico y en la sociedad en su conjunto.
El artículo de Steiner tiene ciertas limitaciones y puntos bastante abstractos. También comienza con un análisis incorrecto de la ruptura con la OCI y la expulsión de Thornett, que reitera la línea del WRP de que se trataba de disputas fundamentalmente filosóficas. Pero en su conjunto, el artículo presenta un análisis correcto de las posiciones de Wohlforth, con importantes pasajes sobre el pragmatismo, el empirismo y el kantianismo, al tiempo que defiende el materialismo dialéctico como fundamento filosófico del marxismo.
La cuestión filosófica principal que aborda el artículo es el rechazo de Wohlforth a la existencia de lo universal en la naturaleza. Un pasaje clave que resume esto afirma:
Al negar la existencia objetiva de lo universal en la naturaleza, Wohlforth debe negar la unidad, la interconexión y la causalidad que operan en la naturaleza. Al divorciar el pensamiento y la percepción de la materia universal en movimiento, Wohlforth rechaza la base materialista de toda cognición. Por lo tanto, la cognición deja de ser una práctica y se convierte, como dice Wohlforth, en “un proceso mental”, el pensador subjetivo independiente del mundo externo. La negación de Wohlforth de la causalidad y la necesidad objetiva en la naturaleza y en el pensamiento también implica un rechazo completo del materialismo histórico. La sociedad y los papeles que cumplen las clases se consideran completamente al margen de su proceso de formación necesario y regido por leyes.[13]
Es significativo que las posturas defendidas en este artículo contrasten directamente con las que Steiner expondría más adelante. Steiner escribe:
Thornett y Wohlforth, como todos los revisionistas, quieren descartar y dar por sentada la cuestión fundamental de la filosofía: el materialismo o el idealismo. Wohlforth cree que puede escribir cualquier basura idealista que le plazca, siempre que de paso preste un poco de palabrería hueca al materialismo.[14]
Lo mismo podría decirse más tarde del propio Steiner, quien en una discusión con el camarada North en 1999 manifestó su desacuerdo con Engels en que la relación entre materialismo e idealismo fuera la cuestión básica de la filosofía.
Este artículo sobre filosofía atestigua que el abandono del marxismo y de la clase obrera por parte de Wohlforth no fue un incidente aislado, sino parte de un movimiento más amplio hacia la derecha de amplios sectores de la clase media en la década de 1970, en el que cayeron Steiner y Brenner parte más tarde. De hecho, había una serie de similitudes entre Wohlforth y Steiner, ya que ambos eran profundamente subjetivos y distantes de la lucha de clases y estaban orientados a la política pequeñoburguesa.
En su informe de apertura del Segundo Congreso Nacional del Partido Socialista por la Igualdad (EE UU) en julio de 2012, titulado “Los orígenes teóricos e históricos de la pseudoizquierda”, que aparece en el volumen La Escuela de Fráncfort, el posmodernismo y la política de la pseudoizquierda, North comentó sobre la trayectoria hacia la derecha de esta capa social:
A medida que el movimiento pequeñoburgués de protesta contra la guerra se derrumbaba tras la guerra de Vietnam, las implicaciones de las divisiones sociales dentro de la Workers League se hacían más pronunciadas. No se trata para nada de que la evolución de todos y cada uno de los individuos estuviera determinada directamente por su origen social. Sin embargo, la grave pérdida de miembros en 1973-74 , que si bien fue exacerbada por el comportamiento perturbador de Wohlforth y su compañera Nancy Fields, reflejaba un proceso social y político más amplio. Los sectores de la clase media que se habían radicalizado en la década de 1960 estaban ansiosos por volver a su antiguo entorno social familiar. Su trayectoria los devolvió inevitablemente a la órbita de la política burguesa (énfasis nuestro).[15]
La tercera sección, titulada “El largo camino de vuelta a Pablo”, aborda la afirmación de Wohlforth de que, “En el pasado, el movimiento trotskista se vio confinado en gran medida a una existencia propagandística”, lo que, según él, significó que “no pudo producirse una verdadera selección de las fuerzas revolucionarias”.[16]
North responde: “Lo que Wohlforth pretende negar es la continuidad histórica del movimiento trotskista”.[17] Luego, North repasa en detalle la lucha del CICI contra el pablismo y las escisiones de 1953 y 1963, concluyendo:
La lucha del Comité Internacional contra el pablismo constituye un capítulo tan rico en la historia del marxismo como la lucha librada por el bolchevismo contra el menchevismo entre 1903 y 1917. O, para decirlo más precisamente, la lucha contra el pablismo representa el desarrollo más avanzado del marxismo, basándose en todas las lecciones acumuladas de la lucha contra el revisionismo que se remontan a la gran escisión entre el bolchevismo y el menchevismo a principios de siglo.[18]
A continuación, North cita extensamente tres cartas que Wohlforth escribió a Healy el 31 de mayo, el 7 de junio y el 14 de junio de 1974, justo antes de dimitir de la Workers League. En cada carta, subrayó la importancia de la escisión de 1953, que dijo tenía “la máxima importancia” y propuso escribir una serie de artículos sobre la lucha contra el pablismo.
En la carta del 7 de junio, atacaba explícitamente a su futuro aliado Hansen:
De hecho, ahora me parece que la Resolución Internacional del SWP de 1961 fue un trabajo muy consciente y completamente cínico. De hecho, Hansen se esforzó por incluir en el documento exactamente las formulaciones pablistas que el SWP había denunciado en 1953. Esto, más que cualquier otra cosa, plantea la cuestión del carácter del hombre. El documento constituyó un intento abierto y descarado de escupir a la historia del SWP.[19]
Los tres artículos siguientes son los más importantes de la serie, y se centran en el repudio de Wohlforth del entendimiento marxista de la revolución, el partido vanguardista, la época del imperialismo y la política racial.
El cuarto artículo, “¿Reforma o revolución?”, analiza la tergiversación que hace Wohlforth del Manifiesto del VI Congreso del Comité Internacional.
En concreto, Wohlforth se enfadó con este pasaje del manifiesto:
Lo que está en cuestión, en todos los países capitalistas, es el estallido de luchas de masas en las que la primera tarea es la preparación real de la clase obrera para la toma del poder estatal.
Ni un solo problema candente de la clase obrera en Reino Unido, Estados Unidos o cualquier otro país puede resolverse al margen de una preparación de la lucha por el poder estatal.
Cada demanda básica de la clase obrera, cada defensa de las conquistas pasadas, cada intento del Estado capitalista de controlar los sindicatos, plantea las dos grandes necesidades de la clase obrera: la preparación de la conquista del poder estatal y la construcción del partido revolucionario que dirija esta lucha por el poder.[20]
Tras citar otra declaración similar en un artículo de Alex Steiner, Wohlforth replicó:
Bien, camaradas Healy y Steiner, ¡pueden añadirnos a la lista de los que niegan que la tarea de hoy a nivel internacional sea la “tarea práctica inmediata” de la lucha por el poder![21]
North señala que “Wohlforth ha exhumado el apestoso cadáver de la socialdemocracia anterior a la Primera Guerra Mundial y lo ha puesto –al igual que su ignorancia— en exhibición”.[22] Luego cita extensamente a Lenin y Trotsky para demostrar la concepción marxista de la naturaleza de la época imperialista.
En un pasaje que tiene una enorme relevancia para esta escuela y nuestro trabajo político en el presente, North escribió:
La confusión deliberada que Wohlforth intenta introducir, y que hemos señalado, entre la preparación para el poder y la toma del poder no es simplemente producto de su empedernida deshonestidad. Lo que es más importante, refleja su enredo perdido en los esquemas reformistas, en los que cada etapa está separada por muros de hormigón.
Con base en el balance histórico de la época, afirmamos inequívocamente que solo el partido que se prepara para el poder tomará el poder. La preparación para el poder debe impregnar el trabajo cotidiano del partido.
Solo así se podrán reunir, educar y preparar cuadros verdaderamente revolucionarios para las titánicas batallas de clase que culminarán con la toma del poder por parte de la clase obrera, la dictadura del proletariado y la destrucción del Estado burgués.[23]
El artículo continúa señalando que la posición de Wohlforth era el extremo contrario que en 1972-73, cuando “sugirió que la revolución estadounidense estaba a la vuelta de la esquina”.[24]
A menudo, el CICI tuvo que refrenar el salvaje impresionismo de Wohlforth, sobre todo en una carta de Mike Banda de febrero de 1973, en la que subrayaba:
No solo habrá “saltos”, sino también mucho trabajo duro y poco espectacular contra los estalinistas y los revisionistas, lo que requerirá una gran firmeza teórica y habilidad táctica... La tarea es organizar y ganar al trotskismo a la vanguardia de la clase obrera y sentar las bases del partido revolucionario.[25]
El artículo termina citando la insistencia de Trotsky en el factor subjetivo del partido en su ensayo ¿Adónde va Francia ?
La relación política de fuerzas no solo está determinada por los factores objetivos (el papel en el proceso productivo, la fuerza numérica, etc.) sino por factores subjetivos: la conciencia de fuerza es el elemento más importante de la fuerza real.[26]
North concluye:
La clase obrera llega a esta conciencia a través de la lucha del partido revolucionario, que encarna toda su experiencia histórica y la toma como punto de partida para abordar todos los acontecimientos de la lucha de clases.
La clase obrera se fortalece en la medida en que el partido revolucionario hace la guerra a todas las fuerzas revisionistas que reflejan la presión del imperialismo en el seno del proletariado.
El aplastamiento de estas fuerzas es el punto más alto en la preparación de la clase obrera para el poder. Así, cuando la Workers League desenmascaró a Wohlforth y cauterizó esta llaga supurante dentro de su movimiento, la clase obrera estadounidense se vio inmensamente fortalecida.[27]
El quinto artículo, “Un idealista subjetivo sobre la guerra”, es también inmensamente relevante para nuestra perspectiva y trabajo políticos de hoy. El artículo se centra en la denuncia de Wohlforth contra la advertencia hecha por el CICI sobre el peligro de una Tercera Guerra Mundial, que según él “refleja la tremenda falta de confianza en la clase obrera que distingue a Healy y a todos los ultraizquierdistas”.[28]
Tras señalar que Lenin caracterizó la época moderna como una época de guerras y revoluciones, el camarada North cita el ensayo de Trotsky de 1934 “La guerra y la Cuarta Internacional”, en el que señalaba: “Todos los Gobiernos temen la guerra. Pero ninguno de los Gobiernos tiene la libertad para elegir. Sin una revolución proletaria, una nueva guerra mundial es inevitable”.[29]
North escribe a continuación:
Como marxistas, nos interesan las leyes del desarrollo histórico. Éstas no se ven alteradas por la “confianza” u otras emociones inspiradoras. Un hombre que bebiera veneno en contra del consejo de sus médicos porque tiene “confianza” en su estómago sería considerado, con razón, un idiota. Un individuo que hace caso omiso del peligro de la guerra porque tiene “confianza” en la clase obrera simplemente no es un marxista, sino más bien un idiota con opiniones sobre cuestiones de las que no sabe nada.
El único contexto en el que la cuestión de la “confianza” tiene alguna importancia es cuando los marxistas, que luchan por construir el partido revolucionario, proceden con el conocimiento científico de que la clase obrera con la dirección históricamente necesaria será capaz de evitar la guerra derrocando el capitalismo.
El Comité Internacional, en este sentido científico, está absolutamente seguro de que la clase obrera derrotará el imperialismo. Tenemos confianza porque estamos construyendo el partido que destruirá el imperialismo mundial. Partimos del punto de vista de Trotsky, que concluyó el documento de 1934 con las siguientes palabras: “La lucha contra la guerra significa ahora la lucha por la Cuarta Internacional”.[30]
A continuación, el artículo retoma la increíble declaración de Wohlforth sobre la victoria de los norvietnamitas sobre el imperialismo estadounidense el año anterior, que equivale a un rechazo total de la necesidad de una dirección revolucionaria para detener la guerra imperialista.
Wohlforth escribió:
El CICI pasa por alto el punto principal de la victoria de Vietnam. Demuestra la gran debilidad de los capitalistas para llevar a cabo sus intereses a través de la guerra. Es sobre todo el movimiento de masas el que previene que los imperialistas aprieten el gatillo.[31]
North respondió:
Así, en el maravilloso mundo de Wohlforth, la lucha contra la guerra no es una tarea revolucionaria porque el problema se ha resuelto por sí solo. Wohlforth puede disfrutar del sueño de los verdaderamente confiados porque las masas están previniendo que el imperialismo apriete el gatillo y —esto se lleva el premio— los capitalistas son demasiado débiles para hacer nada al respecto. Además, los capitalistas se han dado cuenta de que la guerra es una mala forma de defender sus intereses...
Todo esto es un completo embrollo y una escandalosa distorsión del marxismo.
Wohlforth llega a la asombrosa conclusión de que los capitalistas, tras descubrir su “gran debilidad”, se abstendrán de la guerra como los justos del pecado...
La guerra solo puede evitarse mediante el derrocamiento del capitalismo. Wohlforth no dice nada al respecto. Pero no es una omisión accidental...
La glorificación del movimiento de masas y la evasión de la cuestión de la dirección revolucionaria es la clásica argucia del oportunismo.[[32]
La sexta sección, “Los estranguladores bostonianos de la clase obrera”, aborda las posturas de Wohlforth y el SWP sobre el programa para eliminar la segregación en las escuelas públicas de Boston mediante el transporte de estudiantes en autobuses, que se convirtió en uno de los principales focos de su actividad entre 1974 y 1976. En el transcurso de esta crisis, el SWP abogó por el envío de tropas federales a Boston para facilitar el programa de autobuses. Esta fue la última de una larga serie de adaptaciones antimarxistas al Estado capitalista, que comenzó con la demanda del SWP en 1957 de que se enviaran tropas federales a Little Rock, Arkansas, para imponer la desegregación de las escuelas.
En sus escritos sobre este tema, Wohlforth omitió la demanda del SWP del envío de tropas federales, como un respaldo tácito a esta política. Al mismo tiempo, culpó a la clase obrera de racismo y se opuso explícitamente al sistema de antigüedad laboral, promoviendo una decisión judicial que obligaba a los trabajadores blancos a sacrificarse por los trabajadores negros en medio de la profunda crisis económica de mediados de los años 70.
North escribe:
Esta es la política de un hombre que no solo ha roto con el marxismo, sino que se ha pasado al campo de la clase enemiga. Lo que Wohlforth refleja es el giro derechista de las capas más reaccionarias de la clase media, histéricas por la crisis económica y atribuyéndola a la clase obrera.
Lo que confiere a la diatriba antisindical de Wohlforth un cierto elemento perverso es que, en el pasado, ha escrito ampliamente en contra de las mismas posiciones que ahora defiende.[33]
A continuación, el artículo cita el panfleto de Wohlforth de 1969 El nacionalismo negro y la teoría marxista, un documento sólido escrito en estrecha colaboración con Mike Banda que polemizaba contra estas mismas posiciones del SWP en la década de 1960.
La parte final de este artículo está directamente relacionada con la defensa contemporánea de la Revolución estadounidense y la guerra civil por parte del CICI contra el “Proyecto 1619” y todas las demás interpretaciones racialistas de la historia. En sus escritos sobre Boston, Wohlforth afirmó:
Debido a que existió hasta la guerra civil estadounidense un sistema esclavista en el sur y a que la clase capitalista fue incapaz de resolver plenamente las tareas democráticas planteadas por esa guerra revolucionaria, la clase obrera estadounidense está profundamente dividida racialmente...
El desarrollo político y social de la clase obrera estadounidense no puede avanzar sin una confrontación directa con este problema, que en muchos sentidos es el problema principal de la tercera revolución estadounidense.[34]
North respondió:
Si uno va a argumentar la proposición de que la revolución democrático-burguesa no se completó en los Estados Unidos, entonces uno se enfrenta con la tarea inmediata de revisar completamente toda la concepción marxista de esta época histórica...
Desgraciadamente para Wohlforth, toda su teoría es una completa basura. En ningún país del mundo se completaron las tareas de la revolución democrático-burguesa tan a fondo como en Estados Unidos. La revolución dirigida por los comerciantes y plantadores coloniales en 1776 estableció la independencia nacional de Estados Unidos, y la sangrienta guerra civil destrozó por completo el sistema esclavista y creó las condiciones históricas para el crecimiento masivo del capital a través del desarrollo sin trabas de la industria en el territorio continental de Estados Unidos...
Políticamente, negar estos hechos evidentes es negar la necesidad de construir el partido revolucionario para el derrocamiento del capitalismo y la instauración del socialismo.[35]
Por último, North critica la falsa afirmación de Wohlforth de que el racismo es el problema principal al que se enfrenta la clase obrera estadounidense, escribiendo:
Como un subjetivista que niega que el ser determine la conciencia, Wohlforth insiste en que éste es el “problema principal” de la tercera revolución estadounidense...
En otras palabras, el pensamiento racista no es visto como un producto de la decadencia del capitalismo cuya crisis impulsa a la clase obrera como una fuerza objetiva en la historia hacia la revolución social. Más bien, el racismo se convierte en la versión de Wohlforth del pecado original que tiene un poder sobre la clase obrera más poderoso que las fuerzas históricas objetivas.
Esta es solo otra versión de todos los argumentos desmoralizados que se encuentran comúnmente entre los radicales y las capas de la clase media que rechazan la lucha por el socialismo con el argumento de que los trabajadores son “estúpidos” y el hombre inherentemente malo.[36]
En el séptimo artículo, “Un mentiroso envejecido vende sus tiliches”, North aborda la afirmación pequeñoburguesa de Wohlforth de que el CICI es culpable de prácticas organizativas “estalinistas”.
Un pasaje importante que refuta esto afirma:
La denuncia sobre las “prácticas organizativas” es el sello distintivo del revisionismo. Los renegados comúnmente denuncian a los trotskistas por prácticas “estalinistas” de la misma manera que los mencheviques después de 1903 denunciaron las prácticas organizativas de Lenin como “blanquismo” o “jacobinismo”.
Lo que todos estos epítetos tienen en común es el odio de quienes los utilizan hacia cualquier disciplina revolucionaria y lealtad organizativa basada en grandes principios políticos.[37]
El resto de este artículo refuta la mentira de Wohlforth de que él y Fields fueron “purgados” de la dirección de la Workers League, repasando con gran detalle sus perturbadoras actividades en el año después de que Fields fue instalada en la dirección del partido.
El octavo artículo, “El cómplice de Joseph Hansen”, responde a la caracterización de Wohlforth de “Seguridad y la Cuarta Internacional” como “la campaña de difamación contra Joseph Hansen”. Recapitula las principales conclusiones de la investigación hasta ese momento, retando a Wohlforth a responder a una serie de preguntas críticas.
La sección final, “¿Adónde va Wohlforth?”, resume los puntos clave planteados en la serie y el significado más amplio de la dimisión de Wohlforth. Cita pasajes de uno de sus últimos documentos, donde avanzaba explícitamente una concepción nacionalista de la Cuarta Internacional, al tiempo que denigraba el papel del propio Trotsky.
Posteriormente, North establece una acertada comparación entre Wohlforth y Jay Lovestone, tristemente célebre por ser un arribista faccioso del Partido Comunista estadounidense en las décadas de 1920 y 1930 y, más tarde, dirigente de la burocracia de la AFL-CIO, mentor de su presidente, George Meany, y cómplice de la CIA.
Escribe:
En Wohlforth se pueden encontrar todas las características de un Lovestone en fase embrionaria: falta total de principios políticos, subjetivismo y arribismo desenfrenados, hostilidad al marxismo y al centralismo democrático bolchevique, un antiinternacionalismo descarado, falta de respeto por la historia del movimiento marxista, servilismo a la burocracia sindical y al Estado capitalista, y un odio acérrimo a la clase obrera.[38]
La serie termina con esta conclusión clarividente:
Decimos categóricamente que el bandazo de Wohlforth hacia la derecha no se ha detenido en absoluto. Es un hombre que va a llegar lejos. No tenemos por qué predecir cuánto avanzará Wohlforth. Digamos simplemente que su futuro desarrollo será determinado por las necesidades de la clase dominante y por la velocidad a la que se desarrolle la crisis.
La lucha contra Wohlforth representa un hito en la construcción de las fuerzas del Comité Internacional de la Cuarta Internacional en Estados Unidos. Su desenmascaramiento político no solo ha fortalecido inmensamente a la Workers League, sino que también ha sentado las bases teóricas para la construcción del partido revolucionario de masas en Estados Unidos.
No nos molesta en absoluto que los revisionistas le hayan dado la bienvenida de héroe a Wohlforth. Qué ocupe su lugar de honor junto a los cómplices de la GPU, Hansen y Novack, en la dirección del SWP. ¡Ahí es donde debe estar!
Pero en la Workers League, la lucha contra Wohlforth ha afianzado un odio inquebrantable al revisionismo entre los cuadros del partido revolucionario. Ha proporcionado las lecciones políticas vitales para la formación de las grandes nuevas fuerzas de trabajadores, jóvenes y estudiantes que vendrán por millares a unirse al partido revolucionario.
En conclusión, afirmamos con la mayor confianza que la lucha contra el revisionismo librada por la Workers League en solidaridad con el Comité Internacional de la Cuarta Internacional representa la etapa más avanzada de la preparación de la clase obrera en Estados Unidos y a escala internacional para la revolución socialista mundial.[39]
Todo esto se demostró ser correcto en los meses y años siguientes, a medida que Wohlforth giraba cada vez más a la derecha, y los cuadros de la Workers League intensificaban su educación teórica, política e histórica y su lucha por el trotskismo en la clase obrera.
Las trayectorias divergentes de la Workers League y Wohlforth
Tras la publicación de La Cuarta Internacional y el renegado Wohlforth, la Workers League continuó haciendo importantes avances políticos y teóricos al tiempo que intervenía en un gran número de luchas obreras, como Tom revisará en detalle. Al mismo tiempo, la investigación “Seguridad y la Cuarta Internacional” se profundizó, sacando a la luz la red de agentes de la GPU y el FBI que había infiltrado el movimiento trotskista, que Eric resumirá.
A pesar de las revelaciones claras de la investigación del CICI, Wohlforth continuó calumniando al movimiento por sus preocupaciones sobre la seguridad, escribiendo la introducción al panfleto de diciembre de 1976 del SWP La gran mentira de Healy. Luego participó en el infame acto de la Plataforma de la Vergüenza en Londres el 14 de enero de 1977, que reunió a representantes del movimiento pablista mundial. Un importante artículo sobre esto, que no tengo tiempo de revisar pero que aparece en el Volumen 7, se titula: “Wohlforth en la Plataforma de la Vergüenza”.
Resulta significativo que, solo unos meses después de participar en la Plataforma de la Vergüenza, Wohlforth animara en privado a Jack Barnes a reconocer que Sylvia Caldwell era una agente, dadas las abrumadoras pruebas acumuladas por el CICI contra ella. Esta carta también figura en el Volumen 7.
Ese mismo año, el 16 de octubre de 1977, Tom Henehan fue asesinado por dos sicarios en Nueva York, solo unos meses después de que Hansen escribiera que habría “consecuencias mortales” si continuaba la investigación sobre seguridad.
Ante este asesinato político y las interminables calumnias de la prensa revisionista, la Workers League no cedió ni una pulgada. Al contrario, el partido se volcó más profundamente a la clase obrera, montando una agresiva campaña y exigiendo una investigación sobre el asesinato de Tom y la detención de los pistoleros. Al mismo tiempo, la Workers League profundizó sus intervenciones en la lucha de clases y agudizó su análisis político.
Fruto de estas experiencias y del desarrollo del partido tras la dimisión de Wohlforth, la Workers League redactó la Resolución de Perspectivas de 1978, que luego fue enmendada y finalizada en junio de 1979. Este documento, titulado La crisis económic a y política mundial y la agonía del imperialismo estadounidense, representó el avance teórico y político más significativo de todo el CICI durante la década de los 70. Al leer el documento, Mike Banda se sintió inmensamente conmovido, caracterizándolo como un “extraordinario avance de la perspectiva del CICI”. El camarada Tom describirá este documento en más detalle.
Quiero reiterar que la ruptura con Wohlforth marcó un punto de transición en el CICI. A partir de esa instancia, la orientación del WRP se hizo cada vez más nacionalista y oportunista, mientras que la Workers League se orientó cada vez más hacia la clase obrera y las tradiciones históricas del trotskismo.
Para cuando se estaba discutiendo y finalizando la Resolución de Perspectivas de 1978, la degeneración del WRP se estaba haciendo evidente para la dirección de la Workers League. Su conducta en las reuniones, el apoyo acrítico a figuras nacionalistas burguesas en su prensa y la creciente mistificación de la dialéctica por parte de Healy fueron las primeras señales de alarma que se hicieron más pronunciadas en los años siguientes.
Esto llegó finalmente a un punto crítico con la crítica del camarada North a los Estudios sobre Dialéctica de Healy y la reunión de octubre de 1982 con los dirigentes del WRP, culminando en la escisión de 1985-86, que será tema de las últimas conferencias de esta escuela.
En cuanto al propio Wohlforth, a los pocos años abandonó el SWP y se convirtió en un anticomunista hecho y derecho. Pronto cerró el círculo volviendo a los shachtmanistas y dando conferencias a través de los Socialistas Democráticos de Estados Unidos (DSA, por sus siglas en inglés) bajo la dirección de Michael Harrington en 1984. Más tarde coescribió un libro titulado On the Edge, que calumniaba a la Workers League y al WRP como sectas políticas. Evidentemente, esto sigue siendo parte del plan de estudios de los miembros del DSA, como se revela en la entrevista con el operativo del Partido Demócrata y dirigente del DSA, Daraka Larimore-Hall.
Al igual que Burnham, Shachtman, Cochran y otros renegados del trotskismo, Wohlforth finalmente se pasó directamente al campo del imperialismo estadounidense. En la década de 1990, escribió un infame artículo titulado “Denle una oportunidad a la guerra”, en el que insistía en que los socialistas no debían oponerse a toda intervención militar occidental. Junto con muchos otros exizquierdistas, apoyó los bombardeos estadounidenses en los Balcanes para defender supuestamente los “derechos humanos”. Esto se convertiría en la principal técnica de propaganda utilizada para justificar las interminables guerras del siglo XXI, alcanzando su clímax en la guerra de Estados Unidos y la OTAN contra Rusia en Ucrania.
En el prólogo del Volumen 7, escrito el 22 de mayo de 1984, el camarada North comentó sobre las conferencias de Wohlforth con el DSA y su trayectoria política cada vez más derechista, señalando:
Esta trayectoria tiene una importancia que va mucho más allá de Wohlforth. La fuerza motriz de su evolución es la crisis objetiva del capitalismo mundial, y su humillante paradero personal implica una profunda lección sobre el significado de la dialéctica: que ella lo domina —como Trotsky señaló una vez en relación con Burnham— a pesar de que Wohlforth no lo reconozca.[40]
Las lecciones de la ruptura con Wohlforth son sumamente relevantes para el trabajo del CICI en la actualidad y deben ser asimiladas por los cuadros internacionalmente. Aún no se ha escrito la última palabra, y queda una inmensa cantidad de trabajo por hacer para sacar a la luz la notable historia de la Workers League y del CICI a lo largo de este periodo. A partir de esta escuela de verano, debemos desarrollar un proyecto documental sobre la historia de la Workers League y cada sección del CICI en los años 1970 y 1980, documentando las experiencias de los miembros de esta generación de dirigentes del partido y el historial de nuestro partido en este punto de inflexión crítico en la lucha por el trotskismo.
Parte II: La Workers League y el giro hacia la clase obrera, 1974-1978
La profundización de la lucha contra el revisionismo que surgió del asunto Wohlforth nunca debe considerarse como una distracción del trabajo en la clase obrera. Fue una parte integral y decisiva del conjunto. Podemos decir junto con Lenin: No puede haber movimiento revolucionario sin teoría revolucionaria. Como escribe el camarada North en La herencia que defendemos, a la luz de lo revelado sobre Wohlforth:
Las impresionantes implicaciones históricas de la escisión de 1953 y la subsiguiente batalla contra el SWP fueron reasimiladas por todo el partido. Sobre estas bases fortalecidas, el partido se volcó más vigorosamente que nunca hacia la lucha por construir un partido marxista de la vanguardia obrera en Estados Unidos como parte del partido mundial de la revolución socialista.[41]
O, como explicaba la resolución de perspectivas de la Workers League de 1978 La crisis económica y política mundial y la agonía del imperialismo estadounidense:
El fundamento de la práctica revolucionaria, la base indispensable para cualquier orientación real hacia la clase obrera desde el punto de vista de la lucha por el poder, es la asimilación a fondo de todo el conjunto de experiencias históricas por las que ha pasado el Comité Internacional desde 1953. La formación de cuadros trotskistas solo es posible mediante la lucha por arraigar cada aspecto y detalle del trabajo político del partido en las conquistas históricas del Comité Internacional, derivadas de la batalla contra el revisionismo.[42]
A lo largo del periodo de 1974-1978, el registro muestra que la Workers League progresó en todos los aspectos de sus intervenciones en la clase obrera. Esta conferencia se concentra en la mencionada resolución de perspectivas de 1978, que marca la culminación de este periodo y un desarrollo cualitativo en el trabajo político de la Workers League. Es un resumen de toda la evolución de la Workers League en estos años, incluyendo su orientación a la clase obrera y su elaboración de una estrategia de revolución socialista. La preparación llevada a cabo durante este período ayudó a sentar las bases para que la Workers League emprendiera una lucha contra el Workers Revolutionary Party (WRP; Partido Revolucionario de los Trabajadores) en la década de 1980.
Un objetivo esencial de esta conferencia es introducir a los camaradas al Bulletin. Comenzó a publicarse como boletín mimeografiado con la fundación del American Committee for the Fourth International (ACFI, Comité Estadounidense por la Cuarta Internacional), en 1964, cuando se llamaba Bulletin for International Socialism. Se convirtió en un periódico impreso en septiembre de 1966, dos meses antes de que se fundara la Workers League en noviembre de 1966.
El Bulletin continuó hasta 1993, cuando fue sustituido por el International Workers Bulletin, que supuso una mayor colaboración de todo el CICI y fue el predecesor inmediato del World Socialist Web Site. De 1974 a 1987, el Bulletin se publicó quincenalmente, y durante los años restantes, semanalmente. Incluía una página en español, Prensa Obrera. Hemos realizado algunos trabajos de digitalización de estas colecciones. Los números de 1964 a 1973 están disponibles en marxists.org.[43] El partido pretende poner pronto a disposición de los cuadros toda la colección combinada.
Las páginas del Bulletin constituyen una fuente inigualable de archivos que dan testimonio de las numerosas luchas obreras de la época. La Workers League parecía estar en todas partes a la vez, cubriendo muy a menudo las grandes huelgas que se desarrollaban simultáneamente en distintas regiones del país, además de publicar constantemente sobre acontecimientos internacionales, teoría marxista, historia, cultura y ciencia. Pero el compromiso del Bulletin con la clase obrera iba más allá de la cobertura informativa. El partido intervenía en la clase obrera. Como explicó Marx en sus Tesis sobre Feuerbach, es imposible comprender el mundo fuera de la lucha por cambiarlo. Y es imposible entender lo que ocurrió en este periodo sin el Bulletin. Esta es probablemente la razón por la que los historiadores laborales estadounidenses han sido tan poco capaces de entender este periodo.
La demanda de un partido obrero
Como lo evidencian las páginas del Bulletin, la Workers League luchó persistentemente por una estrategia revolucionaria en la clase obrera. La demanda de formar un partido obrero, que será uno de los puntos centrales de esta conferencia, proporcionó el eje de esta estrategia para el poder.
La demanda del partido obrero fue fundamental para el movimiento trotskista estadounidense desde finales de la década de 1930 y las discusiones de Trotsky con Cannon y la dirección del SWP en Coyoacán. El análisis de Trotsky de la revolución estadounidense, el más avanzado hasta ese momento, partía de su análisis histórico-mundial del capitalismo y no de las condiciones específicas estadounidenses. Trotsky previó que la rápida decadencia del capitalismo estadounidense en el curso de la Gran Depresión obligaría a los trabajadores a tomar el camino de la lucha política. Como se explica en el documento de perspectivas de 1978, para Trotsky, “la demanda del partido obrero no era simplemente una más de las muchas demandas planteadas por el partido. Era la piedra angular de la estrategia de la revolución social en Estados Unidos”.[44]
Cannon, en medio de las primeras señales de una reestabilización del capitalismo en la posguerra, reiteró partes del análisis de Trotsky en sus importantes Tesis estadounidense s de 1946. Pero el SWP se alejó de la reivindicación del partido obrero en el transcurso de la década de 1950. Para 1954, apenas un año después de la Carta Abierta, Cannon había adoptado la posición de que un partido obrero sería construido por el movimiento espontáneo de la clase obrera, que de alguna manera obligaría a alguna facción de la burocracia sindical a conjurarlo. Una vez creado, el partido obrero proporcionaría al SWP el escenario en el que podría operar. Esta perspectiva no dejaba otro papel al movimiento trotskista que el de esperar. A principios de los 60, con su adopción del pablismo, el SWP había abandonado por completo la demanda del partido obrero.
Entre 1964 y 1966, el joven ACFI mantuvo una estrecha correspondencia con la dirección de la SLL y, bajo su dirección, comenzó a renovar los debates sobre la demanda de un partido obrero. Esto quedó plasmado poderosamente en el documento fundacional de la Workers League, que afirmaba:
En esta etapa del desarrollo de la clase obrera estadounidense, nuestra demanda de transición principal debe ser la creación de un partido obrero, un partido de la clase trabajadora estadounidense. Hay que demostrarle a la clase obrera que tiene que ir necesariamente más allá de las luchas económicas aisladas, hacia una lucha política fundamental contra la clase gobernante y sus instrumentos políticos. La reivindicación del partido obrero se convierte así en la reivindicación unificadora de todo nuestro trabajo en Estados Unidos. Debe impregnar toda nuestra propaganda y agitación: entre la juventud de clase trabajadora, en los sindicatos, entre las minorías, en torno a la cuestión de la guerra...
Aunque el movimiento hacia un partido obrero puede comenzar fuera del movimiento sindical, debe desarrollar bases dentro del movimiento obrero organizado antes de que pueda convertirse en una fuerza seria. Además, a menos que tales movimientos luchen por convertirse en un movimiento de la clase en su conjunto, perderán necesariamente cualquier programa de clase que hayan logrado, ya que buscarán maniobrar entre los partidos capitalistas existentes en lugar de luchar por suplantarlos.[45]
Hay que destacar aquí el papel decisivo desempeñado por la SLL en la orientación de la joven sección simpatizante estadounidense. Los saludos de Gerry Healy a la convención fundacional de la Workers League resuenan hoy con la misma fuerza que en 1966. Healy declaró:
La clase obrera de Estados Unidos es la más poderosa del mundo, y es en su seno donde deben construir su partido. Este es un principio básico del marxismo que aplica con especial urgencia a las condiciones existentes en Estados Unidos. No es el Poder Negro ni las docenas de movimientos por la paz y los derechos civiles que se extienden por todo el país los que resolverán las cuestiones básicas de nuestro tiempo, sino la clase obrera dirigida por un partido revolucionario.[46]
La demanda del partido obrero no debe concebirse como una astuta táctica de agitación. Era una estrategia de poder. Como escribe el camarada North en The Workers League and the Founding of the Socialist Equality Party, la reivindicación del partido obrero “encarnaba una concepción estratégica definida del desarrollo de la clase obrera estadounidense” y, debemos añadir, en un período muy diferente.
En 1966, cuando la Workers League retomó la demanda del partido obrero, los sindicatos aún tenían una autoridad significativa en la clase obrera. Esto ocurría solo dos décadas después de la gran ola huelguística de 1945-1946, y solo tres décadas después de las explosivas luchas industriales de 1934-1938. Todavía había veteranos de aquellos acontecimientos en las fábricas, minas, muelles y molinos, trabajando codo con codo con sus hijos e hijas. Las grandes luchas del pasado y los grandes avances de la clase obrera eran recuerdos vivos. Hablamos de un período, citando de nuevo al camarada North, en el que
… el problema estratégico central que enfrentaba el movimiento trotskista... era la lealtad activa y militante dada por los sectores más avanzados de la clase obrera a los partidos y sindicatos de masas estalinistas y socialdemócratas. Por lo tanto y a pesar de las diferencias tácticas, la actividad política de nuestras secciones asumió que el punto de partida de una nueva gran reorientación revolucionaria de la clase obrera procedería en forma de una radicalización entre los elementos con mayor consciencia de clase y políticamente activos dentro de las filas de estas organizaciones. Las posibilidades reales para el establecimiento de un partido revolucionario de masas corresponderían a ese movimiento, en el que las secciones del Comité Internacional desempeñarían un papel catalizador como los oponentes más intransigentes de la socialdemocracia y el estalinismo. Nuestra táctica se basaba en esta concepción. Esta orientación estratégica era diametralmente opuesta a la de los pablistas, que orientaban sus organizaciones hacia los dirigentes burocráticos, a los que atribuían un potencial revolucionario. Nosotros buscábamos, en cierto sentido, revolucionar estos movimientos de masas desde abajo, mientras que ellos buscaban influir a través de las burocracias desde arriba.[47]
Intervenciones en la clase obrera: TUALP y las minas del carbón
En respuesta a la intensa actividad huelguística de 1969-1971, y especialmente a la concesión de un aumento significativo a los trabajadores siderúrgicos, quienes ganaron el aumento salarial con solo una amenaza de huelga, en 1971 Nixon congeló los salarios por 90 días y creó una Consejo Salarial que incluía al presidente de la AFL-CIO, George Meany. La Workers League lanzó una exitosa campaña en la clase obrera exigiendo que Meany abandonara la junta. Un panfleto de 1972, El caso a favor de un partido obrero,[48] publicado originalmente en el Bulletin, vendió 75.000 ejemplares.
Otro panfleto crucial de la época es La posición real de Wallace , del camarada David North,[49] que argumentaba que la construcción de un partido obrero era el camino a seguir para combatir la influencia populista de derecha de Wallace entre los trabajadores industriales. Estos panfletos sentaron las bases para la formación de la Alianza Sindical por un Partido Obrero (TUALP, por sus siglas en inglés). Un camarada obrero muy importante ganado a la Workers League tras leer el panfleto de Wallace fue Jim Lawrence, trabajador de GM en Dayton, Ohio. Este es un video de una entrevista con Jim.
El caso a favor de un partido obrero fue motivado por la intervención de la SLL y Healy contra la tendencia de Wohlforth a desviarse de esta reivindicación o a unirla a otras actividades, como su campaña de cartas desde la cárcel. El panfleto decía:
Hacemos un llamamiento al movimiento obrero para que celebre [un congreso obrero] y construya ese partido. Pero no confiamos en las actuales burocracias sindicales para tal tarea. Lo que hace falta es romper todo compromiso con el capitalismo, que ha creado una burocracia sindical muy alejada de las filas. Esta burocracia vive más como patrones que como trabajadores. La burocracia sindical se resistirá a esa ruptura hasta el final. Por lo tanto, debemos construir una nueva dirección en los sindicatos que luche por llevar a cabo esta tarea. Como primer paso para ello, llamamos a todos los sindicalistas que estén a favor de un partido obrero a unirse para formar una organización en los sindicatos que luche por dicho partido.[50]
La conferencia fundacional de la TUALP se celebró en Chicago en el otoño de 1972 y a ella “asistieron trabajadores de prácticamente todas las secciones importantes de la industria”.[51]Hubo una gran intervención entre los trabajadores para construir TUALP. En esta diapositiva vemos la circulación entre los miembros del sindicato IAM de una petición de apoyo a la conferencia de 1972. Hubo muchas entrevistas con trabajadores que apoyaban las conferencias de 1975. Esta es una de esas entrevistas con la famosa actriz británica Julie Christie.
En febrero de 1973 se celebró una segunda conferencia en San Luis. La mayor conferencia de la TUALP se celebró en Detroit los días 12 y 13 de abril de 1975, con la asistencia de más de 325 delegados. Le siguió, el 20 de abril de 1975, una reunión de la TUALP en Los Ángeles a la que asistieron 65 delegados en representación de estibadores, actores y actrices y trabajadores del automóvil, entre otros. Todas las grandes industrias estadounidenses y más de una docena de sindicatos estuvieron representados en las dos conferencias de 1975. El Bulletin informó sobre la resolución de la conferencia TUALP de Detroit:
Los 325 sindicalistas, trabajadores desempleados y jóvenes de las regiones de la costa este y el centro del país se comprometieron a construir la Workers League y su sección industrial, la TUALP, en torno a políticas socialistas y a defender el derecho básico de la clase obrera al empleo y a un nivel de vida decente. La conferencia hizo un llamamiento a todos los sindicalistas y trabajadores a luchar por una huelga general para forzar la salida del Gobierno de Ford-Rockefeller y por la construcción de un partido obrero... [52]
Los avances teóricos y organizativos reflejados en la reivindicación del partido obrero y en la TUALP fueron el producto de la perspectiva internacional del partido y la lucha constante en muchos sectores de la clase obrera estadounidense. Se podrían ofrecer como ejemplos innumerables intervenciones de la Workers League. Realmente hay una gran riqueza. Como muestran estas diapositivas, la cobertura del Bulletin de las luchas obreras –entrevistas, fotografías, intervenciones— es abundante. Todavía hoy nos sirve de ejemplo. Pero aquí nos centraremos en la que fue la más significativa de todas, la industria del carbón. A medida que avanzamos en el informe, presentaremos en diapositivas una muestra de nuestra cobertura en el Bulletin.
Los mineros del carbón habían sido el sector más persistentemente combativo de la clase obrera durante largas décadas que se remontan a los años 1890. En las décadas de 1920 y 1930, en muchos estados se desataron las llamadas “guerras mineras”, entre el sindicato United Mine Workers (UMW) y los operadores del carbón, y también entre mineros de base insurgentes y el UMW.
El socialismo tuvo una influencia histórica en las zonas del carbón, incluso en lugares supuestamente “atrasados” como el sur de Illinois y West Virginia. La industria decayó tras la Segunda Guerra Mundial. El problema, como dijo una vez John L. Lewis, dirigente del UMW, era que había demasiados mineros y demasiadas minas. Pero la expansión económica de los sesenta y las crisis del petróleo de los setenta volvieron a aumentar la demanda de carbón bituminoso.
Las cuencas carboníferas atrajeron a una generación de jóvenes trabajadores en los años setenta, muchos de ellos veteranos de la guerra de Vietnam. A lo largo de esa década, los mineros del carbón volvieron a colocarse a la cabeza de la clase obrera. Las huelgas salvajes se contaban por centenares año tras año. Los jóvenes mineros, sintiendo su poder, desafiaron una y otra vez los contratos nacionales negociados por la corrupta burocracia del UMW.
David North, entonces editor laboral del Bulletin, dirigió la campaña en los yacimientos del carbón a principios de los años setenta. La Workers League intervino entre los trabajadores de base en las explosivas luchas de los mineros del carbón en el condado de Harlan, Kentucky, en 1973 y 1974. Y en el transcurso de la década, el Bulletin produjo cientos de artículos e innumerables entrevistas con mineros del carbón de West Virginia, Virginia, Kentucky, Ohio, Pensilvania e Illinois, con ubicaciones como “Welch, West Virginia”.
Un reportero muy involucrado en este trabajo fue un joven y valiente camarada llamado Tom Henehan. Leer los informes desde las cuencas del carbón a mediados de los 70 recuerda al lector lo que el CICI perdió con su asesinato político en 1977. En el aniversario de su asesinato el homenaje al camarada Tom dice:
Su trabajo entre los mineros fue un soplo de aire fresco político. A través de sus repetidos viajes a los yacimientos del carbón de West Virginia, Kentucky, Ohio y Pensilvania causó una impresión indeleble en cientos de mineros, que respetaban la convicción y determinación con que luchaba por las políticas del partido.[53]
La profundización del trabajo en los yacimientos de carbón en 1974 tuvo lugar prácticamente al mismo tiempo que el abandono de Wohlforth, quien menospreció a los mineros del carbón. En una discusión, el camarada David nos dijo a mí y a Evan que Wohlforth menospreciaba el trabajo en los Apalaches, acusando a David de “pasearse por las zonas del carbón”. Wohlforth, en efecto, pensaba que la lucha entre los mineros del carbón era una pérdida de tiempo, como escribió en noviembre de 1974:
La propia naturaleza de la minería en Estados Unidos limita mucho nuestra capacidad de intervenir como partido. Las minas están situadas en una parte culturalmente atrasada del país, distante de cualquier ciudad. En esta etapa del desarrollo de la clase obrera estadounidense, no es posible construir ramas significativas del partido en las pequeñas ciudades de las zonas mineras rurales.[544]
Todo ello en medio del mayor estallido de luchas de los mineros en décadas.
Otro elemento de la crítica de Wohlforth merece especial atención, dada la reciente promoción por parte de la pseudoizquierda de Shawn Fain y Sean O'Brien como “reformistas” de los sindicatos UAW y Teamsters, respectivamente. Wohlforth atacó a la Workers League por ser demasiado crítica con el líder supuestamente progresista del UMW, Arnold Miller. “Miller dirigió un movimiento masivo de mineros de base contra la corrupta dirección de Boyle [el anterior presidente del sindicato Tony]”, escribió. La posición de Wohlforth era que, al denunciar a Miller, la Workers League estaba aliada con Boyle, expresidente del UMW, responsable del asesinato de un rival sindical, Jock Yablonski, en 1969.
La Workers League respondió, en Qué hace correr a Wohlforth:
Miller no dirigió el movimiento, sino que saltó sobre éste para canalizarlo hacia los brazos del Gobierno. Estamos de acuerdo con Trotsky cuando explicaba que la dirección de los sindicatos estadounidenses “refleja menos al proletariado que a la burguesía”. No nos orientamos hacia Miller ni Boyle, sino hacia las decenas de miles de mineros obligados a luchar en defensa de sus derechos básicos.[55]
La posición de Wohlforth era común a todo el entorno radical de clase media, que buscaba “espacio” dentro del aparato sindical aferrándose a supuestos reformistas. El resultado final, medio siglo después, es que los radicales de clase media de ayer son los burócratas de hoy. Lo vemos con Labor Notes y la corriente Teamsters for a Democratic Union [Teamsters por un Sindicato Democrático] así como con la expareja de Wohlforth, Nancy Fields, que tras abandonar la Workers League y más tarde el SWP ascendió rápidamente al Consejo Ejecutivo de la AFL-CIO.
La resolución de perspectivas de 1978: La crisis económica y política mundial y la agonía del imperialismo estadounidense
La Workers League identificó pronto la contraofensiva de la clase dominante que se estaba gestando a mediados de la década de 1970 y advirtió insistentemente a los trabajadores de sus implicaciones. Esto fue antes que Thatcher y Reagan. Como Trotsky había predicho mucho antes, el declive del capitalismo estadounidense presentaría a los trabajadores la necesidad objetiva de tomar el camino de la lucha política.
El 12 de julio de 1974, en una declaración titulada “El partido obrero y la clase trabajadora estadounidense”, el B ulletin escribió, con gran clarividencia:
[La] ofensiva salarial, si bien es extremadamente importante como expresión del movimiento de la clase obrera, fomenta la ilusión de que basta con hacer huelgas militantes para hacer frente a los ataques de los capitalistas. Pero estas huelgas profundizarán la crisis económica, en la medida en que los trabajadores se resisten a todo intento de disminuir su nivel de vida. Esta resistencia obliga a los capitalistas a intensificar su ataque y a tratar realmente de destruir los sindicatos y los derechos básicos de los trabajadores.[56]
La Workers League analizó a fondo la crisis mundial del capitalismo. La derrota en Vietnam y la dimisión de Nixon tras Watergate no significaban, advertía, que la burguesía norteamericana hubiera perdido sus colmillos. Las páginas del B ulletin analizaban la creación de un desempleo masivo como herramienta para combatir a la clase obrera. Expuso el despliegue de la violencia contrarrevolucionaria en todo el mundo.
El Bulletin era extremadamente sensible al espionaje gubernamental en la clase obrera, una perspectiva fortalecida por la investigación Seguridad y la Cuarta Internacional, de la que Eric se ocupará. Dirigió la atención de los trabajadores al creciente número de ataques a piquetes de huelga a mediados de los setenta y al uso de la violencia policial contra trabajadores y jóvenes. Hay muchos ejemplos, pero permítanme señalar brevemente uno de los más significativos: la campaña en defensa de Gary Tyler.
Como los camaradas han visto en la reciente cobertura de Gary Tyler en el WSWS, la defensa de este joven incriminado y encarcelado por un sistema judicial viciosamente racista y antiobrero, fue una campaña de inmensa importancia en la historia de nuestro partido. Incluyó dos conferencias en 1976, en Detroit y Harlem, que reunieron a 700 trabajadores y jóvenes. La campaña orientó a los Young Socialists (Jóvenes Socialistas), la organización juvenil de la Workers League, hacia la clase obrera. Los Young Socialists reunieron más de 100.000 firmas en defensa de Tyler, así como el respaldo de sindicatos que representaban a millones de trabajadores. El folleto , La incriminación fraudulenta de Gary Tyler, se vendió por decenas de miles.[57]
Fue a través de la campaña de Gary Tyler que la Workers League conoció al trabajador de tránsito de la ciudad de Nueva York Ed Winn, quien había nacido y crecido en el sur bajo el régimen de Jim Crow. El camarada Fred Mazelis, en un ensayo para el 25º aniversario de la muerte de Winn, señaló que también fue Henehan quien “desempeñó el papel clave en el reclutamiento de Ed Winn a la Workers League”. Winn se unió a la Workers League a principios de 1976.
Tras el asesinato de Henehan, Winn ganó el apoyo de miles de trabajadores del transporte público de Nueva York para llevar a juicio a los asesinos. En diciembre de 1977, Winn ganó las elecciones a la junta del Local 100 del sindicato TWU en Nueva York, presentándose con un programa que abogaba por la construcción de un partido obrero basado en políticas socialistas. En la huelga de los trabajadores del transporte neoyorquinos de 1980, Winn desempeñó un papel importante oponiéndose a los esfuerzos de la burocracia del TWU para traicionar la lucha.
Fue en este contexto de una creciente contraofensiva de la clase dominante en el que la Workers League refinó y desarrolló la reivindicación del partido obrero. Trazó líneas de demarcación más nítidas contra las concepciones reformistas. Se opuso explícitamente a delegar a los sindicatos el trabajo de construir el partido obrero. Como escribe el camarada North:
El partido intentaba formular más exactamente la relación entre la lucha por el partido obrero y el desarrollo de la Workers League como partido revolucionario. Habíamos llegado a reconocer que existía el peligro de que la lucha por el establecimiento del partido revolucionario se viera empañada por la demanda de un partido obrero de carácter políticamente indefinido. Reconocíamos el peligro persistente de que las tareas independientes del movimiento revolucionario pudieran perderse en la demanda general de la formación de otro partido de la clase obrera. Además, la forma en que el llamamiento a crear un partido obrero se formulaba como una “exigencia” dirigida a la burocracia sindical conllevaba el peligro de subordinar la Workers League a las maniobras de esa burocracia.[58]
La elaboración del documento de perspectivas de 1978 fue anticipada por los documentos de noviembre de 1975 y enero de 1977. La resolución de 1975 afirmaba:
La Workers League lucha por el partido obrero desde el punto de vista de la lucha por el poder y la construcción del partido revolucionario de masas. El partido obrero es un primer paso necesario que la clase obrera debe dar como preparación para la lucha por el poder. Pero nunca debe ser visto como una especie de panacea ni sustituto del partido revolucionario.[59]
La resolución sobre perspectivas de 1977 lo explica de este modo:
Al insistir en la necesidad de intensificar la campaña por el partido obrero, los camaradas no deben olvidar nunca que la cuestión decisiva es la construcción de la Workers League y su transformación en el partido revolucionario de masas. Luchamos por el partido obrero solo desde este punto de vista.[60]
La huelga de mineros de 1977-1978 marcó un hito en el compromiso del partido con la clase obrera y en su desarrollo de la reivindicación del partido obrero. La lucha de 111 días, que comenzó el 6 de diciembre de 1977 y terminó el 19 de marzo de 1978, demostró el colosal poder de la clase obrera. Los mineros desafiaron una orden de vuelta al trabajo del presidente Jimmy Carter bajo la Ley Taft-Hartley. “Taft puede minar, Hartley puede transportar y Carter puede empujar”, dijeron los mineros. O, como decían, “Carter ha dado su orden. Ahora que venga a Kentucky y la haga cumplir”.
La influencia de la Workers League era inmensa. La publicación en el Bulletin de un acuerdo provisional filtrado provocó la derrota de un intento del UMW de traicionar la huelga. Se cuenta que al día siguiente se encontró a un exasperado Jimmy Carter agitando el Bulletin en el Despacho Oval, preguntando: “¿Quiénes son estos tipos?”. El exitoso desafío de los mineros a Carter, al igual que las revoluciones y el colapso de los Estados clientelares de EE.UU. en Irán y Nicaragua, condujeron al fracaso de su Gobierno. La clase dirigente perdió confianza en Carter.
Pero aunque los mineros derrotaron a Carter, no ganaron. La derrota fue arrancada de las fauces de la victoria por el UMW, que impuso lo que en realidad fue un contrato de concesiones a la patronal.
La amplia intervención del partido culminó en el panfleto de abril de 1978, Lecciones de la huelga minera. Representó una fuerte advertencia a la clase obrera que resultó ser terriblemente acertada:
La lección fundamental de la huelga de los mineros es la necesidad de construir una dirección revolucionaria en el seno de la clase obrera. La huelga de los mineros marca el fin para siempre del periodo de compromiso de clases, basado en el auge económico, y el comienzo de un periodo de confrontación de clases más explosiva... Demuestra que el nivel de vida, los derechos sindicales, las prestaciones médicas y de jubilación –cada una de las conquistas obreras desde los años treinta— no pueden defenderse hoy fuera de una lucha por destruir el propio sistema. En el fondo, esto significa una lucha de la clase obrera para tomar el poder en sus propias manos... Pero no se puede dar ni un solo paso adelante en esta lucha sin la construcción y formación de una dirección revolucionaria en la clase obrera.[61]
La apreciación por parte de la Workers League de los cambios en las relaciones de clases a escala mundial, evidenciada en su análisis de la huelga del carbón, sentó las bases para un importante desarrollo crítico en la reivindicación del partido obrero en la resolución de perspectivas de 1978 La crisis económica y política mundial y la agonía del imperialismo estadounidense, que fue presentada por el Comité Político el 7 de noviembre de 1978.
El documento comienza con un profundo análisis de la crisis económica mundial. Los camaradas Nick y Max ya se han ocupado de esta cuestión. Basta con decir aquí que la Workers League basó todo su trabajo político en una valoración objetiva de la economía estadounidense y mundial en un momento de intensa transición. Este análisis ayudó a sentar las bases para el desarrollo del análisis del corporativismo y las burocracias sindicales en los años ochenta y su análisis de la globalización en la década de 1990. Permítanme citar el preámbulo del documento:
El sistema capitalista mundial se encuentra al borde de la mayor catástrofe económica y política de su historia. Durante los siete años transcurridos desde el colapso del Acuerdo de Bretton Woods, la burguesía internacional ha agotado prácticamente todos sus recursos financieros, así como los mecanismos de crédito en los que se ha apoyado desde el 15 de agosto de 1971 para evitar el desastre económico.[62]
Le sigue un análisis histórico, “El auge y la caída de la República del Dólar”. En medio de los fuertes indicios de su declive y decadencia en la década de 1970, explica el surgimiento del capitalismo estadounidense en un periodo anterior. Esta obra sigue siendo fundamental para nuestros trabajos sobre la historia de Estados Unidos. El documento expone la bancarrota de las teorías del excepcionalismo estadounidense, la visión pragmática de la historia de Estados Unidos según la cual “la tierra de la leche y la miel” es inmune a las leyes de la historia. En él se señala:
La historia de la clase obrera solo puede comprenderse en su relación dialéctica con el crecimiento de las fuerzas productivas del capitalismo estadounidense. Pero Estados Unidos no puede entenderse si no es desde el punto de vista de la historia del capitalismo europeo y del crecimiento del mercado mundial. Si hay algo “excepcional” o “peculiar” en Estados Unidos, es esto: que las leyes del desarrollo del capitalismo mundial se han desarrollado más plenamente y han encontrado su máxima expresión en este país.[63]
El documento explica que Estados Unidos, un antiguo baluarte del “orden”, se había convertido en el centro de la crisis del capitalismo.
La clase obrera ha llegado a un punto de inflexión histórico. Durante cuarenta años, ha sido capaz de obtener conquistas y defender sus derechos a través de las luchas sindicales. Pero el estallido de la crisis significa ahora que el sindicalismo combativo del pasado, aunque sea un requisito previo absolutamente esencial, es hoy por sí solo completamente inadecuado para detener los ataques de la clase dominante. La crisis producirá grandes cambios en la conciencia de millones de personas. La América que hasta ahora veían como “la tierra de las oportunidades ilimitadas” será vista como “la tierra del sufrimiento ilimitado”.[64]
Luego explicaba que la reivindicación del partido obrero no implicaba la creación de un aparato electoral ni una organización reformista al estilo del Partido Laborista británico, sino una estrategia de poder basada en una perspectiva socialista internacional. El documento rechazaba cualquier noción que dejara el trabajo de la construcción del partido obrero al movimiento espontáneo de las masas o a facciones supuestamente progresistas de la burocracia.
Son la crisis y la revolución mundiales las que están proporcionando el impulso para la irrupción de la clase obrera en el campo de la lucha política de clase independiente. El surgimiento de un partido obrero de masas será el vínculo histórico de las luchas de la clase obrera estadounidense con la nueva etapa de la revolución mundial...
La Workers League insiste en que el partido obrero está en el centro mismo de la estrategia revolucionaria en Estados Unidos... Pero hay un matiz decisivo: la lucha por el partido obrero procede y es inseparable de la lucha por construir la Workers League como la dirección revolucionaria de la clase obrera. El partido obrero no aparecerá espontáneamente...
Cualquier discusión sobre el partido obrero que vea esto al margen de la lucha activa por la dirección revolucionaria dentro de la clase obrera no es más que una forma de oportunismo y traición. La vieja concepción formal de que se necesita un partido obrero para que la clase obrera “madure” para estar lista para las ideas revolucionarias se basa en el escepticismo pequeñoburgués sobre el papel tanto de la clase obrera como del partido revolucionario. El argumento implícito en esta perspectiva es que la clase obrera debe pasar primero por la escuela del reformismo del partido obrero antes de poder movilizarse en torno a un programa revolucionario. En la práctica, esta posición significa servilismo a la burocracia sindical. Además, el Partido queda relegado a un segundo plano porque el desarrollo del partido obrero se considera algo separado de la lucha del Partido y de la formación de los cuadros como marxistas...
Es a través de la forma de la lucha por el partido obrero que el marxismo debe introducirse en la clase obrera estadounidense. Es decir, el contenido esencial de la lucha por el partido obrero es la formación de cuadros marxistas revolucionarios de la clase obrera, la juventud, los estudiantes y todos los estratos dispuestos a luchar contra el capitalismo... el partido obrero mismo, como la forma transicional a través de la cual pasará el movimiento espontáneo de las masas en el camino al poder, será el subproducto histórico de la lucha por el marxismo librada por la Workers League.[65]
A continuación, el documento hace esta profunda declaración, que se hace eco de la afirmación de Trotsky del Programa de Transición de que la crisis de la humanidad se reduce principalmente al problema de la dirección:
La cuestión del partido obrero no es solo un problema de la clase obrera en general. Es principalmente un problema de la conciencia de la vanguardia revolucionaria. La clase obrera no se ha liberado del dominio de la burguesía porque aún no ha surgido una dirección revolucionaria lo suficientemente madura y fundamentada ideológicamente en el marxismo para desviar el movimiento espontáneo de la clase obrera hacia canales revolucionarios conscientemente dirigidos. La Workers League –y solo la Workers League— está construyendo esa dirección.[66]
La resolución de perspectivas de 1978 representó un desarrollo cualitativo de la demanda del partido obrero. A diferencia de la iteración de Cannon de 1954, no reconocía papel alguno para la burocracia sindical. Se asignaba a la vanguardia revolucionaria la tarea decisiva de llevar a cabo esa labor. El documento de 1978 instaba a una rebelión de las bases, de hecho, una guerra civil contra la burocracia sindical. En este sentido, sentó las bases de nuestra posición actual sobre los sindicatos.
La sección del documento titulada “La continuidad histórica del trotskismo como base de la formación de cuadros y la lucha contra el pragmatismo” es una lectura esencial. Comienza con este profundo pasaje, que se debatió ampliamente en la Escuela de Verano de 2015:
No puede haber un giro real hacia la clase obrera fuera de la lucha consciente por preservar las líneas de continuidad histórica entre las luchas actuales de la clase obrera y el partido revolucionario como unidad de contrarios y todo el contenido de las experiencias históricas objetivas de la clase y el desarrollo del bolchevismo. Solo desde el punto de vista de la lucha por fundamentar todo el trabajo del Partido en las conquistas históricas de la lucha contra el revisionismo y en el inmenso capital político y teórico que es la herencia dejada por Trotsky a la Cuarta Internacional, puede montarse seriamente la lucha contra el pragmatismo en las filas del Partido y, por tanto, en la propia clase obrera. No bien se separa la lucha contra el pragmatismo de la lucha por mantener las conexiones históricas directas entre la práctica diaria de los cuadros y el conjunto de experiencias históricas por las que ha pasado el movimiento trotskista, éste se degenera en las formas más impotentes de discusiones verbales. O, para decirlo con más precisión, se convierte simplemente en otra variedad del propio pragmatismo.[67]
Toda esta sección, en la que se repasan los orígenes y características del pragmatismo, debe ser asimilada por todos los camaradas hoy en día, particularmente en EEUU, donde el pragmatismo sigue siendo la ideología oficial de la burguesía. Algunos de los pasajes más importantes son los siguientes:
Cuando Wohlforth tiró por la borda más de una década de historia política sin siquiera dar una explicación, simplemente estaba actuando según la perspectiva de ese famoso pragmático que fue Henry Ford, quien una vez explicó la esencia de su cosmovisión con las palabras: “¡La historia es una tontería!”. Las razones del predominio del pragmatismo como ideología nacional hay que buscarlas en las características particulares del desarrollo histórico de Estados Unidos. Como explicó Trotsky: “En ningún otro país ha habido tal rechazo de la lucha de clases como en el país de las 'oportunidades ilimitadas'. La negación de las contradicciones sociales como fuerza motriz del desarrollo condujo a la negación de la dialéctica como la lógica de las contradicciones en el dominio del pensamiento teórico...”.
Ahora, las condiciones objetivas hacen posible un ajuste de cuentas definitivo con el pensamiento pragmático, cuya bancarrota se hace cada día más evidente. La transformación de la “tierra de las oportunidades ilimitadas” en la “tierra del sufrimiento ilimitado” producirá inmensas posibilidades para el desarrollo del marxismo. Podemos parafrasear de nuevo a Trotsky: La aceptación de las contradicciones sociales como fuerza motriz del desarrollo conducirá a la aceptación de la dialéctica como lógica de las contradicciones en el ámbito del pensamiento teórico. Pero la lucha contra el pragmatismo debe librarse conscientemente en el seno del Partido cada día. La esencia de esta lucha es la formación de cuadros sobre la base de la continuidad histórica del trotskismo...[68]
Por último, esta sección del documento concluye con esta poderosa recapitulación, cuyo contenido debe ser asimilado por todos los cuadros del CICI en la actualidad:
Pero los cuadros del partido revolucionario deben ser entrenados para que puedan percibir sensiblemente la crisis mundial desde el más alto desarrollo de la práctica históricamente elaborada del movimiento trotskista mundial, el Comité Internacional. En otras palabras, el desarrollo de la crisis y de la lucha de clases solo puede comprenderse a través de la práctica objetiva, colectiva, históricamente verificada y científica del Partido.[69]
La resolución de perspectivas de 1978 representa un hito en el desarrollo de la Workers League y del CICI tras la dimisión de Wohlforth. Será objeto de futuras conferencias. Cada sección de la resolución de perspectivas de 1978 es extremadamente rica y requiere un estudio cuidadoso.
Conclusión
La humillación de Carter a manos de los mineros del carbón en 1977-1978 aseguró la destrucción de su Gobierno y allanó el camino a Reagan. Pero antes de dejar el cargo, Carter colaboró en 1979 con la burocracia del UAW para rescatar a Chrysler, mediante el empobrecimiento de su mano de obra. A cambio, se le concedió al jefe del UAW, Douglas Fraser, un puesto en la junta directiva de la empresa.
Ese mismo año, Carter nombró a Paul Volcker, ejecutivo del Chase Manhattan Bank, para dirigir la Reserva Federal. Volcker elevó los tipos de interés por encima del 20 por ciento, creando el mayor nivel de desempleo desde la Gran Depresión. “El nivel de vida del estadounidense promedio tiene que bajar”, declaró.[70]
Los sindicatos no ofrecieron resistencia a la devastación social que destrozó ciudades enteras, las viejas ciudadelas de poder de la clase obrera como Detroit, Chicago, San Luis, Búfalo, Pittsburgh y muchas más. Y en 1980, Carter trazó planes complejos para aplastar a un pequeño sindicato federal de controladores aéreos, PATCO.
Reagan ejecutó entonces el aplastamiento de PATCO en 1981. La Workers League intervino fuertemente en la lucha y dirigió la campaña de defensa de los controladores aéreos encarcelados, incluido el controlador Ron May, quien se unió al partido. Decir que la burocracia sindical de la AFL-CIO no hizo nada para ayudar a PATCO, a pesar de que las acciones de Reagan significaban una declaración de guerra de clases, sería un gran eufemismo.
La burocracia sindical colaboró activamente con el Gobierno de Reagan contra PATCO. La AFL-CIO, los Teamsters, la Asociación Internacional de Maquinistas y los sindicatos de pilotos y auxiliares de vuelo ordenaron a sus afiliados cruzar los piquetes de los controladores aéreos. La derrota de PATCO preparó el terreno para una serie de derrotas aplastantes a lo largo de la década de 1980, todas ellas siguiendo el mismo patrón: Phelps Dodge, Greyhound, Continental Airlines, AT Massey Coal, Pan American, Hormel, TWA, International Paper, Pittston Coal. Se podría seguir.
Se estaba produciendo un cambio cualitativo fundamental. Ya no se podía explicar el nivel de traición que suponía la connivencia de los sindicatos en los ataques contra “sus propias” bases atribuyéndolo a las características personales de los dirigentes –la avaricia, la estupidez, la deshonestidad—, aunque estas cualidades se evidenciaron ampliamente a lo largo de la década de 1980.
Se trataba de una capa social cuyos intereses materiales, objetivamente, ya no coincidían con los de los trabajadores que decían representar. Bajo el impacto de la globalización, los sindicatos se estaban transformando en instrumentos de la patronal, y su riqueza estaba ligada a la explotación de los trabajadores, y no a su defensa, como nos dice el diccionario.
Nuestro análisis de la reivindicación del partido obrero termina antes de este periodo. Sin embargo, es posible discernir a partir de la discusión anterior el desarrollo de la posición del partido de que ya no era posible hablar de formar un partido obrero a partir de los sindicatos. La transformación de la relación de los sindicatos con los trabajadores en el transcurso de la década de 1980 y principios de la de 1990 –que coincidió con la restauración del capitalismo en la URSS por parte de la mayor de las burocracias obreras, el Estado estalinista— excluía esta posibilidad.
La Workers League ganó a varios trabajadores importantes al trotskismo en este periodo, entre ellos Ed Winn y Jim Lawrence. Ejerció una influencia real entre sectores enteros de la clase obrera, como demuestra su intervención en la huelga de mineros de 1977-1978. Pero la situación objetiva no era favorable. Aunque entre los trabajadores prevalecía un sentimiento de solidaridad militante, no se comprendía ampliamente la necesidad de una política socialista para guiar la lucha. Las décadas de anticomunismo tuvieron un impacto acumulado. Los trabajadores estadounidenses no estaban preparados para la magnitud de las traiciones de la AFL-CIO en los años ochenta. A esto hay que añadir la confusión introducida por los pablistas y otros revisionistas entre los trabajadores y la juventud.
Sin embargo, este periodo sentó unas bases cruciales para lo que vendría después. Basándose en su profundo compromiso con la historia del CICI y su giro hacia la clase obrera a raíz del asunto sobre Wohlforth, la Workers League fue capaz de extraer lecciones de las aplastantes derrotas de la década de 1980 y de la transformación de los sindicatos. Por encima de todo, el declive de las viejas organizaciones de masas –los sindicatos, la socialdemocracia y los Estados estalinistas— y la globalización de la producción económica ofrecían nuevas posibilidades revolucionarias.
A la inversa, el reflujo del movimiento de masas de la clase obrera británica después de 1974 encontró al WRP aferrándose cada vez más desesperadamente a las viejas organizaciones que estaban siendo arrastradas mar adentro: el laborismo, el nacionalismo tercermundista y la burocracia soviética. En lugar de llevar a cabo un análisis objetivo del periodo y rearmarse con las conquistas históricas y teóricas del trotskismo, el WRP repitió su mantra de “la naturaleza invicta de la clase obrera”.
Los dirigentes del WRP no se fueron a la ofensiva contra el revisionismo, porque para hacerlo habrían tenido que reconocer la creciente influencia del revisionismo en sus propias filas, incluso en la dirección. Como señala David North en The Heritage We Defend, “ni un solo dirigente del WRP escribió siquiera un artículo analizando la teoría y la política de la traición de Wohlforth”. Esta indiferencia, escribe, “expresaba una indiferencia teórica que reflejaba el giro del WRP, ya muy avanzado, alejándose de la lucha que antes había librado contra el revisionismo”.
A continuación, North contrastó la profunda lucha de la Workers League contra el revisionismo de Wohlforth y la manera burocrática en que el WRP expulsó a Alan Thornett, un tema que se tratará en otra conferencia. David concluyó:
Para la Workers League, la lucha contra Wohlforth constituyó un capítulo crucial en su desarrollo político como partido trotskista capaz de echar raíces en las luchas de la clase obrera estadounidense. Para el WRP, por otra parte, la disputa con Thornett resultó ser una etapa más en su crisis política cada vez más profunda, que conduciría finalmente a su colapso.[71]
Toda la experiencia, desde la intervención de la SLL para retomar la demanda del partido obrero, pasando por la renegación política de Wohlforth y el giro hacia la clase obrera, atestigua la importancia del Comité Internacional como Partido Mundial de la Revolución Socialista y la necesidad de un cuidadoso estudio y asimilación de la historia del movimiento trotskista por parte de sus cuadros.
Para concluir, permítanme citar una carta de David a Mike Banda del 23 de enero de 1984:
Por muy prometedores que parezcan ciertos avances en el trabajo nacional de las secciones, como nuestras propias experiencias en diversas luchas sindicales, no producirán un progreso real para las secciones implicadas a menos que dicho trabajo esté guiado por una perspectiva internacional científicamente elaborada. Cuanto más se orienta la Workers League hacia la clase obrera, más sentimos la necesidad de una colaboración más estrecha con nuestros camaradas internacionales para impulsar el trabajo.[72]
Este debe seguir siendo el enfoque del CICI hoy, cuando tenemos avances tan prometedores en el trabajo de las secciones nacionales.
Tim Wohlforth, “Max Shachtman and American Pragmatism,” 4 de diciembre de 1972. Republicado en Trotskyism Versus Revisionism, Volume 7 (Detroit: Labor Publications, 1984), págs. 325-26. URL: https://www.marxists.org/history/etol/document/fi/tvsr/Trotskyism-Versus-Revisionism-Volume-7.pdf
Carta de G. Healy a Tim Wohlforth, 22 de diciembre de 1972, Trotskyism Versus Revisionism, Volume 7 (Detroit: Labor Publications, 1984), pág. 228.
David North, Prólogo de Trotskyism Versus Revisionism, Volume 7 (Detroit: Labor Publications, 1984), págs. viii-ix.
David North y Alex Steiner, “The Fourth International and the Renegade Wohlforth,” marzo-mayo de 1976. Republicado en Trotskyism Versus Revisionism, Volume 7 (Detroit: Labor Publications, 1984), pág. 169.
Ibid., pág. 172.
Ibid., pág. 173.
David North, “Wohlforth—On to the Platform of Shame,” 13 de enero de 1977. Republicado en Trotskyism Versus Revisionism, Volume 7 (Detroit: Labor Publications, 1984), pág. 318.
Carta de Jack Barnes a Tim Wohlforth, 24 de junio de 1975, Trotskyism Versus Revisionism, Volume 7 (Detroit: Labor Publications, 1984), págs. 289-91.
Partido Socialista por la Igualdad (EE.UU.), Las bases históricas e internacionales del Partido Socialista por la Igualdad (Oak Park: Mehring Books, 2008). URL: https://www.wsws.org/es/articles/2010/03/15/spp1-m15.html
David North y Alex Steiner, “The Fourth International and the Renegade Wohlforth,” marzo-mayo 1976. Republicado en Trotskyism Versus Revisionism, Volume 7 (Detroit: Labor Publications, 1984), pág. 71.
Ibid., pág. 79.
Ibid., pág. 80.
Ibid., pág. 110.
Ibid., pág. 93.
David North, “Report to the Second National Congress of the Socialist Equality Party,” 8 de julio de 2012. Republicado en The Frankfurt School, Postmodernism and the Politics of the Pseudo-left (Oak Park: Mehring Books, 2015), pág. 216
Tim Wohlforth, citado en “The Fourth International and the Renegade Wohlforth,” marzo-mayo de 1976. Republicado en Trotskyism Versus Revisionism, Volume 7 (Detroit: Labor Publications, 1984), pág. 113.
David North, “The Fourth International and the Renegade Wohlforth,” marzo-mayo de 1976. Republicado en Trotskyism Versus Revisionism, Volume 7 (Detroit: Labor Publications, 1984), pág. 113.
Ibid., pág. 116.
Carta de Tim Wohlforth a Gerry Hearly, 7 de junio de 1974, citado en “The Fourth International and the Renegade Wohlforth,” Marzo-mayo de 1976. Republicado en Trotskyism Versus Revisionism, Volume 7 (Detroit: Labor Publications, 1984), pág. 118.
Manifiesto del Sexto Congreso del Comité Internacional, citado en “The Fourth International and the Renegade Wohlforth,” marzo-mayo de 1976. Republicado en Trotskyism Versus Revisionism, Volume 7 (Detroit: Labor Publications, 1984), pág. 131-32.
Tim Wohlforth, citado en “The Fourth International and the Renegade Wohlforth,” marzo-mayo de 1976. Republicado en Trotskyism Versus Revisionism, Volume 7 (Detroit: Labor Publications, 1984), pág. 132.
David North, “The Fourth International and the Renegade Wohlforth,” marzo-mayo de 1976. Republicado en Trotskyism Versus Revisionism, Volume 7 (Detroit: Labor Publications, 1984), pág. 133.
Ibid., pág. 137.
Ibid., pág. 139.
Carta de Mike Banda a Tim Wohlforth, February 1973, Trotskyism Versus Revisionism, Volume 7 (Detroit: Labor Publications, 1984), pág. 236.
León Trotsky, Whither France?, New Park Publications, pág. 97, citado en “The Fourth International and the Renegade Wohlforth,” marzo-mayo de 1976. Republicado en Trotskyism Versus Revisionism, Volume 7 (Detroit: Labor Publications, 1984), pág. 142.
David North, “The Fourth International and the Renegade Wohlforth,” marzo-mayo de 1976. Republicado en Trotskyism Versus Revisionism, Volume 7 (Detroit: Labor Publications, 1984), pág. 142.
Tim Wohlforth, citado en “The Fourth International and the Renegade Wohlforth,” marzo-mayo de 1976. Republicado en Trotskyism Versus Revisionism, Volume 7 (Detroit: Labor Publications, 1984), pág. 144.
León Trotsky, Writings, 1933-34, New Park Publications, pág. 97, citado en “The Fourth International and the Renegade Wohlforth,” marzo-mayo de 1976. Republicado en Trotskyism Versus Revisionism, Volume 7 (Detroit: Labor Publications, 1984), pág. 144.
David North, “The Fourth International and the Renegade Wohlforth,” marzo-mayo de 1976. Republicado en Trotskyism Versus Revisionism, Volume 7 (Detroit: Labor Publications, 1984), pág. 145.
Tim Wohlforth, citado en “The Fourth International and the Renegade Wohlforth,” marzo-mayo de 1976. Republicado en Trotskyism Versus Revisionism, Volume 7 (Detroit: Labor Publications, 1984), pág. 146.
David North, “The Fourth International and the Renegade Wohlforth,” marzo-mayo de 1976. Republicado en Trotskyism Versus Revisionism, Volume 7 (Detroit: Labor Publications, 1984), pág. 146-48.
Ibid., pág. 155.
Tim Wohlforth, citado en “The Fourth International and the Renegade Wohlforth,” marzo-mayo de 1976. Republicado en Trotskyism Versus Revisionism, Volume 7 (Detroit: Labor Publications, 1984), pág. 159.
David North, “The Fourth International and the Renegade Wohlforth,” marzo-mayo de 1976. Republicado en Trotskyism Versus Revisionism, Volume 7 (Detroit: Labor Publications, 1984), pág. 159-60.
Ibid., pág. 161.
Ibid., pág. 164.
Ibid., pág. 203.
Ibid., págs. 204-5.
David North, Prólogo de Trotskyism Versus Revisionism, Volume 7 (Detroit: Labor Publications, 1984), pág. x
David North, The Heritage We Defend: A Contribution to the History of the Fourth International (Oak Park: Mehring Books, 1988), pág. 451. URL: https://www.wsws.org/en/special/library/heritage/32.html
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Ibid.
Ibid.
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“The World Economic-Political Crisis,” pág. 1.
Ibid., págs. 14-15.
Ibid., pág. 23.
Ibid., págs. 23-24.
Ibid., pág. 25.
Ibid., pág. 36.
Ibid., pág. 37.
Ibid., pág. 39.
Steven Rattner. “Volcker Asserts U.S. Must Trim Living Standards.” New York Times, 18 de octubre de 1979, archivo. https://www.nytimes.com/1979/10/18/archives/volcker-asserts-us-must-trim-living-standard-warns-of-inflation.html.
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https://www.wsws.org/en/special/library/the-icfi-defends-trotskyism-1982-1986/05.html.
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