La siguiente conferencia fue impartida por Max Boddy, secretario nacional adjunto del Partido Socialista por la Igualdad (SEP; Australia) en la escuela internacional de verano del SEP (EE. UU.), celebrada entre el 30 de julio y el 4 de agosto de 2023. Todas las conferencias están disponibles aquí.
Introducción
Los años 1967-1971 marcaron un período de inmensa agitación social, política y económica. Lejos de las promesas de los apologistas liberales o de los revisionistas pequeñoburgueses de que habría décadas de paz y estabilidad, dejando la cuestión de una revolución socialista fuera de la mesa, el final de la década de 1960 demostró que las contradicciones fundamentales del capitalismo no habían sido superadas. En rápida sucesión, todos los puntales económicos establecidos para mantener el capitalismo en el auge que siguió a la Segunda Guerra Mundial se vinieron abajo.
Para entender el final de la década de 1960, es importante situar el periodo en su contexto histórico. A partir de 1914, el mundo se vio acosado por más de 30 años de conmoción sangrienta y brutal. Esto incluyó los horrores de la Primera Guerra Mundial, una pandemia mundial, la Gran Depresión, el ascenso del fascismo y su destrucción física de los sectores más avanzados de los trabajadores, las purgas estalinistas, la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto.
Europa se encontraba en 1945 sumida en el caos y la ruina. Gran parte de las fuerzas productivas quedaron diezmadas y una vasta proporción de la población liquidada en la matanza imperialista y sus consecuencias.
Estados Unidos salió de la guerra como la potencia imperialista dominante y trató de estabilizar el orden capitalista mundial. Pudo lograrlo gracias a que los partidos socialdemócratas y, sobre todo, estalinistas dieron al capitalismo el respiro necesario. Colaboraron con los Gobiernos burgueses para suprimir y estrangular los masivos movimientos revolucionarios de los trabajadores que siguieron a la barbarie de la Segunda Guerra Mundial.
La base económica de esta estabilización se debió a los cuantiosos daños sufridos por las economías europea y asiática durante la guerra, junto a la pujanza económica de la industria estadounidense derivada de los avances en los métodos productivos.
Pero esta reactivación económica, que daba la impresión de una inmensa estabilidad y que en ciertos países condujo a una mejora de las condiciones sociales de los trabajadores, conllevaba las condiciones mismas de su hundimiento.
El periodo de posguerra ejerció inmensas presiones políticas sobre la Cuarta Internacional. Los trotskistas británicos, la Socialist Labour League (SLL; Liga Socialista de los Trabajadores), desempeñaron un papel esencial en la preservación de las líneas de continuidad del trotskismo a finales de los años cincuenta y sesenta. El trabajo realizado en este periodo sentó las bases para el desarrollo del Comité Internacional en todo el mundo, incluida la fundación de nuevas secciones, frente a la degeneración oportunista.
Al analizar el auge de la posguerra, el final de la década de 1960 y las contradicciones que subyacían su apariencia superficial, trataremos los temas de economía política, el curso del desarrollo capitalista y cómo las contradicciones internas del capitalismo conducen a su colapso.
Ernest Mandel — dirigente del Secretariado Unificado pablista
Abordar estas cuestiones críticas exige analizar las posiciones defendidas por Ernest Mandel, quien intentó formular una justificación económica del rechazo del pablismo al papel revolucionario de la clase obrera. Afirmaba que el capitalismo había alcanzado una nueva etapa, en la que las potencias imperialistas habían resuelto las contradicciones internas que dieron lugar a la barbarie de principios del siglo XX. Inicialmente se refirió a este nuevo periodo como “neocapitalismo”.
Para ir al grano, la adhesión de Mandel al pablismo no surgió de una teoría económica incorrecta, sino al revés. Su análisis económico se basaba en su rechazo del papel revolucionario de la clase obrera como sepulturera del capitalismo.
Mandel fue durante mucho tiempo el líder del Secretariado Unificado revisionista. Nacido en 1923 en Fráncfort, Alemania, se unió al movimiento trotskista en Bélgica tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Tras la guerra, y todavía con poco más de veinte años, se opuso con vehemencia a cualquier tendencia que sugiriera que el estalinismo tenía un papel progresista. Esto cambió con la aparición del pablismo a finales de la década de 1940.
Mandel se adaptó a la reestabilización del régimen burgués que siguió a la crisis inmediata tras la guerra. Planteó que se habían superado las contradicciones que condujeron al derrumbe del capitalismo mundial en 1914 y que impulsaron las luchas revolucionarias de la clase obrera.
La justificación principal de esta postura era que las potencias imperialistas no volverían a permitir una crisis catastrófica como la de los años treinta. Rechazó un principio central del marxismo: que las contradicciones internas del capitalismo conducen inevitablemente a su colapso. Por lo tanto, según el análisis de Mandel, ya no existe ninguna necesidad objetiva de una revolución socialista.
En un artículo de 1964 para la publicación anual Socialist Register, Mandel escribió:
La necesidad de evitar a toda costa que se repita una depresión como la de 1929 se ha convertido en una cuestión de vida o muerte para el capitalismo en las condiciones de la guerra fría y del ascenso de fuerzas anticapitalistas a escala mundial. Las técnicas de políticas anticíclicas y de redistribución del poder adquisitivo por parte de cada Estado se desarrollan a una escala cada vez mayor. Ahora el Estado garantiza directa e indirectamente las ganancias privadas de formas que van desde las subvenciones encubiertas hasta la “nacionalización de las pérdidas”, y este aspecto del capitalismo contemporáneo se ha convertido en uno de sus aspectos más notables.[1]
En otras palabras, el Estado imperialista se ha vuelto capaz de superar las contradicciones del capitalismo mediante una serie de controles y equilibrios. Este era un keynesianismo disfrazado de terminología que sonaba marxista: mediante la intervención del Estado, la clase dominante era capaz de regular la economía capitalista para evitar un colapso de la magnitud de la década de 1930. Esta era la justificación económica del liquidacionismo pablista.
La posición de Mandel fue explicada quizás aún más claramente en un panfleto de 1965 titulado Una estrategia socialista para Europa Occidental, publicado por el Institute for Workers’ Control en Reino Unido. Se trataba de una organización formada por varios exestalinistas, laboristas de “izquierda” y secciones “izquierdistas” de los aparatos sindicales.
Empezaba así:
El debate sobre la estrategia socialista en Europa occidental debe comenzar con la suposición de que, en la próxima década, no habrá ni una guerra mundial ni una crisis económica tan grave como la de 1929-1933.[2]
Ninguna otra afirmación pudo haber expuesto más claramente la perspectiva básica del revisionismo de Mandel y su ataque dirigido a los fundamentos mismos del marxismo.
¿Cuál es la estrategia del partido revolucionario? Ésta se basa en la comprensión de la naturaleza de la época como una época de guerras y revoluciones en la que la tarea fundamental del partido revolucionario es preparar a la clase obrera para la lucha por el poder político.
Trotsky abordó esta importantísima cuestión en La Tercera Internacional después de Lenin, donde escribió:
Los principios básicos de la estrategia revolucionaria se formularon naturalmente desde el momento en que el marxismo planteó por primera vez a los partidos revolucionarios del proletariado la tarea de la conquista del poder mediante la lucha de clases.[3]
La Primera Internacional solo pudo formular teóricamente estos principios cuando el capitalismo aún estaba en ascenso.
La época de la Segunda Internacional –continuó Trotsky— condujo a métodos y puntos de vista según los cuales “el movimiento lo es todo, el objetivo final nada”, como dijo famosamente Bernstein. En otras palabras, la tarea estratégica desapareció, disolviéndose en el “movimiento” cotidiano, incluyendo sus tácticas parciales dedicadas a los problemas del día.
Solo la Tercera Internacional corrigió la estrategia revolucionaria del comunismo y subordinó completamente los métodos tácticos a ella.[4]
Pero según Mandel, la época revolucionaria que había iniciado con la Primera Guerra Mundial había terminado, dando paso a un nuevo periodo de desarrollo orgánico y pacífico del capitalismo. Nunca más las contradicciones del capitalismo alcanzarían tal intensidad que la cuestión del poder político se pondría a la orden del día.
En realidad, la década de 1965-75 estuvo marcada por la crisis económica más importante desde la Gran Depresión de los años treinta y el estallido de una serie de batallas de clases.
Mandel también afirmó que una guerra nuclear no era posible, solo dos años y medio después de la crisis de los misiles en Cuba de octubre de 1962, que había puesto al mundo al borde de una catástrofe nuclear.
También hay que recordar que la primera muestra del liquidacionismo pablista fue la tesis de la guerra-revolución, según la cual una guerra nuclear entre EE.UU. y la Unión Soviética permitiría una transformación socialista, involucrando varios siglos de Estados obreros deformados. Mandel abordó las nuevas realidades que había descubierto sin dar cuenta, por supuesto, de la perspectiva con la que se había alineado poco más de una década antes.
La perspectiva mundial del socialismo y el análisis de la SLL sobre el auge de la posguerra
La esencia de la economía política marxista, que se fundamenta en la comprensión de la naturaleza de la época imperialista, consiste en penetrar las formas de apariencia generadas por el capitalismo para revelar las contradicciones subyacentes y, a partir de esto, preparar a la vanguardia de la clase obrera para las tareas planteadas por estas contradicciones. Las tácticas deben responder a la situación inmediata y al desarrollo de la lucha de clases, pero deben basarse en estas bases.
Además, cualquier análisis de la situación objetiva es parcial, incompleto y, por tanto, fundamentalmente erróneo, a menos que incluya la evolución de la lucha de clases. Dentro de ella, lo más importante es la lucha del partido revolucionario para armar y preparar a la clase obrera con una perspectiva y programa revolucionarios.
Mientras toda la obra de Mandel está desprovista de este componente esencial del marxismo, estaba sorprendentemente presente en el análisis de la SLL, como lo ejemplifica un importante documento publicado en 1961 titulado La perspectiva mundial del socialismo .
El documento se elaboró poco después de la fundación de la SLL en 1959, basada en la lucha contra el pablismo. Una de las grandes debilidades del Socialist Workers Party (SWP; Partido de los Trabajadores Socialistas) a finales de la década de 1950 fue que dejó de examinar la crisis del propio capitalismo. Este cambio estuvo estrechamente vinculado a un relajamiento de su oposición al pablismo y los eventuales pasos hacia la reunificación.
El punto fundamental consiste en que una evaluación científica de la situación económica objetiva solo es posible si el trabajo teórico se fundamenta en una lucha contra el revisionismo. El contenido de los documentos producidos por la SLL en este período se derivaba de este punto esencial.
Lo que la SLL presentaba era totalmente único. Intentaba ver más allá de las formas aparentes del boom de la posguerra y caracterizar las fuerzas y las contradicciones que subyacían a estos desarrollos. Describió cómo estos procesos subyacentes conducirían a una crisis económica, provocando luchas de masas que volverían a plantear la cuestión de la toma del poder político por parte de la clase obrera.
En su análisis, la SLL refutaba a los revisionistas como Mandel y su intento de elaborar una justificación económica para el liquidacionismo pablista. El documento también formaba parte de la lucha contra el giro del SWP hacia la reunificación.
Comienza con una elaboración concreta de la naturaleza de la época imperialista analizada por Lenin y Trotsky:
Hace tiempo que el capitalismo llegó al final de su contribución progresista a la historia de la humanidad. Ya a principios del siglo XX había llegado a su última fase, del imperialismo, una época de guerras y revoluciones.[5]
El documento continúa describiendo cómo el mundo, dividido entre Estados capitalistas rivales, sufrió una “violenta colisión” en forma del estallido de las guerras mundiales. Las clases dominantes de estos Estados tuvieron que lidiar con un persistente desafío a su control por parte de la clase obrera tanto dentro como fuera del país, incluyendo movimientos de independencia nacional en las colonias.
Lejos de poder mantener condiciones propicias para un desarrollo pacífico y estable, el capitalismo “manifestó una tendencia permanente hacia la decadencia y la violencia, incluso en períodos relativamente pacíficos”.[6]
La SLL luego explicó los fenómenos de estatalización y del dominio del capital financiero que se produjeron en los años posteriores a 1914:
La nueva época en la historia del capitalismo, incluso en los países más “democráticos”, se plasmó en el creciente poder del capital financiero y los monopolios, la sincronización de la vida social y económica a través de la maquinaria estatal, como instrumento de la clase dominante, y la creciente importancia para la industria de los contratos militares.[7]
Dejó claro que, aunque en determinados momentos y dentro de ciertos países, los avances parecen haber superado los problemas inherentes al capitalismo, esto siempre fue temporal. Es más, todos los mecanismos temporales puestos en marcha profundizan las contradicciones y elevan la crisis a nuevas cotas. Como se afirma en el documento: “El efecto final es profundizar las contradicciones sociales y económicas y aumentar el peligro que supone para la humanidad la existencia continua del capitalismo”.[8]
Analizando las formas de apariencia que surgieron tras la Segunda Guerra Mundial, la resolución “La perspectiva mundial” hace el siguiente comentario crítico:
En apariencia, los métodos del capitalismo actual, tanto a través de la política del “Estado del bienestar” en los países avanzados como en la política de la “independencia colonial”, son más pacíficos que en el pasado. De hecho, esas políticas del llamado “neocapitalismo” tienen precisamente el mismo fin y surgen de las mismas necesidades que el recurso, antes de una guerra, al fascismo y a los métodos de mano dura. La opción de crear movimientos fascistas, asumiendo el riesgo desesperado de los elementos plebeyos en dichos movimientos, es una opción peligrosa que la burguesía prefiere evitar. Siempre que puede, opta por actuar a través del Parlamento, la burocracia, los partidos políticos y el movimiento sindical organizado.
Del mismo modo, en las colonias, los imperialistas luchan desesperadamente por conservar posiciones que no pueden mantener por otros medios que la fuerza, pero el equilibrio mundial de fuerzas hace que la retención del control político sobre las colonias mediante la represión sea un camino que sus representantes inteligentes tratan de evitar siempre que sea posible. Estos cambios de método no indican ningún cambio en el capitalismo en sí [énfasis añadido]. Tampoco se puede suponer que el curso actual sea permanente o que la burguesía de los diversos países no recurra de nuevo, si surge la necesidad, al fascismo o utilice la fuerza internacionalmente para preservar o mantener posiciones amenazadas.[9]
Este párrafo es sorprendente por su clarividencia. A diferencia de cualquier otra tendencia política de la época, la SLL fue capaz de abordar las formas de apariencia del funcionamiento capitalista, al tiempo que profundizó sobre cómo estas formas aparentes revelan las contradicciones inherentes.
La SLL también sacó conclusiones trascendentales de la huelga general belga de diciembre de 1960 y enero de 1961, en la que el Gobierno belga, reaccionando a la pérdida de su colonia en el Congo, intentó instigar una serie de medidas de austeridad para volver competitivo el capital belga e imponer a la clase trabajadora los costes de la pérdida de la colonia. Como consecuencia, unos 700.000 trabajadores se declararon en huelga, a lo que el Gobierno belga respondió recurriendo a las fuerzas policiales, la Gendarmería e incluso llamó a las tropas de la OTAN.
En oposición a todos los economistas burgueses y a las formulaciones revisionistas como las de Mandel, la SLL escribió lo siguiente: “Para la década de 1960 no se vislumbra una expansión constante y continua, sino más bien dificultades cada vez mayores: una disputa por los mercados entre los principales países capitalistas, salpicada de recesiones y crisis. En tales condiciones, los sectores menos preparados de la economía capitalista mundial sufrirán con toda seguridad fuertes presiones. Los acontecimientos ocurridos en Bélgica en diciembre de 1960 y enero de 1961 fueron un anticipo del tipo de problemas que probablemente se experimentarán y de los métodos que la clase dominante empleará para combatirlos”.[10]
Este análisis estaba estrechamente relacionado con la lucha contra el revisionismo. La preparación más decisiva del partido revolucionario en el período en que la revolución socialista está fuera de la agenda inmediata es la separación de la tendencia marxista, es decir, trotskista, de todas las formas de oportunismo. Esto se basa en la comprensión de que el partido es el factor clave para transformar las luchas de masas que estallarán en la lucha consciente por el poder político.
El trabajo de la SLL en este periodo crítico sentó las bases para la comprensión de los complejos acontecimientos económicos al final de los sesenta, un periodo que no solo dio paso a movimientos revolucionarios de masas de la clase obrera, como se vio en la huelga general francesa de 1968, sino también a la crisis del capitalismo estadounidense.
El Acuerdo de Bretton Woods y el Plan Marshall
Para abordar esta cuestión debemos analizar el sistema establecido en la posguerra. Los dos pilares esenciales de la política económica estadounidense tras la guerra fueron el sistema monetario de Bretton Woods y el Plan Marshall. El primero comenzó en 1944 y fue la base de la reconstrucción de la economía mundial. Estableció el dólar estadounidense como divisa mundial con base en la fortaleza de la economía estadounidense. Garantizaba la conversión de los dólares estadounidenses al oro a un tipo de cambio fijo de 35 dólares la onza. Se creó el Fondo Monetario Internacional (FMI) para supervisar este nuevo sistema financiero.
Sin embargo, no bastaba con establecer un nuevo sistema financiero. Las mercancías producidas en Estados Unidos necesitaban un mercado. Esta cuestión está ligada a la realización en el circuito del capital.
El objetivo de la producción capitalista no es la producción de mercancías, que constituye un medio para un fin. El circuito del capital es el dinero. Para explicarlo, el capital dinero se utiliza en la compra de mercancías, incluida la mercancía de la fuerza de trabajo, las materias primas y los medios de producción. Éstos se utilizan, a su vez, para la producción de mercancías con el fin de extraer plusvalía de la clase obrera. La realización de esta plusvalía se obtiene a través de la venta de las mercancías que se han producido, convirtiéndolas en dinero, permitiendo que el circuito del capital se repita.
Este proceso da lugar a lo que se conoce como el problema de la realización, es decir, volver a convertir las mercancías en dinero. Es en esta esfera de la circulación en la que aparece el problema de la realización, porque si las mercancías no pueden venderse, o se venden a un precio inferior, esto significa que parte de la plusvalía que contienen no se realiza.
Sin embargo, es necesario profundizar, ya que la producción, es decir, la extracción de plusvalía, es la fuerza motriz del sistema capitalista y cualquier problema de circulación tiene ahí su origen último.
Marx señaló que la plusvalía producida en un lugar debe realizarse en otro. Observó que la realización de la plusvalía depende de la existencia de otros capitalistas que puedan comprar las mercancías producidas. Por ejemplo, si los capitalistas de una industria producen mercancías sin la correspondiente demanda de otros capitalistas o consumidores, la plusvalía generada a través de la producción no puede realizarse plenamente.
Aquí llegamos a la razón por la que el capitalismo estadounidense tuvo que resucitar al capitalismo europeo después de la guerra. El imperialismo estadounidense no había evolucionado hacia una forma nueva, más amigable, que superara las rivalidades interimperialistas del pasado. Para que la plusvalía extraída en EE.UU. se realizara, también tenía que extraerse en Europa para garantizar la expansión económica y un mercado para las mercancías estadounidenses, así como espacios rentables para la inversión estadounidense.
Para ello, la reactivación del capitalismo europeo era esencial, y a ello se debió la introducción del Plan Marshall en 1947-48. Se reconoció que, si no se aplicaba dicho plan, Europa entraría en recesión, si no en una depresión, lo que provocaría un estallido de luchas obreras y amenazaría con romper los mecanismos de estabilidad política. Esto involucró a los partidos comunistas estalinistas, particularmente en Italia y Francia, que volvieron a colocar a la desacreditada burguesía en la cabina de mando.
Otro aspecto del Plan Marshall fue su carácter transeuropeo. La capacidad productiva del capitalismo europeo aumentó gracias a la introducción de los métodos industriales estadounidenses, que aumentaron la tasa de explotación de la clase obrera y la masa de plusvalía.
Pero este mismo proceso significó la erosión del dominio industrial que disfrutó EE.UU. en el periodo inmediato de posguerra, un proceso analizado por la SLL en 1961. Señaló que la reactivación de la economía europea supuso, por un lado, un crecimiento relativo del poder de negociación política de la clase dirigente europea y, por otro, un conjunto de consecuencias económicas distintas de las del pasado.
Un claro reflejo de ello ha sido el debilitamiento del dólar como consecuencia de los grandes y continuos déficits de la balanza de pagos de los dos últimos años. La vulnerabilidad del dólar refleja, en parte, la mayor fortaleza de otras monedas, especialmente el marco, así como los compromisos mundiales de la estrategia estadounidense que implican mayores gastos militares y ayuda a los países subdesarrollados. Los altos tipos de interés en los centros europeos también han provocado transferencias de fondos, y estos movimientos especulativos se han vuelto frenéticos cuando la devaluación del dólar ha parecido probable –como ocurrió entre julio y septiembre de 1960—, contribuyendo aún más a las dificultades del dólar.[11]
La SLL señaló que en esta fase inicial sería incorrecto sugerir que el capitalismo estadounidense sufriría una inminente caída como potencia mundial. Sin embargo, planteó que “la incapacidad de la economía estadounidense para crecer rápidamente o para prescindir del gasto masivo en armamento demuestra que incluso el capitalismo más fuerte está en crisis”.[12]
Un aspecto clave del documento de 1961 fue su identificación del papel de la dirección revolucionaria. Francia salió de la Segunda Guerra Mundial como el “enfermo de Europa”.[13] La llegada de Charles de Gaulle al poder, desempeñando el papel de líder bonapartista en la V República, fue la acción de un régimen en crisis.
En Estados Unidos, identificó signos de ruptura del “bloque de hielo” en capas importantes de la sociedad, señalando las diversas tendencias que salían de la bohemia pequeñoburguesa y la radicalización de la juventud, sobre todo en las universidades, y también tomando nota en particular del incipiente movimiento por los derechos civiles.
Sobre todo, señaló que el factor sobresaliente en la situación estadounidense es el papel del partido marxista. Señalaba la inmensa responsabilidad política que recae sobre los hombros del SWP y que sus responsabilidades, “no pueden cumplirse sin una claridad absoluta y una línea política firme”.[14]
Los revolucionarios del SWP necesitan revisar periódicamente su propio trabajo político para evitar estos peligros. En una posición de relativo aislamiento político, de lucha constante contra la corriente, puede haber una desviación de la lucha por la causa verdadera. La búsqueda de atajos, de alianzas que puedan llevar a acomodarse a tendencias ajenas, de reagrupamientos sin bases teóricas sólidas, de adaptaciones programáticas a supuestas peculiaridades estadounidenses, todo esto ha descarrilado constantemente a socialistas estadounidenses desde 1917. La atención de los dirigentes del SWP debe dirigirse constantemente a tales peligros, ya que podrían afectar su propia política y pensamiento.[15]
La línea política de la SLL y la atención prestada a estas cuestiones políticas y teóricas críticas impidieron la liquidación del movimiento trotskista bajo las presiones del pablismo. Fue la formación política y la reelaboración de estas lecciones críticas, incluida la comprensión de las contradicciones presentes en el boom de la posguerra, lo que constituyó las bases fundacionales de la Workers League (Liga Obrera de EE.UU.) en 1966 y la Revolutionary Communist League (RCL; Liga Comunista Revolucionaria de Sri Lanka) en 1968.
La profundización de las contradicciones del capitalismo y la teoría marxista del colapso
Sin embargo, esto no puso fin en modo alguno a las presiones del boom de la posguerra y las contradicciones que presentaba. Mandel, tras abrazar el pablismo y convertirse en uno de sus principales ideólogos en el ámbito de la economía política, se volvió uno de los revisionistas más leídos y mencionados en los campus universitarios.
Durante este periodo, la SLL fue objeto de continuas acusaciones de catastrofismo y exageración. Sin embargo, a finales de la década de 1960, las contradicciones identificadas por la SLL habían llegado a su punto álgido.
Tras la plena implementación del sistema de Bretton Woods en 1958 y de la convertibilidad de la libra inglesa al dólar, la City de Londres desempeñó un papel decisivo en la creación de lo que se conoció como el mercado de eurodólares, que constituyó la cuna del actual sistema financiero mundial.
En noviembre de 1967, debido a un déficit de la balanza de pagos, a causa de que Reino Unido gastaba más en importaciones que las exportaciones, el Gobierno del primer ministro Harold Wilson intentó devaluar la libra para hacer las exportaciones británicas más atractivas para el mercado internacional. Esto desencadenó una corrida contra el dólar, ya que los inversores trataron de cambiar sus dólares por oro al considerarlo un depósito de valor más seguro, lo que ejerció una enorme presión sobre las reservas de oro estadounidenses.
En marzo de 1968 surgió la crisis del London Gold Pool, en la que los mercados de oro se cerraron durante varias semanas al verse amenazado el precio acordado del oro, que era la espina dorsal del nuevo sistema financiero de Bretton Woods. Anticipándose al fin del respaldo en oro en 1971, los mercados reabrieron con un nuevo sistema de dos niveles que permitía una mayor flexibilidad en la fijación del precio del oro.
En 1971 se rompió el vínculo oro-dólar. El presidente Richard Nixon respondió a las presiones de una balanza comercial en constante descenso, que llegó a ser negativa, eliminando el respaldo en oro del dólar. Se eliminó el pilar central del sistema monetario de Bretton Woods.
Esto se hizo para evitar el desarrollo de una gran crisis del capitalismo estadounidense. La única forma de mantener Bretton Woods habría sido subir los tipos de interés en EE.UU., lo que habría inducido un flujo de dólares de vuelta a los mercados financieros estadounidenses. Sin embargo, esto habría desencadenado una recesión tanto en EE.UU. como en Europa. En condiciones en las que la clase obrera estaba avanzando en una serie de luchas cada vez más combativas, esto habría provocado una crisis política de gran envergadura.
En este breve periodo saltaron por los aires todas las afirmaciones de que el capitalismo había entrado en un nuevo periodo y se habían superado las viejas contradicciones. Sin embargo, esta no fue la ocasión para que Mandel reevaluara su análisis económico. Al contrario, se desplazó más a la derecha. Esto se debe a que su análisis emanaba, sobre todo, de un rechazo del papel revolucionario de la clase obrera.
En una ponencia presentada en 1968 en la Conferencia de Académicos Socialistas de la Universidad de Rutgers, Mandel explicó que el término “neocapitalismo” no era una mera innovación terminológica, sino que implicaba el desarrollo de una perspectiva histórica totalmente nueva.
Algunos políticos y sociólogos europeos hablan de “neocapitalismo” en el sentido de que la sociedad se ha desprendido de algunas de las características básicas del capitalismo. Yo lo niego categóricamente y, por tanto, atribuyo al término “neocapitalismo” la connotación contraria: una sociedad que tiene todos los elementos básicos del capitalismo clásico.
Sin embargo, estoy bastante convencido de que a partir de la gran depresión de 1929-32 o de la Segunda Guerra Mundial, el capitalismo entró en una tercera etapa de su desarrollo, que es tan diferente del capitalismo monopolista descrito por Lenin, Hilferding y otros como el capitalismo monopolista era diferente del capitalismo clásico de laissez-faire del siglo XIX.[16]
Tenemos aquí un rechazo completo de la comprensión fundamental de la naturaleza de la época imperialista, analizada por Lenin, y uno de los principios fundacionales de la Cuarta Internacional.
Lenin analizó que, en su esencia económica, el imperialismo es capitalismo monopolista. Esta definición del imperialismo estaba vinculada a las tareas a las que se enfrentaba el partido. Señaló que, subyacente al desarrollo del capitalismo monopolista estaba la socialización de la producción, no meramente el entrelazamiento de empresas, y que “las relaciones económicas privadas y de propiedad privada constituyen una cáscara que ya no se ajusta a su contenido, una cáscara que debe inevitablemente descomponerse si se retrasa artificialmente su eliminación, una cáscara que puede permanecer en estado de descomposición durante un período bastante largo (si, en el peor de los casos, se prolonga la curación del absceso oportunista, pero que inevitablemente será eliminado)”.[17]
La diferencia entre el imperialismo y el capitalismo competitivo de la época de Marx era que antes se podía decir que, aunque el socialismo hubiera sido más ventajoso, el capitalismo aún tenía un papel progresista en el desarrollo de las fuerzas productivas. Ahora, el derrocamiento del capitalismo se ha convertido en una necesidad histórica. Las bases materiales del socialismo se establecieron en la producción socializada del capitalismo monopolista, es decir, el imperialismo, que constituyó la transición a un orden socioeconómico superior.
Sin embargo, según Mandel, el neocapitalismo era tan diferente del imperialismo como el propio imperialismo con respecto al capitalismo competitivo. En otras palabras, los oportunistas de la época de Lenin tenían razón, la Revolución rusa había sido prematura; no existía un fundamento objetivo para el programa perseguido por Lenin y los bolcheviques.
Esta perspectiva contiene también un rechazo de la teoría marxista del colapso, según la cual las contradicciones inherentes al modo de producción capitalista llegarían inevitablemente a tal punto que se produciría una situación que pondría ante la clase obrera la posibilidad y la necesidad de la conquista del poder político.
Tratemos esta cuestión con más detalle. El camarada David North, en el capítulo 30 de La herencia que defendemos, señala lo siguiente: “Es un axioma de la economía política marxista que el movimiento de las contradicciones internas del modo de producción capitalista conduce inexorablemente a su colapso. Si eso se niega, entonces ya no existe ninguna necesidad objetiva del socialismo”.[18]
Un aspecto fundamental del análisis de la crisis histórica del capitalismo es la ley de la tendencia a la baja de la tasa de ganancia. Marx dedicó mucho tiempo a esta cuestión central, ya que la caracterizó como la ley más importante de la economía política desde un punto de vista histórico.
La tendencia inherente a que la tasa de ganancia disminuya con el tiempo, a medida que se desarrolla el capitalismo, está ligada al propio proceso de acumulación de riqueza. La clase capitalista busca acumular más riqueza y lograr mayores ganancias, que se derivan de la extracción de plusvalía de la clase trabajadora.
Para aumentar la productividad y las ganancias, los capitalistas invierten en nuevas tecnologías y maquinaria. Esto conduce a un aumento de la composición orgánica del capital, que se refiere a la relación entre el capital constante necesario para la producción, es decir, la maquinaria, las materias primas, etc., y el capital variable, el coste de la fuerza laboral.
A medida que se introducen estas nuevas tecnologías, la proporción de capital constante en la inversión total de capital crece en comparación con el capital variable. La única fuente de plusvalía, es decir, de ganancias, es el trabajo vivo de la clase obrera. Pero este trabajo vivo constituye una proporción cada vez menor del capital total que debe ampliar.
En consecuencia, la tasa de ganancia tiende a disminuir, ya que hay más capital inmovilizado en capital constante, que no produce valor adicional, mientras que el crecimiento de la plusvalía no puede seguir el ritmo del capital en expansión.
Esto exige y obliga a la clase capitalista a intentar una reestructuración masiva de la producción. Esta reestructuración adopta la forma de crisis profundas, en las que se destruyen grandes áreas de producción. Los 31 años transcurridos entre 1914 y 1945 fueron un ejemplo gráfico de este proceso, ya que las fuerzas productivas de Europa y Asia quedaron reducidas a escombros.
También fuimos testigos de este proceso desde finales de los 70 hasta los 80, cuando se produjo la reestructuración masiva de la producción que dio lugar a la globalización. Esto se hizo a través de una serie de shocks y el desmantelamiento catastrófico de viejas áreas de la industria, creando, por ejemplo, el “Cinturón del Óxido” estadounidense.
Este es también un proceso que estamos presenciando hoy en día, ya que la clase dominante está intentando utilizar la inteligencia artificial para superar esta tendencia a la baja de la tasa de ganancia, mediante nuevas tecnologías, no para el beneficio de la humanidad, sino para encontrar mecanismos que permitan extraer más ganancias.
Marx caracterizó sucintamente este proceso cuando escribió en Grundrisse: “Estas contradicciones conducen a explosiones, cataclismos, crisis que, mediante la suspensión momentánea del trabajo y la aniquilación de una gran parte del capital, revierten violentamente al capital al punto en que puede seguir disfrutando plenamente de su fuerza productiva sin suicidarse”.[19]
Un análisis de este proceso inherente al capitalismo permite comprender las complejas dinámicas que tienen lugar bajo la superficie, incluyendo el estallido de la lucha de clases a finales de la década de 1960, que cogió a todos los revisionistas por sorpresa. Solo la SLL había analizado y se había preparado para tal acontecimiento, evaluando y desentrañando las complejas contradicciones presentes en el período posterior a la Segunda Guerra Mundial.
El auge de la posguerra se basó en el crecimiento de las fuerzas productivas. Esto significó que se extrajo una mayor plusvalía de la clase obrera. Esta plusvalía permitió a la burguesía otorgar ciertas concesiones a la clase obrera en forma de programas del bienestar social y un mayor gasto público en salud, educación, etc. Pero también dio lugar al aumento del capital constante en relación con el capital variable y redujo la tasa de ganancia.
La tendencia a la baja de la tasa de ganancia irrumpió a mediados y finales de los años sesenta y se ha acelerado desde entonces. La reacción inicial del capital fue tratar de aumentar la tasa de explotación dentro del régimen de producción existente.
Sin embargo, esto condujo a un aumento de la militancia de la clase obrera. El boom había visto el crecimiento de concentraciones de trabajadores a gran escala y un poderoso crecimiento de su nivel de organización. Esto explica la explosión de la lucha de clases a escala internacional a finales de la década de 1960, cuando sectores militantes de la clase trabajadora se rebelaron contra los intentos de la clase dominante de imponer aumentos de velocidad e introducir nuevos mecanismos estatales para reprimir las luchas salariales y superar la caída de las tasas de ganancia.
Por poner un ejemplo, en Estados Unidos, además de la eliminación del respaldo en oro, la Administración de Nixon anunció la formación de un Consejo de Salarios para fijar un límite a los aumentos salariales del 10 por ciento. Tal fue el aumento de la militancia de la clase obrera estadounidense que George Meany, el jefe de la AFL-CIO, denunció la decisión como un paso hacia el fascismo.
1968-1975: l a crisis revolucionaria mundial y el folleto de la SLL La crisis del dólar
Los años 1968-1975 fueron un periodo de inmensa lucha de clases, cuya máxima expresión tuvo lugar en Francia, el “enfermo de Europa”, con la huelga general de mayo-junio de 1968. Paralizó toda la economía francesa y volvió a poner sobre la mesa en Europa la cuestión de la revolución. Fue el preludio de la mayor ofensiva obrera desde la Segunda Guerra Mundial.
En 1969, Alemania Occidental fue testigo de las huelgas de septiembre, protagonizadas por miles de trabajadores metalúrgicos, que paralizaron sectores enteros de la industria. Mientras tanto, Italia vivió lo que se conoció como el “otoño caliente”, caracterizado por una oleada de huelgas, protestas y descontento social. En Polonia y Checoslovaquia, durante la “Primavera de Praga”, los trabajadores se rebelaron contra la dictadura estalinista.
En Estados Unidos, este periodo fue testigo de una inmensa actividad huelguística, involucrando a trabajadores ferroviarios, mineros y maestros, así como huelgas salvajes de los trabajadores de correos y disturbios urbanos a gran escala en todo el país. A principios de 1968 se produjo la Ofensiva del Tet del Frente de Liberación Nacional en Vietnam, que no solo cogió desprevenidos a Estados Unidos y a los survietnamitas, sino que hizo añicos la idea del “todopoderoso” imperialismo estadounidense.
Esto alimentó las protestas masivas contra la guerra, que no hicieron sino agravarse con las revelaciones de las represalias brutales de EE.UU. contra el pueblo vietnamita. Esto salió a la luz con el reportaje de la masacre de My Lai publicado por Seymour Hersh en 1969.
En septiembre de 1970 se produjo en Chile la elección de la coalición de Unidad Popular de Allende, que llegó al poder gracias a una clase obrera cada vez más combativa. Incluso antes de las elecciones, los trabajadores ocupaban fábricas y creaban comités obreros, mientras que los campesinos habían tomado grandes latifundios. Una revolución socialista era una posibilidad en Sudamérica, considerada el “patio trasero” de Estados Unidos.
Un documento crítico de la SLL titulado La crisis del dólar ofrece un resumen detallado del análisis de los trotskistas británicos en este periodo. En el borrador de resolución presentado al Comité Central y publicado en 1973, titulado El desarrollo de la crisis económica y financiera de la posguerra , la SLL dejó en claro que lo que se estaba produciendo era una crisis insoluble del capitalismo.
Fue una reivindicación de la lucha librada por el Comité Internacional contra todas las variantes del revisionismo antimarxista. “A lo largo de los últimos 20 años y más” escribe la SLL, “han sido los revisionistas, dirigidos por el llamado Secretariado Unificado, quienes han predicado la teoría del ‘neocapitalismo’. Según esta teoría espuria y antimarxista, el capitalismo de la posguerra ha cambiado fundamentalmente”.[20]
El documento luego analiza el sistema monetario de Bretton Woods y cómo sus contradicciones desembocaron en la crisis. Como escribe la SLL, “el estallido de la crisis actual ha demostrado una vez más la solidez del juicio de Trotsky, quien insistió en que, por muy fuerte que pareciera el capitalismo estadounidense, las contradicciones del imperialismo eran aún mayores”.[21]
La crisis de principios de los años 70 fue el resultado del crédito pendiente acumulado, que llegó a ser el doble de las reservas de oro de EE.UU. La SLL escribió: “Por mucho que los revisionistas se burlaran del análisis de la SLL sobre la crisis monetaria, el oro y las mercancías están unidos inseparablemente. Este era todo el propósito del análisis de Marx en El capital, una obra que todos estos señores decían que ya era ‘obsoleta’”.
“Ahora, la exactitud de su análisis aterroriza a todos los centros financieros y bancos capitalistas del mundo”.[22]
La SLL insistió en que no se trataba de una recesión coyuntural, sino que representaba una crisis fundamental del sistema capitalista. Ésta radicaba en la sobreproducción de capital en forma de montañas de créditos parasitarios en papel frente a una tasa de ganancia cada vez menor en la economía estadounidense. Es decir, en condiciones regidas por la tendencia a la baja de la tasa de ganancia.
Todas las instituciones de Bretton Woods se han empleado durante más de 25 años para construir una enorme superestructura de crédito. La inmensa mayoría del comercio no se ha realizado ni con oro ni con dólares, sino a través de créditos respaldados por dólares. Estas instituciones de crédito se han utilizado a su vez para invertir en maquinaria y equipos a gran escala en todo el mundo capitalista. En este proceso, los valores de las acciones se han inflado más allá de su más remota relación con su valor real.
Ahora, este volumen enormemente inflado de capital debe tratar de obtener su correspondiente tasa de ganancia mediante la explotación de la fuerza de trabajo. Pero ni siquiera el aumento más brutal de la tasa de explotación de la clase obrera de Europa y América puede resolver esta crisis para los capitalistas, aunque, por supuesto, se verán impulsados a intentar una solución en esta dirección.
Solo la eliminación violenta de los valores del capital a gran escala puede restablecer ahora las proporciones “correctas” entre el conjunto de capital constante y el excedente disponible extraído de la clase obrera.[23]
Esto era precisamente lo que se estaba preparando. La burguesía tardó algún tiempo en estabilizar su dominio en el periodo de crisis de los años 60 y 70, apoyándose directamente en los estalinistas, la socialdemocracia y la burocracia sindical, que contaron con la ayuda clave del pablismo.
Una vez hecho esto, lanzaron una ofensiva internacional contra la clase obrera, cuya ferocidad fue impulsada por la necesidad del capital global de superar la caída de la tasa de ganancia, pero no bastaba con derrotar la clase obrera, sino que debieron reestructurar la economía.
Por último, el documento advirtió que lo que se estaba presenciando era el funcionamiento de la ley del valor:
Como ley objetiva que se impone a ambas clases, en cierto sentido está buscando su violenta venganza por los últimos 25 años en los que la clase capitalista y sus acólitos revisionistas y reformistas han intentado ignorarla o esperar que desaparezca por arte de magia. Y, como todas las leyes del desarrollo social, no opera de una manera fluida, ni en una que pueda preverse de antemano, sino de la manera más convulsa.[24]
El reconocimiento de la naturaleza objetiva de esta crisis dio paso a un análisis de la naturaleza revolucionaria del periodo. Aquí reside la relevancia perdurable del trabajo de la SLL sobre la economía política. En contra de todas las falacias de los pablistas, como Mandel, de que se había iniciado una nueva era del capitalismo, la SLL dijo a una nueva generación de trabajadores y jóvenes que este sistema no había superado las contradicciones que lo conducirían al colapso. Tras sacar esto a la luz, los instaba a luchar por el programa de la revolución socialista mundial.
La Escuela de Fráncfort y el “ capitalismo tardío ” de Mandel
La reacción de los intelectuales pequeñoburgueses a este periodo fue dar un bandazo hacia la derecha. En el mismo momento en que la clase obrera demostró su capacidad revolucionaria en la huelga general francesa de 1968, un sector de los académicos de clase media reaccionó con pavor, un proceso descrito por David North en La escuela de Fráncfort, el posmodernismo y la política de la pseudoizquierda:
En mayo-junio de 1968, la intelectualidad pequeñoburguesa se asomó al abismo y quedó aterrorizada. Su roce con la revolución puso en marcha un brusco giro hacia la derecha.[25]
Los distintos filósofos “nuevos” que aparecieron abrazaron el anticomunismo bajo la bandera de los “derechos humanos”. Otros sectores que anteriormente se habían identificado de izquierda repudiaron el marxismo clásico, adoptando en su lugar el idealismo subjetivo irracional del posmodernismo y la obsesión por la identidad individual.
La obra de Mandel en este periodo refleja este cambio. Esto puede verse en su libro Capitalismo tardío, que esencialmente fue su nuevo término para el neocapitalismo, publicado por primera vez en 1972. Ahí escribió lo siguiente:
La creciente contradicción entre el trabajo objetivamente socializado y la apropiación privada no solo viene determinada por la tercera revolución tecnológica, la necesidad de una mano de obra cada vez más cualificada y la ampliación del horizonte cultural y político de la clase obrera, sino también por el abismo entre la abundancia potencial, por un lado, y la enajenación y cosificación, por otro. Mientras que en la época del capitalismo clásico el principal impulso de las luchas obreras procedía de la tensión entre el presente y el pasado, hoy reside en la tensión entre lo existente y lo posible.[26]
Este pasaje pone en evidencia la nueva orientación y perspectiva de clase que subyace a los interminables intentos de Mandel de contraponer el período de posguerra al “capitalismo clásico” o al “imperialismo clásico”. Ahora, la cuestión de la transformación socialista de la sociedad surgía de una comparación entre la situación real y lo que sería posible si las fuerzas productivas se desarrollaran de manera racional.
El punto de vista de Mandel no era que el proletariado fuera la fuerza revolucionaria de la sociedad, sino que ciertos sectores de la pequeña burguesía serían los artífices de la transformación social, debido a su indignación por los excesos e irracionalidades del sistema capitalista. Según la cosmovisión de Mandel, incluso una parte de la propia burguesía llegaría a ver la necesidad de una reorganización racional de la sociedad.
Contra el trasfondo de la abundancia potencial y el posible desarrollo de los poderes creativos del individuo, la fatiga cada vez mayor por la producción sin sentido de bienes inferiores, la ansiedad compartida por los trabajadores y los capitalistas por igual a causa de la supresión de la autoactividad espontánea y la propagación de una inseguridad generalizada, ante las presiones para “conformarse” y tener “éxito” características de la sociedad burguesa, la creciente soledad de la vida social y la frustración por la publicidad y la diferenciación de los productos, el estado de deterioro de los transportes colectivos, la decadencia de las condiciones de vivienda y el estrangulamiento de las grandes ciudades son cada vez más insoportables. En el momento justo en que el autodesarrollo del individuo social se ha vuelto incomparablemente más fácil que nunca, su realización parece alejarse cada vez más.[27]
En este párrafo se aprecia el giro hacia los teóricos del posmodernismo, la política de identidades y el énfasis marcusiano en los factores psicológicos. Todo se filtra a través de la lente del individuo, el autodesarrollo, las frustraciones personales con la vida bajo el capitalismo. Deja a un lado a la clase obrera, que ya no considera una fuerza revolucionaria, debido a los caprichos de una capa de la clase media que se trasladaba cada vez más a la derecha. Esto se produjo durante y como reacción al mayor movimiento revolucionario de los trabajadores desde la crisis que siguió a la Segunda Guerra Mundial.
La carta de Banda a Wohlforth y la huelga de mineros británicos de 1974
Por el contrario, el Comité Internacional pretendía trazar un camino para la clase obrera y preparar la lucha por el poder. Los trotskistas británicos prestaron especial atención a la perspectiva y el análisis que estaba desarrollando la Workers League (WL; Liga Obrera) en este periodo.
En una carta enviada por Mike Banda a Tim Wohlforth, secretario nacional de la WL en aquel momento, fechada en febrero de 1973, Banda intentaba comprender la crisis de liquidez que se estaba desarrollando en Estados Unidos. Esta carta coincidió con la elaboración y publicación de La crisis del dólar.
En la nota de Banda, señalaba que el déficit acumulado por EE.UU. “fue considerado como indispensable para el funcionamiento del sistema de Bretton Woods”, y era necesario para que las naciones europeas transformaran “su plusvalía de las exportaciones en la tenencia líquida de dólares”.[28]
Sin embargo, la fuente internacional de esta liquidez era el dólar, que se convirtió en el “talón de Aquiles” del FMI. A finales de los años 50, el déficit alcanzó proporciones descomunales, cercanas a los 3.000 millones de dólares.
Esta inversión estaba directamente relacionada con la caída de las tasas de ganancia en EE.UU. y el enorme crecimiento de los créditos parasitarios en papel frente a una tasa de ganancia cada vez menor en la economía estadounidense.
Pero la crisis empezó cuando, simultáneamente al aumento de la inversión estadounidense, los bancos centrales europeos empezaron a cambiar sus dólares inflacionistas por oro. Este fue el resultado directo del déficit que, a su vez, se suponía que era el sine qua non [requisito indispensable] de la estabilidad monetaria. En consecuencia, las reservas estadounidenses de oro cayeron de 25.000 millones de dólares en 1950 a 10.500 millones en 1968.[29]
Banda señaló dos conclusiones importantes de este proceso:
- Que los pasivos acumulados en dólares duplicaban las reservas de oro de EE.UU., lo que había provocado una crisis de confianza que causó más conversiones a oro, agravando a su vez la crisis.
- Esto coincidió con una oferta de oro insuficiente para satisfacer las exigencias del FMI. La única forma de superar esta situación era que los países aumentaran sus tenencias de dólares, lo que incrementó aún más el déficit de la balanza de pagos estadounidense.
EE.UU. trató de superar estos dos procesos interrelacionados poniendo fin al respaldo en oro del dólar e introduciendo una serie de nuevas medidas económicas bajo la Administración de Nixon. Esto tendría un profundo impacto en el comercio y las condiciones económicas de países de todo el mundo.
Banda advirtió al final de su carta que había que rechazar cualquier concepción de que los acontecimientos en EE.UU. solo avanzarían mediante “saltos”, e insistió en que el aspecto fundamental de la orientación a la clase obrera era la difícil, y a veces prolongada, lucha contra el oportunismo.
“Concebir la evolución de los acontecimientos en los EE.UU. solo como “saltos” es erróneo y peligroso. No solo habrá “saltos”, sino también mucho trabajo prolongado, duro y poco espectacular contra los estalinistas y los revisionistas, que exigirá gran firmeza teórica y habilidad táctica”.[30]
Justo un año después de la carta a Wohlforth y de la publicación de La crisis del dólar, la explosión que la SLL había predicho estalló en Reino Unido con la huelga de los mineros británicos en 1974. Fue la culminación de una serie de luchas cada vez más combativas de los trabajadores a principios de la década de 1970, en oposición al aumento de la inflación y al intento de revertir los salarios y las condiciones de los trabajadores por parte del Gobierno conservador del primer ministro Edward Heath.
La huelga comenzó el 9 de febrero de ese año, en oposición al intento de imponer una congelación salarial por parte del Gobierno de Heath. Hubo piquetes masivos, enfrentamientos con la policía y apagones como consecuencia de la interrupción del suministro de carbón. El Gobierno de Heath respondió convocando a elecciones generales anticipadas, con la esperanza de obtener apoyo para utilizar la violencia del Estado para aplastar la huelga.
En lugar de ello, la huelga continuó hasta las elecciones, ganando más apoyo, lo que condujo a la llegada al poder de un Gobierno laborista minoritario. Las tensiones eran tan profundas que algunos sectores de la clase dominante consideraron declarar un estado de emergencia y derrocar el Gobierno tras la derrota de Heath.
Este período revolucionario había sido anticipado por la SLL. Sin embargo, en esta etapa los dirigentes de la SLL habían comenzado a dar pasos atrás con respecto al “trabajo prolongado y poco espectacular” contra el revisionismo. Esto fue evidente en la fundación del Workers Revolutionary Party (WRP; Partido Revolucionario de los Trabajadores) en noviembre de 1973, que se llevó a cabo sin una discusión en el Comité Internacional ni una revisión a fondo de las lecciones de la lucha contra el pablismo.
Su programa se adaptó a la ola de oposición a los conservadores, concentrándose casi por completo en la destitución del Gobierno de Heath y la instalación de los laboristas. El hecho de que esta perspectiva se cumplió apenas cuatro meses después de su fundación produjo profundos problemas para la dirección del WRP.
Sin embargo, hay que subrayar que la degeneración oportunista de la SLL/WRP no se produjo en línea recta. La clarificación política esencial de la posguerra fue fundamental en la formación de los cuadros del Comité Internacional.
La Workers League profundiza el análisis de la SLL
El análisis económico y político de la SLL después de 1971 se centró casi exclusivamente en el sistema monetario, la eliminación del respaldo del dólar estadounidense en oro, en lugar de delinear cómo se resolvió la crisis del dólar-oro y cómo esta resolución a su vez dio lugar a nuevas contradicciones.
Sin embargo, la Workers League intentó profundizar y ampliar el análisis de la SLL sobre el significado del colapso del Acuerdo de Bretton Woods. Trató de trazar la relación entre la evolución de la base económica de la sociedad capitalista y la lucha de clases según se desarrollaba en EE.UU. y a escala internacional.
Su resolución de perspectivas de 1978 demostraba esto, haciendo la observación fundamental de que “el producto del Acuerdo de Bretton Woods de 1944 no fue un capitalismo 'planificado', 'gestionado' y 'organizado', como afirman hasta la saciedad los economistas keynesianos y los revisionistas, sino más bien un Frankenstein financiero que se ha salido totalmente de control”.[31]
Este monstruo financiero ha crecido a pasos agigantados desde los años setenta y ha asomado la cabeza en una serie de crisis en el periodo reciente.
Volviendo a la evolución de la lucha de clases, la perspectiva de la WL señaló la importancia de la huelga de 111 días de los mineros en 1978 y su desafío a la Ley Taft-Hartley. El enfrentamiento, como afirma la resolución, “puso de manifiesto la desesperada debilidad de la clase dominante”.[32] La respuesta del presidente estadounidense Carter fue nombrar a Paul Volcker presidente de la Reserva Federal, donde desempeñaría un papel protagonista en la guerra de clases iniciada bajo la Administración de Reagan.
La resolución llama la atención a la relación entre la crisis del dólar y la caída de la tasa de ganancia que marcó el final del boom de la posguerra.
La crisis del dólar ha exacerbado enormemente la caída de la tasa de ganancia en la industria básica, lo que, a su vez, hace que el imperialismo estadounidense sea menos capaz de cubrir el reclamo que representa la enorme montaña de crédito en papel sobre una plusvalía que decrece en términos relativos en la industria.[33]
El desarrollo de lo que la resolución denominaba “la gran máquina de imprimir dólares” provocó una inflación de alrededor del 12 por ciento y alimentó el desarrollo de la lucha de clases, haciendo sonar las alarmas en los círculos gobernantes. Así lo expone una cita de Business Week que figura en la resolución:
Estados Unidos está aún muy lejos de una guerra de clases abierta, pero a mucha gente le preocupa lo que pueda ocurrir si la inflación se mantiene en niveles parecidos a los recientes... Ahora las perspectivas económicas se ensombrecen, la inflación ya no mengua y este país podría encaminarse hacia el peor periodo de dislocación económica y social desde la guerra civil.[34]
El capitalismo estadounidense se enfrentaba al hecho de que sus problemas más básicos, en particular la caída de la tasa de ganancia, no podían resolverse dentro del marco industrial de la posguerra. Lo que se requería era una reestructuración fundamental de las relaciones económicas y de clase. Ese era el significado de las medidas iniciadas bajo Reagan.
Las medidas de Volcker, que elevaron los tipos de interés hasta el 20 por ciento, provocaron la recesión más profunda desde la Gran Depresión, un ariete contra la clase trabajadora. Se obligó a cerrar sectores enteros de la industria estadounidense que se habían desarrollado desde la industrialización de finales del siglo XIX y las primeras tres cuartas partes del siglo XX, expandiéndose durante el auge de la posguerra.
Esta reestructuración supuso el desarrollo de métodos de producción computarizados y el desarrollo de una producción globalizada para aprovechar la mano de obra barata. Sin embargo, nada de esto se habría conseguido de no ser por la colaboración de la burocracia sindical.
El análisis de la Workers League profundizó sobre lo que había señalado la SLL, que la cuestión del valor no había sido superada. Más bien sigue levantando la cabeza en todas las tormentas cada vez mayores en el sistema financiero, inclusive hasta el día de hoy.
Conclusión
Nos encontramos en un periodo en el que la descomposición del capitalismo ha llegado a un punto en el que, una vez más, la lucha por el poder está en el orden del día. Como se detallaba en el documento de perspectivas de Año Nuevo publicado en el World Socialist Web Site, la presión acumulada de los “elementos entrecruzados de la crisis capitalista mundial alcanzó el equivalente a una masa crítica: es decir, han llegado al punto en que la dinámica de la crisis ha rebasado la capacidad de los Gobiernos para controlar el movimiento hacia un cataclismo social”.[35]
No se trata de si estallarán o no luchas revolucionarias, sino si se construirá una dirección revolucionaria. Eso implica la asimilación de las lecciones de la historia de la Cuarta Internacional y, sobre todo, de la lucha crucial llevada a cabo por el CICI contra el puntal ideológico crucial del orden burgués que representa el pablismo.
Ernest Mandel, The Economics of Neo-Capitalism, The Socialist Register, 1964, pág. 61.
Ernest Mandel, A Socialist Strategy for Western Europe, 1965, pág. 1.
León Trotsky, The Third International After Lenin, Pathfinder Press, Estados Unidos, 2010, pág. 99.
Ibid., pág. 100.
The World Prospect of Socialism, resolución aprobada por la SLL, Londres, 1961, pág. 84.
Ibid., pág. 84.
Ibid., pág. 84.
Ibid., pág. 84.
Ibid., pág. 84.
Ibid., pág. 84.
Ibid., pág. 109.
Ibid., pág. 109.
Ibid., pág. 94.
Ibid., pág. 109.
Ibid., pág. 110.
Ernest Mandel, Workers Under Neo-capitalism, presentado por primera vez en la Conferencia de Académicos Socialistas, 1968.
V.I. Lenin, Imperialism, the Highest Stage of Capitalism, Chapter X. The Place of Imperialism in History.
David North, The Heritage We Defend: A Contribution to the History of the Fourth International, Mehring Books, Strawberry Hills, Australia, 2018, pág. 410.
Karl Marx, Grundrisse, Capital as Fructiferous. Transformation of Surplus Value into Profit.
Panfleto de la SLL, The Dollar Crisis, 1. The Revisionists and the Crisis.
Ibid., 3. The Growth of the American Balance-of-Payments Crisis.
Ibid., 8. Not Merely Trade War.
Ibid., 8. Not Merely Trade War.
Ibid., 8. Not Merely Trade War.
David North, The Frankfurt School, Postmodernism and the Politics of the Pseudo-left, Mehring Books, Oak Park, Michigan, 2015, pág. 214.
Ernest Mandel, Late Capitalism, Chapter 18. The Crisis of Capitalist Relations of Production, publicado inicialmente como Der Spätkapitalismus, Suhrkamp Verlag, Berlin 1972.
Ibid.
De Mike Banda a Tim Wohlforth, en Trotskyism versus Revisionism, Vol. 7, Labor Publications, Grand River, Detroit, 1984, pág. 234.
Ibid., pág. 234.
Ibid., pág. 236.
The World Economic-Political Crisis and the Death Agony of U.S. Imperialism, 7 de noviembre 1978, pág. 1.
Ibid., pág. 2.
Ibid., pág. 9.
Ibid., pág. 9.
https://www.wsws.org/es/articles/2023/01/05/pers-j05.html