El viernes, contra el trasfondo de una debacle del ejército ucraniano en Bajmut, el presidente Joe Biden anunció que Estados Unidos ha autorizado a los otros miembros de la Alianza Atlántica a enviar cazas F-16 a Ucrania.
En una burla cruel de las víctimas del crimen de guerra estadounidense en Hiroshima, los líderes de las potencias imperialistas mundiales sonreían y hacían muecas mientras anunciaban la temeraria escalada de una guerra que, en palabras de Biden el año pasado, amenaza al mundo con un “Armagedón” nuclear.
El despliegue de los F-16 y otros aviones de combate creará una situación inaceptable e insostenible para Rusia. Los F-16 tienen un rango de más de 800 km y son capaces de lanzar misiles con un rango de más de 1.900 km, lo que coloca a Moscú y San Petersburgo dentro del alcance del ejército ucraniano.
Lo que es aún más importante, los F-16 pueden llevar armas nucleares tácticas. Esto genera una situación increíblemente peligrosa. El Gobierno ruso no sabrá hacia dónde se dirigen ni las municiones que llevan los F-16 que vuelan hacia el este. Rusia se verá obligada a responder con una escalada que a su vez preparará el escenario para una respuesta aún más agresiva de las potencias de la OTAN.
El Gobierno de Biden ha rechazado de plano cualquier cese al fuego o intento de una resolución pacífica de la guerra, incluyendo una propuesta de China. En cambio, la Casa Blanca, en línea con planes elaborados hace meses y años, está decidida a insistir en la derrota militar de Rusia.
Según el relato oficial, la decisión de enviar los F-16 se tomó hasta esta semana, cuando el “renuente” Biden finalmente se “convenció”. Por ejemplo, el Washington Post escribió: “Por más de un año, la entrega de cazas F-16 para su uso contra Rusia en el cielo sobre Ucrania ha sido el santo grial para Kiev… Repentinamente, el presidente Biden accedió”.
“Según oficiales estadounidenses, europeos y ucranianos, el giro se debe a una presión continua por parte de sus aliados, el Congreso y el presidente ucraniano Volodímir Zelenski, quien acaba de completar visitas a las capitales europeas”.
Esta es una mentira cuyo propósito es ocultar la toma decisiones en Washington. Mientras el Gobierno de Biden está operando con un plan sistemático para intensificar la guerra, todas sus acciones se presentan como reacciones casi espontáneas a la “presión” externa.
De hecho, Estados Unidos ha estado preparando el envío de cazas F-16 a Ucrania por casi un año. En julio de 2022, el World Socialist Web Site reportó que el vocero de la Casa Blanca, John Kirby, confirmó que el Pentágono estaba discutiendo “la entrega de aviones de combate a los ucranianos” y el general Charles Q. Brown Jr. de la Fuerza Aérea afirmó que había “discusiones en marcha” sobre enviar cazas de EE.UU. y la OTAN a Ucrania.
Tres meses después, luego de que Biden anunciara el envío estadounidense de tanques Abrams contra Rusia, el WSWS escribió que, “a pesar de la afirmación categórica de Biden de que EE.UU. no enviará aviones de combate F-16 a Ucrania, ya se tomó la decisión de enviarlos. Solo faltan por definir los detalles políticos dentro de la OTAN y la campaña mediática de mentiras propagandísticas para venderle la decisión a un público escéptico”.
Y eso ese es precisamente el proceso que culminó la semana pasada.
La pantomima de los medios de comunicación procura ocultar el hecho básico que el presidente le estuvo mintiendo deliberadamente al público cada vez que prometió no escalar la guerra.
En enero de 2023, a Biden le preguntaron “¿Estados Unidos suministrará aviones F-16 a Ucrania?” y su respuesta fue “No”.
En marzo de 2022, dijo, “la idea de que vamos a enviar equipos ofensivos y que aviones y tanques y trenes van a entrar con pilotos estadounidenses y tripulaciones estadounidenses, entiéndanlo —y no se engañen, digan lo que digan— eso se llama la Tercera Guerra Mundial”.
Un año después, al menos 100 soldados estadounidenses en servicio activo están en Ucrania, junto con docenas de tanques y cientos de vehículos blindados. Ahora van en camino aviones de combate estadounidenses.
Todos los Gobiernos de la OTAN saben que al proporcionar aviones con capacidad nuclear a Ucrania -armas que ponen las principales ciudades de Rusia al alcance de un ataque- se arriesgan a la muerte de millones de sus propios ciudadanos en una guerra nuclear con Rusia.
La fatídica decisión de enviar cazas se habría tomado con meses de antelación, requiriendo la aprobación de los miembros más poderosos de la Alianza Atlántica. En marzo, el canciller alemán Olaf Scholz voló a Washington con poco aviso y se reunió a solas con Biden, antes de viajar directamente de regreso a Alemania, sin que ni el público estadounidense ni el alemán supieran lo que discutieron.
Es en estas reuniones donde se toman las decisiones. Luego se anuncian al público en el momento oportuno, como un hecho consumado, con el envoltorio adecuado.
Pero esto plantea una cuestión siniestra. Si la decisión de enviar los F-16 a Ucrania se tomó hace meses, fue en un momento en que las fuerzas patrocinadas por Estados Unidos y la OTAN en Ucrania tenían un rendimiento mucho mejor que el actual.
Pero el sábado, las fuerzas rusas informaron que habían capturado la estratégica ciudad de Bajmut, cuando la publicitada contraofensiva ucraniana no se ha materializado.
¿Cómo responderá Estados Unidos a esta última debacle? ¿Cuánto más puede escalar el conflicto Washington? ¿Puede alguien dudar de que, tras haber enviado a Ucrania aviones de combate avanzados, aparecerán en la prensa peticiones para que Biden envíe armas nucleares “defensivas” a Ucrania, o incluso que las tropas de la OTAN intervengan directamente en los combates, ya sea en los cielos o en tierra?
De hecho, son este tipo de discusiones las que se mantuvieron a puerta cerrada en la reunión del G7. La cumbre del fin de semana tenía dos objetivos: primero, alinear a cualquier disidente dentro de la cábala de conspiradores imperialistas, y segundo, discutir la cuestión primordial: ¿Y ahora qué?
Como advirtió el WSWS con motivo del primer aniversario de la guerra, “El Gobierno de Biden ha creado una situación en la que no puede haber ningún repliegue, ya que socavaría irreparablemente su prestigio y credibilidad y conduciría al colapso de la OTAN. La victoria en esta guerra se ha convertido en una cuestión existencial para el imperialismo estadounidense”.
No hay límites a los que las potencias de EE.UU. y la OTAN harán para asegurar su victoria en esta guerra. La respuesta de este Gobierno a la pandemia de COVID-19 ha demostrado que considera que las vidas de los ciudadanos estadounidenses tienen tan poco valor como las decenas o cientos de miles de ucranianos que han muerto en su guerra. El imperialismo estadounidense está preparando un nuevo baño de sangre que eclipsará los ocurridos en Irak y Afganistán.
La clase obrera debe responder a la escalada de la guerra mediante la escalada de la lucha de clases. En todo el mundo, los trabajadores están entrando en lucha contra los Gobiernos que declaran que hay que recortar el nivel de vida de los trabajadores para pagar por el rearme. Estas luchas deben unificarse con base en la perspectiva del socialismo internacional, tomando como demanda central la lucha por poner fin a la guerra en Ucrania.
(Publicado originalmente en inglés el 20 de mayo de 2023)