El viernes, el canciller alemán Olaf Scholz viajó a Washington para una reunión secreta de una hora en la Casa Blanca. Scholz viajó solo, sin periodistas, y se reunión con el mandatario estadounidense Joe Biden en privado, sin ningún otro miembro del personal.
Ni el Gobierno de Biden ni el alemán han dado una explicación del extraordinario viaje. ¿Qué agenda requiere la presencia física del canciller en el edificio más seguro del mundo y sin ningún asistente presente? Queda claro que el Gobierno estadounidense quería imposibilitar que se filtrara información de la reunión.
Ningún canciller alemán ha participado en una reunión de este tipo desde que Hitler viajó a Prusia Oriental en 1944 para reunirse con sus generales. Cabe añadir que el secretismo en torno a las reuniones fue propio de los encuentros en tiempos de guerra entre los líderes fascistas Hitler y Mussolini más que entre los líderes de los Estados supuestamente democráticos.
Es imposible evitar la conclusión de que el propósito de la reunión fue examinar y obtener una aprobación explícita y firmada de Scholz para una gran intensificación de la guerra de EE.UU. y la OTAN contra Rusia.
Ante el grave desastre de las fuerzas ucranianas en la ciudad estratégica de Bajmut, Biden y Scholz se reunieron para discutir una respuesta militar de emergencia de las potencias de la OTAN, incluso el despliegue de tropas de la propia OTAN.
La cobertura de la guerra del New York Times y los otros medios grandes ha consistido completamente en propaganda, enfocada en mantener el relato de una gran resistencia ucraniana. Pero las bajas han sido horrendas y los ucranianos afrontan una grave derrota en Bajmut, una ciudad estratégica clave a la que Ucrania ha enviado refuerzos solo para ser rodeados y destruidos por el avance de las fuerzas rusas.
Es una regla general que cuánto más importante el acontecimiento, tanto menos lo reporta la prensa estadounidense. En el caso de la visita de Scholz a Biden, no se han planteado preguntas serias, ni mucho menos hallado las respuestas.
¿Buscaba esta reunión coordinar la toma de decisiones y las acciones militares de ambos países y evitar cualquier confusión y divisiones públicas en cuanto al despliegue de tanques Abrams y Leopard en Ucrania?
¿Acordó Scholz al despliegue de tropas de la OTAN en Ucrania o Bielorrusia? ¿Le dio alguna garantía a Biden sobre el envío de fuerzas alemanas al campo de batalla? ¿Obtuvo Scholz alguna garantía de Biden de que EE.UU. apoyaría otra exigencia de que Rusia evacúe Kaliningrado, que era la ciudad de Königsberg hasta que se cedió a la Unión Soviética al final de la Segunda Guerra Mundial?
Hay tres hechos claros. En primer lugar, el imperialismo estadounidense y la OTAN en su conjunto han apostado toda su credibilidad en la guerra en Ucrania. Se han arrojado cientos de miles de millones de dólares al conflicto. Debido a este grado de compromiso, una derrota en Ucrania sería considerada como nada menos que una catástrofe política y estratégica para Estados Unidos y la OTAN.
En enero, Estados Unidos se comprometió a “liberar” todo el territorio ucraniano y, el mes pasado, la subsecretaria de Estado para Asuntos Políticos, Victoria Nuland, se comprometió a “desmilitarizar” la península de Crimea.
La guerra ha asumido un carácter existencial para EE.UU. y la OTAN que está impulsando la lógica de escalada. Han comenzado a aparecer artículos en la prensa barajando la necesidad de desplegar tropas terrestres en lo que evidentemente ya es una guerra de la OTAN con Rusia.
Tal decisión seguiría la antigua tradición estadounidense de convertir un desastre militar en una catástrofe por medio de una escalada temeraria.
En segundo lugar, la decisión de enviar a Scholz a Washington para un encuentro sobre la guerra sirve de advertencia a Putin de que la OTAN no dejará de intensificar el conflicto. El presidente ruso sin duda interpretará la reunión de esta manera. También servirá de mensaje al presidente chino Xi Jinping y cualquier otro posible aliado de Rusia en el conflicto.
En tercer lugar, le están mintiendo y ocultando cosas a la clase trabajadora estadounidense y europea sobre los planes, mientras que la prensa corrupta y controlada por el Estado se encarga de justificar cualquier decisión que se tome. El Gobierno estadounidense y sus contrapartes europeos simplemente están ignorando la enorme oposición a la guerra.
La reunión recuerda incidentes perturbadores y siniestros de la historia. Al final de la Segunda Guerra Mundial, hubo elementos del ejército estadounidense que querían una alianza de último momento de EE.UU. y Alemania contra la Unión Soviética. Ahora sabemos que Churchill quería armar a 50.000 soldados alemanes para que combatieran junto a las fuerzas aliadas contra los rusos.
La reunión sobre la guerra en Washington también recuerda la diplomacia secreta de fines del siglo diecinueve y principios del siglo veinte. En ese entonces, las potencias imperialistas sellaron varios tratados secretos que contribuyeron de manera significativa a la intensificación de la Primera Guerra Mundial en 1914. El público tan solo descubrió esto cuando Lenin y Trotsky publicaron los tratados secretos después de la Revolución de Octubre de 1917.
El encuentro de Biden y Scholz sobre la guerra y el secretismo que lo envuelve ponen de relieve que la guerra de la OTAN en Ucrania y el peligro de una catástrofe nuclear no se puede eliminar por medio de llamados pacifistas a los Gobiernos beligerantes.
Los impulsan las contradicciones irresolubles del capitalismo —la intensificación de los antagonismos de clases y la disputa de materias primas, mercados y poder global— y trastabillan, como lo hicieron hace un siglo, hacia la guerra mundial y la instauración de dictaduras.
Las condiciones objetivas propicias para un movimiento internacional de la clase trabajadora contra la guerra están emergiendo rápido en todo el mundo dada la intensificación de la lucha de clases. Pero subjetivamente, los capitalistas siguen teniendo la ventaja: están conscientes de sus intereses, tienen las palancas del poder estatal en sus manos y cuentan con muchas fuerzas auxiliares, incluyendo los partidos derechistas y supuestamente izquierdistas, los sindicatos y la prensa belicista.
La interrupción de los planes de escalada solo es posible mediante la construcción de un movimiento masivo e internacional de la clase trabajadora y los jóvenes contra la guerra.
(Publicado originalmente en inglés el 5 de marzo de 2023)