Este 6 de enero de 2025, el Congreso estadounidense certificará la victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales de 2024, el trámite final antes de que el expresidente fascista regresa a la Casa Blanca el Día de la Inauguración, el 20 de enero.
Los demócratas y los republicanos del Congreso certificarán de forma casi unánime la victoria de Trump, en una ceremonia formal presidida por la vicepresidenta Kamala Harris, la rival derrotada de Trump en las elecciones, en el cuarto aniversario del intento de golpe de Estado fallido del 6 de enero.
Ese día, que quedó para siempre grabado en la historia de Estados Unidos, un presidente derrotado en las urnas incitó a una violenta rebelión para permanecer en el cargo desafiando los votos del pueblo estadounidense. Esta no fue una protesta espontánea, sino un esfuerzo coordinado para secuestrar y matar a los opositores políticos de Trump, interrumpir la certificación de los votos del Colegio Electoral e instalar a Trump como un dictador no elegido.
El golpe fracasó, pero no fue por ninguna resistencia de Biden y los demócratas, sino por la inexperiencia e incompetencia de los aspirantes a soldados de asalto en milicias como Proud Boys y Oathkeepers.
Cuando su partido nazi dio un golpe fallido en Múnich, el “Putsch de la cervecería” en 1923, Adolf Hitler tardó 10 años en recuperarse del fracaso y llegar al poder. En enero de 1933, fue el canciller elegido por la clase capitalista para destruir las organizaciones de la poderosa clase obrera alemana y establecer la dictadura fascista que lanzó la Segunda Guerra Mundial y perpetró el Holocausto y otros crímenes genocidas.
Trump ha requerido solo cuatro años para pasar de la humillación política y la desgracia a regresar al poder como el líder indiscutible de un Partido Republicano que controla ambas cámaras del Congreso, la Corte Suprema y ahora el poder ejecutivo.
Esta debacle para la democracia estadounidense no se debe a la superioridad de Trump en astucia, crueldad ni previsión política. El líder fascista estadounidense debe su rápida recuperación por completo a la debilidad de su oposición nominal: el Partido Demócrata capitalista y sus sirvientes en los sindicatos, así como los grupos pseudoizquierdistas como los Socialistas Democráticos de Estados Unidos (DSA, por sus siglas en inglés), que se disfrazan de socialistas mientras proporcionan una hoja de parra de “izquierda” para los demócratas.
El Partido Demócrata ha allanado el camino para el reingreso de Trump a la Casa Blanca. Durante sus cuatro años en el cargo, la Administración de Biden protegió a Trump de cualquier esfuerzo serio para someterlo a la justicia por el fallido golpe. En cambio, se le ha dado la oportunidad de reunir al personal y la plataforma política para llevar a cabo un ataque mucho más consistente y brutal contra los derechos democráticos y las conquistas sociales de la clase trabajadora.
A lo largo de este período, la principal prioridad de Biden y los demócratas ha sido alimentar los fuegos de la guerra imperialista en todo el mundo: particularmente provocando la guerra contra Rusia en Ucrania, pero también armando a Israel y permitiendo su ofensiva genocida en Gaza, Cisjordania y Líbano, y en la expansión del poderío militar estadounidense en la región del Indo-Pacífico, en preparación para la guerra contra China.
A fin de obtener apoyo bipartidista para este programa de guerra mundial imperialista, Biden ha declarado repetidamente su deseo de mantener un Partido Republicano fuerte, incluso cuando los republicanos apoyaron a Trump y sus denuncias fascistas de “elecciones robadas” en 2020 y sus amenazas de represalias políticas si regresaba al poder en 2024.
Biden siguió una agenda socioeconómica bipartidista que ha dejado a la gran mayoría de los trabajadores en una peor situación económica de lo que estaban incluso bajo Trump, gracias a la inflación desenfrenada, la supresión salarial y los recortes sociales, creando así la base política para que Trump gane en 2024, no solo con una mayoría del Colegio Electoral, sino con la mayor parte del voto popular.
Trump utilizará los asombrosos poderes de la oficina presidencial con fines dictatoriales, comenzando, como ha amenazado repetidamente, con órdenes ejecutivas para arrestar y encarcelar a millones de inmigrantes y sus familias, incluyendo a niños ciudadanos estadounidenses, y llevar a cabo deportaciones masivas a una escala no vista en la historia de Estados Unidos.
Dentro de la élite gobernante, la oposición a Trump solo surgirá en forma de conspiraciones por parte del aparato militar y de inteligencia, en caso de que las prioridades políticas de Trump entren en conflicto con la política global de agresión que persigue el imperialismo estadounidense. Ningún demócrata prominente se ha levantado y dicho que se opone a cualquier colaboración con Trump porque es un gánster político que ya una vez intentó derrocar la Constitución y es el enemigo de los derechos democráticos del pueblo estadounidense.
Todos han seguido los pasos del presidente Biden, quien dio la bienvenida a Trump a la Casa Blanca después de su victoria el 5 de noviembre y prometió la “transición más fluida” de la historia para un hombre al que solo unos días antes había estado denunciando como fascista.
Es revelador que la semana que comenzará con Kamala Harris presidiendo la certificación del Congreso de la victoria electoral de Trump terminará con un juez de Manhattan sentenciando a Trump por 34 cargos de presentar documentos comerciales fraudulentos y encubrir el pago de dinero a una estrella porno a cambio de silencio. Incluso para los estándares del capitalismo estadounidense, en el que los multimillonarios normalmente se salen con la suya, Trump es un delincuente convicto.
Cientos de miembros del Congreso, senadores y representantes que votaron en contra de certificar la victoria más grande de Biden en 2020, incluso después de haber sido obligados a huir del Capitolio por turba organizada a e instigada por Trump, votarán el lunes para certificar la elección de Trump.
El propio Trump ha dejado claro que uno de sus primeros actos al regresar al cargo será perdonar a los participantes de bajo perfil que han sido procesados por sus acciones ese día. Uno de los alborotadores soltó carcajadas recientemente en la cara del juez que lo sentenció a la cárcel, prediciendo con confianza que Trump lo perdonaría.
Lo que sucedió el 6 de enero no fue una aberración. Como explica la Declaración de Año Nuevo del WSWS:
La reelección del aspirante a Führer estadounidense demuestra que su victoria inicial en 2016, y si vamos al caso el intento de golpe de Estado del 6 de enero de 2021, no fueron aberraciones, sino más bien expresiones de un realineamiento fundamental de la política, en los Estados Unidos y en todo el mundo.
La respuesta del Partido Demócrata al 6 de enero y la reelección de Trump es un testimonio de su impotencia y complicidad.
En el tercer aniversario del golpe, justo después de anunciar su campaña de reelección de 2024, el presidente Joe Biden declaró que los atacantes habían “sostenido una daga en la garganta de la democracia estadounidense”. Sin embargo, menos de un año después, después de la reelección de Trump, Biden y los líderes demócratas se apresuraron a proclamar su voluntad de colaborar con la Administración entrante.
En los programas televisivos de entrevistas del domingo por la mañana, Schumer, Adam Schiff, un senador recién juramentado, un exmiembro de la investigación especial de la Cámara de Representantes sobre el 6 de enero de 2021 y la expresidenta de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi minimizaron la posibilidad de represión política y ataques violentos a los derechos democráticos bajo una segunda Administración de Trump.
Schumer dijo que buscaría un acuerdo bipartidista siempre que sea posible. Schiff deploró la posibilidad de indultos para los atacantes de 2021, presentándolo como una afrenta a la Policía del Capitolio que sufrió lesiones en la violencia, y que “enviaría un terrible mensaje sobre nuestra democracia”. Pelosi, cuyo esposo fue atacado violentamente y casi asesinado por un agresor pro-Trump en 2022, solo dijo que el foco continuo de Trump en el supuesto robo de las elecciones de 2020 “es realmente lamentable”.
Después de señalar que “es realmente una persona extraña la que va a ser presidente de los Estados Unidos quien piensa que está bien perdonar a las personas que estuvieron involucradas en un ataque”, Pelosi apoyó la sugerencia de que los condenados solo por entrar ilegalmente al Capitolio, en lugar de atacar violentamente a la policía, tal vez podrían ser indultados.
La negativa de los demócratas a oponerse a Trump refleja el carácter de clase fundamental de este partido, uno de los dos principales instrumentos políticos de la élite gobernante capitalista. Su temor primordial no es Trump, sino el peligro de una clase obrera políticamente radicalizada de independiente.
La clase obrera, movilizada independientemente de ambos partidos capitalistas y organizada sobre la base de un programa socialista, es la única fuerza capaz de defender los derechos democráticos.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 6 de enero de 2024)