Justin Trudeau anunció el lunes que renunciará como primer ministro de Canadá apenas el Partido Libera elija a un sucesor.
La renuncia de Trudeau es parte de un giro violento de la política burguesa hacia la derecha en todo el mundo. Las clases gobernantes rivales están reestructurando la política según el carácter oligárquico de la sociedad capitalista contemporánea y su impulso para repartirse nuevamente el mundo mediante una guerra mundial.
El regreso del fascista Donald Trump, quien organizó una intentona golpista fallida el 6 de enero de 2021, personifica este proceso y busca acelerarlo.
La renuncia de Trudeau se produjo poco después del colapso de los Gobiernos en Alemania, Francia y ahora Austria. La burguesía europea ha respondido a la elección de Trump apurándose a cumplir su demanda de que Europa asuma una mayor proporción del costo de la guerra instigada por la OTAN contra Rusia y buscando una intensificación masiva del ataque a la clase trabajadora.
Las amenazas de guerra comercial de Trump, sus repetidas burlas llamando “gobernador” a Trudeau —como si gobernara un estado de EE.UU.— y sus repetidas sugerencias de que Canadá debería convertirse en el estado número 51 del país han desestabilizado masivamente al imperialismo canadiense y sellado el futuro político de Trudeau.
Tudeau respondió a la amenaza de Trump de imponer un arancel de 25 por ciento contra Canadá y México desde el “primer día” a menos que se integren de lleno en su guerra contra los inmigrantes y sus planes de militarizar las fronteras externas e internas de Norteamérica, viajando al resort de Trump, Mar-a-Lago.
No obstante, su cobarde capitulación ante el dictador en potencia fascista no pudo apaciguar a Trump. Ayer exigió ávidamente el escalpelamiento político de Trudeau y volvió a pedir la anexión de Canadá. Además, planteó estas demandas en el contexto del conflicto estratégico del imperialismo estadounidense con Rusia y China y el proyecto de construir una Fortaleza de América del Norte.
“Muchas personas en Canadá”, proclamó Trump en su red social Truth Media, “AMAN ser el estado número 51. Estados Unidos ya no puede tolerar los déficits comerciales masivos y los subsidios que Canadá necesita para mantenerse a flote. Justin Trudeau lo sabía y renunció”.
“Si Canadá se integrara a Estados Unidos, ya no habrían aranceles, los impuestos bajarían y estarían TOTALMENTE SEGUROS de la amenaza de barcos rusos y chinos que los rodean constantemente. ¡¡¡Qué gran nación seríamos unidos!!!”.
Allanando el camino a un Gobierno conservador de extrema derecha
La consecuencia inmediata de la partida de Trudeau es que despeja el camino para unas elecciones anticipadas y la llegada al poder en Ottawa de un Gobierno conservador similar a Trump, dirigido por el demagogo de extrema derecha Pierre Poilievre. Es un Gobierno que estará listo para emplear métodos autoritarios y movilizar fuerzas fascistas y extraparlamentarias contra la clase trabajadora.
Aunque Trudeau había prometido repetidamente que lideraría su partido en las próximas elecciones, su renuncia al comienzo del décimo año de su cargo de primer ministro no sorprendió a nadie.
Había perdido el apoyo de sectores decisivos de la élite corporativa de Canadá, que con creciente vehemencia han exigido medidas más agresivas para garantizar sus intereses depredadores en el extranjero y ataques a la clase trabajadora en el país. Y en los últimos meses, su apoyo se desintegró su apoyo liberal en el Parlamento ante una serie de derrotas electorales parciales y encuestas de opinión que presagiaban una inminente derrota histórica de las elecciones.
La posición de Trudeau se volvió insostenible después de que la viceprimera ministra y ministra de Finanzas, Chrystia Freeland, renunciara el mes pasado, el mismo día en que debía presentar su informe económico de otoño. Para asegurarse de que su renuncia causara el máximo daño a Trudeau, la anunció a través de una carta pública al primer ministro en la que lo reprendió por no preparar adecuadamente al imperialismo canadiense para enfrentar el desafío de la agenda “Estados Unidos Primero” de Trump
La oligarquía financiera de Canadá está exigiendo un Gobierno que tenga el favor en Washington asumiendo un papel aún mayor en los tres frentes de su guerra global, contra Rusia, China e Irán y sus aliados en Oriente Próximo y aumente en cientos de miles de millones más el gasto militar, por encima de los aumentos masivos ya implementados bajo Trudeau. También procuran que Ottawa iguale los recortes de impuestos de Trump y eviscere el gasto social para garantizar la “competitividad” del capitalismo canadiense.
Poilievre ha sido preparado para llevar a cabo esta agenda. El líder de la oposición conservadora oficial llegó a la prominencia política como el perro de ataque del primer ministro neoconservador de Canadá, Stephen Harper, y luego como el portavoz más estridente del convoy de la “Libertad” instigado por fascistas, que ocupó amenazadoramente el centro de Ottawa durante más de un mes a principios de 2022 con el respaldo de sectores sustanciales de la clase dominante.
Los liberales, por su parte, se esfuerzan por demostrar que son el mejor instrumento para imponer la agenda de la clase dominante. Según los medios corporativos, los principales candidatos para reemplazar a Trudeau como líder liberal son Chrystia Freeland y Mark Carney. Freeland, la principal defensora de la guerra contra Rusia en el Gobierno de Trudeau hasta su renuncia el mes pasado, personifica la alianza de décadas entre el imperialismo canadiense y el fascismo ucraniano. El nombre de Carney, como jefe del Banco de Canadá y el Banco de Inglaterra, es sinónimo de austeridad para la clase trabajadora y “dinero barato” en forma de tasas de interés bajas récord y flexibilización cuantitativa para la élite financiera.
El hecho de que la clase dominante tenga la libertad para formar un Gobierno de guerra de clases y Poilievre pueda hacer un llamamiento social demagógico a la ira masiva de la clase trabajadora por la caída de los salarios reales, el colapso de los servicios públicos y una epidemia de personas sin hogar se debe enteramente a la supresión de la lucha de clases por parte de los sindicatos, el socialdemócrata Nuevo Partido Democrático (NDP, por sus siglas en inglés) y sus seguidores pseudoizquierdistas.
El NDP, que patrocinan los sindicatos, ha apoyado al Gobierno liberal minoritario en el Parlamento durante los últimos cinco años. Durante gran parte de ese tiempo incluso mantuvo un “acuerdo de confianza y suministro” formal que casi era un Gobierno de coalición.
Desde el otoño de 2021, Canadá se ha visto envuelto en una ola de huelgas que ha abarcado todos los sectores de la clase trabajadora, pero los sindicatos se han esforzado por dividir las luchas de los trabajadores, confinándolos dentro del sistema de negociación colectiva favorable al empleador, imponiendo contratos propatronales y, sobre todo, bloqueando un desafío político de la clase trabajadora al Gobierno de Trudeau, el cual rompió huelgas y se trasladó cada vez más hacia la derecha.
El 16 de diciembre, el Sindicato Canadiense de Trabajadores Postales (CUPW, por sus siglas en inglés) ordenó unilateralmente a los 55.000 trabajadores de Canada Post que acataran una orden del evidentemente ilegal del Gobierno rompiendo su huelga. Esto ocurrió incluso cuando el Gobierno fue llevado al punto del colapso por la renuncia de Freeland y cuando había un apoyo masivo en las bases para desafiarlo.
La rendición del CUPW no solo cortocircuitó la lucha de los trabajadores postales, sino que aseguró que no se convirtiera en el catalizador de una movilización más amplia de la clase trabajadora que podría haber sacado a Trudeau del cargo y creado las mejores condiciones para descarrilar los planes de la clase dominante para llevar a Poilievre y sus conservadores al poder.
¿Es Canadá para Trump lo que Austria fue para Hitler?
No hay duda de que Trump daría la bienvenida a la llegada al poder en Ottawa de un extremista de derecha afín como Poilievre, al menos a corto plazo.
Sin embargo, sus provocativas afirmaciones de que un país que Washington ha llamado por mucho tiempo su “aliado más cercano” debería ser absorbido por los Estados Unidos no deben ser minimizadas como si fueran solo una maniobra de negociación ni una mera manifestación del apetito de dominación del imperialismo estadounidense.
Los llamamientos de Trump para que Canadá se convierta en el estado número 51 de Estados Unidos coinciden con su demanda de que Dinamarca venda Groenlandia a Washington y su amenaza de apoderarse del canal de Panamá.
La clase dominante canadiense, como se manifiesta en su apoyo a Poilievre, comparte en gran medida la agenda de Trump. Favorece una política social a lo largo de las líneas estadounidenses. Es decir, la destrucción de la salud pública y lo que queda del Estado de bienestar, más recortes masivos de impuestos para las grandes empresas y los ricos, y la eliminación de todas las restricciones ambientales y otras restricciones regulatorias sobre el capital. También quiere restaurar la hegemonía imperialista estadounidense, que durante más de tres cuartos de siglo ha proporcionado el marco para promover sus propios intereses depredadores y compartir el saqueo global.
Sin duda, en este punto la facción dominante de la burguesía canadiense quiere mantener su Estado federal, el dominio sobre el segundo país más grande del mundo y su vasta riqueza de recursos, para negociar las condiciones más favorables como parte de una Fortaleza de América del Norte dirigida por los imperialistas estadounidenses.
Pero la amenaza de la guerra arancelaria de Trump y otras demandas están exacerbando los conflictos regionales profundamente arraigados dentro de la burguesía canadiense, ya que diferentes facciones de la clase dominante con sede en regiones, que a su vez desempeñan diferentes roles en la economía continental dominada por Estados Unidos, compiten por avanzar sus respectivos intereses.
Cuando Trudeau y el primer ministro de Ontario, Doug Ford, plantearon la posibilidad de responder a las amenazas arancelarias de Trump imponiendo un impuesto a las exportaciones de petróleo, gas natural y uranio de Canadá a los Estados Unidos, los primeros ministros de extrema derecha de Alberta y Saskatchewan, las provincias donde se centran estos recursos, advirtieron de inmediato que tal acción provocaría una crisis de “unidad nacional”. Danielle Smith, la primera ministra de Alberta, cuyas exportaciones representan más del 20 por ciento del consumo diario de petróleo de Estados Unidos, se ha invitado a la toma de posesión de Trump.
Trump, como es su costumbre, intentará sacar provecho de estas divisiones.
Teniendo en cuenta todo esto y el llamado a menudo repetido del presidente fascista entrante a favor de la “fusión” de Canadá con los Estados Unidos, surge lógicamente una interrogante crítica: ¿Es Canadá para Trump lo que Austria fue para Hitler? En marzo de 1938, en nombre del Anschluss (unión) de Austria y como parte de sus preparativos para la Segunda Guerra Mundial, Hitler invadió Austria, derrocó el Gobierno de extrema derecha de ese país y lo convirtió en parte integral del Tercer Reich alemán.
Independientemente de lo que ocurra en los próximos meses, el tratamiento de Trump de los socios menores canadienses del imperialismo estadounidense subraya que, a medida que los Estados imperialistas más poderosos buscan resolver la contradicción entre una economía mundial cada vez más integrada y su división en Estados nacionales que compiten por la hegemonía global, el mapa del mundo será rediseñado.
La pregunta es si el mundo será unificado a través de una tercera guerra mundial imperialista –que arrastraría a la humanidad al abismo— o, desde abajo, por medio de la intervención unida de la clase trabajadora para poner fin a la dominación de la oligarquía capitalista, la explotación y la guerra.
A lo que respecta movilizar a la clase trabajadora contra la agenda depredadora de la clase dominante, sus guerras comerciales y de tiro, los sindicatos y los partidos de izquierda del establishment son peor que inútiles. Sirven solo como sargentos reclutadores para sus respectivas burguesías.
Los sindicatos a ambos lados de la frontera entre Canadá y Estados Unidos y el NDP se dedican sistemáticamente a dividir a los trabajadores canadienses, estadounidenses y mexicanos, al tiempo que apoyan la agenda de guerra del imperialismo estadounidense y canadiense. La patriótica burocracia sindical canadiense rechaza los aranceles de Trump y afirma que el imperialismo canadiense debe tener una posición privilegiada dentro de una Fortaleza de América del Norte, con base en que las exportaciones canadienses de acero y aluminio y sus reservas de tierras raras son esenciales para la producción de guerra de Estados Unidos.
Los trabajadores en Canadá solo pueden oponerse al Gobierno liberal, a Poilievre, a los diversos representantes de derecha de las facciones regionales rivales de la burguesía, desde Legault de Quebec hasta Smith de Alberta, y por último, pero no menos importante, a Trump intensificando la lucha de clases contra la burguesía canadiense y forjando la unidad con los trabajadores en los Estados Unidos y México en la lucha por una América del Norte socialista como parte de una federación socialista mundial.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 6 de enero de 2024)