En medio de un ataque histórico a los niveles de vida de los trabajadores en Argentina, la secretaria adjunta de Estado de EE.UU., Wendy Sherman, la segunda principal diplomática de Biden, se reunió con los líderes de la Confederación General del Trabajo (CGT) en Buenos Aires y aclamó el “poder transformador del sindicalismo argentino”. Como mayor organización sindical del país, la CGT es un “modelo” para toda la región, subrayó.
Mientras tanto, las condiciones empeoran exponencialmente para los trabajadores en Argentina, quienes tienden a describir la caída de décadas en los niveles de vida señalando que no han comido asado en años o bromeando a medias que “tuvieron que volverse vegetarianos”.
En 2021, el consumo de carne alcanzó su mínimo desde la década de 1920, cuando Argentina era uno de los países más ricos del mundo. A fines de 2022, UNICEF descubrió que más de 1 millón de niños y 3 millones de adultos tenían que saltarse una comida por día porque no podían costearla. El consumo de carne había caído un 67 por ciento y el de frutas, vegetales y lácteos se había reducido un 40 por ciento, según la agencia de Naciones Unidas.
A instancias del capital financiero global y en coordinación estrecha con el FMI, el Gobierno nacionalista de “izquierda” del presidente peronista Alberto Fernández y la burocracia sindical están aplicando una terapia de shock para someter a los trabajadores a la pobreza y el hambre a escala masiva.
Suponiendo la tercera inflación más alta del mundo tras Venezuela y Zimbabue, los precios en Argentina aumentaron 105 por ciento en un año, es decir, se multiplicaron a más del doble. Y se espera que la inflación siga acelerando, en la medida en que la élite gobernante utiliza la devaluación del peso argentino como ariete contra los trabajadores.
Para fines de 2022, la tasa oficial de pobreza había alcanzado 40 por ciento, pero probablemente ya es mucho mayor. En febrero de 2023, la UNICEF advirtió que dos de cada tres niños vivían en condiciones de pobreza o eran privados de derechos básicos y que casi la totalidad de estos niños viven en hogares con un trabajador activo. Según los últimos datos disponibles, del último trimestre de 2022, el Gobierno estimó que la mediana del ingreso per cápita en las ciudades —donde vive el 93 por ciento de la población— era de 44.000 pesos mensuales. Esto significa que la mitad de la población vive con menos de US$107 mensuales o US$3,60 por día según el “dólar blue” del mercado negro, que es más preciso.
En un país industrializado y productor líder de alimentos, los niños pasan hambre y los ingresos han caído por debajo del PIB per cápita de Haití.
Y de la misma manera en que el imperialismo estadounidense “toma lecciones” de su guerra contra Rusia en Ucrania mediante ensayos de guerra en Europa y Asia-Pacífico, está enviando a sus funcionarios de mayor rango a tomar lecciones de la agudizada lucha de clases en Argentina.
Gerardo Martínez, secretario de relaciones exteriores de la CGT y líder del sindicato de construcción UOCRA, encabezó la delegación a la Embajada estadounidense y dijo en un informe de prensa que “analizaron la situación socioeconómica argentina, la visión sindical respecto del diálogo social y la búsqueda de consensos”.
Apenas a 30 km de la Embajada, en General Pacheco, los trabajadores de una planta alimentaria de la multinacional estadounidense Mondelez (antes Kraft Foods) bloqueaban la Panamericana, demostrando el carácter de la reunión de Sherman con los burócratas de la CGT.
Una trabajadora que pertenece al consejo de base que organizó la protesta explicó a C5N:
El sindicato y la comisión interna y la comisión interna no escuchan y firmaron un acta en contra nuestra y estamos padeciendo que nos aumentaron los ritmos de producción, hay compañeras embarazadas que las hacen envasar, donde golpean sus panzas contra las cajas por los altos ritmos de producción. No aguantamos más. Esta situación viene desde la pandemia. La empresa toma y despide personal como se le da la gana. Son 1.800 familias que han quedado sin trabajo, entre ellas embarazadas. Esta empresa hace lo que quiere… y el Ministerio no nos contestó.
Además de intercambiar cumplidos, Sherman, acompañada por el embajador Marc Stanley y otros diplomáticos estadounidenses, pidió a la CGT “institucionalizar” un capítulo argentino de “M-Power”, una iniciativa de la Administración de Biden lanzada con el apoyo de la AFL-CIO que busca “potenciar el papel de los sindicatos” a nivel internacional.
Esta solicitud tiene lugar mientras la Casa Blanca ejerce presión y hace uso de los fondos del FMI para alinear a Buenos Aires detrás de su campaña de guerra militar y económica contra Rusia y China. M-Power es una de sus herramientas para impulsar esta agenda geopolítica.
La cita con la CGT se produjo tras un reciente viaje del presidente Fernández a la Casa Blanca. Sergio Massa, el ministro de Economía, que dirige la actual campaña de austeridad, se ha reunido varias veces con funcionarios del FMI y del Gobierno en Washington este año. Además, el lunes, la jefa del Comando Sur de EE.UU., la general Laura Richardson, se reunió con el ministro de Defensa argentino, Jorge Taiana, para hablar de los vínculos del país con China.
El piropo de “modelo” a la CGT confirma las advertencias del World Socialist Web Site de que la autoproclamación de Biden como “el presidente más prosindical” significa que se apoya en la burocracia sindical para imponer medidas de austeridad y guerra.
En Argentina, con un tipo de interés del Banco Central del 78 por ciento, los inversores locales y extranjeros están viendo ganancias excepcionales, y los buitres dirigidos por el FMI están saqueando el tesoro público cobrando intereses sobre los US$400 mil millones de deuda pública. Los pagos mensuales de intereses a los tenedores de bonos “Leliq” se han multiplicado por siete en el último año, superando los pagos de pensiones y convirtiéndose en el mayor gasto del Gobierno.
Mientras tanto, las empresas exportadoras, incluidas las de gas y minería, pueden vender sus productos en dólares y euros y mantener bajos costes operativos en pesos.
Este saqueo a ultranza de Argentina, con el respaldo del puñado de oligarcas multimillonarios corruptos del país, solo ha sido posible gracias a la burocracia sindical, aliada del Gobierno de Fernández. Las confederaciones CGT y CTA acordaron con el Gobierno un techo del 60 por ciento en las negociaciones salariales, lo que está provocando una enorme caída del poder adquisitivo de los trabajadores.
Al mismo tiempo, en las paritarias o revisiones cada seis meses o incluso con más frecuencia, los dirigentes sindicales se reúnen con los empresarios en supuestas “negociaciones” mediadas por el Gobierno, donde fingen indignación y a veces se ven obligados a convocar huelgas “de Hollywood” de 24, 48 o 72 horas hasta que finalmente “ceden” y aceptan aumentos salariales muy por debajo de la tasa de inflación. Este proceso se ha institucionalizado y sus resultados son aplicados por los delegados sindicales y las comisiones internas en los centros de trabajo.
Como elemento fundamental del “modelo” sindicalista argentino, dondequiera que la oposición de las bases parece desbordarse, como en Mondelez, los carreristas pertenecientes a la sobreabundancia de organizaciones pseudoizquierdistas entran en tropel como bomberos con el puño en alto y una retórica radical, llamando a los trabajadores a “recuperar” los sindicatos de manos de la burocracia. Pero cualquier nueva dirección o facción que construyan es desviada e integrada en la misma burocracia en nombre de la “unidad”.
Dado que los trabajadores se enfrentan a corporaciones globales y a ofensivas dirigidas desde Wall Street y Londres, el servicio más crucial que prestan las federaciones sindicales argentinas es que mantienen a los trabajadores aislados de sus hermanos y hermanas de clase a nivel internacional cuando ellos también entran en lucha contra ataques similares.
Tras décadas de luchas militantes, que comenzaron con las olas de huelgas en 1918 y 1919, inspiradas por la Revolución Bolchevique en Rusia, el aparato sindical argentino tomó forma en la década de 1940, en medio de un auge comercial e industrializador que comenzó durante la Segunda Guerra Mundial. Una cábala de oficiales militares, eventualmente liderada por Juan Domingo Perón, implementó importantes concesiones a los trabajadores, incluyendo aumentos salariales, nuevos beneficios y protecciones laborales. Sin embargo, estas medidas se utilizaron para subordinar la actividad sindical a los dictados de la patronal y el Estado capitalista.
Lo que vio durante casi dos años como enviado militar en la Italia de Mussolini durante la guerra, en particular la alianza corporativista del fascismo entre el Estado, la patronal y los sindicatos, tuvo una gran influencia en Perón. Estos son los orígenes históricos del “modelo” que ahora promueve Biden.
La afiliación sindical, alentada por Perón, se disparó y la burocracia se atrincheró en torno a la CGT peronista, que se transformó en un apéndice conservador del Estado capitalista.
La designación del Gobierno estadounidense de la CGT como “modelo” de sindicalismo tiene implicaciones particularmente siniestras, dada la historia de este aparato derechista durante el período previo al golpe militar en 1976. Desempeñó un papel protagónico en la organización de la Alianza Anticomunista Argentina, o Triple A, una red de escuadrones de la muerte que asesinó y desapareció a cientos de trabajadores militantes y de izquierda, e incluso a delegados sindicales, en un intento de sofocar el levantamiento en marcha de los trabajadores y jóvenes.
En la actualidad, tanto la clase dominante estadounidense como la argentina apuestan por que esta burocracia sindical suprima la oposición de la clase trabajadora ante los planes para que el próximo gobierno intente eliminar la asistencia social, los subsidios a la energía y otras protecciones sociales, y saquear a uno de los mayores yacimientos de litio del mundo y la importante reserva gasífera de Vaca Muerta en nombre de los buitres financieros y del imperialismo estadounidense y europeo.
Se avecinan grandes batallas de clases y, aunque la burocracia peronista mantiene una influencia significativa que Biden quiere emular, su imposición de décadas de interminables ataques a los niveles de vida ha erosionado significativamente su control sobre la clase trabajadora. La tasa de sindicalización en los trabajadores registrados prácticamente ha caído a la mitad desde 1990, al 27 por ciento.
Como ha explicado el WSWS: “La promoción de los sindicatos por parte de Biden nace del temor a que las organizaciones de base creadas en muchos sectores de la clase obrera, cuyo propósito es evitar que sus luchas sean sofocadas y aisladas, se conviertan en una red nacional e internacional. Esto es precisamente lo que hace falta”. En consecuencia, el WSWS lucha por construir la Alianza Internacional Obrera de Comités de Base en oposición a todas las burocracias sindicales.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 21 de abril de 2023)
Leer más
- En convención de la AFL-CIO, Biden cuenta con los sindicatos para imponer su programa de austeridad y guerra
- Sindicato pseudoizquierdista en Argentina impone un contrato propatronal a trabajadores del neumático tras seguir una estrategia nacionalista
- La guerra en Ucrania expone la política proimperialista del FIT-U en Argentina