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El Frente de Izquierda (FIT) de Argentina: un “Podemos en pañales”

En el período previo a las elecciones legislativas de este octubre, la clase política argentina se está enfrentando a su peor crisis de legitimidad desde diciembre del 2001 y enero del 2002, cuando se sucedieron cuatro presidentes en menos de dos semanas en un clima de manifestaciones de masas y una inflación descontrolada.

Este año, estallaron manifestaciones de cientos de miles de maestros en huelga y otros sectores obreros en marzo y abril, culminando con el paro nacional de un día el 6 de abril.

Las tres principales coaliciones políticas del país, el Frente para la Victoria (FPV) controlado por el peronismo, el oficialista Cambiemos y Unidos por una Nueva Alternativa (UNA), formado a raíz de una escisión del FPV, se encuentran cada vez más desacreditados en medio de niveles récord de pobreza y desigualdad social. Ante una oposición cada vez mayor, el gobierno del presidente Mauricio Macri, quien cuenta con el respaldo del capital financiero internacional, está atacando salarios, programas sociales y regulaciones corporativas de la forma más despiadada que ha visto el país desde la dictadura militar de 1976 a 1983.

Estas condiciones presagian una explosión social en Argentina, cuya historia de la lucha de clases se caracteriza por la gran militancia obrera. En este contexto, los partidos que se autodenominan socialistas del Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT) han renovado su alianza electoral para las elecciones legislativas y preparan una trampa política para los trabajadores y la juventud.

El FIT, fundado en el 2011 por el Partido Obrero (PO), el Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) e Izquierda Socialista (IS), ganó 800 000 votos en las elecciones presidenciales del 2015, un brinco de los 400 000 obtenidos en las elecciones legislativas del 2013, suficientes para convertirse en la cuarta mayor alianza política en Argentina. Este año, tendrá que revalidar tres de los cuatro escaños que controla en la Cámara de Diputados, pero además presentará candidatos en 22 de las 24 provincias argentinas y en numerosos municipios con más de dos mil candidatos.

El carácter político y de clase del FIT es claro al ver el procedimiento enconado a través del cual seleccionan a sus candidatos, usualmente con ataques mutuos y toscos.

Una disputa por un puesto parlamentario

Este año no fue la excepción, después de que el PTS, sin notificárselo previamente a sus socios del FIT, anunciase que estaba lanzando a Nicolás del Caño, el exlíder estudiantil y candidato presidencial del FIT en el 2015, para diputado nacional de la provincia de Buenos Aires. El problema es que ese puesto ya lo ocupa Néstor Pitrola del PO, quien quedó electo en el 2013 y 2015.

Al final, después de un fuerte conflicto en el que el PO denunció a Del Caño como un forastero que pretende tomar el distrito y el PTS insistió en que su candidato sería más popular (sin especificar cómo ni con quién llegaron a tal conclusión), el PO cedió la candidatura, evitando así tener que competir en las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO), en las que cada coalición debe alcanzar un 1,5 por ciento de los votos para poder participar en las elecciones.

Tales mercadeos políticos, propios de todos los corruptos partidos de la burguesía, no tienen nada que ver con el marxismo revolucionario. Como lo indicó Trotsky en sus perspicaces escrit

os sobre la lucha contra el fascismo en Alemania, “Los acuerdos arreglados desde arriba e infundados en principios no traerán más que confusión”.

“La idea de que un frente único de los trabajadores nomine a un candidato para presidente es totalmente falsa”, continuó. “Un candidato sólo puede ser nominado con base en un programa definido. En elecciones, el partido no tiene el derecho de sacrificar la movilización de sus seguidores ni la medición de su fuerza”.

En lugar de aclarar las diferencias políticas entre partes y preparar a la clase obrera en Argentina para las luchas revolucionarias en el horizonte, los partidos que componen el FIT se han adherido a un programa que sólo busca el mínimo común denominador de populismo antimacrista en busca de escaños parlamentarios.

Antes de llegar al acuerdo de presentar una lista conjunta de candidatos, el PO llegó a criticar al PTS por adaptarse a un programa “populista radical” orientado a la clase media-alta argentina.

El 12 de febrero, Jorge Altamira, líder del PO desde sus orígenes, escribió que el PTS, “se entrega con gusto al populismo” y practica “seguidismo” tras el Frente para la Victoria, el partido burgués encabezado por los peronistas que se asociaron a los gobiernos de la “marea rosa” bajo los mandatos de Néstor (2003-2007) y Cristina Kirchner (2007-2015).

PTS culpa a los trabajadores estadounidenses por Trump

Altamira denunció al PTS por su populismo y su política de identidad, la cual se vio ejemplificada de una forma particularmente nociva culpando a la “clase obrera blanca” por la victoria electoral de Donald Trump en Estados Unidos.

“La divisoria que establece el PTS contrapone horizontalmente al proletariado norteamericano en identidades y reivindicaciones nacionales o de género, privándolo de la cohesión necesaria para poder luchar por el poder político”, escribió Altamira. Concluye el artículo describiendo al PTS como “un Podemos en pañales”.

La comparación del PTS con la evolución política de Podemos —el partido burgués de “izquierda” en España que se ha estado preparando para llegar al poder y desempeñar un papel similar al de Syriza en Grecia de traicionar a la clase obrera— es apto e ingenioso. Sin embargo, Altamira no explica por qué su partido se mantiene en una coalición electoral con un grupo como tal.

Evidentemente molesto por el artículo de Altamira, el PTS organizó a miembros para que lo atacaran a través de una serie de publicaciones hostiles en Facebook. En ese medio, los miembros del PTS comenzaron a acusar a Altamira y al PO de plagiar un artículo del 8 de febrero del 2017 del World Socialist Web Site, titulado “‘Populismo de izquierda’: un ataque de la seudoizquierda argentina contra el socialismo.

El PO se sintió obligado de dar una respuesta formal, la cual publicó el 21 de febrero, donde niega haber plagiado al WSWS y reafirma su crítica anterior contra el PTS.

Sin querer dejarlo así, el PTS reiteró sus acusaciones contra la clase obrera estadounidense en un artículo escrito por Manolo Romano en la edición de marzo de Ideas de Izquierda. Ahí, insisten en que los trabajadores “blancos no hispanos” en EE. UU. no les afecta por igual “el proceso de explotación” que al resto de trabajadores y que son responsables de la victoria de Trump.

Junto a esta reaccionaria tesis que culpa a la clase obrera, en lugar de al capitalismo estadounidense, por la llegada de Trump al poder, el PTS vuelve al tema del plagio. Refiriéndose a Altamira, “la argumentación central no es de su producción”, escribe Romano. “Es copia de un artículo, al que no cita, contra nuestra corriente internacional publicado tres días antes en el estadounidense World Socialist Web Site, del International Committee of the Fourth International (ICFI) que dirige David North”.

La nota al pie incluye un enlace al artículo del WSWS del 8 de febrero y continúa: “El WSWS es conocido en la izquierda mundial como un sitio sin la menor rigurosidad tanto en las informaciones que brinda como en las polémicas que realiza”. Romano aplaude sarcásticamente a Altamira por no citar al WSWS: “Al no citar la fuente, tal vez sin quererlo Altamira esté haciendo un favor a mucha gente aunque no con el método adecuado”.

El hecho de que el WSWS se haya convertido en un tema central en la disputa entre el PTS y el PO da una muestra del clima político que predomina en estos grupos. Les inquieta la influencia del WSWS porque temen que sus miembros se orienten a una crítica marxista de su oportunismo. Tienen por qué hacerlo: la correspondencia con el sitio y las estadísticas sobre sus lectores confirman que el WSWS es ampliamente seguido tanto en Argentina como en América Latina.

La acusación de plagio es absurda. La realidad es que las críticas de Altamira sobre el PTS tienen poco en común con el análisis hecho en el artículo del WSWS . Altamira y el PO presentan el flagrante sesgo antiobrero del PTS y su orientación oportunista hacia la política de identidad como el resultado de “errores” políticos que pueden corregirse.

En contraste, el WSWS señaló que la perspectiva del PTS refleja los intereses de clase de la clase media-alta argentina, cuyos ingresos y riquezas se han incrementado a expensas de las masas trabajadoras, pero que sí mantienen rencores con el uno por ciento más pudiente en cuanto a la distribución de privilegios, como por ejemplo desde puestos en los sindicatos y la academia.

Una calumnia contra el World Socialist Web Site

La afirmación del PTS de que el WSWS publica noticias y análisis políticos “sin la menor rigurosidad” es una calumnia. El WSWS es la publicación mundial, no “estadounidense”, del Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI). Es el sitio web socialista más leído en la web, publicando artículos en dieciséis idiomas para más de cincuenta mil lectores diarios. La pseudoizquierda mundial se opone al WSWS porque representa la defensa del marxismo ortodoxo y la oposición a los apologistas de “izquierda” del capitalismo y las guerras imperialistas.

Si los dirigentes del PO tuvieran algo de coraje político, habrían denunciado la diatriba anticomunista del PTS y defendido al WSWS, el cual es citado regularmente por su propia Prensa Obrera y es leído ampliamente entre sus propios miembros. El PO se mantuvo en silencio.

El intercambio expone efectivamente el oportunismo político detrás de tal cobardía. Si el PTS es un partido populista, y prokirchnerista, entonces ¿por qué es que el PO ha estado en una alianza electoral con este grupo durante los últimos seis años? Si el PTS es “un Podemos en pañales”, el PO tiene el rol de cambiarlo y entalcarlo.

Anunciando las listas conjuntas en una reunión del brazo sindical del PO el mes pasado, el líder del PO, Néstor Pitrola, se refirió a la “irrupción de la clase obrera en la lucha y otras clases” y enfatizó: “La lucha está bien, pero si no está aislada es mejor, sino está aislada, ponemos todos los métodos y el trabajo político para que se vaya uniendo a todas las luchas de la clase obrera en particular y del movimiento popular en general”.

Esta declaración no tiene nada que ver con el socialismo y revela el vacío de las críticas desde la “izquierda” que le hace el PO al PTS. Su llamado a una alianza con “otras clases” y el “movimiento popular” equivale a subordinar la lucha independiente de la clase obrera a las demandas procapitalistas de la clase media-alta argentina. Siguiendo los pasos de sus predecesores pablistas, los oportunistas cubren su distanciamiento del marxismo con la insistencia de que hay que romper el “aislamiento”. Lo que realmente quieren decir es romper su aislamiento de los partidos fieles a las corporaciones y los bancos.

En su acuerdo para continuar su coalición electoral, el FIT le dio la bienvenida a Poder Popular-Corriente de Izquierda, una coalición de partidos de pseudoizquierda y guevaristas que abogan abiertamente por una alianza con el kirchnerismo y que veneran la política castrista y nacionalista de la pequeña burguesía que condujo a una sangrienta serie de derrotas de la clase obrera de América Latina en el siglo XX.

Las raíces históricas del PTS y la lucha contra el pablismo

Las raíces del PTS se remontan precisamente a las desastrosas adaptaciones a estas tendencias políticas en Argentina. El partido tiene sus orígenes en la desintegración del Movimiento al Socialismo (MAS) tras la muerte de su líder, Nahuel Moreno, en 1987. Después de romper con el CICI en 1963 y reunificarse con los pablistas, el partido de Moreno se degeneró rápidamente. Orientándose a los distintos movimientos nacionalistas como el peronismo y el castrismo, e incluso a la socialdemocracia argentina y el estalinismo, desempeñó un papel crítico en desarmar políticamente a la clase obrera en el país en los años que precedieron el golpe militar de 1976.

Por el contrario, el PO fue fundado en 1964 por un grupo de jóvenes radicalizados que salieron del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) guevarista, fundado por Silvio Frondizi, un sociólogo radical y hermano del expresidente de Argentina, Arturo Frondizi, del partido Unión Cívica Radical (UCR). Bajo el nombre de Política Obrera, el grupo se orientó a los sindicatos, apelando incesantemente a la mayor central sindical, la Confederación General de los Trabajadores (CGT), a adoptar prácticas más militantes, mientras subordinaban a los trabajadores al programa de la burocracia peronista de unidad nacional con la burguesía.

El PO no es parte de una tendencia internacional coherente y existe como una organización puramente nacional. Recientemente, ha estado asociado con el Partido Revolucionario de los Trabajadores (EEK) de Savas Michael-Matsas, quien rompió con el CICI en 1985 para poder celebrar la perestroika de Mijaíl Gorbachov, retratándola como la llegada de la revolución política de la Unión Soviética. El PO y el EEK se distanciaron después de que Altamira le diera su apoyo pleno a Syriza en el 2012 para que formase “un gobierno de izquierda” en Grecia. Esto iba en contra de los intentos del EEK de proporcionarle a Syriza una cubierta de “izquierda”, mientras buscaba unirse a una colección de grupos maoístas y de pseudoizquierda en la coalición Antarzya que forma parte de Syriza.

Lo que une al PTS con el PO, es la orientación fundamentalmente nacionalista que ha caracterizado a toda una serie de organizaciones de América Latina que afirman ser trotskistas. Esta orientación, cuyo punto de partida es la política a nivel nacional y el partido nacional en lugar de las fuerzas impulsoras de la revolución socialista mundial y la lucha por construir un partido internacional, ha vuelto una y otra vez a estas organizaciones en flancos de “izquierda” que apuntalan el dominio de la burguesía nacional.

Las ineludibles contradicciones detrás de la alianza del PO con el PTS demuestran que la organización no ha trabajado para examinar la historia de la Cuarta Internacional ni interiorizar las lecciones políticas sobre el devastador papel que ha tenido el pablismo en América Latina como en el resto del mundo. El PO está repitiendo el oportunismo de numerosos grupos pablistas latinoamericanos que justificaron la formación de alianzas con los movimientos nacionalistas burgueses, guerrilleros pequeñoburgueses, y estalinistas basándose en la concepción antimarxista de que “ir tras las masas” requiere abandonar el programa del socialismo y el internacionalismo.

El desarme político de la clase obrera de América Latina que surgió a raíz de este oportunismo ha tenido consecuencias mortales. Recae sobre este proceso la responsabilidad de los grotescos niveles de desigualdad, pobreza y explotación imperialista que dominan hoy la región.

Aquellos que busquen examinar seriamente estas cuestiones deben familiarizarse con el significado de la división entre el Secretariado Internacional (SI) pablista y el Comité Internacional de la Cuarta Internacional. Tienen que entender la naturaleza de la lucha librada por el CICI contra la reunificación del SI con el Socialist Workers Party (SWP; Partido Socialista de los Trabajadores) en 1963 y deben estudiar la desintegración subsecuente del Secretariado Unificado (SU) junto con la integración del movimiento lambertista en la élite política burguesa en Francia y en otras partes del mundo. Se deben familiarizar además con la separación entre el Workers Revolutionary Party (WRP; Partido Revolucionario de los Trabajadores) británico y el CICI que se llevó a cabo entre 1982 y 1986. Un extenso expediente documental de las cuestiones que conllevaron a este quiebre se puede encontrar en Cómo el WRP traicionó al trotskismo y El legado que defendemos.

El PO y el PTS no querrán discutir estos temas porque, de llegar a encarar la historia de la Cuarta Internacional, expondría la total bancarrota política del FIT.

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