El acuerdo final que surge de la última conferencia internacional sobre cambio climático, la COP29, que finalizó el domingo en Bakú, Azerbaiyán, es otro acuerdo vacío. Expone la incapacidad de los gobiernos capitalistas del mundo para reducir las crecientes emisiones de gases de efecto invernadero y combatir la crisis ecológica actual causada y acelerada causada por el calentamiento global.
El anuncio principal es el llamado Objetivo Financiero de Bakú, un 'compromiso' de los países desarrollados de $300 mil millones al año para los países en desarrollo para 2035, y la ampliación de esa cantidad a $1,35 billones utilizando fuentes públicas y privadas.
Si hace 40 años se hubieran dedicado esos fondos a combatir el cambio climático, probablemente esos recursos habrían sido suficientes para evitar sus peores impactos. Y si se hubieran tenido en cuenta las advertencias sobre la continua emisión de gases de efecto invernadero que hicieron para uso interno las compañías de combustibles fósiles como ExxonMobil y que científicos como Carl Sagan hicieron públicamente al Congreso, las temperaturas globales habrían alcanzado su punto máximo a mediados de la década de 2000 y la frase “clima extremo” nunca habría entrado en el léxico de la humanidad.
Pero hoy esas sumas son una gota en el océano. Un artículo publicado en Nature este año estima que para 2035 habrá una reducción permanente de los ingresos a nivel mundial como resultado del cambio climático que ascenderá a más de 10 billones de dólares al año en dólares de 2005. El artículo calcula el costo del cambio climático para 2049 entre 38 y 59 billones de dólares anuales.
Los costos exorbitantes son un resultado directo de la falta de esfuerzos de mitigación durante décadas combinada con el aumento de la quema de combustibles fósiles. La concentración de dióxido de carbono en la atmósfera ha aumentado de aproximadamente 340 partes por millón en 1984 a alrededor de 425 partes por millón en la actualidad. Las emisiones de CO2 per cápita han aumentado de 4,1 billones de toneladas a 4,7 billones de toneladas anuales. Los niveles del mar han aumentado entre 20 y 23 centímetros desde 1880.
Ahora, los últimos informes del Servicio de Cambio Climático Copérnico de Europa, que mide el aumento de las temperaturas globales utilizando una línea de base de 1850-1900, indican que es 'prácticamente seguro' que la temperatura anual en 2024 será más de 1,5 grados Celsius por encima del nivel preindustrial, y probablemente será más de 1,55 grados Celsius más cálida.
Los últimos 15 de los 16 meses han sido 1,5 grados más cálidos que el promedio preindustrial. Octubre fue 1,65 grados Celsius superior al nivel preindustrial, el segundo octubre más cálido registrado, superado solo por octubre de 2023. Los últimos 12 meses han sido testigos de un aumento de temperatura promedio de 1,62 grados Celsius.
Según Copérnico, “la anomalía de temperatura promedio para el resto de 2024 tendría que caer a casi cero para que 2024 no fuera el año más cálido”.
Los peligros del aumento de las temperaturas se reflejan en el Informe sobre la disparidad de emisiones del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente del mes pasado, que señala que debe haber una reducción del 42 por ciento en las emisiones de gases de efecto invernadero para 2030 para tener alguna posibilidad de reducir el calentamiento por debajo de 1,5 grados Celsius. También advierte que, incluso si se pusiera en marcha la implementación completa de las reducciones ya acordadas, el calentamiento aún alcanzaría los 2,6 grados Celsius. Si se mantiene el nivel actual de emisiones, la temperatura aumentará 3,1 grados Celsius.
Y como el mundo ha presenciado durante la última década, incluso un calentamiento de menos de 1,5 grados Celsius trae consigo enormes niveles de muerte y destrucción. Sólo en Estados Unidos, ha habido 24 fenómenos meteorológicos extremos que han costado al menos 1.000 millones de dólares. En todo el mundo, los daños ascienden a cientos de miles de millones cada año, con millones de desplazados y decenas de miles de muertos.
Muy poco de estos problemas, y los costos reales involucrados, se incluyeron en el discurso en Bakú. Tine Stege, enviada de las Islas Marshall para el clima, señaló: “Nos vamos con una pequeña parte de la financiación que necesitan urgentemente los países vulnerables al clima. No es ni de lejos suficiente”.
Si el calentamiento global aumenta a 2 grados Celsius, es probable que las Islas Marshall, así como otras naciones insulares, simplemente desaparezcan bajo el océano a medida que el nivel del mar siga aumentando.
El verdadero objetivo de la COP29, como ha sido el caso de las últimas cumbres sobre el clima, era encontrar nuevas formas de especular sobre las emisiones de carbono a través de “créditos de carbono” y “finanzas climáticas”, utilizando el cambio climático como otra forma de enriquecerse para la burguesía.
La industria de los combustibles fósiles jugó un papel destacado en las deliberaciones, con al menos 1.773 delegados de varias corporaciones de carbón, petróleo y gas presentes. Chevron, ExxonMobil, SOCAR (la compañía petrolera estatal de Azerbaiyán) y TotalEnergies (una compañía francesa de petróleo y gas) patrocinaron la COP29, junto con la firma de relaciones públicas Teneo, que tiene conexiones por mucha tiempo con la industria energética y jugó un papel en la quiebra de Enron en 2001.
Además, al igual que en los acuerdos climáticos anteriores, no existe un mecanismo real para obligar a los países, en particular a Estados Unidos, China, India y los países de Europa, los mayores emisores del mundo, a limitar su producción de gases de efecto invernadero. En 2015, en el marco del Acuerdo de París, se creó un supuesto “marco” según el cual los países desarrollados, históricamente responsables de la gran mayoría de las emisiones de gases de efecto invernadero, soportarían la mayor parte de los costos. Pero nunca ha funcionado porque, en última instancia, todas las reducciones se consideran voluntarias.
Más fundamentalmente, esos acuerdos nunca han funcionado debido a las contradicciones inherentes al sistema económico capitalista. El comunicado de prensa del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente para su informe plantea específicamente la necesidad de “reformar la arquitectura financiera mundial, una acción fuerte del sector privado y la cooperación internacional”.
Pero esas cosas son imposibles en un mundo dividido entre estados-nación rivales y en guerra, mientras que las corporaciones están impulsadas por la necesidad de obtener cada vez mayores ganancias. La lucha contra el cambio climático, un problema global que requiere soluciones globales, es contrario a los intereses nacionales geopolíticos y monetarios de la clase capitalista y, por lo tanto, en la práctica, se descarta de plano.
Como lo demuestra la cantidad de lobistas de la energía presentes, las conversaciones sobre el clima no son un lugar donde se discute cómo salvar el medio ambiente de la Tierra, sino cómo se puede explotar más. La muerte masiva que se ha producido como resultado del calentamiento global y la escala aún mayor de muerte que está por ocurrir es, para esta capa social parasitaria y obsoleta, simplemente el costo de hacer negocios.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 24 de noviembre de 2024)