Mientras el presidente venezolano Nicolás Maduro se prepara para inaugurar un tercer mandato el 10 de enero, el Gobierno de Estados Unidos y sus socios en la región están intensificando sus conspiraciones temerarias y antidemocráticas para derrocarlo, incluso potencialmente mediante una incursión militar.
La Plataforma Unitaria, una coalición de partidos patrocinados por Estados Unidos, se ha comprometido a inaugurar a su propio candidato presidencial, Edmundo González, afirmando tener pruebas de que ganó las elecciones presidenciales del 28 de julio.
El órgano electoral del país, controlado por el oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), declaró a Maduro como el ganador.
La elección no se celebró ni en respuesta a una demanda popular ni siquiera de acuerdo con un calendario constitucional, sino más bien a partir de discusiones a puerta cerrada con Washington, que ofreció un alivio limitado de las sanciones a cambio. Desde el principio y sin importar los resultados, el Gobierno de Biden vio las elecciones como un pretexto para intensificar la campaña para instalar un régimen títere de extrema derecha y así controlar mejor las reservas petroleras de Venezuela, las más grandes del planeta.
Habiendo pasado cuatro meses en el exilio en Europa, González ha reiterado que no planea establecer un Gobierno en el exilio y que, en cambio, se infiltrará en Venezuela para ser inaugurado el 10 de enero, con un gabinete listo y la líder opositora y durante mucho tiempo “activo” de la CIA, María Corina Machado, como “vicepresidenta ejecutiva”. Los detalles de esta contrainauguración se mantienen en secreto.
Tanto González como Machado enfrentan órdenes de arresto por cargos de conspiración y sabotaje contra el sistema electoral, entre otros. Mientras Machado afirma estar oculta en Venezuela, González firmó un documento reconociendo su derrota electoral en septiembre a cambio de un salvoconducto para salir a España, un acuerdo que dice haber aceptado “bajo coacción”.
La elección de Donald Trump ha impulsado a figuras como Machado, quien comparte su agenda fascista de políticas extremas de libre mercado y dictatoriales. Durante su primer mandato, Trump presidió el agravamiento de devastadoras sanciones económicas, junto con una operación fallida liderada por boinas verdes para capturar a los gobernantes venezolanos, y supuestamente afirmó que sería “genial” invadir Venezuela.
La caída precipitada del Gobierno sirio ante fuerzas islamistas respaldadas por Estados Unidos, que solo fue posible debido a una retirada efectiva de los aliados rusos, iraníes y chinos del régimen sirio de Asad, también ha envalentonado a los golpistas en Venezuela. Han argumentado que el apoyo de estos mismos Gobiernos a Maduro es poco confiable. Un líder opositor, hablando bajo condición de anonimato para El País, señaló que los eventos en Siria “ envían un mensaje a las filas de las Fuerzas Armadas, cuyo apoyo al régimen es frágil”.
Los líderes opositores se han concentrado en hacer llamados a los militares. Machado ha publicado varios mensajes en redes sociales en las últimas semanas alegando que el Gobierno está colapsando. El 28 de diciembre, llamó a “la gran familia militar y policial de nuestra amada Venezuela” a dirigir su “deber, el honor y el privilegio de portar las armas y las insignias de la nación” hacia la defensa del “mandato popular y soberano expresado en las urnas electorales”.
“Ha llegado la hora de la definición y ya todos sabemos que cada quien en su fuero interno ha tomado la decisión correcta y sólo espera la resolución colectiva para actuar”, añadió.
El presidente Maduro y su círculo más cercano han respondido combinando el militarismo y las amenazas contra González y Machado con mensajes proponiendo un acuerdo con la próxima Administración de Trump.
El ministro del Interior y Justicia, Diosdado Cabello, dijo el domingo pasado que el ejército debía consolidar un “gran bloque de defensa de la paz” ante “amenazas”. Agregó sin mencionar a nadie en particular: “El que intente meterse con Venezuela, la va a pagar muy caro. Ellos podrán entrar si se lo proponen, el problema de ellos va a ser salir de esta tierra”.
Aunque visiblemente nervioso por las conspiraciones golpistas del imperialismo e incluso por una agresión militar directa, el Gobierno de Maduro depende completamente del apoyo de las fuerzas de seguridad y sectores de la clase dominante. Al no ofrecer ninguna alternativa real a las políticas de la extrema derecha, no está en posición de movilizar a la clase trabajadora ni a los pobres de Venezuela e internacionalmente contra tales conspiraciones neocoloniales. En cambio, ha impuesto toda la carga de las sanciones y la crisis económica sobre la clase trabajadora y ha procedido a implementar recortes de impuestos corporativos, privatizaciones, dolarización y otros incentivos para Wall Street.
Habiendo ya reconocido a González como “presidente electo”, es probable que la Administración DE Biden profundice las sanciones incluso antes de que Trump tome posesión el 20 de enero.
Existe un amplio debate en publicaciones de política exterior y financieras sobre lo que hará Trump a continuación: ¿priorizará los intereses de las petroleras y el tema migratorio, manteniendo licencias para que las empresas eviten sanciones estadounidenses al petróleo venezolano mientras pide a Caracas que acepte a los deportados, o buscará inmediatamente un cambio de régimen?
La respuesta no está clara a corto plazo, pero la composición del Gobierno entrante envía una señal inequívoca. Los nominados por Trump en política latinoamericana son personas seleccionadas no para la diplomacia, sino para propósitos contrarrevolucionarios y militares. El nominado a secretario de Estado, el senador Marco Rubio (R-Florida), tuiteó imágenes en 2019 del asesinato del presidente libio Muamar Gadafi, claramente dirigidas contra Maduro. El nominado a subsecretario de Estado Chris Landau y el nominado a asesor de seguridad nacional de la Casa Blanca Michael Waltz también han abogado por una postura de línea dura para derrocar a Maduro.
Además, la Administración de Trump será la más descaradamente oligárquica de la historia, compuesta y rodeada de multimillonarios que ven a Maduro y a la “boliburguesía” de empresarios corruptos y élites militares que él representa como un obstáculo para controlar plenamente el petróleo venezolano.
Un informe de esta semana de la agencia calificadora de crédito S&P Global también degusta la posibilidad de que una destitución de Maduro abra el camino para reestructurar la deuda de Venezuela a través de entidades multilaterales como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo. Esto significa el saqueo de lo que queda de los programas sociales administrados por el Gobierno.
Trump se ha rodeado de multimillonarios tales como Elon Musk, quien dijo que “derrocaremos a quién queramos” tras el golpe boliviano de 2019, y Erik Prince, quien está recaudando dinero para contratar a mercenarios para que detengan a Maduro y ha llamado a “volver a ponerse el sombrero imperial, para decir, vamos a gobernar esos países”.
Trump también está preparando una importante escalada para socavar la creciente influencia económica y política china en América Latina en general. En el último cuarto de siglo, el imperialismo estadounidense ha perdido su hegemonía económica incluso en lo que considera su patio trasero, particularmente desde que China se convirtió en el principal socio comercial de América Latina, fuera de México, y en una fuente clave de crédito e inversión.
Pero los días en que la clase dominante estadounidense ofrecía ayuda para desarrollo económico e importantes inversiones, como en el marco de la Alianza para el Progreso de John F. Kennedy a principios de la década de 1960, han quedado muy atrás, como dejó claro la larga serie de golpes de Estado y regímenes fascistas respaldados por Estados Unidos en las décadas siguientes.
Hoy en día, el imperialismo estadounidense depende aún más en su superioridad militar para desafiar la influencia china, mientras que el Pentágono y los grupos de reflexión estadounidenses presentan constantemente las infraestructuras económicas de propiedad china como objetivos militares. Esto incluye, en particular, el nuevo puerto de Chancay en Perú y tres docenas de puertos operados o modernizados por empresas chinas. Trump ha amenazado abiertamente con recuperar el Canal de Panamá, citando la gestión de los puertos en ambos extremos por parte de una empresa con sede en Hong Kong.
En este contexto, el derrocamiento de Maduro es visto por el imperialismo estadounidense como un paso necesario en el impulso general para recolonizar América Latina y socavar la influencia china, trabajando en estrecha colaboración con fuerzas regionales.
El presidente fascista argentino Javier Milei, un entusiasta pro-Trump, ha estado a la vanguardia de las provocaciones contra el Gobierno de Maduro. Buenos Aires afirmó sin ninguna prueba que la policía venezolana ha estado acosando a la Embajada argentina, donde seis opositores venezolanos han recibido asilo. Es muy significativo que el presidente brasileño Lula da Silva, que es supuestamente de “izquierda” y ha sido objeto de constantes abusos verbales por parte de Milei, accediera a proporcionar seguridad y gestionar la Embajada argentina en Caracas después de que Milei retirara a todos los diplomáticos de Venezuela en agosto.
El 8 de diciembre, Nahuel Gallo, cabo de la Gendarmería argentina, fue detenido por el Gobierno venezolano, el cual dijo que Gallo “llegó para cumplir una misión”. Al parecer, Gallo trabajaba en una misión oficial en Colombia y decidió visitar a un familiar de su pareja en Caracas, donde fue detenido.
Durante una graduación en el Colegio Militar de Buenos Aires y luego en una reunión con la familia de Gallo en Tucumán, Milei denunció la detención como “un secuestro” y prometió utilizar todos los medios diplomáticos para liberarlo. Mientras tanto, su ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, adoptó un tono más agresivo, calificando la detención de “casi un acto de guerra”.
El Pentágono también ha intentado ampliar su presencia militar en la región, intensificando los ejercicios militares y los acuerdos para la construcción de bases. Más recientemente, se le concedió un acceso ampliado a una base militar en las ecológicamente únicas y sensibles islas Galápagos —declaradas Patrimonio Natural de la Humanidad por la UNESCO en 1978— tras la ratificación de un acuerdo de cooperación militar firmado por el oligarca-presidente de Ecuador, Daniel Noboa.
El acuerdo permite al Pentágono un despliegue casi ilimitado de buques de guerra, submarinos, aviones y tropas. Aunque está situada en el Pacífico, la base militar de las Galápagos ofrece un acceso estratégico al Canal de Panamá y al nuevo puerto de Chancay, de propiedad china, en Perú, y sirve de plataforma de lanzamiento para operaciones militares en toda América Latina.
El mes pasado, el Gobierno de Trinidad y Tobago, una nación insular situada frente a la costa caribeña de Venezuela, firmó cinco acuerdos con el Pentágono, según Washington. Los medios de comunicación informan que uno de los acuerdos permite el estacionamiento de tropas estadounidenses en la isla en caso de un “conflicto” con Venezuela. Posteriormente, el primer ministro, Keith Rowley, lo negó de forma poco convincente, rehusándose a revelar más detalles.
El Comando Sur de Estados Unidos también ha ampliado su presencia y entrenamiento de fuerzas en Guyana, que está expandiendo rápidamente su producción de petróleo en yacimientos marinos disputados que Caracas ha amenazado con tomar por la fuerza.
La actual estrategia estadounidense de sanciones y provocaciones para alentar un golpe militar podría desembocar en una guerra civil o regional, y agravar el desastre humanitario, incluso después de que 7 millones de venezolanos se hayan marchado en la última década. Sin embargo, no se puede dar ningún apoyo político al Gobierno capitalista de Maduro. Solo la movilización política de la clase obrera venezolana uniendo a los trabajadores de toda América Latina, Estados Unidos e internacionalmente para acabar con el capitalismo puede detener toda agresión planificada y el impulso del imperialismo para recolonizar y repartirse el mundo.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 2 de enero de 2025)