El martes, una huelga de maquinistas en Alemania paralizó gran parte del transporte regional y de larga distancia. Según los informes, el 80 por ciento de los trenes se cancelaron. Ese mismo día, los tripulantes de cabina de la aerolínea Lufthansa se declararon en huelga. La huelga continuará el miércoles.
Las huelgas en Alemania forman parte de un recrudecimiento internacional de la lucha de clases. En Túnez, miles de personas participaron en una manifestación contra el Gobierno por las malas condiciones de vida y el elevado desempleo, que oficialmente supera el 50 por ciento. En Nigeria, donde la inflación supera el 30 por ciento, los trabajadores llevaron a cabo una huelga nacional.
En Francia, donde se produjeron protestas masivas de agricultores a principios de año, los trabajadores están impulsando una huelga de servicios públicos que coincida con los Juegos Olímpicos de París. En Estados Unidos, el número de grandes huelgas aumentó un 238 por ciento el año pasado, mientras que el número de trabajadores implicados en huelgas se cuadruplicó. Esta semana, 7.000 trabajadores de Daimler Trucks en Estados Unidos votaron por 96 por ciento a favor de autorizar una huelga.
Se avecina una tormenta en la lucha de clases. Los trabajadores ya no están dispuestos a aceptar sin oposición la caída de los salarios reales y el aumento de la carga de trabajo. Los maquinistas de trenes, los trabajadores de aeropuertos y los empleados del transporte público llevan semanas haciendo huelgas en Alemania. En varias ocasiones, los trenes, los autobuses y el tráfico aéreo se paralizaron el mismo día.
En todo el país se produjeron huelgas en el transporte público, en los aeropuertos y en las cabinas de Lufthansa, así como en el centro de suministros de Ford en Saarlouis. El personal de ventas del sector minorista también lleva meses en huelga. La ola de despidos en las industrias automotriz, siderúrgica y química llevará a decenas de miles de personas a emprender huelgas. A esto se añaden las protestas militantes de los agricultores contra el Gobierno federal de coalición y las manifestaciones masivas contra el partido ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD, todas las siglas en alemán).
Los hospitales y las escuelas también están en crisis. Se está produciendo una enorme masacre de empleos en la industria manufacturera, el trabajo administrativo y los oficios. Se suprimen cientos de miles de puestos de trabajo, algunos de ellos altamente cualificados, sobre todo en la industria automotriz y los proveedores, pero también se ven afectados los sectores químico, siderúrgico, de la construcción, de los electrodomésticos e informática, así como el comercio minorista.
Las huelgas en Alemania plantean cuestiones importantes para todos los trabajadores. Demuestran que la lucha contra la inflación, los recortes de los salarios reales y el aumento de la carga de trabajo no pueden llevarse a cabo bajo la dirección de la burocracia sindical y están indisolublemente ligadas a la lucha contra la guerra y el rearme militar.
Las empresas y el Gobierno no están dispuestos a ceder sin una lucha. La subida de los precios de las acciones –la bolsa alemana alcanzó ayer otro récord histórico— exige una explotación cada vez mayor de la clase obrera.
La clase dominante está decidida a imponer a los trabajadores el coste, no solo del aumento del valor de las acciones, sino del comienzo de una guerra mundial. Las potencias imperialistas persiguen una vez más sus intereses económicos y geopolíticos por medios militares.
Tras enviar enormes cantidades de armas y municiones, la OTAN quiere ahora enviar también tropas terrestres a Ucrania, lo que significa un enfrentamiento directo con la potencia nuclear de Rusia. En Oriente Próximo, el genocidio de los palestinos apoyado por Alemania se está convirtiendo en una conflagración regional. El peligro de una tercera guerra mundial nunca ha sido tan grande como ahora.
Para que Alemania esté “preparada para la guerra”, el ministro de Defensa Boris Pistorius (socialdemócrata, SPD) exige cientos de miles de millones de euros más, además del “fondo especial” de 100.000 millones de euros para la Bundeswehr (Fuerzas Armadas) acordado hace dos años. La economía y la sociedad se están reorganizando para la producción bélica.
Esta es la razón de la actitud intransigente del Consejo Administrativo del operador ferroviario nacional Deutsche Bahn y del Gobierno federal. Quieren castigar a los maquinistas para dejar claro a todos los trabajadores que tienen que apretarse el cinturón.
La misma política se está aplicando en todas partes. En Estados Unidos, Biden ha invocado continuamente la movilización de la industria estadounidense para la Segunda Guerra Mundial durante sus discursos de campaña, argumentando que se necesitan medidas similares para que Estados Unidos emprenda la guerra contra Rusia y China. Esto cuenta con el pleno apoyo de la burocracia sindical, con el presidente del United Auto Workers declarando que su organización está dispuesta a “ir a la guerra” por el presidente.
En realidad, tales políticas no pueden llevarse a cabo democráticamente en ningún país. En este momento, la estrategia preferida de Washington es bloquear las huelgas e imponer despidos mediante contratos propatronales, impuestos por el corrupto aparato sindical. Sin embargo, a medida que los trabajadores se movilizan contra esas traiciones, el Gobierno está dispuesto a utilizar medios más directos. Hace dos años, la Administración de Biden intervino para prohibir una huelga nacional de los trabajadores ferroviarios estadounidenses, mientras los burócratas sindicales daban largas para ganar tiempo para el Gobierno.
Para poner trabas a los trabajadores ferroviarios alemanes, los burócratas del sindicato alemán de maquinistas GDL, el sindicato de ferrocarriles y transporte público EVG, el sindicato de servicios públicos Verdi y otros están desempeñando el mismo papel que sus homólogos en Estados Unidos y en todo el mundo. Aunque el GDL ha convocado ya su séptima huelga de advertencia, al igual que todos los demás sindicatos, su dirección respalda la política proguerra del Gobierno.
Como todos los otros dirigentes sindicales, el líder de la GDL, Claus Weselsky, miembro de la Unión Cristianodemócrata (CDU), está de acuerdo con el Gobierno en que los costes del rearme militar deben pagarse con recortes salariales y del gasto social, y con mayores niveles de explotación. En vista de la determinación de los maquinistas a luchar, intenta quebrar su resistencia mediante infructuosas “huelgas de advertencia” limitadas.
El conflicto salarial de los maquinistas dura ya se ha extendido por casi cinco meses. A mediados de diciembre, el 97 por ciento de los miembros afectados de GDL votaron a favor de una huelga general indefinida.
Desde entonces se han celebrado siete huelgas de aviso, que han recibido el apoyo de la opinión pública a pesar de las restricciones que imponen a muchos viajeros.
Sin embargo, la dirección deL GDL se niega a organizar la huelga general indefinida exigida por los miembros. Ha abandonado en gran medida sus demandas iniciales y ha ofrecido ampliar la duración del contrato de 12 a 24 meses y aplazar la reducción de la jornada laboral semanal hasta 2028.
El Consejo de Administración de Deutsche Bahn (DB), el Gobierno federal y los sindicatos están estrechamente entrelazados en el Grupo DB, que es una empresa pública de propiedad estatal. Varios exfuncionarios del Gobierno y secretarios de Estado forman parte de diversos órganos de dirección. La intransigencia de la dirección de DB se coordina con el Gobierno.
La guerra en el extranjero significa inevitablemente la guerra de clases en casa, contra la clase obrera. El Gobierno de coalición entre el SPD, los Liberales Demócratas (FDP) y Los Verdes quiere dejar claro tanto a los trabajadores ferroviarios como al resto de la clase obrera: “Este es el sacrificio que tienen que aceptar para la furiosa escalada militar”. ¡Este es el significado de la “nueva era sociopolítica” proclamada por el canciller alemán Olaf Scholz!
Los maquinistas y toda la clase obrera deben oponerse a la “nueva era” de guerra y austeridad de la clase dominante con su propia “nueva era” de lucha de clases. Hay que poner fin a los continuos recortes y al deterioro de las condiciones que se venden constantemente como “concesiones”. Los trabajadores deben luchar por una perspectiva anticapitalista y socialista. Bajo el capitalismo, solo les espera la miseria, la guerra y la muerte.
En la burocracia del GDL, no hay forma de avanzar. Los funcionarios altamente remunerados de las oficinas sindicales contemplan los acontecimientos económicos desde la misma perspectiva que los directivos de las empresas y los especuladores bursátiles. Subordinan las necesidades de los trabajadores y de la sociedad al insaciable afán de lucro de las empresas.
Hacen falta una reorientación y una reorganización fundamentales de la sociedad. La lucha contra la intransigencia de la junta DB y los dictados del Gobierno federal, la defensa de los puestos de trabajo y la lucha contra la guerra requieren una perspectiva socialista y una estrategia internacional. Las necesidades de los trabajadores y de la sociedad deben tener prioridad sobre los intereses lucrativos de las empresas y los bancos.
La política nacionalista de los sindicatos, que colaboran estrechamente con el Gobierno y apoyan su política favorable a la guerra, debe ser contrarrestada por la cooperación internacional de la clase obrera, independientemente de su nacionalidad, origen y color de piel.
Por eso es tan importante y urgente la creación de comités de acción de base independientes. En todo el mundo, de Europa a Norteamérica, pasando por Asia y Australia, los trabajadores están creando la Alianza Internacional Obrera de Comités de Base para luchar contra los ataques de la patronal, el Gobierno y el corrupto aparato sindical.
Solo así es posible que todos los trabajadores, sindicalizados o no, se opongan a la lógica capitalista de ganancias de la economía y a la dictadura del aparato sindical. Solo así podrán los trabajadores tomar en sus manos la organización de las medidas de huelga.
Una huelga indefinida de maquinistas debe convertirse en el preludio de una amplia movilización contra la reducción de los salarios reales, contra los despidos masivos y contra la política de guerra y recortes sociales del Gobierno. Las luchas obreras deben unirse a la resistencia contra la guerra en Ucrania y el genocidio en Gaza y dirigirse contra el capitalismo, que es la causa de la guerra, el genocidio, los recortes laborales y las reducciones salariales. Este movimiento cada vez mayor debe desarrollarse sobre la base de un programa socialista.
El Sozialistische Gleichheitspartei (Partido Socialista por la Igualdad, SGP) y sus organizaciones hermanas de la Cuarta Internacional luchan por este programa.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 12 de marzo de 2024)