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Perspectiva

Trump exige la “aniquilación” de Yemen y la guerra estadounidense para subyugar Oriente Próximo

Personas se lamentan frente a los cuerpos de palestinos asesinados por los bombardeos israelíes, Hospital Al-Ahli, 18 de marzo [AP Photo/AP Photo]

Según el Gobierno de Trump intensifica los planes para limpiar étnicamente y anexar la Franja de Gaza, Estados Unidos ha emprendido una nueva ofensiva militar contra Yemen y, en última instancia, Irán, como parte de una escalada sistemática de la guerra de EE.UU. e Israel para reconfigurar Oriente Próximo bajo dominio de Washington.

El domingo, el ejército estadounidense lanzó un ataque de grandes proporciones contra Yemen, el empobrecido país de 34,7 millones de personas ubicado en la esquina suroeste de la península Arábiga, seguido de días de bombardeos continuos.

El miércoles, el presidente Donald Trump se comprometió a “aniquilar completamente” a Yemen, declarando: “Ni siquiera es una lucha justa, y nunca lo será. Serán completamente aniquilados”. Luego, procedió a amenazar a Irán, diciendo que “¡sufrirá las consecuencias, y esas consecuencias serán terribles!”.

Al declarar su intención de “aniquilar” a Yemen, Trump invocó las palabras de su modelo político, Adolf Hitler. El 30 de marzo de 1941, Hitler dijo a sus generales reunidos que la guerra que la Alemania nazi estaba planeando contra la Unión Soviética sería una “Vernichtungskampf” o una “lucha de aniquilación”. Fiel a su promesa, Hitler libró la guerra para destruir la Unión Soviética, que implicó la masacre sistemática y el hambre de la población civil, lo que provocó la muerte de más de 30 millones de personas.

La amenaza de Trump de “aniquilar” a un pequeño país empobrecido al otro lado del mundo expresa el grado en que el lenguaje del genocidio, el concepto detrás del esfuerzo estadounidense-israelí para expulsar al pueblo de Gaza de su tierra a través de masacres y hambrunas, define áreas cada vez más amplias de la política exterior estadounidense. Trump promete tratar toda resistencia a la subyugación colonial directa de Estados Unidos de la misma manera que su cliente israelí trata a los palestinos: a través del exterminio.

Antes del genocidio de Gaza, Yemen era el principal ejemplo mundial de la hambruna masiva deliberada de civiles a instancias de las potencias imperialistas. Entre 2015 y 2022, Yemen fue objeto de una campaña saudí-estadounidense de bombardeos y hambruna deliberada que provocó la muerte de hasta 400.000 personas. Como dijo Kamel Jendoubi, presidente de un grupo de expertos de la ONU sobre Yemen, en 2020, “Los civiles en Yemen no se están muriendo de hambre, están siendo matados de hambre”, citando el bloqueo deliberado de los puertos de Yemen respaldado por Estados Unidos por parte de Arabia Saudita.

En ese momento, la conducta de Arabia Saudita en Yemen fue reconocida como criminal incluso por los gobiernos que financiaban y armaban a sus militares. En el debate presidencial de noviembre de 2019, el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, acusó a los saudíes de “entrar y asesinar a niños, y están asesinando a personas inocentes”, y agregó que “deben rendir cuentas”. Prometió: “De hecho, no vamos a venderles más armas”.

Pero eso es precisamente lo que hizo Biden al asumir la presidencia. Vendió al despótico régimen saudí 650 millones de dólares en misiles en 2021 y posteriormente levantó todas las restricciones a la venta de armas al reino. En 2022, Biden procedió a chocar el puño con el gobernante saudí de facto, el príncipe heredero Mohammed bin Salman, el hombre que orquestó el asesinato en 2018 de Jamal Khashoggi, ciudadano estadounidense y columnista del Washington Post. El bárbaro régimen de Bin Salman presidió el mayor número de ejecuciones en la historia de Arabia Saudí durante 2024, cuando más de 300 personas fueron ejecutadas.

El contexto inmediato del renovado ataque estadounidense contra Yemen es la eliminación sistemática de cualquier pretensión de Israel, con el apoyo de Estados Unidos, de que está buscando un “alto el fuego” en Gaza.

Mapa de Yemen [Photo by EC-JRC (ECHO) / CC BY-SA 4.0]

Después de haber llevado a cabo ataques diarios durante los dos meses durante de supuesto alto el fuego, matando a cientos de personas, Israel ahora ha abandonado cualquier adhesión a este. Hace diecinueve días, Israel bloqueó la entrada de todos los alimentos, el agua y la atención médica en Gaza. Esta semana, renovó su bombardeo aéreo a gran escala de Gaza, matando a más de 400 personas en un solo día el martes.

Bajo los términos del “alto el fuego” negociado hace dos meses, el movimiento hutí de Yemen, que controla el territorio que alberga al 60 por ciento de la población del país, suspendió los ataques a los buques que transitan por el mar Rojo. En respuesta a la imposición por parte de Israel del bloqueo total de alimentos, agua, combustible y suministros médicos en Gaza, el Gobierno hutí dijo que atacaría a los barcos israelíes en el mar Rojo.

A su vez, Estados Unidos ha aprovechado esta advertencia de los hutíes para renovar su asalto a Yemen como parte de una escalada militar en todo Oriente Próximo. Ciertos funcionarios del Gobierno de Trump abogan abiertamente por un ataque directo a las instalaciones nucleares de Irán.

Durante más de cuatro décadas, el imperialismo estadounidense ha estado decidido a revertir las consecuencias de la Revolución iraní de 1978-79, que destruyó la tiranía sangrienta del títere estadounidense, eh sha Mohammed Reza Pahlavi.

Los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 proporcionaron un pretexto para lanzar una operación militar masiva en Oriente Próximo destinada a restaurar la dominación directa de Estados Unidos sobre la región.

Tras la invasión estadounidense de Afganistán en 2001, el presidente estadounidense George W. Bush proclamó un “Eje del Mal” que incluía a Irak e Irán. “Esta campaña no terminará bajo nuestra supervisión, pero debe ser, y será, librada bajo nuestra supervisión”, declaró. La proclamación de Bush fue seguida al año siguiente por la invasión de Irak en 2003.

En el momento de los atentados del 11 de septiembre, el general Wesley Clark dijo que se había tomado la decisión de ir a la guerra con “siete países en cinco años, comenzando con Irak y luego Siria, Líbano, Libia, Somalia, Sudán y luego acabando con Irán”.

El Gobierno de Bush solo pudo llevar a cabo invasiones a gran escala de Afganistán e Irak. Pero la Administración de Obama lanzó operaciones de cambio de régimen en Libia y Siria, logrando derrocar el Gobierno libio en 2011. Su contraparte siria, después de más de una década de guerra, fue derrocada en diciembre de 2024.

En 2006, la asesora de seguridad nacional Condoleezza Rice, elogiando la invasión israelí del Líbano apoyada por Estados Unidos ese año, proclamó el “Nuevo Oriente Próximo” en el que Estados Unidos libraría una guerra contra los países alineados con Irán mediante un aumento de la violencia.

El término de Rice, el “Nuevo Oriente Próximo”, ha sido la consigna del régimen de Benjamín Netanyahu para llevar a cabo el genocidio de Gaza y librar la guerra en toda la región. Apenas unos días antes del levantamiento liderado por Hamás del 7 de octubre de 2023, Netanyahu viajó a las Naciones Unidas para mostrar un mapa que mostraba a Israel anexando todo el territorio de Palestina. Netanyahu declaró: “construiremos un nuevo corredor... que conecte Asia a través de los Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita, Jordania e Israel con Europa”.

El marco más amplio del intento de imponer el control colonial directo de los Estados Unidos sobre Oriente Próximo es el impulso de los Estados Unidos por prepararse para un conflicto inminente con China. La región de Oriente Próximo alberga el 50 por ciento de las reservas probadas de petróleo del mundo y el 40 por ciento de sus reservas probadas de gas natural.

Quizás lo más importante es que aproximadamente el 9 por ciento del tráfico marítimo mundial y el 20 por ciento del tráfico mundial de contenedores pasa por el punto de estrangulamiento del estrecho de Bab-el-Mandeb, que conecta el Mar Rojo y el Golfo de Adén. Yemen ocupa toda la costa oriental y septentrional de esta importante vía fluvial.

Como explicó Bloomberg:

Grandes volúmenes de petróleo crudo, diésel, gas natural, otros productos derivados del petróleo y productos a granel de Oriente Próximo e India viajan a través del mar Rojo hacia Europa, ya que es la ruta más corta entre estas regiones. Las sanciones occidentales a Rusia tras su invasión a gran escala de Ucrania en 2022 convirtieron el mar Rojo en parte de una arteria comercial vital para el crudo que fluye en la otra dirección, ya que Moscú ahora está vendiendo la mayor parte de su petróleo a Asia.

Bajo Trump, el imperialismo estadounidense está tratando de apoderarse y dominar los puntos clave del comercio mundial para prepararse para el conflicto con China. Esto incluye no solo el control del mar Rojo, sino también el plan de Trump de apoderarse del canal de Panamá y anexar Canadá y Groenlandia para controlar un futuro cruce al noroeste a través del Ártico.

La guerra global y el impulso para establecer una dictadura en casa son componentes esenciales del programa de Trump. A través de una violencia militar sin restriciones y el uso de herramientas económicas coercitivas como los aranceles, asegurar la dominación global estadounidense, principalmente contra China.

Su escalada de guerra es inseparable del asalto frontal a la clase trabajadora que está llevando a cabo su Gobierno, que tiene como objetivo liquidar los programas sociales fundamentales de Medicare, Medicaid y el seguro social y utilizar los ingresos para el rearme militar y los rescates bancarios.

Nada de esto se puede hacer sin recurrir a formas dictatoriales de gobierno. La Administración de Trump ha tratado de calumniar a los opositores de la política exterior de los Estados Unidos como “terroristas”, utilizando la maquinaria estatal policial del sistema de inmigración de los Estados Unidos para detenerlos y deportarlos ilegalmente. A medida que la guerra de Trump en todo Oriente Próximo se intensifica, incluido el posible ataque directo a Irán, esta campaña para silenciar toda oposición a las políticas de su Gobierno también se extenderá a los ciudadanos estadounidenses.

Los planes de guerra global de Trump requieren la instalación de una dictadura y el empobrecimiento de la clase trabajadora. Por esta razón, la lucha contra su Gobierno no puede limitarse ni a la oposición al genocidio de Gaza ni a su ataque a los derechos democráticos.

La única fuerza social capaz de detener los esfuerzos de Trump para crear una dictadura en los Estados Unidos es la clase trabajadora. La tarea central es construir una dirección socialista en la clase obrera, armada con el programa teórico del marxismo, para que pueda movilizarse en una lucha industrial y política para poner fin a la guerra imperialista y al sistema capitalista de ganancias que es la causa fundamental de la guerra. El Partido Socialista por la Igualdad y los Jóvenes y Estudiantes Internacionales por la Igualdad Social (JEIIS) están a la vanguardia de esta lucha.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 20 de marzo de 2024)