Las potencias europeas han respondido a las amenazas de Donald Trump de retirar la protección militar estadounidense a los países de la OTAN que no gasten lo suficiente en rearmamento con una auténtica histeria belicista. Las demandas van desde la autonomía militar hasta el desarrollo de un sistema de armamento nuclear europeo independiente.
Trump declaró en un mitin de campaña que, en caso de un ataque ruso, no ayudaría a los miembros de la OTAN que no invirtieran al menos el 2 por ciento de su producto interior bruto, si fuera elegido presidente. Y añadió: “Animaría [a Rusia] a hacer lo que les dé la gana”.
Los Gobiernos europeos han respondido a estos comentarios acelerando aún más su rearme y preparando una guerra nuclear contra Rusia, contra la que ya están librando una guerra por delegación en Ucrania.
Durante más de una década, las principales potencias europeas, con Alemania a la cabeza, han estado llevando a cabo un programa de rearme militar en preparación para librar una guerra contra “grandes potencias”.
Pero en respuesta a los comentarios de Trump, los políticos europeos han exigido que esto vaya aún más lejos, barajando abiertamente la militarización de toda la economía, la introducción del servicio militar obligatorio y ahora también la posibilidad de un arsenal nuclear europeo.
Esta es una receta para una guerra contra la clase obrera, para la represión estatal y para la reacción de extrema derecha. No puede aplicarse democráticamente. Provocará una intensificación de la lucha de clases, que está ligada a la resistencia de masas al imperialismo ya manifestada en las protestas contra el genocidio en Gaza.
En un artículo de opinión para el Frankfurter Allgemeine Zeitun g, el ministro alemán de Finanzas y líder del Partido Democrático Libre, Christian Lindner, abogó por el desarrollo de armas nucleares europeas conjuntas, lo que convertiría a Alemania en una potencia nuclear por primera vez en su historia. Hasta la fecha, Estados Unidos solo ha almacenado armas nucleares en suelo alemán, y es el Gobierno estadounidense quien decide sobre su uso.
Lindner propuso responder a las ofertas de cooperación del presidente francés Emmanuel Macron, incluyendo convertir las fuerzas nucleares estratégicas de Francia y Reino Unido en la base de un arsenal nuclear europeo.
Al mismo tiempo, Lindner dejó claro que esto está vinculado a una declaración de guerra a la clase trabajadora, que debe asumir los costes del militarismo. “Los 'dividendos de la paz' del pasado se utilizaron, en particular, para ampliar el Estado del bienestar”, escribió. “Ahora estamos al principio de la era de la 'inversión en libertad', por lo que es necesario un cambio de rumbo”.
Katarina Barley, vicepresidenta del Parlamento Europeo y principal candidata de los socialdemócratas alemanes a las elecciones europeas, así como Manfred Weber, líder alemán de la bancada conservadora en el Parlamento Europeo, también hablaron del desarrollo de un armamento nuclear europeo independiente. “En el camino hacia un ejército europeo, esto también puede convertirse en un problema”, declaró Barley a Tagesspiegel .
Durante su visita inaugural a París, el primer ministro polaco Donald Tusk pidió a los políticos y a las sociedades europeas que despierten. Europa necesita una política de defensa común y debe convertirse en un continente fuerte, argumentó. Durante su posterior visita a Berlín, Tusk dijo que la oferta de Macron de europeizar las armas nucleares francesas debe tomarse “realmente en serio”. No hay “ninguna razón en absoluto para que la Unión Europea sea militarmente más débil que Rusia”.
Otros consideran tácticamente imprudente plantear la cuestión de un arsenal nuclear europeo independiente tan abiertamente en este momento, en vista de la superioridad de Rusia en el campo de las armas nucleares. Tiene casi 6.000 ojivas nucleares, mientras que Reino Unido y Francia tienen alrededor de 500 combinadas, y en su lugar presionan para acelerar el rearme convencional como primer paso.
El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, advirtió del peligro de socavar la credibilidad de la disuasión nuclear de la OTAN, sobre todo teniendo en cuenta que el paraguas nuclear estadounidense para Europa es prácticamente lo único que aún no se ha cuestionado en los documentos de estrategia del bando de Trump. El ministro de Defensa alemán, Boris Pistorius, también describió el debate nuclear como “lo último que necesitamos ahora”. Es una “discusión compleja que ni siquiera debería iniciarse”.
Pero se trata de diferencias tácticas. En las cuestiones del rearme, la guerra y la lucha de clases, toda la clase dirigente europea está de acuerdo. Al margen de una reunión de ministros de Defensa de la OTAN que tuvo lugar ayer en Bruselas, Pistorius afirmó que Alemania desempeña un papel destacado en la OTAN y se está convirtiendo en la “columna vertebral” y el “centro logístico” de la defensa de Europa. Por primera vez, su país ha superado el objetivo del 2 por ciento del PBI en gasto militar, presumió. A partir del año próximo, aportará a la alianza 35.000 soldados con capacidad de despliegue, así como 200 aviones y buques de guerra.
Otros miembros europeos de la OTAN también están aumentando su gasto militar. Dieciocho de los 31 ya han alcanzado el objetivo del 2 por ciento. Hace diez años solo lo habían conseguido tres. Y esto es solo el principio. La industria armamentística europea también se está ampliando masivamente para poder volver a producir municiones y armas a gran escala.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, tiene previsto presentar a finales de este mes un plan para apoyar a la industria europea de defensa con miles de millones de euros de los contribuyentes y unir fuerzas más allá de las fronteras.
Las amenazas de Trump solo sirven de detonante para una nueva escalada del rearme. Por eso, algunos comentarios han acogido las declaraciones de Trump como una “llamada de atención”. Por ejemplo, Político, que ahora es propiedad de la editorial alemana Springer, publicó un cínico artículo bajo el titular “Donald Trump acaba de hacerle un favor a Europa”, que dice así: “El trueno de Trump debería ayudar a recalibrar la brújula estratégica de Europa”.
La revista británica International Affairs comentó que los comentarios de Trump eran “una llamada de atención para los líderes europeos y, en particular, para los de Berlín, Londres y París... Si Donald Trump no puede unir a los líderes europeos en la defensa de Europa, realmente hay pocas esperanzas”.
El rearme europeo no solo está dirigido contra Rusia. Aunque las potencias europeas de la OTAN siguen colaborando estrechamente con Estados Unidos, son rivales económicos y geopolíticos. Ambos lados se arrojaron medidas de guerra comercial entre sí durante el Gobierno de Trump, que nunca se levantaron por completo bajo Biden. Y entre las mismas potencias europeas también están latentes fuertes tensiones.
Varios dirigentes políticos alemanes –encabezados por el exministro de Asuntos Exteriores y actual presidente federal Frank-Walter Steinmeyer y la exministra de Defensa Ursula von der Leyen— ya exigieron hace 10 años que Alemania abandonara su “moderación militar”, se convirtiera en la primera potencia de Europa y volviera a desempeñar un papel político y militar en todo el mundo que correspondiera a su peso económico. Ese mismo año, apoyaron el golpe de derecha en Kiev, que abrió la puerta a la guerra de Estados Unidos y la OTAN contra Rusia en Ucrania. Estados Unidos, la Unión Europea y sus Estados miembros han costeado y dirigido militarmente la guerra con cientos de miles de millones de dólares.
El llamamiento a la autonomía militar y nuclear demuestra que las potencias europeas, al igual que EE.UU., no se detendrán ante nada para lograr sus objetivos imperialistas, ni siquiera ante una guerra nuclear que devastaría Europa y amenazaría la supervivencia de la humanidad. Como en la Primera y la Segunda Guerras Mundiales, se ven impulsadas por la crisis irresoluble del sistema capitalista, que intentan resolver mediante un reparto del mundo por la fuerza y declarando la guerra a su propia clase obrera.
Solo hay una manera de poner fin a la guerra, que cuenta con el apoyo de todos los partidos burgueses, incluidos los nominalmente de “izquierda” y los sindicatos: la movilización independiente y la unificación de la clase obrera europea, estadounidense e internacional en la lucha contra los recortes sociales, la dictadura y la guerra. Esta lucha debe basarse en un programa socialista dirigido al derrocamiento del capitalismo. Este es el programa defendido por el Comité Internacional de la Cuarta Internacional y sus secciones.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 15 de febrero de 2024)