En un voto bipartidista de 70 a 29 el martes por la mañana, el Senado estadounidense apoyó un fondo militar de $95,3 mil millones para expandir la guerra por delegación contra Rusia en Ucrania, continuar el genocidio en Gaza y preparar la guerra contra China. Tras discutirlo toda la noche, la gran mayoría de los demócratas votó a favor del proyecto de ley, con solo dos que se opusieron, mientras el grueso de los republicanos, 22 de 48, le dieron su apoyo.
Después de la aprobación en el Senado, el presidente del país Joe Biden dio un discurso en la tarde exigiendo que el presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, “lo introduzca al plenario inmediatamente”. Johnson ha dicho que no permitirá su voto al menos que se combine con la “Ley Protejan Nuestra Frontera” contra los inmigrantes, la cual ya fue aprobada por los republicanos en la Cámara de Representantes el verano pasado.
El discurso de Biden fue un llamado a pleno pulmón a una escalada militar global para atender los imperativos geopolíticos del imperialismo estadounidense.
Se concentró en primer lugar en la situación de Ucrania, para la que el proyecto de ley prevé una financiación de más de $60 mil millones. El Gobierno de Zelenski, respaldado por Estados Unidos, está sumido en una crisis tras el fracaso de la “ofensiva de primavera” del año pasado, aunado a las desastrosas consecuencias de la guerra de dos años que ha matado a cientos de miles de ucranianos.
Describiendo la situación, Biden declaró: “soldados ucranianos sin proyectiles de artillería, unidades ucranianas racionando cartuchos para defenderse, familias ucranianas preocupadas por que el próximo ataque ruso las sumerja definitivamente en la oscuridad o algo peor”.
La profesada preocupación de Biden por las “familias ucranianas” y los soldados es el colmo de la hipocresía imperialista. Después de instigar la invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022, la Administración de Biden ha rechazado repetidamente cualquier solución negociada al conflicto, que continúa hasta el día de hoy. Ayer, Reuters informó, citando fuentes rusas, que “la sugerencia del presidente ruso Vladímir Putin de un alto el fuego en Ucrania para suspender la guerra fue rechazada por Estados Unidos tras contactos entre intermediarios”.
Las potencias imperialistas de Estados Unidos y la OTAN han desangrado el país en su empeño por imponer una derrota militar a Rusia. El número de muertos es tan grande que el Gobierno de Zelenski está intentando rebajar la edad de reclutamiento para enviar a más jóvenes a la batalla, en condiciones de creciente oposición dentro de la propia Ucrania.
Un artículo del New York Times publicado a principios de esta semana declaraba que rebajar la edad de reclutamiento “aportaría más soldados ágiles y sanos a la lucha, pero plantearía riesgos a largo plazo para mantener la población de Ucrania, dada la demografía del país”. En un discurso que apesta a romantización de la matanza, el Times reconoció que “mantener la población de Ucrania” es una cuestión abierta. En otras palabras, el imperialismo está luchando hasta el último ucraniano, literalmente.
Biden luego abordó Oriente Próximo, enfocándose en la acumulación militar en el mar Rojo, que tiene como objetivo a Irán. Solo se refirió brevemente al segundo componente más importante del proyecto de ley: otros $14 mil millones para Israel y la continuación del genocidio contra el pueblo palestino.
Con consumado cinismo e hipocresía imperialista, Biden afirmó que el proyecto de ley incluía medidas para “prestar ayuda humanitaria vital al pueblo palestino, que necesita desesperadamente alimentos, agua y refugio”. Millones de palestinos lo necesitan desesperadamente y más de 35.000 han muerto a causa de una matanza y un bombardeo llevados a cabo con el pleno apoyo de los recursos financieros y militares de Estados Unidos.
De hecho, a diferencia de las versiones iniciales del proyecto de ley, este paquete de guerra prohíbe estrictamente cualquier financiación al Organismo de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas (UNRWA, sigla en inglés). Esta es la principal agencia de ayuda humanitaria para los refugiados palestinos en Gaza, Jordania y Líbano, de la que dependen millones de personas.
La miseria de la “ayuda” proporcionada a los sufridos palestinos en el proyecto de ley a través del Departamento de Estado y la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional contiene varios requisitos onerosos de supervisión y presentación de informes. Entre ellos se incluye el requisito de que los procedimientos de entrega de la ayuda se desarrollen “en coordinación con otros donantes bilaterales y multilaterales y el Gobierno de Israel, según proceda”.
Es como si un pirómano prendiera fuego a un barrio, asesinara a muchos de sus residentes y luego proporcionara una escoba para ayudar en la limpieza, siempre y cuando esto se hiciera bajo la atenta mirada del propio pirómano, mientras éste sigue destruyendo el resto de la ciudad.
Por último, Biden dijo que el proyecto de ley “incluye una financiación crítica para nuestras prioridades de seguridad nacional en Asia, porque incluso mientras nos centramos en los conflictos de Gaza y Ucrania, no debemos quitar el ojo de nuestros retos de seguridad nacional en el Pacífico”. Es decir, la guerra de EE.UU. y la OTAN contra Rusia en Ucrania, el genocidio en Gaza y la concentración militar en Oriente Próximo se consideran preparatorios y parte del conflicto en desarrollo con China.
El proyecto de ley prevé otros $5 mil millones para este fin, incluyendo casi $2 mil millones para la adquisición de submarinos de misiles balísticos clase Columbia como parte del acuerdo militar Australia-Reino Unido-Estados Unidos (AUKUS, sigla en inglés). La clase Columbia puede transportar hasta 16 misiles balísticos Trident D5, cada uno de los cuales puede ir equipado con una ojiva termonuclear W88. La potencia estimada de una W88 es de 475 kilotones, más de 23 veces la de la bomba lanzada sobre Nagasaki.
Lo que ocurra ahora con el proyecto de ley sigue siendo incierto. Mientras Trump y sus más fervientes partidarios en la bancada republicana de la Cámara de Representantes se oponen a ella, algunos sectores del Partido Republicano piden que se someta a votación y se apruebe.
El Wall Street Journal, afín al Partido Republicano, publicó un editorial tras la votación en el Senado, llamándola una “victoria para la seguridad estadounidense que reforzaría las defensas de EE.UU. y nos protegería de los crecientes peligros en el extranjero”. Un rechazo del proyecto de ley, escribía, “exhibiría debilidad frente a China e Irán tanto como frente a Rusia. Cualquiera que piense que se avecina una disputa por Taiwán debería apresurarse a aprobar los $2 mil millones en venta de armas y entrenamiento para [nuestros] socios del Pacífico”.
Por su parte, varios demócratas, entre ellos la expresidenta de la cámara baja, Nancy Pelosi, y el líder de la mayoría en el Senado, Chuck Schumer, han planteado la posibilidad de una “petición de aprobación de la gestión”. Esta maniobra parlamentaria permitiría al líder de la minoría, Hakeem Jeffries, con el apoyo incluso de un puñado de republicanos, llevar el proyecto de ley al pleno sin la aprobación de Johnson.
Sea cual fuere el resultado inmediato, el proceso ha revelado con crudeza la dinámica política de Estados Unidos.
El Partido Demócrata es un partido de guerra y genocidio. Sus diferencias con la facción de Trump en el Partido Republicano se centran en cuestiones de política exterior, sobre todo en relación con Rusia. Hacia el final de su discurso, Biden denunció a Trump por acomodarse a Putin, declarando, en referencia a comentarios anteriores de Trump: “Mientras yo sea presidente, si Putin ataca a un aliado de la OTAN, Estados Unidos defenderá cada centímetro de territorio de la OTAN”.
En cuanto a Trump y los demás fascistas del Partido Republicano, no son menos partidarios del imperialismo estadounidense que los demócratas. Si Trump volviera al cargo, procedería con saña para promover los intereses imperialistas estadounidenses en el extranjero. El conflicto sobre el proyecto de ley refleja ciertas divisiones dentro de la clase dominante sobre la orientación de la política de guerra, y Trump también lo ve como una oportunidad para intensificar su campaña fascistizante contra los inmigrantes.
Biden declaró en sus comentarios que se ha alcanzado “un punto de inflexión en la historia”. Esto es cierto, aunque en dos sentidos muy diferentes. Para Biden, esto significa que, ante una crisis desesperante, la élite gobernante estadounidense, debe recurrir a niveles de violencia militar sin precedentes para derrotar a sus rivales, reprimir la oposición popular, mantener su hegemonía mundial y defender así sus ganancias y su riqueza.
Para la clase obrera de Estados Unidos y del mundo entero, sin embargo, la cuestión se plantea de otra manera. Para la clase obrera, se trata de oponerse a la implacable escalada de brutalidad imperialista, la normalización del genocidio y de una guerra nuclear, que amenaza a toda la humanidad, mediante el desarrollo de un movimiento de la clase obrera contra el sistema capitalista y por el socialismo.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 13 de febrero de 2024)