La 28ª Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP28) inicia hoy con el telón de fondo de un aumento de las temperaturas globales y de los fenómenos meteorológicos extremos que han contribuido a provocar cientos de miles de muertes evitables y el desplazamiento de millones de personas.
A principios de este mes, el Servicio Climático Copérnico informó que el 17 de noviembre fue el día más caluroso registrado, alcanzando 2,07°C por encima del promedio mundial de 1850–1900.
Al ritmo actual, 2023 será el año más caluroso registrado, y se espera que 2024 sea aún más caluroso. Alrededor de un tercio de los días en 2023 han estado al menos 1,5 grados centígrados por encima del promedio preindustrial, siendo este uno de los límites críticos para el clima de la Tierra. Ha sido la mayor cantidad de días por encima de este límite registrada en un solo año.
El Informe sobre la Brecha de Emisiones 2023 de Naciones Unidas advierte: “Incluso en el escenario más optimista considerado en este informe, la posibilidad de limitar el calentamiento global a 1,5 grados centígrados es solo del 14 por ciento, y los diversos escenarios dejan abierta una gran posibilidad de que el calentamiento global supere los 2 grados centígrados o incluso los 3 grados centígrados”.
Todo lo relacionado con la cumbre COP28 de este año pone de manifiesto la total indiferencia de los Gobiernos capitalistas a la acelerada catástrofe climática. La conferencia está siendo organizada por los Emiratos Árabes Unidos, un país que genera un tercio de su producto interno bruto de la venta de combustibles fósiles. Ha nominado como presidente de la cumbre al sultán Al Yaber, el director ejecutivo de la estatal Empresa Nacional de Petróleo de Abu Dabi (ADNOC, por sus siglas en inglés). En estas condiciones, la cumbre ha sido descrita como una “feria comercial” para la industria de los combustibles fósiles.
Durante las elecciones presidenciales de 2020, el presidente estadounidense Joe Biden, apeló a los votantes, en particular a los jóvenes, afirmando que se tomaba en serio el cambio climático y se desfiló en las cumbres del clima de 2021 y 2022, en contraste con su predecesor, Donald Trump. Pero la Casa Blanca anunció que Biden no asistiría a la cumbre de este año y, en cambio, enviaría a la vicepresidenta Kamala Harris, cuya única característica distintiva es que de alguna manera logra mantener un índice de aprobación más bajo que el presidente.
Desde la aparición del capitalismo, la energía se ha producido principalmente mediante la quema de carbón, petróleo y gas natural, que dióxido de carbono, un gas de efecto invernadero, a la atmósfera. Como resultado, la temperatura promedio mundial ha aumentado 1,2 grados centígrados (2,2 grados Fahrenheit) en menos de 200 años. La racha de récords climáticos extremos batidos en 2023 demuestra los peligros de la crisis. Julio fue el mes más caluroso registrado en la historia y estuvo acompañado por una ola de calor que mató a miles de personas en América del Norte, Europa y Asia. Las inundaciones repentinas de septiembre mataron a más de 4.000 personas en Libia y dejaron a entre 10.000 y 100.000 desaparecidos. Un afluente del río Amazonas alcanzó su nivel más bajo desde que comenzaron los registros en 1902, amenazando las vidas y los medios de subsistencia de 481.000 personas en Manaos, Brasil, incluyendo la inducción de diarrea, vómitos e infecciones en los niños de la ciudad.
Tales eventos son solo una pequeña muestra de los numerosos casos de sequías más prolongadas, inundaciones torrenciales, olas de calor abrasadoras y huracanes catastróficos que se han vuelto una parte regular de la vida en los últimos 15 años. Los eventos climáticos extremos que antes se proyectaban que ocurrirían una vez cada 100, 200 o incluso 500 años ahora ocurren una vez cada década y están en camino de ser desastres anuales.
Cuanto más se caliente la Tierra, más desastrosas serán las consecuencias a largo plazo. La catástrofe ecológica en curso ha sido llamada la “sexta extinción” de la Tierra. Se espera que más de un tercio de todas las especies animales y vegetales, es decir, aproximadamente 3 millones de tipos diferentes de flora y fauna, se extingan para 2050. Más del 70 por ciento se extinguirá para 2100 si las emisiones actuales de gases de efecto invernadero no se reducen inmediata y drásticamente. La creciente acidificación de los océanos amenaza el fitoplancton del mundo. En el escenario más extremo, en el que el fitoplancton se muere por completo, cortaría la base de la cadena alimentaria mundial y reduciría la producción de oxígeno de la Tierra a la mitad.
Antes de la cumbre climática de este año, más de 200 revistas médicas emitieron un llamado de advertencia a las Naciones Unidas: “Esta crisis ambiental general es ahora tan grave como para ser una emergencia sanitaria mundial”. Afirmaron que “el cambio climático superará a la deforestación y otros cambios en el uso de la tierra como la principal causa de la pérdida de la naturaleza”. Continuaron: “Los cambios en el uso de la tierra han forzado a decenas de miles de especies a estar en contacto más cercano, aumentando el contagio de patógenos y la aparición de nuevas enfermedades y pandemias”.
Abundan otras amenazas existenciales. El nivel del mar ya ha subido más de 25 centímetros en el último siglo, causando más marejadas ciclónicas mortales. El derretimiento de los glaciares amenaza con elevar el nivel del mar en cinco o incluso diez veces esa cantidad para finales de siglo. Más de 821 millones de seres humanos se enfrentan al hambre o la inanición, ya que la tierra de la que dependen para alimentarse ya no puede cultivarse. Al menos 3.200 millones de personas viven en áreas que serán inhabitables como resultado de inundaciones, incendios forestales o huracanes en las próximas décadas.
Estos no son peligros nuevos. La ciencia sobrede la interacción de los gases de efecto invernadero y el clima de la Tierra se conoce desde hace más de un siglo, y los impactos específicos en los patrones climáticos, la agricultura y la biodiversidad se conocen desde hace décadas. Los científicos han publicado informes, han celebrado conferencias, han testificado ante audiencias del Congreso y han hecho sonar todas las alarmas posibles para que los Gobiernos tomen acción.
Sin embargo, lo que ha quedado claro es que a los Gobiernos capitalistas simplemente no les importa que millones, posiblemente miles de millones, puedan morir como resultado de sus acciones. El foco de atención de las potencias imperialistas, sobre todo de Estados Unidos, está en la guerra.
En Ucrania, Estados Unidos y la OTAN están proporcionando cientos de miles de millones de dólares al régimen fascista de Zelenski y sus aliados neonazis para que libren una guerra con el fin de desestabilizar y provocar un cambio de régimen en Rusia. En Gaza, Biden está apoyando y financiando explícitamente el genocidio en curso del pueblo palestino por parte de Israel, que hasta ahora ha matado a 20.000 personas y está tratando de llevar a los 2,3 millones de habitantes de la Franja de Gaza al desierto del Sinaí. No es el medio ambiente, sino la sangre y el petróleo, lo que está a la orden del día para el capitalismo.
El hecho de que cualquier llamado a los poderes establecidos para que combatan el cambio climático caerá en oídos sordos fue subrayado por los recientes ataques contra la activista climática sueca Greta Thunberg después de que condenara el genocidio en Gaza. Thunberg, quien anteriormente había sido aclamada por los medios estadounidenses como la Persona del Año de Time y una de las 100 Mujeres Más Poderosas de Forbes, ahora es calumniada como una “partidaria del terrorismo”.
Así como los Gobiernos han exigido que la población mundial “viva con” las infecciones, discapacitaciones y muertes masivas y a perpetuidad por COVID-19, ahora exigen que la población simplemente acepte una catástrofe climatológica evitable.
La verdadera solución al cambio climático radica en una vasta transformación de la vida social y económica a escala global. La producción de energía, la logística y la agricultura deben reorganizarse por completo para pasar a las energías renovables y eliminar los gases de efecto invernadero de la atmósfera. Esto a su vez requiere un esfuerzo internacional para construir nuevas infraestructuras y explorar nuevas tecnologías. Los bancos y las corporaciones deben ser expropiados, su riqueza acumulada debe usarse para financiar este esfuerzo, en lugar de desperdiciar billones en guerras genocidas y el enriquecimiento de Wall Street y los jeques petroleros.
Tales necesidades significan que resolver el cambio climático es fundamentalmente una cuestión de clase. No es la “humanidad” la que ha causado el cambio climático, sino un orden socioeconómico definido: el capitalismo. Por lo tanto, hace que la tarea política de derrocar al capitalismo por parte de la clase trabajadora sea aún más urgente. El mismo sistema que produce guerras, pandemias y desigualdad social también hará que el planeta arda en llamas con tal de proteger sus ganancias. La única solución es una lucha revolucionaria de la clase obrera por el socialismo.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 29 de noviembre de 2023)