Español
Perspectiva

Las potencias imperialistas abandonan sus compromisos climáticos en la cumbre COP27

Casi cien jefes de Estado y 45.000 delegados de 200 países están participando en la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP27), que inició esta semana en Sharm el-Sheij, Egipto. Es una de las mayores reuniones internacionales en tiempos recientes.

Pero, a diferencia de las cumbres climáticas anteriores, los participantes apenas intentan dar la impresión de que están haciendo algo sobre la catástrofe climática. Los titulares de los Gobiernos imperialistas que llegaron leyeron algunas frases vacías sobre protección ambiental desde un teleprónter y luego desaparecieron para discutir a trastiendas sus planes para intervenir en los conflictos con Rusia y China y para dominar los países excoloniales.

La guerra por delegación de la OTAN contra Rusia en Ucrania y los preparativos para un enfrentamiento con China han desencadenado un nuevo reparto del mundo entre las potencias imperialistas. Se está librando en todos los continentes, incluso en las regiones polares, y a través de todos los medios económicos, políticos y militares disponibles. La “protección del clima” se ha subordinado a las maquinaciones imperialistas y ha sido transformado en su contrario.

Como anfitrión de la conferencia, el dictador egipcio Abdelfatah El-Sisi está garantizando que estas intrigas imperialistas procedan sin contratiempos. Fuera de un vuelo, es difícil llegar al destino turístico de lujo Sharm el-Sheij en la punta de la península del Sinaí. Está siendo vigilado por un ejército fuertemente armado y encargado de reprimir cualquier protesta. A los activistas ambientales que lograron llegar a la ubicación de la conferencia, se les asignó una zona especial donde podrán protestar lejos del público y bajo la estricta vigilancia de las fuerzas de seguridad.

El presidente Joe Biden conversa con el dictador egipcio Abdelfatah El-Sisi, quien se ríe durante una reunión de la Cumbre Climática COP27 de la ONU, 11 de noviembre de 2022, Sharm el-Sheij, Egipto. [AP Photo/Alex Brandon]

El-Sisi, quien llegó al poder en un sangriento golpe de Estado en 2013, gobierna Egipto con puño de hierro. Ha proscrito cualquier oposición política seria, así como la libertad de opinión y de la prensa. Hay sesenta mil detenidos políticos en las prisiones del régimen, muchos de los cuales sentenciados a la pena capital. La tortura y los asesinatos extrajudiciales son comunes. Inmediatamente antes de que comenzara la conferencia, aproximadamente 150 personas fueron arrestadas por razones políticas en varias ciudades egipcias.

Mientras las potencias imperialistas nunca se cansan de alegar sobre los “derechos humanos” contra China u otros rivales, renunciaron a este principio en Egipto. Después de todo, El-Sisi es uno de sus aliados más importantes en Oriente Próximo.

“En la carretera al infierno climático”

En una extraña muestra de honestidad, el secretario general de la ONU, António Guterres, inició la conferencia advirtiendo que el mundo se encuentra “en la carretera al infierno climático, con el pedal en el acelerador”. Esta no es una exageración, sino la declaración sobria de un hecho.

Todos los datos científicos indican que las emisiones de gases de efecto invernadero, la principal causa del cambio climático, siguen aumentando 30 años después de la primera conferencia mundial sobre el clima en Río de Janeiro. Entre 1850 y 1960, la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera aumentó en una línea de 285 a 320 partes por millón. Desde entonces, su aumento ha sido exponencial a 418 partes por millón. La curva sigue apuntando hacia arriba.

El objetivo de limitar el calentamiento global a 1,5 °C comparado a niveles preindustriales, que fue fijado en la Conferencia Climática Mundial de París en 2015, ya fue abandonado hace mucho. La Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) ha calculado que las emisiones aumentarán 10,6 por ciento para 2030, incluso si todos los países acatan los planes de Contribución Nacionalmente Determinada (NDC, por sus siglas en inglés) definidos por ellos mismos. Para el objetivo de 1,5 °C, sería necesaria una reducción de 43 por ciento. En el mejor de los casos, los planes actuales limitan el calentamiento global a 2,5 °C para 2100, según la CMNUCC. Pero, hasta la fecha, solo 26 de los casi 200 países han presentado un NDC.

La catástrofe ya se puede avizorar. Si bien la Tierra tan solo se ha calentado 1,15 °C desde fines del siglo diecinueve, los eventos meteorológicos extremos como las olas de calor, las lluvias pesadas y los huracanes ya están destruyendo los medios de vida de millones. El aumento del nivel del mar como resultado del derretimiento de los glaciares y los casquetes polares entraña desastres aún mayores.

Las inundaciones en Pakistán del verano, que dejaron a 1.700 muertos, más de 12.000 desplazados y desplazaron al menos a 33 millones, ofrecen un vistazo a los desastres que se avecinan. Mientras tanto, las enfermedades como la malaria, el dengue y el cólera se propagan fuera de control en el devastado país y siguen cobrándose vidas.

Pasajeros esperan frente a un camino junto a aguas inundadas en Bahréin, Pakistán, 30 de agosto de 2022 [AP Photo/Naveed Ali]

Ha habido desastres similares en África que la prensa internacional prácticamente ignora. Gran parte de la región central del Sahel se encuentra bajo agua. Tras años de sequía, las inundaciones destruyeron lo que quedaba de terreno fértil y sumergieron ciudades enteras. Millones han sido afectados en Chad, Nigeria, Sudán del Sur y Sudán. Al mismo tiempo, la sequía de años continúa en Etiopía, Somalia, partes de Kenia y el sur de Madagascar, amenazando a millones más con inanición y muerte.

En Europa y EE.UU., la frecuencia y el alcance de los incendios forestales, las inundaciones y los tornados han aumentado marcadamente en los últimos años.

Pero las potencias imperialistas corren hacia el abismo. No hubo ninguna propuesta previa a la cumbre de Sharm el-Sheij para cambiar de dirección. Por el contrario, incluso las decisiones completamente inadecuadas de las conferencias mundiales anteriores también han sido en gran medida abandonadas.

La guerra y el clima

Una de las principales razones es la ofensiva imperialista contra Rusia y China.

Las sanciones contra el gas natural y el petróleo rusos hicieron que se dispararan los precios energéticos. Muchos países han decidido volver a quemar carbón y otras fuentes energéticas con altas emisiones, y suspender sus programas de descarbonización. En particular, los países más pobres no pueden financiar la transición a fuentes amigables con el ambiente debido a los altos precios energéticos y el alza de las tasas de intereses.

Ante la falta de gas ruso, ha habido una “expansión agresiva” de la capacidad de producción de gas natural licuado (GNL), como lo indicó el equipo internacional de investigadores climáticos Climate Action Tracker en su reporte reciente en Sharm el-Sheij. En todos los continentes combinados, esta capacidad aumentará 235 por ciento para 2030. Asumiendo una utilización a máxima capacidad, se consumirá para fines de la década el doble del GNL que exportó Rusia el año pasado.

Las emisiones de dióxido de carbono, que son dañinas para el clima, aumentaron un poco menos de 2 mil millones de toneladas, lo que es “incompatible” con limitar el calentamiento global.

Los principales beneficiarios de esto son países como EE.UU. y Qatar que pueden vender su excedente de gas natural a grandes distancias gracias a la tecnología GNL.

Los esfuerzos de las potencias imperialistas para reducir su dependencia del mercado, los productos y las materias primas de China en preparación para una guerra han provocado una feroz disputa por alternativas, la cual se libró en Sharm el-Sheij de manera tanto abierta como encubierta.

El Gobierno alemán fue particularmente descarado en la persecución de sus intereses económicos y geopolíticos bajo la falsa bandera de la protección climática. Los Verdes, que controlan los Ministerios de Relaciones Exteriores, Hacienda y Ambiente, asumieron un papel protagónico en esto.

El canciller federal Olaf Scholz (Partido Socialdemócrata) utilizó su visita de dos días en Sharm el-Sheij para asegurar el contrato para el mayor proyecto de construcción en la historia moderna de Egipto, por importe de miles y miles de millones de dólares. Un consorcio en torno a la empresa Siemens Mobility construirá una red ferroviaria de alta velocidad de 2.000 kilómetros y suministrará los trenes de pasajeros y las locomotoras de carga. La red está a cargo de una subsidiaria de Deutsche Bahn, la empresa nacional ferroviaria alemana.

Contradiciendo flagrantemente los objetivos climáticos oficiales de su propio Gobierno, el canciller federal acordó a desarrollar nuevos yacimientos de gas natural con Senegal. Alemania también ha mantenido la mira en Congo. El país “se encuentra abundantemente bendecido con materias primas como diamantes, oro, cobre, cobalto, estaño y litio”, señaló el diario conservador alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung en un artículo elogiando a la activista congolesa Neema Nmadamu, quien participó en la cumbre climática. “Recientemente, los nuevos yacimientos de petróleo y gas natural han atraído mucho interés. Especialmente desde que los Estados occidentales buscan desesperadamente proveedores como alternativa a Rusia”.

No todos los jefes de Estado demostraron sus ambiciones imperialistas tan abiertamente como Scholz. Pero no cabe duda de que Emmanuel Macron, Rishi Sunak, Giorgia Meloni, Ursula von der Leyen y Joe Biden, quien apareció al final de la conferencia del viernes en camino a la cumbre del G20 en Bali, presionaron de forma similar a las otras delegaciones en Sharm el-Sheij con “ofertas irresistibles”.

La crisis climática exige una solución socialista

Si alguien necesita pruebas de que la catástrofe climática no puede detenerse presionando a los políticos y Gobiernos capitalistas, la cumbre en Sharm el-Sheij lo demuestra. Este callejón sin salida, promovido por movimientos ambientales como Fridays for Future, no se debe a las intenciones malévolas de este o aquel Gobierno o político, sino al carácter del sistema capitalista que defienden.

La crisis climática solo puede resolverse globalmente. Los gases de efecto invernadero no se detienen en las fronteras nacionales y una organización sostenible del suministro energético solo es posible a escala global. El conocimiento científico, los medios tecnológicos y los recursos materiales para esta solución existen y ha habido un enorme progreso en estos ámbitos en las últimas décadas.

Pero una solución global no es posible en un sistema social arraigado en los Estados nación, que se disputan enconadamente el dominio global, y que subordina toda la vida económica al afán de lucro y el enriquecimiento de una pequeña minoría.

Según un nuevo estudio de Oxfam, solo 125 mil millonarios y sus inversiones son responsables de más emisiones de gases de efecto invernadero que países enteros como Francia, Egipto o Argentina. Uno de estos milmillonarios emite 393 millones de toneladas de dióxido de carbono al año, un millón de veces más que cualquier persona en el 90 por ciento de menos ingresos de la sociedad.

Desde la izquierda: el enviado presidencial de EE.UU. para el Clima, John Kerry, el primer ministro británico Rishi Sunak, el presidente francés Emmanuel Macron, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, el presidente sudafricano Cyril Ramaphosa y el canciller alemán Olaf Scholz aplauden al margen de la cumbre climática COP27 en Sharm el-Sheij, Egipto, 7 de noviembre de 2022 [AP Photo/Ludovic Marin]

Para defender su riqueza y privilegios, los capitalistas y sus Gobiernos son capaces de cualquier cosa. Han demostrado su indiferencia a las vidas al anteponer sus ganancias a la vida humana durante la pandemia. A esto se debe que casi 7 millones de personas han muerto oficialmente por el coronavirus, sin contar el gran número de casos no reportados. Y la pandemia sigue. Asimismo, exhiben tal brutalidad al arriesgar una guerra nuclear con Rusia y China, poniendo en riesgo toda la civilización humana, y al seguir alimentando el cambio climático.

Como lo demostró un estudio publicado en la revista Nature, existe un vínculo estrecho entre la pandemia y la crisis climática, concluyendo que el cambio climático aumentará dramáticamente la probabilidad de que los virus en poblaciones animales brinquen a los humanos, como ocurrió con el SARS-CoV-2, el VIH y el ébola.

La crisis climática exige una solución socialista. Después del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, León Trotsky, el socialista y marxista más destacado de su época, escribió:

Con la tecnología y las destrezas de los trabajadores en la actualidad, es holgadamente posible crear las condiciones adecuadas para el desarrollo material y espiritual de toda la humanidad. Solo sería necesario organizar la vida económica en cada país y en todo el planeta de manera correcta, científica y racional, según un plan general. Sin embargo, con tal de que las principales fuerzas productivas de la sociedad sigan controladas por consorcios, es decir, camarillas aisladas de capitalistas, y que el Estado nacional siga siendo una herramienta en manos de estas camarillas, la disputa por mercados, fuentes de materias primas y el dominio del mundo inevitablemente asumirá un carácter cada vez más destructivo. Solo la clase obrera revolucionaria puede arrancar el poder estatal y el dominio de la economía de las manos de estas rapaces camarillas imperialistas.

Esto es tan cierto hoy como cuando fue escrito. Superar la crisis climática, así como con la lucha contra la guerra y la devastación social, solo es posible construyendo un movimiento independiente y socialista de la clase obrera internacional y derrocando el capitalismo.

(Publicado originalmente en inglés el 12 de noviembre de 2022)

Loading