El lunes, la Organización Mundial de la Salud publicó una grave advertencia: incluso después de que el bombardeo sin cuartel de Israel haya dejado a más de 20.000 gazatíes muertos o desaparecidos, la cifra de fallecidos por enfermedades infecciosas en el periodo que sigue posiblemente sea incluso mayor.
“Vamos a ver a más personas muriendo por enfermedades que por el bombardeo si no podemos reconstituir el sistema de salud”, dijo Margaret Harris, vocera de la OMS, en una rueda de prensa en Ginebra el martes.
Por dos meses, Israel ha atacado sistemáticamente el sistema hospitalario de Gaza para destruirlo. Hasta la fecha, 207 trabajadores de salud han sido asesinados y 56 ambulancias han sido atacadas. Veintiséis hospitales y 55 centros médicos han dejado de operar.
En las últimas escenas horrendas que salen de Gaza, se publicó una grabación de bebés prematuros que fueron abandonados en las camas del hospital Al Naser, donde murieron y se estaban descomponiendo, después de que el personal médico palestino fuera obligado a punta de pistola a dejarlos.
“Fuimos objeto de un ataque deliberado de las fuerzas israelíes después de estrangular el sistema de salud desde el primer día de la agresión, cortando el acceso a suministros médicos, combustible y electricidad”, dijo el vocero del Ministerio de Salud de Palestina, Ashraf Al-Qudra.
La destrucción del sistema sanitario de Gaza agrava las catastróficas consecuencias de la inanición y deshidratación de la población a causa del bloqueo israelí del suministro de alimentos, combustible y agua, y el desplazamiento masivo de casi tres cuartas partes de la población.
En una entrevista concedida a Al Jazeera la semana pasada, Harris, portavoz de la OMS, describió las condiciones médicas de Gaza como “miseria que se amontona sobre miseria”.
Y añadió: “Es catastrófico en muchos sentidos. A medida que aumentan las necesidades por las terribles lesiones por aplastamiento, las quemaduras, las extremidades amputadas, las múltiples fracturas complejas por todos los bombardeos, el suministro hospitalario se reduce a medida que quedan cada vez menos hospitales en condiciones de funcionar”.
“Como la gente está tan hacinada, en tan malas condiciones, porque carece de alimentos y de agua, y no puede asearse ni beber agua limpia, estamos presenciando un enorme aumento de las enfermedades infecciosas, sobre todo de las diarreicas: las enfermedades diarreicas están aumentando exponencialmente. Ha aumentado 31 veces más de lo que cabría esperar en niños menores de 5 años; también en adultos: 104 veces más de lo que cabría esperar”. La disentería ha aumentado 14 veces, dijo.
Estas condiciones son deliberadas. Su carácter intencionado es reconocido públicamente por los funcionarios israelíes. La semana pasada, Giora Eiland, exjefe del Consejo de Seguridad Nacional israelí, publicó un artículo en el que instaba al ejército israelí a crear unas condiciones médicas en las que muriera el mayor número posible de civiles de Gaza por causas evitables.
Eiland escribió:
¿Quiénes son las “pobres” mujeres de Gaza? Son todas las madres, hermanas o esposas de asesinos de Hamás…
La comunidad internacional nos advierte de un desastre humanitario en Gaza y de varias epidemias. No debemos vacilar en cuanto a esto, por más difícil que sea. Después de todo, varias epidemias en el sur de la Franja de Gaza nos acercarán a la victoria y reducirán las bajas de soldados de las Fuerzas de Defensa de Israel.
Eiland argumenta que infligir muerte y miseria mediante enfermedades infecciosas debería ser un fin, no solo un producto secundario de las acciones israelíes. Su objetivo no solo es “meramente matar a combatientes de Hamás” sino infligir un “daño irreparable a sus familias”.
Tales declaraciones monstruosas parecerían los meros desvaríos de un lunático. En realidad, el sometimiento deliberado de una población a condiciones que facilitan las infecciones masivas ha sido un componente crítico de los genocidios en la historia, incluido el Holocausto. Las similitudes entre la retención deliberada de alimentos, combustible y agua por parte de Israel contra los palestinos y las descripciones del trato del régimen nazi a los judíos en el gueto de Varsovia son sorprendentes.
En su obra de referencia, El régimen del Eje en la Europa ocupada, el jurista Raphaël Lemkin, quien acuñó el término “genocidio” en su sentido contemporáneo, explicaba cómo los nazis utilizaron el bloqueo de alimentos, combustible y agua en el gueto de Varsovia como medio deliberado para matar a sus habitantes:
Los grupos nacionales no deseados... son privados de las necesidades básicas para preservar su salud y su vida... Los judíos no han recibido nada de combustible desde entonces.
Además, los judíos del gueto están hacinados en condiciones de vivienda perjudiciales para la salud, y al negárseles el uso de los parques públicos se les priva incluso del derecho al aire fresco. Tales medidas, especialmente perniciosas para la salud de los niños, han provocado el desarrollo de diversas enfermedades.
Payam Akhavan, asesor especial de la Corte Penal Internacional, escribió en 2021:
El exterminio por enfermedad y hambre en los guetos se convirtió en el trampolín para los campos de concentración. Se calcula que 700.000 judíos murieron en los guetos a causa de enfermedades como el tifus, siendo abandonados a “morir en su propia inmundicia”. En el gueto de Varsovia “se estima que la tasa de muerte por tifus fue del 15 por ciento, a pesar de que los alemanes previnieron cualquier tratamiento apropiado… y se rehusaron a permitir que se adoptaran y aplicaran las medidas preventivas necesarias”.
En ¿Por qué no se ensombreció el cielo?, el historiador Arno J. Mayer describe las condiciones de los prisioneros de los campos de concentración:
medio hambrientos y prácticamente sin atención médica, los frágiles y los enfermos estaban particularmente en peligro, tanto más porque, al final del viaje, todo Auschwitz estaba intermitentemente en las garras de una devastadora epidemia de tifus. El resultado fue una tasa de mortalidad indescriptible...
Los dirigentes nazis decidieron transportar a Auschwitz a judíos frágiles y enfermos, y a gitanos, con plena conciencia de los peligros a los que se enfrentarían, y siguieron haciéndolo una vez que ya no se podían ignorar ni negar las mortíferas condiciones que imperaban allí, incluido el peligro endémico de epidemias.
Naciones Unidas incluye en su definición de actos genocidas “la privación deliberada de los recursos necesarios para la supervivencia física del grupo y que están a disposición del resto de la población, como agua potable, alimentos y servicios médicos”, y la “creación de circunstancias que podrían conducir a una muerte lenta, como la falta de vivienda, ropa e higiene adecuadas o el trabajo o el esfuerzo físico excesivos”.
Señala que “La privación de los medios necesarios para mantener la vida puede imponerse mediante la confiscación de cosechas, el bloqueo de productos alimenticios, la detención en campamentos, el traslado forzoso o la expulsión a entornos inhóspitos”.
Este lenguaje se lee como una descripción perfecta del genocidio de Israel en Gaza.
Cabe destacar que la destrucción del sistema sanitario de Gaza se produce en medio de una nueva ola mundial de la pandemia de COVID-19, una enfermedad exponencialmente más mortal sin las condiciones adecuadas para tratar a pacientes enfermos.
Las clases gobernantes de todo el mundo han respondido a la pandemia de COVID-19 con una indiferencia homicida a la vida humana, plasmada en el comentario del ex primer ministro británico Boris Johnson de que la enfermedad es “la manera en que la naturaleza lidia con las personas viejas”. En Gaza, la indiferencia sociópata a la vida humana manifestada en tales comentarios ha asumido proporciones completamente genocidas.
Ni un solo miembro del Gobierno de Biden ha condenado públicamente al Gobierno israelí por someter a Gaza a la destrucción sistemática de su infraestructura sanitaria y al hambre. Cuando Israel bombardeó el hospital Al Ahli Arabi, matando a cientos de personas, el mandatario estadounidense Joe Biden culpó a los palestinos. La Casa Blanca ha dejado claro que no hay límite en el número de civiles que EE.UU. permitirá que Israel asesine ni en la magnitud de los crímenes de guerra que podrá perpetrar.
Los apologistas del capitalismo han argumentado que los vastos crímenes a manos de las potencias imperialistas durante el siglo XX, siendo el más grave el Holocausto, fueron una excepción, es decir, las acciones de individuos particularmente malvados y que no volverían a aparecer tales personajes.
Veintitrés años desde el inicio del nuevo siglo, muchos de los métodos utilizados por los nazis para su “solución final” están siendo aplicados en Gaza con el pleno apoyo de todas las potencias imperialistas.
Esta realidad no solo debe tomarse en consideración en el análisis del presente, sino también del pasado. El Holocausto y el nazismo no fueron el resultado de accidentes históricos, sino que pusieron de manifiesto la barbarie esencial del sistema capitalista en su “fase superior” del imperialismo moderno, que León Trotsky calificó como su “agonía mortal”.
Millones han participado en manifestaciones masivas contra el genocidio en Gaza. Todos deben comprender a qué se enfrentan. No solo se trata de Netanyahu o incluso los Gobiernos que financian y arman el genocidio israelí. Todo el orden social capitalista es responsable de este crimen monumental.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 28 de noviembre de 2023)