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Perspectiva

Por una movilización total de la clase trabajadora el 9 de noviembre contra el genocidio apoyado por el imperialismo en Gaza

Los trabajadores y jóvenes se manifiestan el 4 de noviembre en Washington D.C. contra el genocidio israelí en Gaza

El World Socialist Web Site llama a la mayor participación posible en las protestas organizadas en todo el mundo el jueves 9 de noviembre, en oposición al genocidio israelí en la Franja de Gaza. Resulta significativo que los organizadores de “Cierren todo por Palestina”, incluyendo las agrupaciones Trabajadores en Palestina, Estudiantes por Justicia en Palestina y el Movimiento Juvenil Palestino, estén urgiendo a los trabajadores a participar mediante huelgas.

Existe una abrumadora oposición de la clase trabajadora internacional al genocidio, así como un apoyo a emprender huelgas para detener el suministro de armas y ayuda financiera al ejército y Estado israelíes. Esto incluye resoluciones de sindicatos en Bélgica y España negándose a manipular cargamentos militares israelíes y cartas abiertas y resoluciones que circulan entre los propios trabajadores.

La magnitud de las protestas que han estallado en todo el mundo refleja la ola de militancia de la clase trabajadora que recorre el planeta, desde Estados Unidos a Europa, Oriente Próximo, África y Asia. La lucha en Gaza no es simplemente contra lo que están haciendo los criminales del Gobierno israelí; es una lucha que hay que librar contra las clases dominantes de todos los países.

Es fundamental que los trabajadores y los jóvenes que se oponen a las acciones de Israel comprendan las cuestiones fundamentales que subyacen a la embestida contra Gaza, para que este movimiento pueda guiarse por una estrategia capaz de detenerla.

La respuesta del ejército israelí a las protestas mundiales, las mayores manifestaciones contra la guerra en una generación, en las que ya han participado decenas de millones de personas, ha consistido en intensificar sus acciones genocidas. El número de muertos confirmados en la Franja de Gaza supera ya los 10.000, casi la mitad de ellos niños. Las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) han sitiado la ciudad de Gaza en preparación de una sangrienta invasión terrestre. En toda Gaza se está produciendo una crisis humanitaria masiva, ya que toda la población ha sido prácticamente privada de combustible, alimentos y agua potable por un mes, mientras las FDI atacan deliberadamente hospitales y otros edificios civiles.

Dentro del régimen israelí se habla cada vez más abiertamente de sus planes de asesinato masivo y limpieza étnica, incluida una declaración del ministro de Patrimonio de extrema derecha, Amihai Eliyahu, en la que afirma que las armas nucleares son una opción contra Gaza y que los supervivientes serían dispersados “a Irlanda o a los desiertos”, y que el pueblo palestino “no debería seguir viviendo sobre la faz de la Tierra”.

Pero Israel no es un actor independiente. Como lo ha hecho desde su fundación en 1948, actúa como un instrumento del imperialismo mundial. Estados Unidos ha dejado claro que no le está imponiendo límites o “líneas rojas” a Israel, una afirmación repetida el martes por el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de EE.UU., John Kirby. El imperialismo estadounidense está rodeando todo Oriente Próximo con docenas de buques de guerra y un aumento de personal militar para respaldar las acciones de Israel.

Estados Unidos, junto con las demás potencias del eje EE.UU.-OTAN, ven el asalto a Gaza como un mero frente de una emergente Tercera Guerra Mundial, que están incitando deliberadamente.

Estados Unidos apoya el genocidio porque está ligado a sus preparativos cada vez más abiertos para una guerra con Irán. El provocador viaje del secretario de Estado estadounidense Antony Blinken a Irak la semana pasada, junto con el despliegue de un submarino de clase Ohio con misiles balísticos, capaz de destruir todas las ciudades importantes de Irán, deja claro que el pueblo palestino está siendo sacrificado en aras del impulso de Washington para dominar totalmente Oriente Próximo.

Otro frente importante en la Tercera Guerra Mundial es la guerra en Ucrania, cuya población está siendo utilizada por Estados Unidos y la OTAN como carne de cañón contra Rusia. El apoyo de EE.UU. y la OTAN a la limpieza étnica de Gaza demuestra que los verdaderos objetivos de esa guerra no tienen nada que ver con la soberanía de Ucrania ni con la preocupación por los “derechos humanos”, sino con el dominio de la masa continental euroasiática y la destrucción de sus principales rivales estratégicos. Incluso mientras arde Gaza, se está preparando activamente un tercer frente en Asia contra China, centrado en torno a la isla de Taiwán.

La guerra es la respuesta de la clase dominante a la crisis más grave del capitalismo estadounidense y mundial desde el estallido de la Segunda Guerra Mundial en 1939. El presidente Biden explicó las motivaciones estratégicas de la erupción global del militarismo estadounidense de la manera más contundente cuando dijo recientemente: “Estuvimos en un período de posguerra durante 50 años que funcionó bastante bien, pero en cierto modo se ha agotado. Hace falta un nuevo orden mundial en cierto sentido, así como ese fue un orden mundial”.

Pero un nuevo “orden mundial”, al igual que el antiguo establecido tras la Segunda Guerra Mundial, solo puede establecerse mediante un conflicto militar masivo. En la era de las armas nucleares, esto amenaza la vida de todos los habitantes del planeta. Nada demuestra más claramente que el sistema capitalista, con sus interminables conflictos nacionales y sus disputas imperialistas por el dominio de los recursos del mundo, no solo se ha vuelto obsoleto, sino que es la amenaza más grave para la civilización humana.

Las manifestaciones mundiales en defensa de Gaza son un acontecimiento crucial. Pero el poder de estas protestas y su capacidad para detener el genocidio son directamente proporcionales al tamaño de la movilización de la clase obrera y su ascenso como la principal fuerza social y política en la lucha contra el régimen israelí y sus patrocinadores imperialistas.

Por lo tanto, es esencial que la lucha contra la guerra se arraigue en la clase obrera y adquiera un carácter claramente anticapitalista y socialista internacional. Los intereses de la clase obrera mundial están ligados a los intereses del pueblo palestino, no solo desde el punto de vista de un imperativo moral, sino de su lucha contra el sistema capitalista y por la reorganización socialista del planeta.

La emergente Tercera Guerra Mundial tiene el carácter de una guerra global contra la clase obrera. Uno de sus frentes críticos está constituido por los propios países de todas las potencias imperialistas. El capitalismo está desangrando a los trabajadores para pagar los billones de dólares necesarios para la guerra, así como para apuntalar el tambaleante sistema financiero. La clase gobernante también está tratando de fomentar una histeria proguerra con el fin de criminalizar todas las formas de oposición social y política, como lo demuestran las medidas para prohibir los grupos que se oponen al genocidio de Israel y las listas negras de personas que se pronuncien contra el sionismo.

El aparato sindical, que durante mucho tiempo ha apoyado las guerras imperialistas y las intrigas de la CIA, desempeña un papel importante a la hora de imponer la “paz laboral” en el frente nacional, integrándose cada vez más abiertamente al Gobierno, en oposición a los trabajadores.

El presidente Biden ha participado personal y directamente en cada uno de los principales contratos laborales de los últimos dos años en el país, incluyendo los de los trabajadores de las refinerías, los estibadores, los ferroviarios, los trabajadores de UPS y los trabajadores automotores. En cada una de estas luchas, la burocracia se ha dedicado a impedir o limitar las huelgas e imponer contratos que limitan el crecimiento salarial y allanan el camino para amplias pérdidas de empleo.

Aunque existe de manera generalizada una solidaridad con los palestinos y una oposición a la guerra entre los trabajadores, la confederación sindical estadounidense AFL-CIO emitió el mes pasado una declaración denunciando el “terrorismo” palestino y dejando claro su apoyo a Israel. La presidenta de la AFL-CIO, Liz Shuler, emitió una directiva prohibiendo a los órganos sindicales locales aprobar resoluciones de apoyo a Palestina.

Mientras tanto, la burocracia ha seguido permitiendo que fluyan armas y equipos hacia la maquinaria de guerra israelí. El sindicato United Auto Workers (UAW), por ejemplo, acaba de aprobar un acuerdo con el contratista de defensa General Dynamics. En un discurso reciente, el presidente del UAW, Shawn Fain, llamó a establecer un nuevo “arsenal de la democracia” (un eufemismo para referirse a la fabricación de armamento estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial), apoyando la maquinaria de guerra estadounidense bajo la premisa falsa de que esto significará más puestos de trabajo y mejores salarios para los trabajadores estadounidenses.

La lucha contra el genocidio de Israel en Gaza exige que los trabajadores luchen por librarse de la burocracia sindical proimperialista. Will Lehman, un socialista y obrero de la industria automotriz que se postuló a presidente del UAW el año pasado con una plataforma de abolir el aparato sindical, no reformarlo, emitió una declaración llamando a que los trabajadores tomen acciones para bloquear la producción y el envío de equipo a Israel.

Se trata de un fenómeno internacional: los trabajadores se enfrentan a burocracias sindicales que están “absolutamente decididas” a sofocar cualquier movimiento. En todos los países, las burocracias sindicales están alineadas con los Gobiernos imperialistas, desde el TUC en Reino Unido, hasta la CGT en Francia e IG Metall en Alemania.

Esta lucha no debe consistir en presionar a los Gobiernos, sino en luchar contra todos ellos.

Si bien los trabajadores de Estados Unidos y de los demás países imperialistas deben desempeñar un papel crucial, en el propio Oriente Próximo la respuesta de los diversos regímenes burgueses ha estado caracterizada por una complicidad absoluta.

El genocidio no solo pone en evidencia la bancarrota histórica de la perspectiva sionista de un Estado étnicamente judío, sino que también la bancarrota de los regímenes nacionalistas burgueses que han utilizado al pueblo palestino durante décadas como peones en sus maniobras diplomáticas sin principios con el imperialismo.

Independientemente de sus lágrimas de cocodrilo por los palestinos, todos estos líderes capitalistas de Oriente Próximo sienten mucho más miedo de que se desarrolle un movimiento de masas en sus propios países que oposición a la masacre criminal israelí.

La oposición también debe desarrollarse dentro de la clase obrera de Israel, que tiene uno de los niveles de desigualdad más altos del mundo y que rápidamente se está transformando abiertamente en una dictadura policial. La perspectiva de tal movimiento debe consistir en un rechazo total del sionismo, el desarme de la burguesía israelí y el establecimiento de un Estado multinacional con derechos igualitarios para palestinos y judíos, como parte de una federación socialista de Oriente Próximo y el mundo.

El futuro de la humanidad depende de la siguiente cuestión: ¿qué se desarrollará más rápido, la marcha hacia una guerra mundial y la aniquilación nuclear o el movimiento socialista de la clase obrera contra la guerra? La respuesta a esta pregunta vendrá de la lucha deliberada por movilizar e impulsar a la clase trabajadora como una fuerza independiente, internacionalmente unificada y revolucionaria.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 7 de noviembre de 2023)

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