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Perspectiva

Los $105 mil millones solicitados por Biden para el ejército: una declaración de guerra contra la clase trabajadora

En su discurso nacional del jueves, el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, exigió al Congreso que asigne $105 mil millones adicionales al ejército para intensificar la guerra de los Estados Unidos y la OTAN contra Rusia en Ucrania y armar al ejército israelí con municiones para su campaña genocida contra el pueblo de los Territorios Palestinos ocupados.

Este enorme desembolso es mayor que el PIB de dos tercios de los países de la Tierra y causaría niveles inimaginables de muerte y destrucción en los próximos meses.

La última solicitud incluye $14 mil millones para Israel además de los $260 mil millones que Estados Unidos ha proporcionado en ayuda militar desde 1948 y $61 mil millones para Ucrania, casi el doble de los $75 mil millones gastados en la guerra contra Rusia, una potencia con armas nucleares, hasta el momento. Biden también exigió $3 mil millones para submarinos militares, $2 mil millones para el cerco militar de China y $14 mil millones para militarizar aún más la frontera entre Estados Unidos y México y criminalizar la inmigración como una concesión a Trump y al ala de extrema derecha de la élite política.

Biden dijo que los $105 mil millones son necesarios para asegurarse de que aquellos que “causan caos, muerte y destrucción” sean obligados a “pagar un precio por su agresión”.

Hace más de 20 años, el entonces presidente George W. Bush usó el mismo lenguaje para justificar el lanzamiento de guerras imperialistas en Afganistán e Irak que durarían 20 años, matarían a más de un millón de personas y costarían más de $8 billones, según el proyecto “El coste de la guerra” de la Universidad de Brown. Un informe de 2022 publicado por el Pentágono admitió que cada contribuyente pagó $8.278 por las guerras en Irak, Siria y Afganistán de 2001 a 2021, aunque es probable que la cifra sea un orden de magnitud mayor.

Al concluir su discurso, Biden pidió un sacrificio compartido para financiar la escalada de la guerra a escala global: “En momentos como estos, tenemos que recordar quiénes somos. Nosotros somos los Estados Unidos de América. Estados Unidos de América. Y no hay nada, nada más allá de nuestra capacidad, si lo hacemos juntos”.

No se equivoquen, la población estadounidense no pagará estas guerras “juntos”. El coste será asumido en su totalidad por la clase trabajadora, mientras que el botín irá a los ricos. La demanda de Biden es una declaración de guerra contra la clase trabajadora, y todo lo que se dice sobre el “sacrificio compartido” para “defender la democracia” no es más que mentiras.

En realidad, las guerras dirigidas por Estados Unidos para las que se ha destinado este dinero son guerras de conquista imperialista, libradas para enriquecer a la élite gobernante y controlar los recursos y mercados mundiales para Wall Street y las corporaciones estadounidenses, sin importar el costo en vidas o dólares.

La asignación de $105 mil millones para la guerra se produce a expensas de la clase trabajadora, cuya gran mayoría vive de cheque en cheque y casi la mitad de la cual no podría cubrir un gasto de $400 con efectivo disponible. Cada dólar gastado en las guerras vendrá a expensas de los programas y derechos sociales como Medicare y el seguro social.

Según un estudio de 2023 del Proyecto de Prioridades Nacionales, $100 mil millones es más de lo que el Gobierno federal gastará todo el año en educación ($84 mil millones), transporte ($67 mil millones) o energía y medio ambiente ($94 mil millones) e iguala el presupuesto total para la salud ($100 mil millones). El gasto total relacionado con el ejército este año superará los 1,1 billones de dólares .

La demanda de la Administración de Biden se produce cuando a los trabajadores se les ha dicho que “no hay dinero” para abordar las necesidades más urgentes de la población mundial. Por $100 mil millones, Biden podría albergar a todas las personas sin hogar en Estados Unidos ($20 mil millones, según Globalgiving.org), alimentar a todas las personas que enfrentan hambre o desnutrición aguda en todo el mundo ($23 mil millones, según Oxfam), perdonar $30.000 en préstamos estudiantiles para dos millones de personas ($60 mil millones) y aún así tener casi $ 10 mil millones de sobra.

A las mismas corporaciones que rebuznan por la guerra y se benefician de ella no se les pedirá que participen en el sacrificio. A principios de este año, un informe de la Oficina de Presupuesto del Congreso explicó que los ingresos fiscales cayeron un 9 por ciento solo en 2022 como resultado de décadas de recortes de impuestos para los ricos. Según la CBO, los ingresos por impuestos corporativos cayeron $5 mil millones de 2022 a 2023. Un estudio de 2023 de la Oficina de Fiscalización Gubernamental informó que el 34 por ciento de las grandes corporaciones ahora pagan cero impuestos federales.

Como resultado del recorte sistemático de los impuestos corporativos, los interminables rescates de Wall Street y el gasto militar récord, el déficit presupuestario de Estados Unidos se duplicó en 2023, pasando de $1 billón a $2 billones, informó el viernes el New York Times .

La demanda de Biden expone el carácter totalmente antidemocrático del sistema político, donde el sentimiento popular propalestino y antiguerra no encuentra ningún reflejo en absoluto. El viernes, CBS publicó una encuesta que muestra que el 57 por ciento de los estadounidenses apoya el envío de ayuda humanitaria a Palestina frente a solo el 48 por ciento que apoya el envío de armas a Israel. En cualquier caso, el Senado aprobó una resolución que apoya a Israel el jueves por un margen de 97-0. Figuras de la pseudoizquierda como Alexandria Ocasio-Cortez, afiliada a los Socialistas Democráticos de Estados Unidos (DSA, por sus siglas en inglés), son partidarios entusiastas del Gobierno de Biden y han respaldado abiertamente armar a Israel incluso cuando emprende horribles crímenes de guerra.

La demanda de Biden de $105 mil millones será profundamente impopular, y su discurso incoherente no convencerá a nadie. Se han producido manifestaciones sustanciales en casi todas las principales ciudades estadounidenses denunciando los crímenes de guerra israelíes, y las protestas solo han crecido después del horrible bombardeo del hospital Al-Ahli Arabi en Gaza por parte de las fuerzas israelíes, que mató a 500 personas. Dada la avalancha de propaganda a favor de la guerra en los medios corporativos, tal oposición representa un importante colapso del complejo mediático-militar-industrial

Ante la creciente oposición desde abajo, Biden exige la subordinación total de la economía a las necesidades del imperialismo estadounidense. En su discurso, pidió una transición a la producción de guerra, diciendo que “al igual que en la Segunda Guerra Mundial, hoy los trabajadores patriotas estadounidenses están construyendo el arsenal de la democracia y sirviendo a la causa de la libertad”. Su demanda de “reponer nuestros arsenales” con un flujo interminable de armas requerirá la supresión de la lucha de clases, aceleraciones peligrosas y la ilegalización de las huelgas.

Como parte de este esfuerzo, Biden tiene un socio dispuesto en las burocracias sindicales, que se han vuelto inseparables del Partido Demócrata y el Estado imperialista y han trabajado durante décadas para prevenir huelgas, mantener la producción y permitir ganancias corporativas récord. A principios de este mes, el presidente de UAW, Shawn Fain, apareció con Biden en la planta de Willow Run en Michigan, señaló que la planta anteriormente producía bombarderos y se refirió a los miembros del sindicato como parte del “arsenal de la democracia”.

Esta es una señal directa de que la burocracia está colaborando con la Administración de Biden para mantener los campos de batalla cada vez mayores del imperialismo estadounidense provistos de armas. La guerra contra los rivales y los objetivos del imperialismo estadounidense en el extranjero significa una guerra contra la clase trabajadora dentro del país.

Las burocracias ya están luchando por contener el creciente movimiento huelguístico en los Estados Unidos, que se ha extendido en los últimos días desde los trabajadores de las Tres Grandes —GM, Ford, Stellantis— y Mack Trucks hasta los trabajadores de casinos en Detroit. En todos los casos, las corporaciones les dicen a los trabajadores que los aumentos salariales son inasequibles. En realidad, costaría solo $15 mil millones pagar a los 150.000 trabajadores de las Tres Grandes $100 mil por año, y esto representa solo el 15 por ciento de lo que Biden afirma que se necesita urgentemente para la guerra.

El escenario está listo para la siguiente fase del desarrollo de la lucha de clases global, en la que las huelgas y protestas coinciden cada vez más con un creciente despertar político de los trabajadores y jóvenes en todo el mundo. Esto plantea la necesidad decisiva de una dirección política, para evitar que los Gobiernos imperialistas y sus porristas pseudoizquierdistas desvíen y repriman a la oposición como lo han hecho en el pasado, y para luchar por el desarrollo de un movimiento revolucionario independiente contra la guerra imperialista y el sistema capitalista. Esa es la perspectiva del Partido Socialista por la Igualdad.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 20 de octubre de 2023)

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