El discurso del presidente estadounidense Joe Biden el martes tocó el fondo de la reacción política. Mientras el ejército israelí arrasaba sistemáticamente edificios residenciales por toda Gaza, Biden dio luz verde para que el Gobierno de Netanyahu lleve a cabo asesinatos masivos.
El único propósito de la diatriba de Biden era azuzar la opinión pública, generar la mayor cantidad de odio posible a los palestinos y justificar cualquier crimen israelí.
Después de dicho discurso, es imposible que este Gobierno se distancie de lo que el Gobierno israelí haya hecho o perpetre. De hecho, la participación del secretario de Estado, Antony Blinken, y la vicepresidenta Kamala Harris, que permanecieron de pie como zombis detrás de Biden, buscaba subrayar el mensaje: esta es la política del Gobierno estadounidense.
Predeciblemente, las declaraciones de Biden incitaron crímenes de guerra israelíes. Inmediatamente después del discurso, Israel comenzó a utilizar fósforo blanco para provocar devastadores incendios en las áreas civiles. Esto constituye un crimen según el derecho internacional. Israel bombardeó la sede de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo el martes, además de innumerables edificios. Israel siguió negándoles a los palestinos comida, agua y electricidad, en línea con el compromiso del primer ministro Netanyahu de que cualquier área que se resista a la ocupación israelí quedará “en ruinas”.
El lenguaje utilizado por Biden se acerca a la instigación y legitimación de genocidio. La resistencia de los palestinos, dijo Biden al comienzo, fue una muestra de “pura maldad”. Estas palabras hacen eco de las declaraciones ayer del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, quien describió a los palestinos como “animales”. El ministro de Defensa, Yoav Gallant, dijo: “Estamos combatiendo animales humanos y estamos actuando en consecuencia”.
El argumento de que se enfrenta a la “maldad pura” busca soslayar cualquier análisis racional. En esta visión maniquea del mundo, el “mal” solo puede ser combatido mediante la eliminación, exterminio y asesinato.
Biden no pidió un cese al fuego. No llamó a negociaciones de paz. No solicitó una mediación u arbitraje. No llamó a Israel a la moderación. No advirtió sobre la inestimable matanza que resultaría de una invasión israelí de Gaza.
En un discurso lleno de referencias incendiarias a las víctimas israelíes de la incursión palestina en territorios ilegalmente ocupados por Israel, Biden no hizo ninguna mención a las víctimas palestinas de la violencia israelí.
Durante los últimos 75 años, decenas de miles de palestinos han sido masacrados por tropas y fuerzas fascistas israelíes que hoy representa el Gobierno israelí. Ninguno de estos asesinatos provocó condenas por parte de Estados Unidos, ni hablar de referirse a los atacantes israelíes como la personificación del “mal”.
Las declaraciones de Biden estuvieron acompañadas de una avalancha de propaganda en los medios de comunicación estadounidenses, cuyo objetivo era bloquear cualquier examen crítico del conflicto concentrándose únicamente en la violencia ejercida por Hamás contra la población civil, e ignorando la violencia, varios órdenes de magnitud mayor, infligida contra los palestinos por Israel.
“Estamos con Israel”, declaró Biden. “No hay justificación para el terrorismo”. No hay excusa para la violencia de los palestinos, pero siempre hay una excusa para la violencia de Israel. Y ello a pesar de que, desde 2008, han muerto en el conflicto 20 veces más palestinos que israelíes: 6.400, frente a 300. Biden declaró: “Como todas las naciones del mundo, Israel tiene derecho a responder y, de hecho, tiene el deber de responder a estos despiadados ataques”. Todas las naciones, es decir, excepto los palestinos.
Biden simplemente ignoró toda la historia previa del conflicto actual. Las Naciones Unidas han condenado a Israel por asentar a su población en territorio palestino anexionado ilegalmente, por impedir a los palestinos viajar libremente y por el uso sistemático de asesinatos, torturas y detenciones de duración indefinida como política de Estado.
Biden amenazó con utilizar la fuerza militar estadounidense contra cualquier Gobierno que se atreviera a intervenir del lado de los palestinos: “A cualquier país, a cualquier organización, a cualquiera que piense aprovecharse de esta situación, tengo una palabra: No lo hagan”. La respuesta estadounidense, dijo Biden, sería “rápida, decisiva y abrumadora”.
Este lenguaje no intimidará, más bien enfadará. Para la gran mayoría de la población mundial, muchos que siguen viviendo con amargas memorias del colonialismo, solo provocará asco.
Biden declaró: “No tengo mayor prioridad que la seguridad de los estadounidenses secuestrados”. Pero su apoyo incondicional a las acciones israelíes prácticamente ha asegurado la muerte de los rehenes.
Una de las declaraciones más bochornosas de Biden fue su intento de asociar la resistencia de los palestinos contra el régimen de apartheid israelí con el genocidio de los judíos de Europa durante el Holocausto. “Este atentado contra Israel”, dijo Biden, “ha sacado a la superficie recuerdos dolorosos y las cicatrices dejadas por un milenio de antisemitismo y genocidio del pueblo judío”.
Esto es una perversión total de la historia. Los palestinos no tienen ninguna conexión histórica con los pogromos asesinos antijudíos y el antisemitismo que forman una parte fundamental de la historia europea. No desempeñaron ningún papel en el Holocausto.
Durante la Segunda Guerra Mundial, mientras los judíos eran exterminados por millones, Estados Unidos mantuvo sus fronteras cerradas. En 1939, el SS St. Louis, un barco que transportaba a más de 900 refugiados judíos, fue rechazado en Estados Unidos y obligado a regresar a Europa, un episodio emblemático de la indiferencia estadounidense ante la persecución de los judíos europeos.
Hace menos de tres semanas, todo el Parlamento canadiense, junto con embajadores y representantes de todos los países de la OTAN, ovacionó de pie a Yaroslav Hunka, veterano de las Waffen-SS ucranianas, responsables de la masacre de judíos bajo la dirección de la Alemania nazi.
Biden concluyó diciendo: “Los terroristas atacaron a civiles a propósito y los mataron. Respetamos las leyes de la guerra”. ¿De qué está hablando Biden? La única ley que defiende Estados Unidos es la ley de la violencia y el saqueo imperialistas sin restricciones.
Su diatriba contra los palestinos se ajusta a un patrón definido. Ya sea exigiendo el cambio de régimen y la guerra hasta la victoria completa contra Rusia o incitando a una guerra a gran escala en Oriente Próximo, la clase dominante estadounidense actúa con total temeridad y brutalidad.
El discurso de Biden es una advertencia al mundo entero. El imperialismo estadounidense ha abrazado los principios de la violencia militar sin límites y el castigo colectivo contra las poblaciones civiles. A menos que se detenga, el desenfreno homicida que ahora se inflige a Gaza será el futuro para millones de personas en todo el mundo.
Los trabajadores y los jóvenes no pueden dejarse intimidar por la avalancha de propaganda producida por todos los Gobiernos imperialistas y todos los grandes medios de comunicación. Es urgente construir un movimiento global de masas contra la guerra, que unifique a los trabajadores y a los jóvenes de todas las etnias, religiones y nacionalidades en la lucha contra el imperialismo.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 10 de octubre de 2023)