El Gobierno de Biden utilizó la sesión del martes de la Asamblea General de Naciones Unidas como una plataforma para un ataque a pleno pulmón contra Rusia, del tipo que se pronuncia antes de declarar una guerra.
En su discurso ante la ONU el martes, Biden declaró: “Estados Unidos, junto a sus aliados y socios en todo el mundo, seguirá apoyando al valiente pueblo de Ucrania, que defiende su soberanía e integridad territorial y libertad”.
Biden afirmó que “Rusia es la única culpable” de la guerra en Ucrania. “Solo Rusia tiene el poder de poner fin a esta guerra inmediatamente. Y solo Rusia está bloqueando el camino a la paz porque el precio que Rusia le asigna a la paz es la capitulación de Ucrania, el territorio ucraniano y los niños ucranianos”.
Este no fue solo un discurso; fue un ataque implacable a cualquier noción de que Estados Unidos está dispuesto a una resolución negociada a la guerra.
La Casa Blanca está exigiendo la rendición incondicional de Rusia, que conlleva el derrocamiento de su Gobierno y su reparto territorial. Lograr este objetivo es imposible sin la intervención directa de EE.UU., transformando una guerra por delegación en un conflicto directo entre Estados Unidos y Rusia.
El conflicto en Ucrania ya es una guerra estadounidense, para la cual EE.UU. y la OTAN están suministrando la logística, las armas y la inteligencia. Pero el fracaso de la contraofensiva ucraniana ha llevado al Gobierno de Biden a concluir que sus objetivos son imposibles sin convertir la guerra por delegación actual en un conflicto a plena escala incluyendo el despliegue de tropas de EE.UU. y la OTAN.
Los medios estadounidenses afirman comúnmente que el presidente ruso Vladímir Putin cree que un cambio del Gobierno estadounidense conduciría a un cambio de político. Esto es un autoengaño. No obstante, el Gobierno de Biden tiene el objetivo de prevenir un cambio de política intensificando el conflicto, mucho antes que las elecciones de 2024, para comprometer a tal punto el prestigio y los recursos de EE.UU., incluyendo tropas, que imposibilite una solución diplomático o no militar.
Los comentarios de Biden fueron seguidos por los de su perro de presa, el presidente ucraniano Volodímir Zelenski, cuyas declaraciones rozaron la locura total. Zelenski se refirió a Rusia y a los rusos como “el mal” y “terroristas” y los acusó de llevar a cabo un “genocidio” contra Ucrania.
Zelenski denunció a la ONU por temer demasiado una guerra nuclear, afirmando, “En muchos casos, el temor a la guerra, a una guerra final, fue expresado con la mayor fuerza aquí —la guerra después de la cual nadie se volverá a reunir jamás en el Salón de la Asamblea General—”.
Continuó: “La Tercera Guerra Mundial fue vista como una guerra nuclear. Un conflicto entre Estados encaminado hacia las armas nucleares. Las otras guerras generaban un menor temor que el peligro de ‘grandes potencias’ disparándose sus arsenales nucleares”.
Las declaraciones de los dirigentes estadounidenses fueron acompañadas de afirmaciones igual de temerarias y provocadoras en los principales diarios. En un editorial titulado “Biden ha hecho mucho por Ucrania, pero no lo suficiente”, el Washington Post escribió que “Biden debería dejar de perder el tiempo y enviarle ATACMS a Kiev”, refiriéndose a un sistema de misiles de largo alcance que se utilizaría para atacar profundamente al interior de Rusia.
Estados Unidos y la OTAN ya están en una guerra no declarada, proporcionando logística, armas e inteligencia. Lo único que Ucrania está suministrando son los cadáveres. El siguiente paso es la participación directa de las tropas estadounidenses.
Esto requerirá la movilización masiva de las fuerzas militares estadounidenses y europeas, incluida la posibilidad de un servicio militar obligatorio. El ejército estadounidense se está preparando activamente para una guerra de este tipo. La edición de otoño de 2023 de la revista US Army War College Quarterly incluye un artículo titulado “Una llamada a la acción: lecciones de Ucrania para las fuerzas del futuro”. En él se afirmaba que
La guerra entre Rusia y Ucrania está poniendo de manifiesto vulnerabilidades significativas en la dotación estratégica de personal del Ejército y en su capacidad para resistir y reemplazar bajas. Los planificadores médicos del teatro de operaciones del Ejército pueden prever una tasa sostenida de aproximadamente 3.600 bajas al día... Con una tasa de reemplazo prevista del 25 por ciento, el sistema de personal necesitará 800 nuevos efectivos cada día. Para contextualizar, Estados Unidos sufrió unas 50.000 bajas en dos décadas de combates en Irak y Afganistán. En operaciones de combate a gran escala, Estados Unidos podría sufrir ese mismo número de bajas en dos semanas.
La extrema temeridad de Estados Unidos al intensificar la guerra de Ucrania es un testimonio de la intersección de crisis sociales, políticas y económicas que agobian a Estados Unidos. La riqueza de la oligarquía financiera estadounidense, que depende de los continuos rescates gubernamentales financiados por la monetización de la deuda, se ve acechada por la posibilidad de lo que llama la erosión del “dominio del dólar”.
En casa, la clase dominante se enfrenta a un creciente movimiento huelguístico. No es la primera vez que el crecimiento de la oposición nacional se convierte en un factor importante en la escalada de los planes de guerra de la clase dominante.
La lucha contra la guerra debe desarrollarse fusionando las luchas sociales cada vez mayores de la clase obrera estadounidense con la oposición al imperialismo estadounidense. Las demandas sociales de los trabajadores deben vincularse al esfuerzo por poner fin a la guerra como parte de una lucha global por el socialismo.
(Publicado originalmente en inglés el 20 de septiembre de 2023)