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Perspectiva

La doctrina de Biden: “Por el tiempo que sea necesario” o “Sin importar cuántos tengan que morir”

En miércoles, el presidente estadounidense Joe Biden se pronunció ante una multitud escandalosa de nacionalistas lituanos xenófobos en Vilna después de la cumbre de la OTAN, la cual se comprometió a aumentar masivamente el gasto militar en preparación para una guerra mundial.

La diatriba de Biden abordó los mismos temas que un discurso que pronunció el año pasado en Varsovia, Polonia, donde se comprometió a “luchar” durante “los próximos años y décadas”. Su arenga improvisada en 2022 tuvo que ser retractada públicamente por los funcionarios de la Casa Blanca. Pero ya sus asesores no consideran necesario reinterpretar ni modificar las declaraciones belicosas de Biden. Lo que dice sobre los objetivos de guerra estadounidenses no son equivocaciones causadas por demencia, sino afirmaciones precisas de las políticas de su Gobierno.

El presidente Joe Biden se pronuncia en la Universidad de Vilna en Lituania, 12 de julio de 2023, tras atender la cumbre de la OTAN [AP Photo/Susan Walsh]

En Vilna, Biden declaró, “Nuestro compromiso con Ucrania no menguará. Defenderemos la libertad hoy, mañana y por el tiempo que sea necesario”.

Inevitablemente la prolongación de una guerra está vinculada a la pérdida de vidas. Cuanto más dure la guerra, mayor será la cifra de bajas y muertes de soldados y civiles.

Esta es la esencia barbárica de la que puede definirse como la Doctrina Biden: “Sin importar el tiempo que sea necesario ni cuántos tengan que morir”.

Tanto en su forma como contenido, fue un típico discurso de Biden: irreflexivo, mal informado, lleno de dislates y una gramática mutilada. Iba dirigido para estimular el nivel intelectual y los instintos más bajos.

Dijo una mentira y disparate tras otro, alegando que Estados Unidos, que ha desestabilizado, bombardeado e invadido otros países de manera continua desde la Segunda Guerra Mundial, representa una fuerza de democracia y paz.

Fue precisamente Henry Kissinger, el criminal de guerra estadounidense vivo de mayor edad, quien resumió con su cinismo típico la verdadera actitud del imperialismo estadounidense hacia los principios morales. “Lo ilegal lo hacemos inmediatamente”, dijo. “Lo inconstitucional nos toma un poco más”.

Biden, quien ha dejado sus huellas en las escenas de todos los crímenes del imperialismo estadounidense en el último medio siglo, invocó: “la Carta de Naciones unidas que todos nos comprometimos a la soberanía, la integridad territorial. Esos son los dos pilares de las relaciones pacíficas entre las naciones. No se puede permitir que un país tome el territorio de su vecino a la fuerza”.

¡Qué hipocresía tan repugnante! No hay país que haya violado la prohibición en la carta de la ONU sobre el “uso de la fuerza” tan flagrantemente y tantas veces como Estados Unidos, cuyo exsecretario de Estado, Colin Powell, una vez declaró que su objetivo era convertir a Estados Unidos en “el mayor matón de la cuadra”.

Durante su tiempo en el Senado y luego como vicepresidente, Biden fue un defensor destacado y partidario de la invasión estadounidense de Irak en 1991 y el bombardeo de Yugoslavia ocho años luego en 1999. Respaldó la invasión de Afganistán en 2001 y otra invasión de Irak en 2003. Biden respaldó los bombardeos estadounidenses y la instigación de cambios de régimen en Libia y Siria.

Estas acciones se llevaron a cabo en abierto y flagrante desafío a las Naciones Unidas y al derecho internacional. En 2002, Estados Unidos se retiró del Estatuto de Roma, que creó la Corte Penal Internacional, y no reconoce la legitimidad de ningún organismo internacional para juzgar a funcionarios estadounidenses por los crímenes de guerra que perpetran habitualmente.

La semana pasada, Biden anunció que enviaría bombas de racimo a Ucrania, prohibidas por más de 100 países porque matan y mutilan a civiles por décadas tras el fin de los conflictos.

Biden hizo una confusa referencia al mito lituano sobre la lucha contra la tiranía, y se jactó del compromiso de Estados Unidos con su libertad. Pero lo que Biden omitió en su incoherente lección de historia fue la intensa colaboración de los nacionalistas lituanos con la Alemania nazi y su participación directa en el asesinato en masa de prácticamente toda la población judía del país.

Durante los tres años que duró la ocupación nazi de Lituania, el 95 por ciento de la población judía del país fue exterminada: 195.000 hombres, mujeres y niños fueron asesinados sistemáticamente.

Esta realidad dio un matiz ominoso a la declaración de Biden de que “los lazos entre el pueblo lituano y el estadounidense nunca han flaqueado”, elogiando a los exiliados lituanos que viajaron a Estados Unidos.

Lo que Biden no mencionó, sin embargo, es que dos de los inmigrantes lituanos acogidos por Estados Unidos resultaron ser los máximos responsables del Holocausto en ese país.

Aleksandras Lileikis, jefe de la Policía de Seguridad lituana en Vilna durante la ocupación nazi de Lituania y perpetrador en el Holocausto, recibió salvoconducto para viajar a Estados Unidos y fue contratado por la CIA. Su jefe adjunto, Kazys Gimžauskas, también emigró a Estados Unidos, al igual que tres de sus subalternos.

Ninguno de los dos vio ni un solo día de cárcel por su participación en el Holocausto.

Incluso mientras denunciaba a Rusia por negarse a cualquier “solución diplomática” al conflicto, Biden se jactaba de su propio papel en la expansión de la OTAN. Declaró: “Tuve el gran honor como senador de Estados Unidos de defender la entrada de Lituania y otros Estados bálticos en la OTAN en 2004. ¿No fue brillante lo que hice?”.

Al votar a favor de la ampliación de la OTAN en 1998, Biden proclamó “el comienzo de 50 años más de paz”. En realidad, Estados Unidos estaba preparando deliberadamente el escenario para el tipo de guerra fratricida que ha estallado en Ucrania, con el objetivo de arrastrar a Rusia a guerras en sus fronteras y desangrarla.

Una de las mentiras más absurdas de Biden fue su intento de presentarse como partidario de un “desenlace diplomático” de la guerra en Ucrania. “Desgraciadamente, Rusia no ha mostrado hasta ahora ningún interés en la salida diplomática”, dijo Biden.

“Rusia podría poner fin a esta guerra mañana mismo retirando sus fuerzas de Ucrania, reconociendo estas fronteras internacionales”, declaró. Pero definió este “resultado diplomático” como la capitulación total de Rusia y la aceptación de todos los objetivos bélicos de la OTAN. La “solución diplomática” de Biden es la victoria militar.

Las provocadoras declaraciones del presidente pretenden excluir cualquier solución negociada del conflicto, que el imperialismo estadounidense considera un componente crítico de su campaña para subyugar a Rusia y China.

La doctrina de Biden —”sin importar cuántos tengan que morir”— significa que la guerra se intensificará, que morirán miles y miles de personas más y que el mundo estará al borde de una conflagración nuclear. Nada puede detener esto excepto el desarrollo de un movimiento internacional contra la guerra basado en la clase obrera.

(Publicado originalmente en inglés el 14 de julio de 2023)

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