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Perspectiva

La cumbre de la OTAN en Vilna: conspirando para la guerra en el lugar de un crimen histórico

Hoy, los líderes de la OTAN se reunirán en Vilna, Lituania, a pocos kilómetros del campo de batalla de la guerra en Ucrania, que ya se ha cobrado cientos de miles de vidas.

No faltarán las denuncias de la brutalidad rusa. Particularmente el Gobierno lituano será agradecido por ser una punta de lanza de la guerra de la OTAN o, como lo llaman los serviles lacayos de la prensa, la lucha en defensa de la “democracia”.

Joe Biden, quien acaba de aprobar el envío de bombas de racimo a Ucrania, una de las armas más brutales y criminales de las guerras modernas, condenará la inhumanidad de Vladímir Putin. Olaf Scholz, cuyo Gobierno está involucrado en el mayor rearme desde Hitler y está a punto de colocar 4.000 tropas alemanas en Lituania, regresará a la escena de uno de los mayores crímenes del imperialismo alemán, donde pronunciará su propaganda meticulosamente preparada.

Lo que no se mencionará es la historia de la ciudad: Vilna, una vez conocido como el “Jerusalén de Europa,” fue el sitio de una de las masacres más grandes y barbáricas de la destrucción encabezada por los nazis de la población judía europea. Con el asesinato del 95 por ciento de su población judía, que sumaba 210.000 personas antes de la guerra, Lituania registró una de las mayores tasas de muerte de cualquier país europeo. Los nacionalistas lituanos fueron algunos de los principales perpetradores de este crimen histórico.

Miembros de la policía lituana quemando una sinagoga lituana en 1941

Al igual que sus homólogos ucranianos, la burguesía lituana combinó históricamente una tradición de amargo anticomunismo con un vil antisemitismo. Tras la ocupación soviética de Lituania en 1940, los nacionalistas y generales de extrema derecha huyeron a Alemania, donde fundaron, en colaboración directa con el régimen nazi, el Frente Activista Lituano (LAF, por sus siglas en lituano).

Casi simultáneamente a los pogromos llevados a cabo por los nazis y la Organización de Ucranianos Nacionalistas (OUN) en Ucrania occidental, el LAF y los ocupantes alemanes iniciaron una orgía de matanzas masivas en Lituania. En menos de tres años, una comunidad de 800 años de antigüedad, que desempeñó un papel central en el desarrollo de la cultura judía y mundial, fue aniquilada casi por completo.

De los aproximadamente 210.000 judíos que vivían en Lituania antes de la invasión nazi del 22 de junio de 1941, 195.000 habían sido asesinados al final de la guerra en 1945. La inmensa mayoría había muerto a finales de 1941.

La característica más horrible del Holocausto en Lituania fue la participación abierta y desvergonzada de importantes sectores de la población en la caza, tortura y asesinato de judíos. La historiadora Masha Greenbaum nos ofrece un relato desgarrador de las matanzas que asolaron el país en los días previos e inmediatamente posteriores a la invasión nazi.

La entrada de los nazis en Lituania, que había sido anexionada por la Unión Soviética en 1940, fue acogida con entusiasmo por las fuerzas nacionalistas, anticomunistas y violentamente antisemitas. Entre sus principales figuras se encontraba el embajador lituano en Berlín, el coronel Kazys Skirpa, que era ampliamente conocido por ser un ferviente admirador de Adolf Hitler. Antes de la invasión alemana, Skirpa dirigía una importante red de fascistas lituanos. Greenbaum escribe en The Jews of Lithuania: A History of a Remarkable Community 1316-1945:

Estas células de fascistas lituanos, simpatizantes nazis y nacionalistas lituanos fueron componentes importantes del LAF, Lietuvos Aktyvistu Frontas (Frente Activista Lituano), el mayor y mejor organizado grupo nacionalista. Pero había muchas otras facciones, como el Lobo de Hierro, el Ejército Lituano de la Libertad, los Halcones y el Frente Lituano de Restauración. Penetraron en las universidades, la administración pública, las profesiones, incluso en las secundarias. Según fuentes lituanas, el número de miembros de estos grupos clandestinos y unidades antisoviéticas alcanzó los 100.000.

Tres días antes de la invasión, Skirpa —en contacto permanente con la Gestapo (policía secreta) y la Wehrmacht (ejército) nazis— publicó el folleto nº 37 para su distribución masiva por toda Lituania. Era un llamamiento no disimulado a la destrucción total de los judíos lituanos. Decía:

Por fin ha llegado el día crucial para los judíos. Lituania debe ser liberada no solo de la esclavitud bolchevique asiática, sino también del yugo judío de larga data.

En nombre del pueblo lituano, declaramos solemnemente que el antiguo derecho de santuario concedido a los judíos en Lituania por Vytautas el Grande queda abolido para siempre y sin reservas.

Los judíos culpables de perseguir a los lituanos serán juzgados. Aquellos que logren escapar serán encontrados. Es deber de todos los lituanos honrados detener por iniciativa propia a tales judíos y, si es necesario, castigarlos. El nuevo Estado lituano será reconstruido solo por lituanos. Todos los judíos quedan excluidos de Lituania para siempre... Que los judíos conozcan la sentencia irrevocable dictada en su contra; ni un solo judío tendrá derechos de ciudadanía. Los errores del pasado y los males perpetrados por los judíos serán corregidos, y se establecerá una base firme para un futuro feliz y para el trabajo creativo de nuestra nación aria. Preparémonos para la liberación de Lituania y la purificación de la nación.

Esta diatriba desató una ola de violencia homicida. Estén prevenidos: Es difícil leer el relato de Greenbaum sobre los monstruosos crímenes perpetrados contra los judíos por las turbas lituanas, azuzadas por los antisemitas y anticomunistas nacionalistas. Greenbaum escribe:

El 25 de junio, partisanos lituanos que se definían a sí mismos como luchadores por la libertad iniciaron una matanza de tres días contra los judíos en ciudades y pueblos pequeños, durante la cual pereció toda la población de más de 150 comunidades judías. Algunos judíos fueron expulsados de sus hogares y quemados vivos, después de haber sido salvajemente golpeados y hacinados en sinagogas, escuelas y otros lugares públicos que luego fueron incendiados. En otros casos, familias judías enteras fueron conducidas a bosques o cauces de ríos cercanos, donde se habían preparado fosas o trincheras, y luego fusiladas. En varias localidades, como Reiniai y Geruliai en la zona de Telsiai, en Meretz (Merkine), Plungian (Plunge), Sakiai (Shaki) y Kelm (Kelme), los judíos fueron obligados a cavar sus propias tumbas. Prácticamente todos los judíos de Ukmerge fueron hacinados en la sinagoga y quemados vivos. En Seirijai, los judíos fueron arrastrados desnudos por las calles y luego brutalmente asesinados en presencia de una multitud que los vitoreaba. En Panevezys, los judíos, entre ellos varias mujeres jóvenes que habían sido violadas, fueron arrojados a cal ardiendo.

Solo en Kovno, los partisanos lituanos asesinaron a casi 4.000 judíos durante los dos días que transcurrieron entre la invasión y la llegada de las fuerzas alemanas a la ciudad. Una atrocidad especialmente brutal tuvo lugar más tarde en el garaje de la cooperativa Lietukis, en el centro de Kovno. Unos 60 hombres judíos, elegidos al azar en las calles por los partisanos, fueron llevados al garaje y salvajemente golpeados y torturados mientras una gran multitud observaba. Mientras los judíos yacían heridos y gimiendo en el suelo, sus torturadores continuaron, para diversión de la multitud, golpeándolos sin piedad hasta que murieron. Otro grupo de judíos fue arrastrado para limpiar el garaje y llevarse a las víctimas para enterrarlas.

En Slobodka (Wilijampole), los partisanos iban de casa en casa buscando judíos. Sus víctimas eran arrojadas al río Vilija: los que no se ahogaban eran fusilados mientras nadaban. Las casas judías eran incendiadas y sus ocupantes quemados vivos mientras los partisanos bloqueaban el paso a los bomberos que se acercaban. Los hooligans que se hacían llamar luchadores por la libertad masacraron a los judíos indiscriminadamente. En muchos casos, arrancaron miembros de los cuerpos y los esparcieron por todas partes.

El 25 de junio, los partisanos decapitaron al rabino jefe de Slobodka, Zalman Ossovsky, y exhibieron su cabeza cortada en la ventana principal de su casa. Su cuerpo sin cabeza fue descubierto en otra habitación, sentado cerca de un volumen abierto del Talmud que había estado estudiando.

La mayoría de estas 150 localidades se convirtieron en Judenrein (libres de judíos) 24 horas antes de la llegada de las fuerzas de ocupación alemanas. Esto dio a la población local una breve oportunidad para abalanzarse sobre las casas y negocios de sus antiguos vecinos judíos en un frenesí de pillaje y saqueo. Muchos de los asesinatos y saqueos se llevaron a cabo a plena luz del día frente a testigos cómplices, a menudo jubilosos. Cuando asistían a misa, los partisanos eran alabados por los sacerdotes por su valor y patriotismo.

Las atrocidades de la última semana de junio de 1941 no cesaron hasta el final de la guerra. Los judíos fueron las principales víctimas, pero no las únicas. El lugar más notorio de los asesinatos en masa en Lituania fue el bosque de Ponary, en las afueras de Vilna. Se estima que, entre 1941 y 1944, hasta 100.000 personas, entre ellas unos 70.000 judíos, 20.000 polacos y 8.000 prisioneros de guerra soviéticos, fueron asesinados aquí por los Einsatzgruppen de las SS alemanas y sus colaboradores lituanos. La mayoría de los asesinatos fueron llevados a cabo por una unidad de 80 hombres de los Ypatingasis būrys, voluntarios lituanos organizados en las SS. La matanza solo terminó con el avance del Ejército Rojo soviético.

Después de la guerra, muchos de los peores colaboradores nazis y cómplices de asesinatos en masa continuaron sus vidas ilesas. Kazys Škirpa, fundador del LAF, trabajó en el Trinity College de Dublín y en la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos. Murió en Washington D.C. el 18 de agosto de 1979 a la edad de 84 años.

Aleksandras Lileikis, jefe de la Policía de Seguridad lituana en Vilna, uno de los principales organizadores del asesinato de la comunidad judía de Vilna, encontró empleo en la CIA y obtuvo permiso para emigrar a Estados Unidos. Se instaló en Massachusetts y adquirió la ciudadanía estadounidense. No fue hasta 1994 cuando las investigaciones sobre sus crímenes, largamente retrasadas, condujeron a su desnaturalización. Regresó a Lituania, donde no pudo eludir las demandas para su procesamiento por el cargo de genocidio. Pero Lileikis murió en septiembre de 2000 a la edad de 93 años antes de que se llegara a un veredicto.

Tras la disolución de la Unión Soviética, la nueva burguesía lituana promovió la rehabilitación de sus antepasados colaboradores del nazismo. El Gobierno y los principales partidos minimizaron y encubrieron la magnitud de los crímenes cometidos entre 1941 y 1945, al tiempo que, por conveniencia política, hacían declaraciones formales e insensibles lamentando el exterminio de los judíos lituanos.

Como uno de sus primeros actos, el nuevo Parlamento lituano rehabilitó a los lituanos condenados por el Gobierno soviético por colaborar con los nazis. Se bautizaron calles con nombres de líderes del LAF, como Škirpa. La Academia Militar de Lituania, afiliada a otras academias militares de la OTAN, recibió el nombre de Jonas Žemaitis, otro infame colaborador nazi. Mientras tanto, los supervivientes del Holocausto que lucharon con los partisanos soviéticos contra los nazis y sus aliados lituanos fueron juzgados por “colaboración” y “crímenes de guerra”.

El caso del fascista lituano Jonas Noreika adquirió fama internacional. Ejecutado en la Unión Soviética tras la guerra, fue celebrado póstumamente por el régimen lituano posterior a 1991 como luchador contra la “tiranía comunista”. Se cambiaron los nombres de las calles en su honor, y Noreika fue condecorado con la Cruz de Vytis, el máximo honor concedido por Lituania a una persona fallecida. Pero en el año 2000 la nieta de Noreika encontró documentos familiares ocultos durante mucho tiempo que revelaban que había “ordenado reunir a todos los judíos de su región de Lituania para enviarlos a un gueto donde fueron golpeados, hambreados, torturados, violados y luego asesinados” (Artículo de opinión publicado el 27 de enero de 2021 en el New York Times, “No más mentiras. Mi abuelo era nazi”, por Silvia Foti).

A pesar de estas revelaciones, Noreika sigue siendo honrado en Lituania como un héroe nacional. En la Academia Lituana de Ciencias sigue habiendo una placa conmemorativa que honra su memoria. Recientemente se completó un documental que denuncia esta falsificación de la verdad histórica, titulado J'Accuse, que se proyectó en diciembre de 2022 en el Festival de Cine Judío de Miami.

Tráiler de la película J’accuse, Festival de Filme Judío de Miami 2023

La primera ministra lituana Ingrida Šimonytė y el canciller Gabrielius Landsbergis, con quienes Biden, Scholz, el francés Macron y el británico Rishi Sunak discutirán sobre la posible adhesión de Ucrania a la OTAN y el despliegue directo de tropas, son miembros del partido gobernante Unión Patria, cuyos diputados tienen un sórdido historial de exabruptos antisemitas.

En 2019, la única sinagoga judía que quedaba en el país, en Vilna, tuvo que ser cerrada indeterminadamente debido a las persistentes amenazas de la extrema derecha. Según una declaración de la comunidad judía lituana, el partido Unión Patria no solo se negó a intervenir, sino que alentó a las fuerzas de extrema derecha al manifestar “públicamente su deseo continuo y cada vez mayor... de reconocer a los perpetradores del asesinato en masa de los judíos de Lituania como héroes nacionales y exigir que estas personas sean honradas con placas conmemorativas y por otros medios”.

Biden, Scholz, Macron y Sunak no desconocen esta historia. Pero consideran que cualquier exposición de los crímenes de los nazis y sus colaboradores revela verdades incómodas que chocan con sus agendas geopolíticas y, por lo tanto, deben ser minimizadas y suprimidas.

La guerra por delegación que se está librando en Ucrania ha sido impulsada y justificada por medio de mentiras. La falsificación de la historia y la rehabilitación de los nazis y sus colaboradores en Ucrania, Polonia, Lituania y Alemania son componentes esenciales de la agenda de la OTAN.

En la reunión de los conspiradores de la OTAN en Vilna está en juego una grotesca lógica histórica. Los líderes del imperialismo mundial actual traman sus nuevos crímenes contra la humanidad bajo las oscuras sombras de aquellos cometidos hace 80 años.

(Publicado originalmente en inglés el 10 de julio de 2023)

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