No bien se secó la tinta del envío de $40 mil millones en armas y asistencia del Gobierno de Biden firmado el 21 de mayo, EE.UU. está expandiendo aún más las categorías de armas con las que está inundando Ucrania, creando las condiciones para expandir ampliamente el terreno sobre el cual se está combatiendo la guerra.
El sábado, el ministro de Defensa ucraniano Oleksii Reznikov dijo que el país había comenzado a recibir misiles antibuques Harpoon enviados por EE.UU. a través de Dinamarca, así como cañones autopropulsados y acorazados M109 Paladin Howitzer que llegaron directamente de EE.UU.
Los M109, con un peso de casi 30 toneladas, son capaces de disparar municiones de artillería de 45 kg cada una a más de 40 km de distancia. El Harpoon, según la fabricante Boeing, “es el misil antibuques más exitoso del mundo… capaz de ejecutar misiones contra blancos en tierra y contra buques”.
Boeing señala, “La explosión de la ojiva de 225 kg entrega una fuerza letal contra una amplia gama de blancos en tierra, incluyendo sitios de defensa costera, sitios de misiles de tierra-aire, aviones expuestos, instalaciones portuarias e industriales y buques en muelle”.
El suministro de estos sistemas de armas significa que las fuerzas ucranianas estarán utilizando los mismos misiles antibuques y sistemas móviles de artillería que la Armada y el Ejército de EE.UU.
Reznikov también anunció que Ucrania había recibido recientemente más de 100 drones. Con el alcance de 40 km de los M109 y de 123 km de los Harpoon, así como los drones Bayraktar financiados por EE.UU. con un rango de miles de kilómetros, EE.UU. ya le suministro a Ucrania los medios para atacar docenas o cientos de kilómetros dentro de territorio ruso.
La semana pasada, un oficial estadounidense le dijo a Reuters que EE.UU. no ha impuesto límites geográficos al uso ucraniano de las armas que ha enviado. “Tenemos preocupaciones sobre una escalada pero aún así no queremos imponer límites geográficos ni atarles las manos demasiado con las cosas que les estamos dando”, declaró el oficial.
En otras palabras, EE.UU. está efectivamente dándole a Ucrania un cheque en blanco para que ataque suelo ruso.
El ejército ucraniano ya ha llevado a cabo varios bombardeos dentro de Rusia, matando al menos a un civil e hiriendo a docenas. El Ministerio de Defensa de Rusia aumentó recientemente sus tropas y despliegues de artillería en la región de Kursk, que es fronteriza con el este de Ucrania.
Además de los sistemas avanzados de armas, EE.UU. tiene planes de entregarle a Ucrania armas con alcances aún mayores, en la forma de lanzacohetes que pueden alcanzar blancos profundamente dentro de territorio ruso.
Si bien Biden les dijo a los reporteros el lunes de que EE.UU. “no le enviará a Ucrania sistemas de cohetes con los que puedan atacar suelo ruso”, los oficiales de la Casa Blanca clarificaron inmediatamente que la declaración de Biden prácticamente no significa nada.
Según la Casa Blanca, esa condición solo aplica para ciertas municiones de largo alcance disparadas por sistemas que EE.UU. sí enviará, como los misiles MGM-140 ATACMS, cuyo alcance efectivo es de hasta 305 km. Estos sistemas violan la Convención sobre Municiones en Racimo, pero EE.UU., que ha matado a miles de personas con municiones de racimo en guerras por todo el mundo, no ha suscrito a ella.
En las palabras de Michael McFaul, un exembajador estadounidense en Rusia, Ucrania aún “recibirá nuevos envíos de misiles de precisión guiada con alcances más largos que los que tienen los ucranianos actualmente”.
Incluso la declaración de Biden de las restricciones más mínimas a los envíos de armas a Ucrania fue inmediatamente denunciada por la prensa.
El Wall Street Journal estaba furioso, acusando a Biden de querer que Ucrania “apenas sobreviva para firmar una tregua que la deje con más territorio bajo control ruso”.
Aparentemente en pánico, el Journal advirtió que las fuerzas rusas están logrando “nuevos avances militares en el Dombás al este de Ucrania”. Acusó al presidente Biden de “darle garantías a Vladímir Putin sobre lo que EE.UU. no hará” y declaró que “la ambivalencia de Biden en la asistencia a Ucrania insta a Rusia a creer que todavía puede lograr una victoria estratégica”.
En una línea similar, el senador republicano Lindsey Graham acusó a Biden de llevar a cabo “una traición contra Ucrania y la propia democracia”.
A pesar de que el Wall Street Journal es el medio más histérico, el belicismo predomina en toda la élite política. Los aparentes avances rusos en el este de Ucrania tan solo están haciendo que los oficiales rusos suban la apuesta, amenazando con una escalada cada vez mayor en la guerra.
El periodista liberal Gideo Rachman, escribió en el Financial Times el lunes un artículo de opinión militarista titulado “Occidente debe mantener su valor en Ucrania”. Condenando a las voces aisladas dentro de la élite política que han propuesto una resolución diplomática al conflicto, Rachman insistió, “El ímpetu de la guerra debe favorecer nuevamente a Ucrania antes de que sea posible una resolución de paz aceptable”.
La expansión de la guerra imperialista por delegación contra Rusia en Ucrania está asumiendo su propia lógica, incluso cuando EE.UU. intensifica activamente su propio conflicto con China sobre Taiwán.
El 11 de marzo, Biden todavía declaró, “No combatiremos una guerra contra Rusia en Ucrania. Un conflicto directo entre la OTAN y Rusia sería la Tercera Guerra Mundial, algo que pretendemos prevenir”.
Pero, cada día desde entonces, EE.UU. ha tomado un paso tras otro hacia un conflicto directo con Rusia. Expandió sus envíos de armas a Ucrania, inicialmente por diez y ahora por cien. El 26 de marzo, Biden declaró que el mandatario ruso Vladímir Putin “no puede permanecer en el poder”. El mes pasado, el secretario de Defensa de EE.UU., Lloyd Austin reconoció que “nosotros” estamos en una “lucha” contra Rusia y el líder de la mayoría en la Cámara de Representantes, Steny Hoyer, declaró abiertamente este mes que “Estamos en guerra”.
En un análisis de una serie de simulaciones realizadas por un grupo de centros de pensamiento, el Center for Strategic and International Studies advirtió de “una tendencia peligrosa hacia una escalada [geográfica] involuntaria durante un conflicto prolongado, incluso si los participantes declaran que quieren contener el conflicto a un solo país”.
Dado que esta tendencia ominosa está en marcha, no hace falta ver lo que dicen las simulaciones, sino que basta con lo que sucede en el terreno en Ucrania.
Al dotar a las fuerzas ucranianas con la habilidad de bombardear objetivos cada vez más profundamente dentro del suelo ruso, EE.UU. busca provocar una escalada mayor de la guerra.
La temeridad del imperialismo estadounidense al intensificar una guerra con una potencia nuclear rinde testimonio de la masiva crisis interna a la que se enfrenta. Ante una inflación fuera de control, el colapso de los salarios, el desabastecimiento de productos básicos y la recesión que se avecina, se está desarrollando un movimiento cada vez mayor de la clase obrera estadounidense como parte de una intensificación global de la lucha de clases.
Toda la élite política estadounidense está unida en la campaña por escalar la guerra con Rusia, que ya se ha cobrado decenas de miles de vidas y amenaza con matar a millones. La tarea de la clase obrera es poner fin a esta guerra.
(Publicado originalmente en inglés el 30 de mayo de 2022)