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Perspectiva

Mientras intensifica la guerra con Rusia, el Gobierno de Biden amenaza con provocar una guerra con China

El sábado, el presidente estadounidense Joe Biden firmó un proyecto de ley que autoriza el gasto de $40 mil millones principalmente en armas y otra asistencia para Ucrania.

Hace un mes, la asistencia militar estadounidense a Ucrania bajo el Gobierno de Biden sumaba $4 mil millones. De un plumazo, Biden multiplicó por diez el compromiso estadounidense en el conflicto.

Pero, antes de que se secara la tinta del último envío de armas, Washington intensificó el conflicto aún más. El lunes, el secretario de Defensa de EE.UU., Lloyd Austin, anunció que EE.UU. le suministraría misiles Harpoon antibuque a Ucrania, por medio de Dinamarca como intermediaria. Los Harpoon son una munición antibuques estándar de la Armada de EE.UU. y son capaces de hundir navíos de gran tamaño.

El USS Coronado (LCS 4) dispara un misil Harpoon Block 1C [Photo: Lieutenant Bryce Hadley, U.S. Navy]

El viernes, el asesor del Ministerio del Interior de Ucrania, Anton Gerashchenko, tuiteó que “Estados Unidos está preparando un plan para destruir la flota [rusa] del mar Negro” como parte de un “plan para desbloquear los puertos”. Y continuó: “Se está discutiendo la entrega de potentes armas antibuque (Harpoon y misiles de ataque naval con un alcance de 250-300 km)”.

El Pentágono respondió negando oficialmente que EE.UU. esté planeando activamente operaciones para destruir la armada rusa en el Mar Negro. Sin embargo, el anuncio del lunes deja claro que eso es precisamente lo que busca una operación de este tipo. Estados Unidos ya participó directamente en el hundimiento del buque insignia de la flota rusa, el Moskva, el mes pasado.

Como es habitual, la escalada militar de Estados Unidos va acompañada de un aluvión de propaganda. En este caso, los apologistas del imperialismo estadounidense declaran que una importante implicación en las operaciones militares en el mar Negro viene dictada por la necesidad de abrir los puertos para el envío mundial de alimentos.

El Washington Post publicó un editorial titulado “Putin está matando de hambre a millones de personas en todo el mundo”. Concluye que “con 20 millones de toneladas métricas de grano y maíz almacenadas en los puertos ucranianos en este momento, el resto del mundo no puede hacer mucho. La guerra del Sr. Putin está a punto de convertirse en la hambruna global del Sr. Putin”.

La hipocresía del Post es asombrosa. Estados Unidos es el principal practicante del mundo en el uso de la hambruna como “arma” de política exterior. En 1974, el secretario de Agricultura, Earl Butz, declaró que “la comida es un arma”. Ahora es una de las principales herramientas de nuestro kit de negociación”. En diciembre de 1980, John Block, secretario de Agricultura de Reagan, dijo a los periodistas: “Creo que la comida es la mayor arma que tenemos”.

Entre los ejemplos en los que Estados Unidos ha utilizado el hambre como arma se encuentran la retención de la ayuda alimentaria a Chile en 1973 como parte de un esfuerzo exitoso para derrocar al Gobierno de Salvador Allende y el recorte de la ayuda alimentaria a Bangladesh en 1974 durante una hambruna masiva para castigar al país por comerciar con Cuba.

Las sanciones estadounidenses a los alimentos y medicinas importados por Irak en la década de 1990 contribuyeron a la muerte evitable de cientos de miles de personas, mientras que las sanciones estadounidenses contra Irán provocaron una inflación meteórica en los alimentos, lo que ha significado que “seguir una dieta saludable se ha vuelto más difícil para la mayoría de los iraníes”, según un estudio .

En cuanto a la actual crisis alimentaria, la responsabilidad fundamental recae en las potencias de Estados Unidos y de la OTAN, que provocaron el actual conflicto y han tratado en todo momento de frustrar los esfuerzos por una solución negociada de la guerra.

Establecer el control sobre el mar Negro es un objetivo bélico vital de Estados Unidos. Esta vía fluvial conecta Europa, Rusia y Oriente Próximo. No solo contiene reservas críticas de petróleo y gas, sino que sirve de punto nodal para los oleoductos de hidrocarburos que conectan Europa y Asia.

Mientras Estados Unidos intensifica su guerra con Rusia, Biden amenazó abiertamente con entrar en guerra con China, el país más poblado del mundo y la segunda mayor economía.

En una conferencia de prensa en Japón, se le preguntó a Biden: “¿Está usted dispuesto a involucrarse militarmente para defender a Taiwán si se da el caso?”.

Biden respondió: “Sí... Ése es el compromiso que asumimos”.

A pesar de los esfuerzos de los medios de comunicación por presentar el comentario de Biden como una declaración errónea o una “metedura de pata”, la realidad es que el comentario de Biden se corresponde con las opiniones de las principales figuras de la política exterior estadounidense.

Richard Haass, presidente del Consejo de Relaciones Exteriores, escribió en Twitter: “Es la tercera vez que @potus se pronuncia a favor de la claridad estratégica sobre Taiwán y la tercera vez que el personal de la Casa Blanca trata de retractarse. Mejor aceptarlo como la nueva postura de EE.UU.”.

Apoyando la declaración de Biden de que Estados Unidos debería entrar en guerra con China por Taiwán, Haas declaró: “El 'modelo de Ucrania' [es] inadecuado para Taiwán. Taiwán [es] una isla que no puede ser reabastecida fácilmente. Además, los socios y aliados locales en Asia quieren la intervención directa de Estados Unidos. Además, Taiwán no es tan fuerte como Ucrania. Así que la participación militar directa de EE.UU. sería esencial para su defensa frente a China”.

La guerra provocada por Estados Unidos contra Rusia en Ucrania ya ha matado a decenas de miles de personas y ha desplazado a millones. La guerra contra China con la que amenaza Biden convertiría toda la región de Asia-Pacífico, la zona más poblada del mundo, en una zona de guerra, con consecuencias devastadoras e incalculables.

Los planes de llevar a cabo una escalada militar estaban en marcha mucho antes de que Biden llegara a la Casa Blanca. En 2020, Biden publicó un artículo titulado “Rescatando la política exterior de Estados Unidos después de Trump” en Foreign Affairs .

Biden prometió que “para contrarrestar la agresión rusa, debemos mantener afiladas las capacidades militares de la alianza.” Al mismo tiempo, Estados Unidos necesita “ser duro con China”. La “forma más eficaz de afrontar ese reto es construir un frente unido de aliados y socios de Estados Unidos para enfrentarse a China”.

Estos planes se mantuvieron limitados a la prensa especializada en política exterior que leen solo sectores más inmersos. Sus planes de provocar una guerra con Rusia y China prácticamente no formaron parte de sus llamados a los votantes. En cambio, Biden prometió públicamente poner fin a las “guerras eternas”.

En realidad, el retiro de Biden de Afganistán procuraba reposicionar las fuerzas estadounidenses para preparar una escalada del conflicto estadounidense con Rusia y China.

En 2020, el World Socialist Web Siteadvirtió: “Un Gobierno de Biden y Harris no constituirá un nuevo amanecer para la hegemonía estadounidense. Por el contrario, el intento de hacer valer su hegemonía se llevará a cabo por medio de una violencia inaudita. Si llegare al poder, con el apoyo del conjunto de reaccionarios responsables de los mayores crímenes del siglo veintiuno, estará comprometido con una expansión vasta de la guerra”.

Estas advertencias fueron confirmadas. Por años, el ejército estadounidense ha destacado sistemáticamente sus planes de librar “un conflicto de grandes potencias” con ambos países. Ahora, ya estalló una guerra con Rusia y los comentarios de Biden dejan claro que su Gobierno está preparando sistemáticamente una guerra con China.

Estos conflictos amenazan con convertirse en una guerra mundial, la cual se libraría entre potencias nucleares, poniendo en riesgo de destrucción a Europa, Asia, Norteamérica y, en efecto, toda la civilización humana.

Los planes de guerra del Gobierno de Biden ponen de manifiesto el impulso incansable del imperialismo estadounidense para revertir su declive económico relativo a través de medios militares.

Sin embargo, la crisis desencadenada por la guerra está movilizando a los trabajadores de todo el mundo en luchas contra el alza en el costo de vida y contra los esfuerzos de las clases gobernantes de obligar a los trabajadores a pagar por la crisis. Este movimiento global de la clase obrera ofrece la base social para la lucha por evitar otra guerra mundial y detener la catástrofe que amenaza a toda la humanidad.

(Publicado originalmente en inglés el 23 de mayo de 2022)

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