El domingo, el New York Times publicó un editorial intitulado, “El 6 de enero fue peor de lo que sabíamos”, basado en recientes revelaciones del complot de Trump para anular los resultados de las elecciones de 2020. El párrafo inicial del editorial declara: “Por más horrenda que haya parecido en su momento la revuelta del 6 de enero en el Capitolio federal, sabemos ahora que fue mucho peor”.
Dos semanas después de su publicación, el editorial se basa en Peril [Peligro], el nuevo libro de los periodistas Bob Woodward y Robert Costa del Washington Post, donde documentan las declaraciones de funcionarios legislativos y militares de alto rango de que el 6 de enero fue un intento de golpe de Estado de plena escala.
Según Peril, el 6 de enero fue “un ataque planificado, coordinado, sincronizado en el propio corazón de la democracia estadounidense, diseñado para derrocar el Gobierno”. Constituyó “traición”, en palabras que Woodward y Costa atribuyen al general Mark Milley, así como un intento de “una toma fascista del país”, en palabras atribuidas al presidente del Comité de Servicios Armados de la Cámara de Representantes, Adam Smith.
Por siete meses, el Partido Demócrata y el New York Times se han dedicado a sedar al público respecto a los eventos del 6 de enero. Con la publicación del libro de Woodward y Costa, no obstante, la realidad de lo sucedido se ha vuelto imposible de negar.
La afirmación del Times de que lo acontecido el 6 de enero fue “mucho peor” de lo que “haya parecido en su momento es una admisión indirecta de la falsedad de sus propios esfuerzos para minimizar la intentona golpista de Trump del 6 de enero. De ninguna manera, los eventos del 6 de enero no fueron peores de lo que el New York Times ya sabía; fueron peores de lo que el Times estaba preparado para admitir en público.
Los detalles del relato de Woodward no sorprendieron al World Socialist Web Site, que advirtió en detalle sobre la conspiración cuando se estaba llevando a cabo.
El 24 de septiembre de 2020, el World Socialist Web Site escribió: “La campaña presidencial estadounidense está siendo transformada en un golpe de Estado por parte de Donald Trump, quien ha declarado que no aceptará cualquier resultado desfavorable en las elecciones”. La declaración añadió: “Trump no está disputando una campaña electoral. Está poniendo en marcha un complot para establecer una dictadura presidencial”.
El WSWS continuó con sus advertencias incluso en vísperas de la elección. Doce horas antes de la insurrección del 6 de enero, el WSWS advirtió sobre el “esfuerzo en marcha del presidente Donald Trump para llevar a cabo un golpe de Estado, anular los resultados de las elecciones y establecer una dictadura presidencial”.
Desafía la razón y es, de verdad, imposible aceptar que el Times, con sus innumerables conexiones al aparato estatal no conocía el alcance del complot de Trump.
Ha habido dos conspiraciones en torno a los eventos del 6 de enero. La primera fue el complot de Trump para derrocar la Constitución y la segunda es el intento en marcha para encubrir el significado del plan golpista y proteger a los conspiradores de un enjuiciamiento.
Incluso después de admitir la gravedad de los eventos del 6 de enero, el Times continúa el encubrimiento, componiendo un relato según el cual el complot de Trump se reduce a tecnicismos legales. El Times atribuye los acontecimientos ese día a carencias en las leyes electorales de EE.UU., a diferencia de haber sido un intento a plena escala de Trump de utilizar las fuerzas leales a él —tanto dentro como fuera del Estado— para derrocar violentamente el Congreso y establecer una dictadura.
El Times escribe,
El país estuvo a horas de una crisis constitucional de plena escala —no a causa principalmente de la violencia y el caos infligidos por cientos de partidarios del presidente Donald Trump, sino por las acciones del propio Sr. Trump—.
En los días antes de que la turba irrumpiera en el Capitolio, se producía un ataque complementario —sin sangre y legalista— calle abajo en la Casa Blanca, donde el Sr. Trump, el vicepresidente Mike Pence y un abogado llamado John Eastman se reunieron en el despacho oval para confabular subvertir la voluntad del pueblo estadounidense utilizando un truco legal.
Tal intento de separar el plan golpista de Trump del ataque al Capitolio es una falsificación deliberada. De hecho, ambos estuvieron inextricablemente conectados. La turba fascistizante azuzada por Trump y sus cómplices no coincidió accidentalmente con el complot. El plan de Trump era detener la certificación de los votos del Colegio Electoral bajo la cubierta de un “levantamiento ciudadano” contra una elección supuestamente robada. El ataque al Capitolio fue el “músculo político” de la conspiración.
Según la presentación del Times, el golpe de Estado del 6 de enero fue una maniobra legal, sacando provecho de leyes electorales arcaicas y mal concebidas. El editorial hace un paralelo entre el golpe de Estado de Trump y la elección de 1876, que describe como “otra disputa presidencial dramática”.
No existe ningún paralelo histórico entre 1876 y 2020. Los comicios presidenciales de 1876 estuvieron extremadamente reñidos tanto en el voto popular como en el Colegio Electoral. Se resolvió a través de un acuerdo sórdido que llevó al final de la Reconstrucción y el comienzo de la segregación de Jim Crow.
La crisis política del año pasado no fue una “disputa presidencial”, fue una intentona golpista violenta. Las alegaciones de fraude electoral de Trump no eran más que un pretexto para movilizar a sus fuerzas como parte de un esfuerzo para derrocar la Constitución.
Insistiendo en su encubrimiento, el Times escribe, “Era muy poco probable que el complot para anular las elecciones tuviera éxito”. ¿En qué se basa esta afirmación? Contradice directamente la presentación en Peril, donde queda claro que el vicepresidente Mike Pence se encontraba inclinado a respaldar el intento de golpe de Trump y que tuvo que intervenir el exvicepresidente Dan Quayle, un antiguo senador del estado de origen de Pence, para convencerlo de echar marcha atrás.
Si Pence hubiera respaldado el intento de golpe de Trump y se hubiera rehusado a llamar a la Guardia Nacional frente a las objeciones de Trump, los demócratas no se hubieran comportado de ninguna manera distinta que cuando aceptaron la elección robada del 2000.
Los esfuerzos continuos del Times para restarle importancia y encubrir el significado de los eventos del 6 de enero son inseparables de su negativa, así como de toda la élite política estadounidense, de investigar o enjuiciar penalmente a los golpistas.
La inmunidad legal concedida a los golpistas fascistas contrasta marcadamente con la persecución viciosa de los oponentes políticos de izquierda a la élite política estadounidense. En 1918, el socialista Eugene Debs fue sentenciado a 10 años en prisión por su oposición a la Primera Guerra Mundial.
En 1941, 18 miembros del Socialist Workers Party (SWP) trotskista fueron sentenciados bajo la Ley Smith a entre 12 y 16 meses en prisión bajo cargos falsos de la Ley Smith de participar en una “conspiración sediciosa para abogar por el derrocamiento del Gobierno de Estados Unidos a la fuerza y con violencia”. La Ley Smith fue utilizada posteriormente para enjuiciar a miembros del Partido Comunista estalinista.
Todas estas figuras fueron enjuiciadas por sus declaraciones públicas (en algunos casos, por lo que los tribunales afirmaban creer a pesar de sus declaraciones públicas) y no por ninguna acción violenta.
Pero después de intentar derrocar la Constitución en la mayor conspiración política en la historia estadounidense, Trump sigue viviendo como un rey en su propiedad de Mar-a-Lago, reagrupando fuerzas y complotando su regreso al poder entre rondas de golf. Y los cómplices republicanos de Trump operan con impunidad mientras los demócratas los exaltan como “colegas”.
El Partido Demócrata está mucho más preocupado por el crecimiento de la resistencia en la clase obrera contra la ultraderecha que por los peligros de un golpe fascista. Abunda el mismo tipo de cobardía caracterizó a los liberales y socialdemócratas alemanes frente al ascenso de Hitler al poder.
Y, mientras los golpistas fascistas gozan de inmunidad, la enorme máquina de represión, incluyendo el aparato de censura en línea, siempre está listo para arremeter contra la oposición de izquierda.
La defensa de los derechos democráticos en Estados Unidos no puede queda en manos de los demócratas ni las escleróticas instituciones políticas estadounidenses. Exige la movilización de la clase obrera en oposición al sistema capitalista, que es el origen de la desigualdad social y la dictadura.
(Publicado originalmente en inglés el 3 de octubre de 2021)