El miércoles, un buque de guerra británico entró en aguas reclamadas por Rusia cerca de Crimea, una península en el mar Negro. Un bote de la patrulla fronteriza rusa disparó varias veces como advertencia y un avión bombardero ruso bombardeó el trayecto frente al destructor británico HMS Defender, afirmó Rusia. El Kremlin publi có videos del incidente. El Gobierno británico niega que Rusia haya disparado y arrojado una bomba, e insistió en que no ocurrió nada importante.
Sin embargo, el Kremlin citó a la embajadora británica Deborah Bronnert al Ministerio de Relaciones Exteriores y emitió un informe de protesta al agregado miliar británico. El vicecanciller ruso Sergei Ryabkov advirtió que, si volvía a ocurrir tal incidente, “podemos bombardear… directamente al blanco”.
El enfrentamiento del miércoles en el mar Negro subraya el enorme peligro de guerra y constituye una seria advertencia. Tales incidentes han conducido al estallido de guerras en el pasado.
La crisis en el mar Negro es el resultado de varias décadas de un cerco imperialista encabezado por EE.UU. desde la disolución estalinista de la Unión Soviética en 1991. Las intervenciones imperialistas y la acumulación de fuerzas militares en las fronteras rusas se intensificaron dramáticamente en 2014, cuando EE.UU. y la Unión Europea respaldaron un golpe de Estado de extrema derecha en Kiev que depuso el Gobierno prorruso de Víktor Yanukóvich. El golpe desencadenó una guerra civil continua en Dombás, en el este de Ucrania, así como la anexión de Crimea por parte de Rusia.
En febrero, el Gobierno ucraniano anunció planes para “recuperar Crimea” y el Dombás, provocando una importante crisis militar en la región. En mayo, la OTAN realizó el masivo ejercicio militar Defender 2021 en los Balcanes y el mar Negro, involucrando a Ucrania y Georgia, que no pertenecen a la OTAN.
Bajo estas condiciones, las acciones del buque británico HMS Defender son una provocación. El buque se encontraba en el mar Negro anticipando el ejercicio naval Sea Breeze del 28 de junio al 10 de julio. Será coauspiciado por EE.UU. y la Armada ucraniana, e involucrará las cifras pasmosas de 32 países, 5.000 tropas, 32 buques, 40 aviones y 18 operaciones especiales. El Kremlin ha llamado a EE.UU. a cancelar el ejercicio, advirtiendo que podría llevar a un enfrentamiento militar accidental.
El miércoles, a bordo del HMS Defender se encontraban varios altos funcionarios de los Gobiernos ucraniano y británico, entre ellos el viceministro de Defensa de Ucrania y el ministro británico de Adquisiciones de Defensa. Ese día firmaron un importante acuerdo naval bilateral que prevé la entrega de una cuantiosa ayuda militar británica a la Armada ucraniana y la creación de nuevas bases navales en el mar Negro.
Subrayando la gravedad de la crisis, el diputado británico conservador Tobias Ellwood declaró en la radio británica: “Debemos reconocer que se trata de un juego peligroso. Los aviones rusos Su-24 zumbando sobre los buques, hay un enorme margen para que ocurra un accidente, una mala interpretación que lleve a un enfrentamiento cinético real, y podría pasar un poco de tiempo antes de que alguien agarre ese teléfono rojo y calme las cosas”. El vicecanciller ruso, Alexander Grushko declaró: “Esta situación es explosiva, aunque todas las partes sean prudentes. No se descartan los incidentes involuntarios, que pueden desembocar en un conflicto real”.
Desde el comienzo de la pandemia de COVID-19, las tensiones geopolíticas han aumentado considerablemente. Alegando que “no hay dinero” para las necesidades más básicas de los trabajadores y negándose a tomar medidas serias para detener la pandemia, los Gobiernos capitalistas han aumentado el gasto militar mundial en 2020 hasta la impresionante cifra de 2 billones de dólares.
El imperialismo estadounidense, en particular, ha respondido a la pandemia tratando de desviar las crecientes tensiones de clase hacia el exterior. La Administración de Biden ha propuesto un presupuesto militar récord de 753.000 millones de dólares para este año, incluyendo 24.700 millones de dólares para la modernización de las ojivas nucleares. El Reino Unido está aumentando su arsenal de ojivas nucleares en un 40 por ciento.
Aunque hay indicios de que el Gobierno de Biden está tratando de aliviar las tensiones con Moscú para concentrarse en los preparativos de guerra contra China, hay fuertes conflictos sobre la política exterior dentro de la clase dirigente estadounidense. También hay crecientes tensiones entre las potencias imperialistas y dentro de la misma OTAN. La propuesta de una cumbre de la UE con Rusia por parte de la alemana Angela Merkel y el francés Emmanuel Macron ha provocado grandes conflictos dentro de la UE.
Independientemente de las intenciones de los individuos, de las alianzas cambiantes y de las maniobras tácticas, el peligro de guerra está objetivamente enraizado en la crisis del sistema capitalista mundial. En una conferencia en la que explicaba los orígenes de la Segunda Guerra Mundial, David North, presidente del Consejo Editorial del WSWS y presidente del Partido Socialista por la Igualdad (EE.UU.), subrayó:
No se trata necesariamente de que las clases dominantes quieran la guerra. Pero no son necesariamente capaces de detenerla. Como escribió Trotsky en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, los regímenes capitalistas se deslizan hacia el desastre con los ojos cerrados. La lógica demencial del imperialismo y del sistema de Estados nación capitalistas, del afán por asegurar el acceso a los mercados, a las materias primas y a la mano de obra barata, del afán incesante de lucro y de la riqueza personal, conduce inexorablemente en dirección a la guerra.
El incidente del miércoles ocurrió un día después del 80º aniversario de la invasión nazi de la Unión Soviética el 22 de junio de 1941. La guerra imperialista de exterminio librada por los nazis se cobró la vida de al menos 27 millones de ciudadanos soviéticos, entre ellos unos 2 millones de judíos soviéticos y más de 3 millones de prisioneros de guerra soviéticos. Sin embargo, más allá de algunos comentarios superficiales por parte de los políticos alemanes, las potencias imperialistas recibieron el aniversario del comienzo de la guerra más sangrienta de la historia de la humanidad con un silencio ensordecedor.
La política del régimen del presidente ruso Vladimir Putin, que oscila entre la búsqueda de acuerdos con las potencias de la OTAN y las amenazas militares, es reaccionaria hasta la médula. En el aniversario de la invasión nazi, Putin escribió un artículo en Die Zeit denunciando primero la agresión de la OTAN en Ucrania en 2014, y luego apelando al apoyo de las potencias imperialistas europeas. Esto siguió poco después a la cordial cumbre de Putin con Biden, que restableció las relaciones diplomáticas con embajadores que Moscú había roto después de que Biden llamara a Putin “asesino” en marzo.
La decisión del Kremlin de lanzar entonces una bomba cerca de un buque de guerra británico abre el camino a una catástrofe. Es evidente que, si Moscú efectivamente “bombardea... directamente al blanco” en un futuro incidente en el mar Negro, como amenazó Ryabkov, esto podría escalar rápidamente en una confrontación militar a gran escala entre las potencias de la OTAN y Rusia, ambos bandos con armas nucleares.
La política de Moscú, que combina garantías con maniobras temerarias, refleja el carácter de clase del régimen de Putin. Es el heredero de la burocracia estalinista que en 1991 restauró el capitalismo y destruyó la Unión Soviética, lo que el imperialismo alemán no logró en la Segunda Guerra Mundial. Profundamente hostil a la clase obrera, se basa tanto en las estrechas relaciones con el capital financiero imperialista en el extranjero como en la incesante promoción del nacionalismo en el interior; utilizará un incidente de este tipo para apelar a los sentimientos nacionalistas y desviar la oposición social dentro de Rusia.
La única fuerza social capaz de luchar contra la guerra imperialista es la clase obrera internacional. Las mismas contradicciones objetivas que conducen al imperialismo hacia la guerra impulsan a la clase obrera hacia luchas revolucionarias. En todo el mundo, los trabajadores se han radicalizado tras décadas de austeridad, guerra y la experiencia de la pandemia, y están comenzando a resistir. La tarea crítica en este momento es luchar por el establecimiento de una dirección política trotskista para estas luchas en la clase obrera a través de la construcción del Comité Internacional de la Cuarta Internacional.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 25 de junio de 2021)