Este fin de semana, el mundo alcanzó los 50 millones de casos reportados de COVID-19 y superó los 1,25 millones de muertes, mientras el continente americano y Europa enfrentan su peor momento de la pandemia hasta la fecha.
En Francia e Italia, los hospitales se encuentran nuevamente abrumados, obligando a transferir a pacientes a países cercanos, incluido Alemania. El sábado, Francia registró un récord de 868.52 casos
Han circulado fotografías y videos de pasillos atestados de pacientes en respiradores en los hospitales italianos, con algunos incluso recostados en el suelo en la medida en que el sistema de salud del país se acerca al borde del colapso. El sábado, el ministro de Salud italiano reportó 39.811 nuevas infecciones de coronavirus en 24 horas, un nuevo máximo para el país. El total de muertes relacionadas al virus superó las 41.000 en Italia.
Estados Unidos contabilizó récords de nuevos casos diarios el jueves, viernes y el sábado, cuando sobrepasó los 132.000. Los casos nuevos diarios en EE.UU. ahora superan el total de casos de COVID-19 en China durante toda la pandemia.
El promedio de casos diarios en EE.UU. se disparó un impactante 30 por ciento en la última semana. Diecinueve estados están reportando cifras de hospitalizaciones récord por COVID-19, y 43 estados reportan aumentos en casos. Esto incluye los estados en el corazón rural del país, donde los sistemas de salud se encuentran crónicamente desfinanciados.
Texas ahora tiene más casos que cualquier otro estado, con más de un millón. El Departamento de Defensa envió tres equipos médicos de emergencia a El Paso, y la ciudad ha preparado instalaciones médicas de emergencia para apoyar a sus hospitales inundados de pacientes.
Estados Unidos tiene 10 millones de casos de COVID-19 o una quinta parte del total mundial, mientras que más de un cuarto millón de personas ha fallecido. Los epidemiólogos han advertido que la cifra de muertos podría llegar a 400.000 para fines del año.
En marzo pasado, los Gobiernos se vieron obligados a cerrar temporalmente los negocios no esenciales después de huelgas espontáneas de trabajadores en las plantas automotrices y otras instalaciones. Pero, en medio de la última ola de la pandemia, que es mucho peor, los Gobiernos han dejado en claro que no cerrarán ni las escuelas ni las fábricas.
Mientras Francia, Reino Unido y Alemania han implementado restricciones menores, como cierres de bares y gimnasios, no han tomado ninguna medida para cerrar las escuelas ni frenar la manufactura no esencial.
En Estados Unidos, el Gobierno de Trump ha apoyado abiertamente la doctrina de la “inmunidad colectiva”, según la cual la propagación de la pandemia es algo positivo y los Gobiernos no debería hacer nada para detenerla.
La oposición de la clase gobernante al cierre de escuelas y fábricas se produce cuando aparece evidencia del papel de los centros laborales en la propagación de la enfermedad. Un reciente estudio de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC, sigla en inglés) de EE.UU. descubrió que los adultos que han dado positivo al coronavirus tienen el doble de probabilidad de trabajar en una oficina o fábrica que en casa.
La victoria de Joe Biden, el candidato presidencial demócrata en EE.UU., fue impulsada por la amplia oposición popular al manejo desastroso de la pandemia por parte de Trump. Pero el primer punto en la agenda de Biden fue garantizarles a las corporaciones que no habrá ningún cambio fundamental comparado al Gobierno actual.
El sábado por la noche, en su primer discurso después de que las cadenas televisivas lo declararan el ganador de la elección, Biden tan solo dedicó un solo párrafo a la pandemia. Prometió crear un “plan de acción” para “darle un giro a la pandemia”, sin mencionar ninguna política específica.
El sitio web de su equipo de transición no pide la asignación de ningún financiamiento para combatir la pandemia. Sus sugerencias inciertas de un testeo “regular y fiable” y de darles a los estados “los recursos críticos que necesitan” son indistinguibles de las del Gobierno saliente de Trump. Si bien Biden llamó a implementar una orden nacional de uso de mascarillas durante la campaña, su sitio web se deshizo de esta demanda, dejando que los gobernadores decidan tales cuestiones, como lo hizo Trump.
Lo que es más importante, los demócratas no proponen el cierre de negocios no esenciales. En cambio, hacen declaraciones vagas como “El distanciamiento social no es un interruptor de luz. Es un medidor”. Asimismo, no proponen nada para compensar a los trabajadores y a las pequeñas empresas golpeadas por la pandemia, colocando todo el peso de cumplir con las medidas recomendadas de hacer cuarentena en los individuos y garantizando que los trabajadores se verán obligados por las circunstancias económicas a trabajar en condiciones inseguras para ellos y otros.
Millones de trabajadores y jóvenes votaron por Biden esperando que llevara a cabo una política de coronavirus completamente opuesta a la de Trump. Les espera una brusca sorpresa. Una presidencia de Biden no estará menos gobernada por los dictados de las principales corporaciones, que perciben que cualquier intento para contener la pandemia es radicalmente contrario a sus intereses económicos.
La pandemia está haciendo estragos en ambos extremos del Atlántico porque la respuesta de los Gobiernos está siendo determinada por los intereses de lucro de la oligarquía corporativa y financiera, no por consideraciones de salud pública. La sustitución de un partido gobernante capitalista por otro no puede alterar ni alterará fundamentalmente la dirección de esta política.
Durante todo el año, el World Socialist Web Site ha sonado la alarma sobre los peligros de la pandemia, incluso mientras los Gobiernos capitalistas minimizan la amenaza y permiten que la pandemia se propague libremente. Estas advertencias fueron confirmadas.
Contener la pandemia, el mayor desastre sanitario en más de un siglo, exige una respuesta social radical.
Las escuelas y los lugares de trabajo no esenciales deben cerrarse y debe haber una asignación masiva de recursos sociales para compensar a los trabajadores por la pérdida de ingresos y garantizar que los niños tengan el apoyo que necesitan para clases remotas. Donde la producción es esencial para el funcionamiento de la sociedad, debe haber condiciones de trabajo seguras supervisadas por comités de seguridad de base y profesionales de la salud, sin siquiera dar consideración al lucro empresarial.
Debe haber una inversión masiva en la infraestructura de salud pública, incluyendo pruebas universales, rastreo de contactos y tratamiento gratis para todos. Esto exige un programa vasto de obras públicas para desarrollar la infraestructura sanitaria y los hospitales.
Un esfuerzo público masivo y global es necesario para desarrollar y distribuir una vacuna de forma gratis. Este esfuerzo vital no puede ser subordinado a los intereses de lucro corporativo ni a la competición entre Estados nación.
La implementación de una respuesta racional y científica como esta a la pandemia se ve bloqueada por la propiedad privada de la producción y la subordinación de toda la sociedad a los intereses de la oligarquía financiera. En otras palabras, la lucha contra la pandemia no es fundamentalmente una cuestión médica. Exige una lucha política de la clase obrera internacional contra el sistema capitalista.
(Publicado originalmente en inglés el 9 de noviembre de 2020)