Esta es la quinta y última parte de una serie de artículos sobre la ola de huelgas llevada a cabo por trabajadores de las maquiladoras en la ciudad fronteriza mexicana de Matamoros.
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La rebelión de los trabajadores de Matamoros en los primeros meses del 2019 fue una experiencia estratégica de la cual se deben extraer lecciones críticas no solo para los trabajadores en México, sino para toda la clase obrera internacional.
En el curso de su valiente lucha, los trabajadores de las maquiladoras establecieron comités de huelga de las propias bases en oposición a los sindicatos controlados por las empresas, convocaron asambleas populares para votar sobre las acciones colectivas que realizarían por toda la ciudad y marcharon a la frontera con Estados Unidos y llamaron a los trabajadores estadounidenses a que se unieran a su lucha contra las corporaciones transnacionales.
En cara a las medidas represivas de matones de los sindicatos charros, los empleadores, la policía estatal y federal y las agencias militares, los trabajadores matamorenses pidieron el apoyo de sectores más amplios de la clase obrera en México, así como internacionalmente, e incluso formaron patrullas de obreros para defender a los huelguistas. En la empresa Ballinger, donde algunos trabajadores fueron despedidos por exigir el 20/32, los trabajadores plantearon la demanda de tener control administrativo de las contrataciones y despidos.
Esta lucha inspiró a estudiantes, maestros, otros trabajadores del sector de servicios y capas de la clase media-baja como pequeños empresarios, quienes se unieron a las manifestaciones de los huelguistas y donaron comida y dinero. Ocurriendo en medio de luchas iniciales de docentes y trabajadores en hospitales contra los ataques del presidente Andrés Manuel López Obrador a la salud y educación públicas, la rebelión matamorense inspiró olas de huelgas entre profesores universitarios, trabajadores metalúrgicos y de otros sectores.
El surgimiento de nuevas organizaciones de lucha de la clase trabajadora ha confirmado el pronóstico realizado por el Comité Internacional de la Cuarta Internacional, el movimiento trotskista mundial, tan pronto como principios de los años noventa, de que el resurgimiento de la lucha de clases tomaría cada vez más la forma de una confrontación directa contra los sindicatos viejos, burocratizados y corporativistas y que emergería como una lucha coordinada internacionalmente.
Los trabajadores matamorenses se rebelaron contra los sindicatos “charros” repletos de gánsteres. Pero los sindicatos “independientes” promovidos por la falsa amiga de los trabajadores, la abogada laboral Susana Prieto, están alineados con sindicatos estadounidenses y alemanes, como el United Auto Workers (UAW), United Steelworkers (USW) y IG Metall, que funcionan como fuerzas policiales industriales al servicio de las gigantes corporaciones como General Motors y Volkswagen. Estos sindicatos corporativistas, que por décadas han suprimida la resistencia de los trabajadores contra recortes salariales, cierres de planta y despidos, no ofrecen una alternativa.
En las postrimerías de las huelgas en Matamoros, los patrones de la asociación de maquiladoras y las corporaciones estadounidenses y de otros países están llevando a cabo una campaña de venganza que consiste en despidos, listas negras o “boletineo” de los líderes de la huelga más militantes, mientras el Gobierno de AMLO amenaza con emplear represión estatal para prevenir que los trabajadores luchen por sus derechos a condiciones laborales y un salario digno.
Entonces, ¿cuál es el camino adelante?
Es claro que los trabajadores de las maquiladoras no habrían logrado nada sin organizarse independientemente de los sindicatos. Y ese movimiento independiente debe ser extendido y consolidado por medio de la formación de comités de base controlados democráticamente por los trabajadores en cada fábrica y centro laboral.
Estos comités no serán nuevos sindicatos. Como lo explicó David North, presidente del Consejo Editorial Internacional del World Socialist Web Site en 1998, “Enraizados en las relaciones de producción capitalistas, los sindicatos, por su misma naturaleza, se ven obligados a adoptar una actitud hostil hacia la lucha de clases. Dedicando sus esfuerzos hacia garantizar acuerdos con los patrones que fijen el precio de su fuerza de trabajo y las condiciones generales en las que será extraído el plusvalor [las ganancias] de los trabajadores, los sindicatos están obligados a garantizar que sus miembros provean su fuerza de trabajo en conformidad con los términos del contrato negociado. Como lo señaló Gramsci, ‘El sindicato representa la legalidad y debe buscar hacer que sus miembros respeten esa legalidad’”.
En un periodo histórico previo, particularmente durante el boom económico después de la Segunda Guerra Mundial, los trabajadores aún podían ganar ciertas mejoras por medio de los sindicatos, a pesar de la defensa de las relaciones de propiedad capitalistas por parte de estas organizaciones y su programa nacionalista. Sin embargo, incluso en ese entonces, cualquier conquista era el resultado de luchas masivas desde abajo a las que los burócratas sindicales se veían obligados a responder.
Las últimas cuatro décadas han visto la transformación de los sindicatos de organizaciones que presionaban a los patrones para conseguir concesiones a favor de los trabajadores a organizaciones que presionan a los trabajadores para extraer concesiones —recortes salariales, aceleraciones en el ritmo de trabajo, despidos y otras entregas— a favor de los patrones. Esta transformación estuvo vinculada a cambios socioeconómicos objetivos, ante todo, la globalización de la producción capitalista y la aparición de las corporaciones transnacionales, las cuales producen para el mercado mundial y rastrean cada rincón del globo en busca de la mano de obra más barata.
Los sindicatos, los cuales están basados en un marco nacional independientemente de que se hagan llamar “socialistas” o sean abiertamente procapitalistas, son incapaces de responder a la globalización de ninguna manera progresista. En cambio, tiraron por la borda cualquier resistencia a las corporaciones y ahora colaboran voluntariamente con sus “propios” empleadores y Gobiernos para recortar los costos laborales y así aumentar la competitividad y las ganancias de la industria nacional contra sus rivales internacionales.
La subordinación de los intereses de la clase obrera a la configuración económica, legal y política actual significa el rechazo de cualquier defensa de los derechos sociales de los trabajadores. Estos derechos, incluyendo el derecho a un trabajo seguro y bien remunerado choca con los “derechos” de los dueños capitalistas de cerrar sus fábricas, despedir a trabajadores militantes y trasladar la producción a cualquier parte del mundo para abaratar sus costos laborales.
Comités de base
Cuando dos derechos colisionan, dijo Karl Marx, “la fuerza decide”.
Los comités de base no se doblegarán ante los “derechos de la gerencia” ni a lo que los dueños de las corporaciones y sus políticos comprados digan lo que pueden costear o no. Los comités deben contraponer vigilantemente la voluntad de los trabajadores a los dictados de la gerencia empresarial. Deben utilizar los métodos de la lucha de clases —manifestaciones masivas, huelgas masivas y paros de solidaridad, ocupaciones de planta, entre otros como estos— que hagan valer la enorme fuerza de la clase obrera, sin cuyo trabajo colectivo la sociedad se paralizaría.
Los comités de base deben exigir la recontratación de todos los trabajadores despedidos y victimizados. En oposición a la dictadura de los patrones en cada planta, impuesta por el Gobierno y las leyes capitalistas, con la ayuda de los sindicatos, los trabajadores deben luchar por la democracia industrial y el control obrero sobre la producción, incluyendo sobre el paso de trabajo en las líneas de producción y las medidas de seguridad.
Los trabajadores de las maquiladoras en huelga plantearon frecuentemente a los reporteros del WSWS y en las redes sociales demandas relacionadas al mal acceso a los servicios de salud, el amontonamiento de huelgas al Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (Infonavit), las limitaciones de las guarderías y otras cuestiones sociales más amplias, alrededor de las cuales se puede movilizar a las decenas de millones trabajadores y otras personas oprimidas que están sacudiéndose de sus ilusiones en AMLO y dándose cuenta de la necesidad de oponerse a su Gobierno capitalista.
Los comités de base deben vincular a los trabajadores en las fábricas y otros centros laborales con los trabajadores y jóvenes en los barrios para luchar por el derecho a una educación pública decente y otros servicios vitales y para oponerse a la represión policial y militar.
Para unirse en oposición a las corporaciones transnacionales que superexplotan a los trabajadores en las maquiladoras, cada obrero debe luchar por unirse a todas las secciones de la clase obrera en México y establecer líneas de comunicación con los trabajadores automotores y de otros sectores en Estados Unidos y Canadá, para preparar una lucha coordinada por detener la carrera hasta el abismo entre los trabajadores y garantizar trabajos seguros y bien remunerados para todos.
El freno causado a la producción en varias plantas automotrices en toda América del Norte por las huelgas en Matamoros demostró palpablemente el carácter internacional de la clase obrera y el hecho de que los trabajadores enfrentan una lucha común en todo el mundo. A través del WSWS, decenas de miles de trabajadores internacionalmente pudieron seguir de cerca la lucha de sus hermanos y hermanas de clase en Matamoros y estas líneas de comunicación y colaboración se deben fortalecer.
Reforma o revolución
La clase obrera no puede garantizar sus derechos sociales sin fusionar la creciente resistencia de los trabajadores con la perspectiva internacional y revolucionaria por la que solo el Comité Internacional de la Cuarta Internacional, el movimiento trotskista mundial, lucha. El CICI está seguro de que, conforme se intensifique la lucha de clases, los trabajadores más avanzados acudirán al conocimiento científico y la estrategia revolucionaria del marxismo y estudiarán las lecciones de la historia para preparar sus batallas.
El conflicto irreconciliable entre las necesidades sociales de la clase obrera y el afán de lucro personal de una minoría superrica plantea la necesidad de la abolición del sistema capitalista y la toma del poder por parte de la clase obrera. Es solo de esta manera que los trabajadores pueden reorganizar la vida económica con base en la propiedad colectiva y desarrollar democrática y científicamente un plan para la economía mundial que atienda las necesidades humanas y no el lucro privado.
En México, la lucha por esta perspectiva significa una batalla irreconciliable contra el Gobierno de AMLO y todos los defensores pequeñoburgueses y pseudoizquierdistas de este régimen capitalista. Después de robarle a AMLO dos elecciones presidenciales en 2006 y 2012, las clases gobernantes aprobaron su elección este año como un intento para disipar la creciente resistencia de la clase obrera y encarrilarla detrás de su programa procapitalista y nacionalista.
El año pasado, AMLO, quien pasó 18 años en el derechista Partido Institucional Revolucionario (PRI), recibió una luz verde para asumir la presidencia después de congraciarse personalmente con líderes empresariales como Larry Fink, cuya firma financiera BlackRock es la mayor dueña de acciones bursátiles mexicanas y controla un total de $6 billones en activos, más que el producto interno bruto de América Latina.
Pocos meses después de su inauguración, la Administración de AMLO ya está encarando una oposición masiva de la clase obrera. Mientras que el presidente está busca atrapar a esta oposición en los “sindicatos independientes” respaldados por las clases gobernantes de Estados Unidos y Europa, está acelerando la aprobación de nuevos métodos de represión estatal por medio del Congreso liderado por Morena en respuesta a la huelga en Matamoros. La aprobación casi unánime el 28 de febrero de una ley que crea una nueva Guardia Nacional y consagra en la Constitución el despliegue nacional del ejército muestra que todas las facciones de la clase gobernante cuentan con que las fuerzas armadas ahoguen el aumento de la oposición social en sangre.
La amenaza de despidos masivos por parte de las maquiladoras controladas desde el extranjero y sus títeres mexicanos debe responderse con la nacionalización bajo control obrero de las fábricas, como parte de una reorganización socialista de la economía. Esto incluye la expropiación de las fortunas privadas de los superricos, incluido el milmillonario mexicano Carlos Slim Helú, y la utilización de esta y toda la riqueza creada por la labor colectiva de los trabajadores para satisfacer las necesidades humanas.
El conflicto irreprimible entre la mayoría de la población mundial y una pequeña minoría de aristócratas corporativos y financieros está impulsando la expansión de los conflictos de clase en todo el mundo. La rebelión en Matamoros sucede junto a un número récord de huelgas por parte de los maestros en Estados Unidos, muchas de ellas iniciadas por las bases magisteriales en las redes sociales y de forma independiente de los sindicatos, varios meses de protestas de los “chalecos amarillos” en Francia y levantamientos en Argelia, Marruecos, Sudán y otros países. Al mismo tiempo, treinta años después de la restauración del capitalismo en China y Europa oriental, lo que supuestamente traería una nueva época de prosperidad y democracia, se ha desatado una ola de huelgas en Polonia, Hungría, Rumanía, la República Checa y China.
Bajo la dirección política del Comité Internacional de la Cuarta Internacional, que publica el WSWS, se fundó el Comité Directivo de la Coalición de Comités de Base en Estados Unidos el 9 de diciembre para unir la lucha de los trabajadores automotores y otros trabajadores contra los cierres de planta de General Motors y los ataques contra los salarios y niveles de vida de todos los trabajadores.
Un tema central de la lucha del Comité Directivo en la batalla contractual que se avecina e involucra a 150.000 trabajadores de GM, Ford y Fiat Chrysler es el rechazo al chauvinismo antimexicano del sindicato UAW y la lucha por la unidad de los trabajadores de Estados Unidos, México y Canadá.
Las huelgas en Matamoros confirman la perspectiva marxista que el movimiento trotskista mundial resumió en su declaración del 3 de enero, “La estrategia de la lucha de clases internacional y la batalla política contra la reacción capitalista en 2019”:
Como lo anticipó el CICI, la lucha por la igualdad social y el socialismo mundial tomará la forma inicial de una rebelión global contra estos aparatos desacreditados y procapitalistas… lo que sí se puede predecir con certeza es que el repunte en las luchas militantes de la clase trabajadora continuará en 2019. Pero la transformación de esta intensificación de la militancia social en un movimiento consciente de la clase obrera internacional por el socialismo depende de la construcción de partidos marxistas-trotskistas en la clase trabajadora —es decir, secciones nacionales del Comité Internacional de la Cuarta Internacional—.
Esta es la lección fundamental que debe extraerse de la rebelión en Matamoros.
C oncluido
(Artículo publicado originalmente en inglés el 17 de abril de 2019)