El domingo, varios buques militares ucranianos entraron en aguas reclamadas por Rusia cerca de Crimea, lo que instó a la Guardia Costera rusa a dispararles y capturar tres de ellos. El presidente ucraniano, Petro Poroshenko, ha respondido declarando ley marcial y ordenando al ejército a estar en alerta, declarando “Ucrania está bajo amenaza de una guerra de plena escala con Rusia”.
La crisis en marcha constituye el enfrentamiento militar directo más importante entre Rusia y Ucrania, cuyos ejércitos permanentes son los más grandes de Europa, desde principios de 2014, cuando un golpe de Estado ultraderechista en Kiev orquestado y financiado por el imperialismo estadounidense y de la Unión Europea sumió a la región a un estado de perpetua crisis.
El enfrentamiento en el mar de Azov es la más reciente de una serie de provocaciones planificadas por el imperialismo estadounidense y sus aliados —incluyendo el golpe en Ucrania, numerosos presuntos ataques con gas en Siria, el envenenamiento de Skripal, la trama de la supuesta “injerencia” rusa en las elecciones estadounidenses— que buscan crear un pretexto para aplicar sanciones y medidas de agresión militar contra Rusia.
Al igual que toda provocación por parte del régimen de Poroshenko contra Rusia en los últimos años, la OTAN, la UE y EUA defienden a Ucrania en la confrontación actual, alegando que los pasos tomados por Rusia fueron actos de “agresión” y una “violación del derecho internacional”.
La hipocresía de Washington no conoce límites. Tan solo un día antes, el Gobierno de Trump restó importancia al descarado asesinato del periodista saudí, Jamal Khashoggi, afirmando que no existe evidencia de que el príncipe heredero de Arabia Saudita haya hecho nada malo.
Poroshenko anunció que el secretario de Estado de EUA, Mike Pompeo, le había asegurado que Washington le proveería “un apoyo total, una asistencia total, incluyendo asistencia militar”.
La provocación de Ucrania se produjo tan solo unos días antes de la reunión entre el presidente estadounidense, Donald Trump, y el presidente ruso, Vladimir Putin, en la cumbre del G20 en Argentina que se realizará este viernes y sábado.
La prensa alineada con el Partido Demócrata, la cual ha estado participando por más de dos años en una histérica campaña contra Trump con base en su supuesta postura “suave” hacia Rusia, utilizó inmediatamente el incidente para presionar al mandatario estadounidense a “confrontar a Putin”, como lo puso el New York Times.
En un editorial publicado el miércoles, el Times llamó a EUA y sus aliados a “imponer sanciones más fuertes, bloquear la entrada de sus barcos a puertos rusos en los mares Negro y de Azov o aumentar el apoyo militar para Ucrania”. Reconoció que “todas estas acciones conllevan riesgos”, sin mencionar directamente el peligro de un conflicto militar que podría involucrar rápidamente a las dos mayores potencias nucleares del mundo.
Por su parte, el Washington Post, declaró que “la agresión del Sr. Putin debe afectar la forma en que el Sr. Trump lo reciba en la cumbre del G20 en Buenos Aires… El Sr. Trump podría enviar un mensaje de rechazo a reunirse con el Sr. Putin; si procede la reunión bilateral, deberá comenzar diciéndole al líder ruso que su asalto contra Ucrania es inaceptable y tendrá consecuencias”.
Varios elementos del Estado y la prensa corporativa estadounidenses están determinados a prevenir una repetición de lo que ocurrió durante la c umbre de Helsinki, que desató una serie de denuncias contra Trump, llamándolo “traidor” y “agente ruso”. Desde entonces, el Gobierno de Trump se retiró del acuerdo nuclear INF con Rusia, que prohibía a ambos países el desarrollo de misiles nucleares de corto o mediano rango.
Poroshenko fabricó esta crisis unos cuantos meses antes de las elecciones presidenciales en Ucrania, en las que se espera que el impopular presidente pierda. La declaración de ley marcial les da a Poroshenko y al ejército facultades amplias, incluso el derecho a allanar apartamentos y carros, suspender la libertad de prensa, censurar el Internet y prohibir manifestaciones. Las acciones de Poroshenko van dirigidas tanto contra la misma población ucraniana como contra Rusia.
Como resultado de los acontecimientos esta semana, Ucrania y Rusia se encuentran al borde de una importante guerra que podría succionar rápidamente a las potencias imperialistas. La revista Time escribió que la crisis del mar de Azov tenía el potencial de convertirse en una segunda crisis del golfo de Tonkín en 1964, la cual se convirtió en el pretexto para que el ejército estadounidense se involucrara directamente en Vietnam.
El miércoles, Rusia anunció que desplegaría otro sistema de misiles tierra-aire en Crimea. La prensa rusa ha advertido de una “gran guerra” que podría cobrarse miles de vidas en ambos lados.
La crisis del mar de Azov confirma la advertencia realizada por el Comité Internacional de la Cuarta Internacional en 1991 de que la disolución de la Unión Soviética había dado inicio a un nuevo periodo histórico de guerras imperialistas. El socavamiento de la influencia rusa en la región del mar Negro, cuya importancia geoestratégica para Rusia es sumamente importante como la entrada marítima al Mediterráneo y a un Oriente Próximo rico en petróleo, ha sido un componente central de los esfuerzos del imperialismo estadounidense para tomar control directo de los vastos recursos de la gran masa continental previamente cubierta por la URSS.
En 1991, Turquía era el único Estado miembro de la OTAN en el mar Negro, pero actualmente todos los Estados aledaños al mar Negro, excepto Rusia, son miembros de la OTAN o están gobernados por regímenes derechistas, antirrusos, proestadounidenses que fueron instalados por medio de “revoluciones de colores” orquestadas por el imperialismo (Ucrania y Georgia).
El régimen de Putin no tiene ninguna respuesta para la creciente presión del imperialismo excepto una combinación de esfuerzos para alcanzar un acuerdo y atizar el nacionalismo y el militarismo dentro de Rusia. Como resultado directo de la destrucción estalinista de la Unión Soviética, este régimen, el cual representa a una oligarquía criminal, teme que surja un movimiento de la clase obrera rusa más que nada, incluso un potencial ataque del imperialismo.
La extraordinaria imprudencia de las élites militaristas del imperialismo y sus títeres ultraderechistas en Europa del Este solo se puede explicar por la profunda crisis del capitalismo estadounidense y global y la expansión de la lucha de clases. Este año ha sido testigo de un resurgimiento de luchas obreras en Irán, India, Europa y Estados Unidos, el centro del imperialismo mundial.
Estas luchas constituirán la base material para oponerse a los planes de guerra del imperialismo estadounidense. Lo más necesario es la construcción de secciones del Comité Internacional de la Cuarta Internacional, incluyendo en Ucrania y Rusia, como la dirección de un movimiento socialista contra la guerra de la clase obrera internacional.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 29 de noviembre de 2018)