El sábado, el presidente estadounidense Donald Trump anunció que Estados Unidos se retirará del tratado de Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio (INF, por su sigla en inglés), el cual prohibía a Washington y Moscú desarrollar misiles de alance corto e intermedio.
Es difícil exagerar la criminalidad e imprudencia de esta acción. Las vidas de miles de millones de personas en Europa y el este de Asia han sido puestas en riesgo deliberadamente como parte del fuego cruzado de la acumulación de armas nucleares de Washington dirigida contra Beijing y Moscú.
Los planificadores militares estadounidenses no solo tienen la intención de construir, sino utilizar, armas nucleares en combate. Buscan demostrarles a sus potenciales adversarios que ningún límite humanitario o moral existe para ellos y que Washington supera a sus rivales tanto en armas como en sed de sangre.
Estos planes están siendo discutidos en secreto. El New York Times ha tratado la decisión estadounidense de retirarse del tratado como algo sin importancia. Ni siquiera fue una noticia en la primera plana y el diario no ha escrito ningún editorial o artículos de opinión al respecto. Tampoco fue discutido por los programas televisivos de entrevistas del domingo.
Los demócratas han permanecido prácticamente en silencio sobre las consecuencias. Mientras tanto, el peligro de una guerra mundial—o cualquier oposición a la guerra—ha sido descartado como un tema en las elecciones de mitad de término de 2018, las cuales se realizarán en dos semanas.
Sin embargo, en lo que se refiere a la prensa que discute cuestiones de asuntos exteriores y las publicaciones de los centros de pensamiento, une guerra nuclear es un tema prominente. Incluso antes del anuncio de la Casa Blanca, Foreign Affairs ya había dedicado su última edición al tema, con su portada mostrando un lanzamiento de misil.
Esta tirada de la revista incluye un artículo de opinión de Elbridge A. Colby, uno de los autores principales de la estrategia de seguridad nacional publicada por el Pentágono en enero, donde se proclama el fin efectivo de la “guerra contra el terrorismo” y el comienzo de la “competición entre grandes potencias”.
Colby, ex secretario adjunto de estrategia y desarrollo de fuerzas, intituló su artículo, “Si quieres paz, prepárate para una guerra nuclear”. Escribe: “Los riesgos de una política de confrontación nuclear son enormes, pero también lo son las ganancias de una ventaja nuclear sobre un oponente”.
“Cualquier confrontación futura con Rusia y China podría tornarse nuclear”, advierte Colby. “En un conflicto más difícil e incierto, cada contendiente podría estar tentado a recurrir a su sable nuclear para aumentar las apuestas y poner a prueba al lado otro lado, incluso solo para seguir el combate”.
Cualquier persona cuerda vería esto como un argumento para abolir las armas nucleares. Pero en las mentes de los asesinos profesionales del Pentágono, esto significa que hay que construir y emplear tales armas de manera urgente.
“La mejor forma de evitar una guerra nuclear”, escribe Colby, “es estar listo para lucharla”. En este mundo peligroso, “los oficiales estadounidenses”, añade, deben demostrar que “Estados Unidos está preparado para realizar operaciones nucleares de carácter limitado y efectivo”.
En otras palabras, el Sr. Colby está abogando utilizar armas nucleares en combates, no como parte de un escenario apocalíptico, sino como una escalada militar respecto a los conflictos convencionales, teniendo en mente el Báltico en contra de Rusia o en Asia-Pacífico en contra de China.
Tales argumentos son muestras de locura, peor una locura arraigada en factores objetivos. El orden mundial capitalista, asfixiándose debido al conflicto indisoluble entre el Estado nación y la economía global, está llevando a la humanidad hacia una catástrofe.
Pese a que el tratado INF sea con Rusia, un importante cálculo en la decisión del Gobierno de Trump de retirarse radica en el recrudecimiento del conflicto con China. En un artículo que aplaude la decisión, National Interest describió el acontecimiento como “La nueva pesadilla de China”. Washington, indica la revista, arriesga “verse significativamente superado en la ‘guerra de rangos’ en marcha entre sistemas militares diseñados para garantizar el control de los mares y cielos cada vez menos amigables en el Pacífico oeste”.
“Sin embargo, la terminación del INF por parte de EUA podría revertir esta dinámica”, dice. “Los nuevos sistemas convencionales estadounidenses… podrían ser colocados en lugares que no se puedan hundir y que estén fuera del camino”, como Japón, Filipinas y Australia.
Pero, mientras que estos países “no se pueden hundir”, son el hogar de cientos de millones de personas. Las poblaciones que viven cerca de estas bases militares por supuesto escucharán cuan improbable es una guerra nuclear, incluso mientras los políticos planean y calculan en documentos secretos precisamente cuántos millones morirán.
El factor que impulsa la arriesgada política nuclear de Washington es el declive prolongado del poder económico global de Estados Unidos relativo a sus rivales, principalmente China. Sin embargo, este proceso ha entrado en una fase aguda en años recientes con los esfuerzos concertados de la élite gobernante china para promover los sectores industriales de alto valor agregado y las tecnologías avanzadas.
En un discurso anunciando la nueva escalada militar y económica contra China más temprano este mes, el vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, exigió QUE China deje de intentar controlar lo que llamó “las cúpulas de mando de la economía del siglo veintiuno”, que incluyen “la robótica, la biotecnología y la inteligencia artificial”. Dejó en claro que el Gobierno de Trump “está defendiendo nuestros intereses con el fortalecimiento de Estados Unidos”.
“Estamos modernizando nuestro arsenal nuclear”, amenazó Pence. “Estamos desplegando y desarrollando nuevos e innovadores aviones de caza y bombarderos. Estamos construyendo una nueva generación de portaaviones y buques de guerra. Estamos invirtiendo como nunca en nuestras fuerzas armadas”.
Las preparaciones para una guerra nuclear, la cual se convertiría en una guerra de escala total incluida la represión estatal-policial contra toda oposición política, se producen a espaldas del público, el cual se opone contundentemente a ellas.
Lejos de oponerse a la expansión de las fuerzas militares, los demócratas han enfocado sus críticas a Trump en estos dos años en que no es lo suficientemente agresivo contra Rusia. A su vez, han utilizado esta campaña antirrusa como pretexto para imponer un régimen de censura en línea dirigido en contra de la oposición interna.
Solo la clase obrera puede detener esta insensata política. El Comité Internacional de la Cuarta Internacional reafirma los principios críticos que avanzó en febrero de 2016 en su declaración, “El socialismo y la lucha contra la guerra”:
· La lucha contra la guerra debe basarse en la clase obrera, la gran fuerza revolucionaria en la sociedad, uniendo tras ella todos los elementos progresistas de la población.
· El nuevo movimiento contra la guerra debe ser anticapitalista y socialista, ya que no puede existir una lucha seria contra la guerra excepto que en la lucha para poner fin a la dictadura del capital financiero y sistema económico que es la causa fundamental del militarismo y la guerra.
· Por lo tanto, el nuevo movimiento contra la guerra, por necesidad, debe ser inequívocamente y totalmente independiente de y hostil hacia todos los partidos políticos y organizaciones de la clase capitalista.
· El nuevo movimiento contra la guerra, sobre todo, debe ser internacional, movilizando el gran poder de la clase trabajadora en una lucha global unificada contra el imperialismo.
Llamamos a todos los trabajadores y jóvenes del mundo determinados a asumir una lucha contra el imperialismo con base en estos principios a contactar al Comité Internacional de la Cuarta Internacional para unirse a la lucha por el socialismo.
(Publicado originalmente en inglés el 24 de octubre de 2018)