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Las elecciones italianas: Una perspectiva para la clase trabajadora italiana

Todos los problemas políticos a los que se enfrentan los trabajadores y los jóvenes en toda Europa se expresan de manera concentrada en las elecciones que se celebrarán este domingo en Italia.

Las elecciones tienen lugar con una crisis social de fondo que se profundiza. Según estadísticas oficiales, el 8 por ciento de la población vive en la “pobreza absoluta”. La tasa oficial de desempleo es del 11 por ciento y ha llegado hasta el 30 por ciento entre los jóvenes. Mucha gente que se gana una magra existencia sin empleo regular ni siquiera se registra en esas estadísticas. En el 58 por ciento, Italia tiene una de las tasas de empleo más bajas de la eurozona.

El segundo factor que pende amenazante sobre las elecciones es el creciente peligro de una guerra. Los Estados Unidos, la principal potencia de la OTAN, está amenazando con ir a la guerra contra Rusia y China. La Unión Europea, de la cual Italia es uno de los miembros fundadores, se está preparando para afirmar sus ambiciones de gran potencia y para librar guerras en el Medio Oriente, África, Europa del Este, y Asia Central bajo el liderazgo de Alemania y Francia. Europa necesita “una proyección compartida de poder en el mundo”, declaró el ministro de Exteriores alemán Sigmar Gabriel este mes en la Conferencia de Seguridad de Munich. No puede apañárselas sin un rearme militar, “porque como los únicos vegetarianos, las pasaríamos canutas en el mundo de los carnívoros”.

Hay una fuerte oposición a la desigualdad social y a la guerra en Italia. Las tensiones de clase están en su punto álgido. La clase trabajadora italiana tiene una larga tradición de lucha militante, que se remonta a la Resistenza, la lucha obrera contra los fascistas de Mussolini. Hace 15 años, solamente en Roma 3 millones de personas se volcaron a las calles para protestar contra la guerra en Irak. Pero esta oposición no encuentra expresión política en la actual campaña electoral.

La principal razón de esto es el desplazamiento a la derecha de tendencias y partidos políticos que antes se consideraban a sí mismos de “izquierdas” o “socialistas”. Los niveles horrendos de desempleo y de pobreza de Italia son en gran medida el producto de políticas implementadas por gobiernos supuestamente del centro-izquierda. Mientras que los gobiernos derechistas bajo Silvio Berlusconi se caracterizaban por una corrupción desenfrenada y el enriquecimiento propio, los nombres de los primeros ministros del centro-izquierda Romano Prodi, Massimo D’Alema y Matteo Renzi son inseparables de los recortes en el gasto público y de la austeridad dirigida contra la clase trabajadora.

Un papel especialmente deleznable les cupo jugar a partidos como Rifondazione Comunista y Sinistra Ecologia Libertà (SEL), que reclutaban a sus miembros de sectores del antiguo Partido Comunista, partidos pequeño-burgueses de protesta, y los sindicatos. Aunque intentaron dominar las protestas contra los ataques sociales y la guerra, siempre apoyaron al Estado capitalista y al gobierno cuando recibían presión desde abajo. En 2006, Rifondazione incluso entró en el odiado gobierno de Prodi.

Más de 25 años de experiencia con estas tendencias, que se han reagrupado y se han cambiado el nombre repetidamente, han demostrado irrevocablemente que estas no son organizaciones obreras de izquierdas ni socialistas. En vez de ello, son partidos de derechas de la clase media alta y de la burocracia obrera, que siempre defienden el orden capitalista contra una amenaza desde abajo.

Algunos de ellos están participando ahora en las elecciones bajo el nombre Potere al Popolo (Poder para el pueblo). Esta en una alianza de arruinados políticos cuyo principal cometido es desacreditar el socialismo. Además de Podemos (España), Die Linke (La Izquierda, Alemania) y La France insoumise (Francia) de Jean-Luc Mélenchon, uno de sus modelos de rol es Syriza, de Grecia, el partido dirigido por el Primer Ministro Alexis Tsipras, que ha impuesto los brutales dictados de austeridad de la Troika a la clase obrera griega.

La bancarrota de la supuesta “izquierda” es la razón del surgimiento del Movimiento Cinco Estrellas (M5S) dirigido por el comediante Beppe Grillo. En 2014, M5S ganó un cuarto de todos los votos después de que Mario Monti, otro primer ministro apoyado por los partidos del centro-izquierda, descargó el impacto de la crisis económica global sobre la clase trabajadora al aplicar brutales medidas de austeridad. El éxito de Grillo se debió sobre todo a sus denuncias incansables y reiteradas de la corrupción de la élite política.

Sin embargo, ahora es obvio que el M5S es un partido burgués de derechas. Esto queda demostrado por el apoyo del M5S al chovinismo anti-inmigrante, su alianza con el UKIP de Gran Bretaña y Alternativa para Alemania a nivel europeo, y su implicación en casos de corrupción en ciudades como Roma donde gobierna. Dos días después del anuncio de la fecha de las elecciones, el M5S también tachó un fragmento de sus estatutos que le prohibía formar coaliciones con otros partidos.

“Es hora de entrar en el gobierno”, declaraba el destacado candidato del M5S Luigi Di Maio. “No dejaremos a Italia en el caos, sino que lanzaremos un llamamiento a todas las fuerzas políticas en la noche de las elecciones e iniciaremos conversaciones”. Di Maio no ha declarado quién sería su socio favorito. Pero todos los partidos son en principio candidatos potenciales, incluyendo la ultra-derechista Lega y la derechista Forza Italia de Berlusconi.

Si el M5S va ganando en los sondeos con casi el 30 por ciento de la intención de voto, lo hace solo porque no existe una alternativa seria de izquierdas capaz de movilizar a la clase trabajadora contra el capitalismo y la guerra.

La ira social está en su punto de ebullición. Por esta razón, todos los partidos han concentrado sus campañas electorales en agitar contra los refugiados y los inmigrantes. Esta agitación anti-refugiados tiene el objetivo de dividir a la clase trabajadora, y dirigir el descontento de los explotados y oprimidos contra el sector más vulnerable de la población. Al mismo tiempo, está alentando y reforzando las tendencias fascistas de la derecha, que están asomando la cabeza con una confianza creciente.

Berlusconi, de 81 años de edad, que tiene prohibido postularse debido a una condena por fraude fiscal, ha alineado a su Forza Italia con la ultraderechista Lega y el neo-fascista Fratelli d’Italia. Esta coalición actualmente va primera en los sondeos. Se está beneficiando de las políticas xenófobas del actual gobierno del Partido Democrático (PD), incluyendo armar las milicias en Libia y la construcción de campos de concentración para impedir que los refugiados crucen a Italia.

Desde principios de febrero, cuando un simpatizante de la Lega tiroteó indiscriminadamente a inmigrantes en la ciudad de Macerata, feroces conflictos entre racistas y antifascistas vienen dominando la campaña electoral. El pasado domingo 100.000 personas se manifestaron en Roma contra el racismo y el fascismo, mientras que en Milán 50.000 personas participaron en una marcha xenófoba.

Las elecciones del 4 de marzo intensificarán la crisis social y política de Italia. Mientras el PD, sus aliados, y en menor medida Berlusconi y el M5S promocionan la UE y sus políticas de austeridad, la Lega y grupos fascistas la atacan desde el punto de vista del nacionalismo italiano. Ambas políticas llevan a callejones sin salida y contienen peligros enormes.

El peligro de la guerra, el surgimiento de fuerzas ultra-derechistas y fascistas, y los ataques a los derechos democráticos y sociales solo puede detenerse mediante un movimiento que movilice el potencial revolucionario de la clase trabajadora italiana, europea y mundial. Esto requiere la construcción de una sección italiana del Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI).

Las secciones del CICI, los Partidos Socialistas por la Igualdad, son la única tendencia política que ha defendido el programa marxista del internacionalismo socialista contra la social democracia, el estalinismo y sus simpatizantes de la pseudo-izquierda.

Luchamos por un programa que vincula la lucha contra la guerra, el fascismo y los ataques sociales con la lucha contra su fuente: el sistema de la ganancia capitalista. Ningún problema social puede resolverse sin expropiar a los principales bancos, a las corporaciones y a los súper ricos, y organizar a la sociedad de acuerdo a las necesidades sociales en vez de a la acumulación de la ganancia privada. Nuestra respuesta a la Unión Europea no es el fortalecimiento del Estado nación, sino los Estados Unidos Socialistas de Europa.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 28 de febrero de 2018)

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