El funeral de la reina y el espectro de la guerra y la revolución
La importancia del funeral de Isabel II queda bien ilustrada por la referencia a un funeral real británico anterior, de más de un siglo, el de Eduardo VII.
La importancia del funeral de Isabel II queda bien ilustrada por la referencia a un funeral real británico anterior, de más de un siglo, el de Eduardo VII.
Uno de los crímenes más notorios fue la brutal represión de la insurgencia Mau Mau en Kenia en los últimos días del dominio británico. Comenzó poco después de que la entonces princesa Isabel abandonara Kenia en febrero de 1952, cuando se enteró de que su padre, el rey Jorge VI, había muerto: su bautismo de sangre como monarca de Gran Bretaña.
En su adulación a la reina Isabel y a toda la pompa de la monarquía británica, el periódico encargado de publicar el Proyecto 1619 se ha enredado en muchas contradicciones.
En medio de los alambicados elogios a la reina Isabel II, se suele afirmar que era "una de nosotros" y "la abuela de todos".
Millones de personas en el Reino Unido se han convertido en un público cautivo, con informes hagiográficos de los medios de comunicación, entregados en los tonos solemnes necesarios, obligando a todo el país a mostrar sus respetos, les guste o no.
Este irreal espectáculo no tiene nada que ver con la muerte de una pequeña y encorvada adulta mayor, sino tiene todo que ver con la institución real en la que estaba incrustada y el principio monárquico que encarnaba.