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Perspectiva

El significado político de las protestas masivas del 5 de abril contra Trump

Miles protestaron contra la oligarquía y el fascismo en Oakland, California, 5 de abril de 2025

Las manifestaciones masivas del sábado fueron un punto de inflexión en la lucha contra el impulso del Gobierno de Trump para establecer una dictadura fascistizante en Estados Unidos.

Poco menos de 11 semanas desde que Trump asumió su segundo mandato, millones salieron a las calles en unas 1.600 protestas separadas, incluyendo 100.000 manifestantes en la Explanada Nacional de en Washington D.C., decenas de miles que marcharon por la Quinta Avenida en la ciudad de Nueva York y protestaron en las principales ciudades de los EE.UU., miles en capitales estatales como Lansing, Michigan, y Salt Lake City, Utah, y hasta 500 personas que protestaron por los recortes del Servicio Forestal en la remota Ketchum, Idaho (población 3.555).

Hubo protestas sustanciales en las regiones del país donde Trump ganó las elecciones, incluidas 7.000 en Des Moines, Iowa, donde Trump venció a Harris por 13,2 puntos porcentuales. Mil marcharon a la casa del “zar fronterizo” fascista, Tom Homan, en Sackets Harbor, Nueva York, en una manifestación concentrada en la oposición a la captura de una madre inmigrante y un trabajador agrícola, junto con sus tres hijos.

Mientras que las protestas bajo la consigna “¡Hands Off!” (Quítenles las manos de encima) fueron convocadas inicialmente por grupos en torno al Partido Demócrata, la respuesta fue en gran medida espontánea, superando con creces las expectativas o los objetivos de los organizadores. Entre las decenas de miles de pancartas caseras denunciando a los oligarcas multimillonarios y a Elon Musk, pocas, si es que alguna, expresó apoyo a los demócratas, el supuesto partido de oposición que no hace nada para oponerse al dictador en potencia.

Los manifestantes denunciaron los ataques fascistas de Trump contra los trabajadores, los inmigrantes, las conquistas sociales y los derechos democráticos. Hubo una oposición generalizada al genocidio israelí en Gaza, que está respaldado tanto por los demócratas como por los republicanos, y un disgusto abierto por el escalofriante comportamiento de los líderes demócratas del Congreso desde la toma de posesión de Trump.

La escala de las protestas desacredita por completo la línea política oficial de los medios corporativos y los representantes políticos de la patronal, tanto en el Partido Demócrata como en el republicano, de que Trump es un coloso político que no puede ser desafiado.

Las acciones de Trump durante los primeros 76 días de su segunda presidencia son enormemente impopulares, con grandes mayorías que se oponen a los despidos masivos de trabajadores federales, los recortes en el gasto social y su ataque contra los derechos democráticos, particularmente dirigido contra trabajadores inmigrantes y estudiantes internacionales que protestan contra el genocidio israelí en Gaza.

Muchos de los que votaron por Trump están haciendo cuenta de que se trata de un régimen oligárquico. El índice de “aprobación” del presidente fascista se ha desplomado incluso antes de que se haya sentido el impacto de su decisión del 2 de abril de lanzar una guerra comercial contra todo el mundo. La última encuesta de Reuters/Ipsos, realizada antes de que la Casa Blanca impusiera aranceles a todas las importaciones, encontró que la aprobación de Trump era del 42 por ciento, y solo el 22 por ciento sentía que Estados Unidos se dirigía en la “dirección correcta”.

Bajo estas condiciones, los demócratas declaran que no se puede hacer nada. Trump, según ellos, con su mayoría de cinco escaños en la Cámara de Representantes y su mayoría de tres escaños en el Senado, uno de los márgenes de “control” de Washington más estrechos de la historia moderna, no puede ser derrotado.

La verdad es que los demócratas no quieren derrotarlo. El líder de la minoría del Senado, Charles Schumer, encabezó a un grupo de demócratas que dieron los votos decisivos para aprobar una resolución que financiará el Gobierno federal en los términos de Trump durante los próximos seis meses.

Hay dos respuestas a Trump que son opuestas y se basan en clases sociales distintas. Por un lado, está la creciente oposición a los ataques de Trump a los programas sociales, los derechos democráticos, los inmigrantes y su apoyo al genocidio en Gaza. Por otro lado, está la oposición de sectores de la clase dominante, representados por los demócratas, que están de acuerdo con el asalto de Trump a los programas sociales y se oponen a él principalmente en cuestiones de política exterior, en particular las desviaciones de Trump de la guerra contra Rusia en Ucrania.

La respuesta del Partido Demócrata a la participación masiva de las protestas del sábado ha sido de sorpresa y nerviosismo, incluso horror. Les asusta sobre todo la posibilidad de un movimiento de masas contra Trump desde abajo, en el que millones de trabajadores se movilicen políticamente y busquen tomar medidas para defender sus empleos, niveles de vida y derechos democráticos.

Los medios corporativos han tenido la misma respuesta y se han dedicado a encubrir lo que realmente sucedió. La edición impresa del New York Times reconoció la protesta, que llenó 20 cuadras de la Quinta Avenida, en una sola foto de primera plana, pero relegó el informe en sí a la página 16. El Washington Post no publicó nada en su portada, colocando su informe, bajo el título, “Manifestación atrae a miles para protestar contra Trump”, en su sección Metro, reservada para las noticias locales. Las protestas prácticamente no se informaron en los programas de entrevistas dominicales por cable.

Los apologistas y cómplices de los demócratas, como los Socialistas Democráticos de Estados Unidos (DSA, por sus siglas en inglés) y otros grupos pseudoizquierdistas, tendrán una sensación igualmente enfermiza en el estómago sobre la escala e intensidad de las protestas. Su papel es canalizar la oposición detrás del Partido Demócrata, utilizando la política en bancarrota de la identidad racial y de género, mientras promueven al aparato sindical.

En algunas de las mayores ciudades donde se celebraron concentraciones, como Washington D.C., Chicago y Los Ángeles, la plataforma de los oradores estuvo dominada por congresistas del Partido Demócrata y líderes de los sindicatos de empleados públicos. No tenían nada que ofrecer en términos de un programa para luchar contra Trump. En otras ciudades, como Nueva York y Detroit, no hubo oradores, una expresión aún más abierta de bancarrota política.

En contraste, hubo una poderosa respuesta entre miles de manifestantes de todas las edades y orígenes a la perspectiva política avanzada por el Partido Socialista por la Igualdad y los Jóvenes y Estudiantes Internacionales por la Igualdad Social, dondequiera que intervinimos. Nuestra declaración denunciando a los demócratas y la burocracia sindical resonó ampliamente, al igual que nuestro llamado a unificar a la clase trabajadora internacionalmente contra la guerra, la dictadura y el asalto a los niveles de vida.

Pero si bien el grueso de la oposición demostró la profunda hostilidad hacia Trump y el sistema capitalista que representa, el movimiento que salió a las calles el 5 de abril sigue en una etapa temprana. Hasta el momento, carece de un programa político y organización claros. La clase trabajadora no ha intervenido en la situación como una fuerza independiente y consciente. En condiciones en las que el aparato sindical apoya a Trump y el Partido Demócrata no ofrece una oposición real, el surgimiento de la resistencia de masas ha tomado una forma inicial y en gran parte espontánea.

Sin embargo, esta misma espontaneidad subraya la urgencia de buscar una aclaración política. La clase trabajadora debe estar armada con una comprensión de la naturaleza real del fascismo, no como una aberración individual, sino como el producto de la ruptura histórica del sistema capitalista. El enemigo no es solo Trump y los republicanos, sino todo el Estado capitalista, incluido el Partido Demócrata, la burocracia sindical y la oligarquía financiera que gobierna Estados Unidos.

La lucha contra el fascismo debe convertirse en una lucha consciente contra el capitalismo mismo. Requiere un movimiento de masas de la clase trabajadora para la expropiación de los oligarcas, el establecimiento del poder obrero y la reorganización de la sociedad sobre la base de la necesidad social, no del lucro privado.

Esta lucha debe ser internacional. Las condiciones que enfrentan los trabajadores en los Estados Unidos se reflejan en todos los países: desigualdad, autoritarismo y guerra. Así como el sistema capitalista es global, la lucha por derrocarlo debe ser global. Los trabajadores en los Estados Unidos deben unirse con sus hermanos y hermanas de clase en todo el mundo en una lucha común para poner fin al capitalismo y construir el socialismo.

Ese es el programa y la perspectiva por la que luchan el Partido Socialista por la Igualdad y los Jóvenes y Estudiantes Internacionales por la Igualdad Social. Instamos a todos los que participaron en las manifestaciones del sábado a que asuman esta lucha. ¡Construye la dirección necesaria para preparar a la clase trabajadora para las batallas venideras!

(Artículo publicado originalmente en inglés el 6 de abril de 2024)