El presidente electo estadounidense Donald Trump ha prometido fijar un arancel de 25 por ciento sobre todos los productos canadienses y mexicanos desde el “primer día” en su segundo término como presidente, a menos que los “socios” del pacto comercial norteamericano con Washington y Wall Street detengan la “invasión” de “extranjeros ilegales” y “drogas” hacia Estados Unidos.
Trump ha hecho una amenaza similar contra China, solo que en ese caso el gravamen sería del 35 por ciento.
Las medidas de guerra comercial de Trump causarían convulsiones en la economía de Norteamérica y mundial, ni hablar de una intensificación dramática de la ofensiva económica, diplomática y estratégico-militar del imperialismo estadounidense contra China.
Los países que sean objeto de estas medidas de guerra comercial se verían obligados a responder en especie, imponiendo sus propias restricciones arancelarias. Esto sumiría rápidamente al mundo en una guerra comercial similar a la que estalló en la Gran Depresión y ayudó a desencadenar la Segunda Guerra Mundial.
Los países que ahora están en la mira de la guerra comercial de Trump son los tres mayores socios comerciales de Estados Unidos. En 2023, representaron más de $1,32 billones en importaciones estadounidenses, equivalente a aproximadamente el 45 por ciento de todas las importaciones estadounidenses (el 16 por ciento de México, el 15 por ciento de Canadá y el 14 por ciento de China). También representaron el año pasado más de $820 mil millones (41 por ciento) de las exportaciones estadounidenses, el doble de lo que se destinó a la Unión Europea.
Estas cifras solo dan un indicio del grado de integración económica de Canadá, Estados Unidos y México y del impacto inmediato y masivamente disruptivo que la imposición de aranceles tendría en las cadenas de producción, los empleos de los trabajadores y los precios al consumidor en los tres países.
Tanto para Canadá como para México, Estados Unidos es, por mucho, su mayor socio comercial. Más de tres cuartas partes de todas las exportaciones de Canadá van a Estados Unidos. El porcentaje es aún mayor para México.
Al amenazar con imponer aranceles punitivos, desafiando las disposiciones del T-MEC (el sucesor del TLCAN) y las reglas de la Organización Mundial del Comercio, Trump está señalando al mundo que perseguirá despiadadamente los intereses depredadores del imperialismo estadounidense tonto contra aquellos designados como “rivales estratégicos” como contra los aparentes aliados y “socios” de Estados Unidos, despreciando cualquier restricción legal.
“¡Este arancel”, declaró Trump el lunes por la tarde, “permanecerá en vigor hasta el momento en que las drogas, en particular el fentanilo, y todos los extranjeros ilegales detengan esta invasión de nuestro país!”.
Canadá es en muchos aspectos el aliado imperialista más cercano de Washington. Sin embargo, Trump, alegremente amenazó con colapsar su economía y la de México a través de una publicación en su plataforma Truth Social.
Al amenazar a sus socios del T-MEC con una guerra comercial, Trump está tratando de extorsionar en los ámbitos de comercio, inversión y acceso a los recursos energéticos que aumentarán la riqueza y fortalecerán la posición geoestratégica de la oligarquía capitalista estadounidense. Él y sus acólitos del movimiento “Estados Unidos Primero” también quieren intimidar a Ottawa y a México para que sus políticas fronterizas y de “seguridad” estén más en línea con los objetivos e intereses de Washington, y en el caso de Canadá, hacer que comprometan cientos de miles de millones más para futuros gastos militares.
La vinculación de Trump de su amenaza de guerra comercial con sus rabiosas denuncias de una “invasión de extranjeros” no es solo un medio para proporcionar un falso pretexto pseudolegal para los aranceles, citando cláusulas sobre “seguridad nacional” en el derecho comercial que, antes de su primera Administración, rara vez se implementaban.
Quiere obligar a Ottawa y a México que ofrezcan un apoyo político y logístico ilimitado a la guerra contra los inmigrantes que su administración pretende desatar desde el primer día, con el objetivo declarado de deportar a millones de inmigrantes “ilegales”, muchos de los cuales han vivido en los Estados Unidos durante décadas.
Esta caza de brujas antiinmigrante es fundamental para toda la agenda fascistoide de Trump. Busca servir como pretexto para el despliegue de la Guardia Nacional y el ejército en las principales ciudades de Estados Unidos para reprimir las protestas que inevitablemente estallarán a medida que su administración implemente sus planes de contrarrevolución social, incluyendo un recorte presupuestario de 2 billones de dólares, recortes de impuestos para las grandes empresas y los súper ricos, y la eliminación de todas las restricciones regulatorias sobre el capital.
Trump y sus asesores también ven claramente la guerra contra los inmigrantes como una parte integral y una palanca para avanzar en sus planes de crear una Fortaleza Norteamericana, con fronteras externas e internas militarizadas, y dirigida tanto contra los rivales extranjeros del imperialismo estadounidense como, para usar las palabras de Trump, contra “el enemigo en casa”, es decir, la clase trabajadora.
Cuando llegó a la Casa Blanca en 2017, Trump amenazó con echar por tierra el TLCAN por completo. Luego, a través de negociaciones arriesgadas con Ottawa y la Ciudad de México, lo transformó en el T-MEC, un bloque comercial más transparentemente bajo la hegemonía estadounidense y más explícitamente dirigido a librar una guerra comercial, primero contra China pero también contra Europa, Japón y otras potencias.
La amenaza arancelaria de Trump ha asustado al Gobierno liberal de Canadá y a toda la élite capitalista. El lunes por la noche, el primer ministro Justin Trudeau llamó por teléfono a Trump para calmarlo y tuvo lo que sus ayudantes insisten en que fue una “buena” conversación. El martes por la noche se celebrará un debate de emergencia en la Cámara de los Comunes, y el miércoles se celebrará una reunión del primer ministro y los 10 primeros ministros provinciales.
La respuesta de la burguesía imperialista de Canadá al aumento de la presión ejercida por sus socios y rivales estadounidenses será arremeter aún más agresivamente contra la clase trabajadora en casa y en busca de sus intereses depredadores en el escenario mundial.
El martes, el ministro de Seguridad Pública, Dominic LeBlanc, dijo que Canadá intensificará su colaboración con el Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos y está considerando proporcionar más recursos a la RCMP y a la Agencia de Seguridad Fronteriza, incluidos más helicópteros y drones.
Incluso antes de las últimas amenazas de Trump, la clase dominante canadiense había explicado la necesidad de un cambio radical hacia la derecha para garantizar que Canadá estuviera “detrás de los muros de Trump”, como lo expresó el Globe and Mail, la voz tradicional de la élite financiera, y se mantuviera “competitivo”. Esta agenda de guerra de clases incluye: una mayor austeridad, recortes de impuestos corporativos al menos iguales a los realizados por Trump, una duplicación del gasto militar en los próximos cuatro años y otras medidas “útiles” para Washington.
Hay principales políticos canadienses que también han estado pidiendo a Canadá que busque un acuerdo comercial bilateral separado con Trump a expensas de México. Esto ha ido acompañado de airadas denuncias de ministros liberales de que México está sirviendo como una “puerta trasera” para que China penetre en el mercado norteamericano.
En la Ciudad de México, la reacción a la amenaza arancelaria de Trump ha sido igualmente de espanto. La presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, ha declarado que México ya está cumpliendo las órdenes de Washington. Desesperadamente, ha señalado los esfuerzos de su Gobierno para limitar las importaciones chinas, el despliegue de tropas para impedir que cientos de miles de migrantes lleguen a la frontera de Estados Unidos y la colaboración con las autoridades estadounidenses para detener el tráfico de drogas.
Los trabajadores en Estados Unidos, Canadá y México deben unirse en una lucha común contra las potencias imperialistas gemelas de América del Norte y sus clientes burgueses mexicanos para defender los empleos y los derechos democráticos y sociales de todos, y en oposición a las guerras que Estados Unidos y sus aliados imperialistas, incluido Canadá, han instigado en un intento de repartirse y saquear el planeta.
Cualesquiera que sean los conflictos entre las clases dominantes rivales de América del Norte, están unidas a la hora de colocar toda la carga de la crisis sistémica del capitalismo sobre los trabajadores.
La movilización de la clase obrera y su unidad de lucha requieren una batalla implacable contra los aparatos sindicales reaccionarios y de base nacional, desde la AFL-CIO y el UAW en los Estados Unidos hasta el CLC y Unifor en Canadá. Han dividido sistemáticamente a la clase obrera en líneas nacionales con campañas reaccionarias para defender los empleos “canadienses” y “estadounidenses”, y están completamente integrados en los planes de guerra del imperialismo.
También exige que los trabajadores asuman urgentemente la defensa de los trabajadores inmigrantes, oponiéndose inequívocamente al chivo expiatorio y la victimización de los inmigrantes, ya sea por parte de Trump, Trudeau, los etnochauvinistas de Quebec o las autoridades mexicanas. Como el capitalismo mundial se sume en una guerra comercial, el pozo negro de los chauvinismos rivales y la guerra, la consigna de la clase trabajadora debe ser ahora más que nunca: “¡Trabajadores del mundo, únanse!”.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 26 de noviembre de 2024)