Español
Perspectiva

Harris admite que Trump busca establecer un régimen dictatorial

El nominado presidencial republicano Donald Trump se pronuncia durante un evento de campaña en Alro Steel, 29 de agosto de 2024, Potterville, Michigan [AP Photo/Alex Brandon]

El antiguo jefe de gabinete de la Casa Blanca, John Kelly, un general de división retirado, describió al expresidente Donald Trump como un fascista, que elogiaba a Hitler y quería “el tipo de generales que Hitler tenía”, es decir, oficiales que fueran absolutamente leales a él personalmente y dispuestos a seguir las órdenes de usar sus tropas contra sus oponentes nacionales.

Kelly hizo sus comentarios en entrevistas para un artículo de portada en la revista The Atlantic y luego en un seguimiento el miércoles con el New York Times. Sus comentarios provocaron una amplia cobertura mediática, denuncias virulentas de la campaña presidencial de Trump y una breve pero notable declaración de la vicepresidenta Kamala Harris, su oponente demócrata en las elecciones del 5 de noviembre.

Harris salió de su residencia oficial alrededor de la 1:00 p.m. e hizo la conexión entre los comentarios de Kelly y la declaración de Trump la semana pasada de que usaría al ejército para atacar “al enemigo interno”, a quien describió como la mayor amenaza para el Gobierno estadounidense. Ella añadió:

Y de las palabras de John Kelly se desprende que Donald Trump es alguien que, cito, “ciertamente cabe en la definición general de ‘fascista’”, que, de hecho, prometió ser un dictador desde el primer día y prometió usar al ejército como su milicia personal para llevar a cabo sus venganzas personales y políticas.

Harris concluyó: “Entonces, la conclusión es esta. Sabemos lo que quiere Donald Trump. Quiere un poder sin control. La interrogante en 13 días será: ¿Qué quiere el pueblo estadounidense?”.

Esta declaración es un reconocimiento que el candidato republicano a la presidencia es una aspirante a dictadora fascista, algo que la campaña de Harris ha tratado de evitar decir en los dos meses transcurridos desde su nominación. Pero fue totalmente cobarde, al evitar cualquier llamado a la acción para detener el impulso de Trump hacia una dictadura. Solo sugirió que el pueblo estadounidense sería el culpable si ganaba las elecciones.

Harris no dio ninguna explicación de cómo Trump pudo reaparecer en el ámbito político después del fracaso de su intento inicial de imponer un régimen autoritario, la intentona golpista del 6 de enero de 2021, cuando miles de partidarios, convocados por él a Washington, irrumpieron en el Capitolio para tratar de bloquear la certificación de su derrota electoral en el Congreso.

Trump no es un individuo, sino el candidato del Partido Republicano, la mayoría de cuyos representantes en el Congreso se negaron a reconocer la legitimidad de la elección de Biden y Harris en 2020. Pero Harris no mencionó al Partido Republicano en su declaración ni su transformación en una organización política abiertamente fascistizante, subordinada por completo a Trump.

Cabe resaltar dos elementos críticos a medida que se acerca la votación del 5 de noviembre. En primer lugar, está el uso cada vez mayor de la violencia extraparlamentaria para dar forma a los acontecimientos políticos, como lo demostró el 6 de enero de 2021, pero que ahora se está preparando a una escala mucho más amplia y sistemática antes de las elecciones de 2024. Se han realizado cientos de amenazas contra funcionarios electorales, con la probabilidad de que el día de las elecciones y los días posteriores se produzcan ataques armados contra quienes tabulan los resultados de la votación.

La conclusión de la votación abrirá un periodo de intensa crisis política. Si Trump gana, se dedicará de inmediato a erigir una dictadura policial-militar, comenzando con medidas represivas masivas contra los inmigrantes, que ya ha anunciado, comprometiéndose a detener y expulsar a decenas de millones de trabajadores.

Si Harris gana, faltarán 11 semanas para su toma de posesión, durante las cuales Trump y los republicanos han preparado un aluvión de acciones legales y extralegales destinadas a impedir lo que alguna vez se llamó la “transferencia pacífica del poder”. Recurrirán a las asambleas legislativas estatales controladas por los republicanos, a los fascistas en la Corte Suprema de los Estados Unidos y a los matones armados de las milicias que encabezaron el 6 de enero.

El segundo factor crítico es la acomodación pasiva del Partido Demócrata a esta creciente amenaza dictatorial. Esta ha sido la política de los demócratas desde que Biden llegó a la Casa Blanca, declarando que su objetivo era el mantenimiento de un “Partido Republicano fuerte”.

A raíz del fallido golpe de Estado del 6 de enero de 2021, el Gobierno de Biden-Harris buscó deliberadamente revivir al Partido Republicano para proporcionar una base bipartidista para una política exterior agresiva, dirigida inicialmente contra Rusia, instigando la guerra en Ucrania, y buscando su expansión a Oriente Próximo (Gaza, Líbano y pronto Irán), y finalmente contra China.

La campaña de Harris se basa en una orientación hacia los republicanos, que incluye una serie de apariciones de campaña con Liz Cheney y repetidas promesas de que nombraría a un republicano para su gabinete.

Al igual que Biden, Harris presenta la amenaza de la dictadura como algo que emana únicamente de la personalidad de Donald Trump. Pero el fascismo no cae del cielo. La clase capitalista solo descarta las formas históricamente desarrolladas de su dominio de clase —la Constitución, la democracia formal, el sistema bipartidista, etc.— y apuesta por la dictadura cuando las tensiones de clase han llegado al punto de ruptura y no ve otra salida.

Algunos de los multimillonarios más ricos, como Elon Musk, respaldan la apuesta de Trump por un régimen dictatorial. Otros, incluido Bill Gates, quien acaba de confirmar que inyectó 50 millones de dólares a los comités de acción política pro-Harris, consideran que las aspiraciones de Trump son demasiado arriesgadas, amenazando con desestabilizar políticamente a Estados Unidos y socavar su dominio de clase.

Pero estas divisiones dentro de la clase dominante, por profundas que sean, son de carácter táctico. En las cuestiones fundamentales de clase, la defensa de la riqueza colosal de la aristocracia financiera contra las masas de trabajadores que la producen, y la defensa de los intereses globales del imperialismo estadounidense contra sus antagonistas extranjeros, todos los sectores de la oligarquía corporativa están de acuerdo.

Independientemente del resultado de las elecciones, las tendencias hacia la dictadura y la guerra mundial no van a desaparecer. Si Harris gana, el Partido Republicano rechazará su legitimidad, Trump funcionará como un virtual presidente en el exilio y la derecha fascista controlará muchos estados, incluidos Florida y Texas, el segundo y el tercero más grandes. Y las políticas belicistas y militaristas de Harris solo fortalecerán a la extrema derecha.

Trump ganará decenas de millones de votos incluso si es derrotado. Esto no se debe a que haya decenas de millones de personas que quieren fascismo y dictadura. Es porque el Partido Demócrata, un instrumento de Wall Street y del aparato de inteligencia militar, no ofrece nada a los trabajadores. Esto permite a los republicanos beneficiarse del descontento social acumulado por la caída de los niveles de vida, el desmoronamiento de los servicios sociales y los crecientes costos, financieros y humanos, de la guerra imperialista.

A lo largo de este período, el Partido Socialista por la Igualdad y el World Socialist Web Site han estado advirtiendo continuamente de las consecuencias inevitables del impulso imperialista hacia la guerra mundial. Hemos explicado que la guerra en el extranjero iría acompañada de una guerra en el país, contra los derechos democráticos y el nivel de vida de la clase trabajadora.

Estas advertencias han sido confirmadas por los acontecimientos. En estas condiciones, es imperativo que los lectores y partidarios del WSWS saquen las conclusiones necesarias. Es imposible oponerse al fascismo y defender los derechos democráticos fuera de la construcción de un movimiento político en la clase trabajadora, basado en un programa que articule sus intereses. Es hora de volverse activos políticamente, y unirse y construir el Partido Socialista por la Igualdad como la punta de lanza de un movimiento revolucionario de masas de la clase trabajadora que luche por el socialismo.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 23 de octubre de 2024)

Loading