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Perspectiva

Las lecciones del éxito electoral de la extrema derecha alemana

Bjoern Hoecke, titular del AfD en Thuringia, durante un mitin en Erfurt, en Alemania del este [AP Photo]

El éxito electoral de la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD, todas las siglas en alemán) en las elecciones estatales de Turingia y Sajonia y la debacle de los partidos que componen el Gobierno federal de Alemania contienen lecciones importantes para los trabajadores de todo el mundo.

En medio de la avalancha de medios y comentarios políticos, uno busca en vano una explicación de por qué, ocho décadas después del final de la dictadura nazi, un partido de extrema derecha podría volver a convertirse en el partido más grande en un Parlamento estatal alemán.

El 1 de septiembre, la AfD logró un resultado del 32,8 por ciento en las elecciones estatales en Turingia y del 30,6 por ciento en Sajonia. Este porcentaje de votos es casi tanto como el que recibieron los nazis en las últimas elecciones al Reichstag en noviembre de 1932 antes de tomar el poder, el 33,1 por ciento. La AfD es, por lo tanto, la bancada más fuerte en el nuevo Parlamento estatal en Turingia y está solo un escaño detrás de la Unión Demócrata Cristiana (CDU) en Sajonia.

Los partidos de la coalición en el Gobierno federal de Alemania, el Partido Socialdemócrata (SPD), Los Verdes y el Partido Demócrata Libre (FDP), fueron severamente castigados. Juntos, recibieron solo el 10,2 por ciento de los votos en Turingia, menos de un tercio que el AfD. En Sajonia, obtuvieron un 13,3 por ciento combinado.

La razón básica de este deslizamiento político no radica en el carácter de la AfD ni su líder local Björn Höcke, quien puede ser llamado un “fascista” según un fallo judicial. Más bien, debe explicarse como un producto del giro a la derecha de todos los partidos burgueses, en particular, la supuesta “izquierda”. Recibieron con la alfombra roja a la AfD y le abrieron todas las puertas.

Desde que el SPD, Los Verdes y el FDP se hicieron cargo del Gobierno federal hace casi tres años, han experimentado un giro sin precedentes hacia la derecha. Cada aspecto de su política está dominado por la guerra y el rearme militar. Casi duplicaron el presupuesto militar y han apoyado a Ucrania en la guerra contra Rusia entregando 23.000 millones de euros en armas, más que cualquier otro país excepto Estados Unidos.

Han acordado colocar misiles de medio alcance estadounidenses en suelo alemán, armas que pueden llegar a Moscú y que convertirían a Alemania en el principal campo de batalla en caso de una escalada nuclear.

Por primera vez desde la derrota de la Wehrmacht de Hitler, los tanques alemanes vuelven a rodar por suelo ruso. El Gobierno alemán está trabajando con un régimen en Kiev que reprime brutalmente cualquier oposición a la guerra y venera como héroes a los colaboradores nazis de la Segunda Guerra Mundial que participaron en el Holocausto.

Si bien el Gobierno alemán justifica todos los crímenes de guerra israelíes con referencia a la “responsabilidad alemana por el Holocausto”, esta consideración no se aplica a Rusia, a pesar del hecho de que más de 25 millones de personas en la Unión Soviética fueron víctimas de la guerra de exterminio alemana, un genocidio meticulosamente planeado. Solo en Leningrado, el asedio alemán se cobró 1,1 millones de víctimas, la mayoría de ellas mujeres, niños y civiles.

En Gaza, el Gobierno alemán apoya incondicionalmente el genocidio de los palestinos, cuyo trato brutal recuerda los crímenes de los nazis. Quien proteste contra esta política o incluso la critique será calumniado, intimidado y perseguido. Las manifestaciones y las asociaciones propalestinas están prohibidas, y los activistas contra la guerra son arrestados y encarcelados.

La coalición SPD/Verdes/FDP está imponiendo despiadadamente los costos de estas políticas a la clase trabajadora y a los más vulnerables de la sociedad mediante recortes a la asistencia social, la infancia, educación, salud, infraestructura y medio ambiente. Mientras que los precios de las acciones y la riqueza de los ricos continúan aumentando gracias a la generosa ayuda estatal, los ingresos reales de los trabajadores están cayendo dramáticamente.

En este clima reaccionario, la AfD prospera y es promovida deliberadamente por la élite gobernante. Especialmente al fomentar el chovinismo contra los refugiados, la coalición gobernante y los demócratas cristianos de la oposición están tratando de superar a la AfD desde la derecha. Las semanas previas y posteriores a las elecciones estuvieron marcadas por una implacable incitación política contra los refugiados.

Cuando el SPD llegó al poder en 1998, en alianza con Los Verdes, destruyó los logros sociales de las décadas anteriores con la Agenda 2010 y creó un enorme sector de bajos salarios que no había existido anteriormente en Alemania.

Bajo el canciller Olaf Scholz, el SPD ha llevado este trabajo de destrucción a su culminación. Lo que queda del Estado del bienestar y los derechos democráticos se sacrificará al monstruo de la guerra. El pacto social, que siempre ha servido para defender el capitalismo, finalmente llegó al fin del camino.

El SPD, que hace mucho tiempo dejó de ser un partido obrero, representa los intereses de las corporaciones, los bancos, el aparato estatal y el imperialismo alemán como todos los demás partidos burgueses. Es incapaz de proporcionar una respuesta a los problemas sociales más urgentes, que afectan a millones. Lo mismo ocurre con Los Verdes, el partido de la clase media urbana rica y egoísta.

Esto es lo que permite a los demagogos de derecha de la AfD sacar partido del descontento social para sus propios fines. Que nadie se engañe. La AfD es un partido fascista de derecha que, como los nazis, representa a los sectores más brutales de la oligarquía capitalista.

A pesar de sus críticas a la guerra en Ucrania, en lo que respecta a la AfD, el militarismo del Gobierno alemán no va lo suficientemente lejos. Exige gastos militares aún mayores y la reintroducción del servicio militar obligatorio, para que Alemania pueda librar guerras independientemente de los Estados Unidos.

Exige restricciones al derecho de huelga, trabajo obligatorio para los beneficiarios de prestaciones sociales, impuestos más bajos para los ricos y un Estado policial autoritario. Rechaza las medidas de salud pública contra el COVID, a pesar de que casi 200.000 personas han muerto a causa de la enfermedad solo en Alemania. Alienta la xenofobia y el racismo para dividir y debilitar a la clase trabajadora, minimiza los crímenes de los nazis y mantiene estrechos vínculos con los neonazis y las redes terroristas de derecha.

Los sindicatos y el partido La Izquierda tienen la responsabilidad principal del crecimiento de la AfD. Sofocan la lucha de clases y hasta ahora han impedido que la indignación por las políticas del Gobierno alemán encuentre una expresión progresista de izquierda.

Los sindicatos consisten en un enorme aparato de subgerentes bien pagados y policías patronales que suprimen o traicionan cualquier forma de protesta industrial, garantizando que los despidos y los recortes salariales se implementen sin problemas.

En la década de 1990, el partido La Izquierda y su predecesor, el PDS, servían para reflejar la indignación de las consecuencias de la unificación alemana, que destruyó 8.000 empresas y millones de empleos. Cuando asumieron el poder, estos partidos aplicaron políticas tan derechistas como el SPD y Los Verdes, con quienes trabajan en estrecha colaboración.

El partido La Izquierda también se ha derrumbado. En Sajonia, tuvo dificultades para volver a entrar en el Parlamento estatal. En Turingia, donde el partido ha liderado el Gobierno durante 10 años, perdió casi dos tercios de sus votos y fue expulsado del poder. El partido La Izquierda ahora está haciendo todo lo posible para ayudar a la CDU de derecha a ganar una mayoría.

La influencia de la AfD es particularmente fuerte en el este de Alemania, que nunca se ha recuperado de la devastación industrial después de la reunificación y las consecuencias de la Agenda 2010. Pero su influencia también crece en el oeste del país. A nivel nacional, este partido de extrema derecha aparece con el 16 y el 19 por ciento de los votos en las encuestas.

Esta dinámica política general se puede ver en casi todos los países capitalistas. La incapacidad de los partidos supuestamente “izquierdistas” o “democráticos” para abordar las necesidades sociales y democráticas más elementales de las masas empuja a los votantes a apoyar a los partidos de derecha y fascistas.

En Estados Unidos, Donald Trump se beneficia del hecho de que los demócratas, que están estrechamente vinculados a los sindicatos, defienden los intereses de Wall Street, suprimen las huelgas y promueven las guerras en Ucrania y Oriente Próximo.

En su declaración sobre el Día del Trabajo en los Estados Unidos, el Consejo Editorial del WSWS señaló: “El Partido Demócrata, que es el partido de Wall Street, las agencias militares y de inteligencia y los sectores privilegiados de la clase media-alta, es incapaz de hablar sobre o promover políticas que aborden la catástrofe social que enfrentan las masas de trabajadores y jóvenes. Esto es lo que le da a Trump y a los republicanos la capacidad de sacar provecho de la ira social. Sin embargo, hay que advertirles a los trabajadores: Trump y su movimiento MAGA son una nueva forma de fascismo al estilo estadounidense”.

En Italia, el ascenso de Giorgia Meloni fue precedido por tres décadas de traiciones por parte de los sucesores del Partido Comunista. En Francia, Marine Le Pen se beneficia de la ruinosa política del rumbo derechista de varios gobiernos y presidentes del Partido Socialista, y la política en quiebra de Jean-Luc Mélenchon.

El peligro fascista no se puede combatir apoyando a estos partidos, que son un callejón sin salida. Dondequiera que lleguen al poder, intensificarán las políticas de guerra y los ataques a los derechos sociales y democráticos de la clase trabajadora. Tampoco evitarán colaborar con los fascistas. Al interior de la CDU, ya están creciendo los llamamientos en Sajonia y Turingia para una coalición con la AfD. En Estados Unidos, los demócratas siempre buscan un acuerdo bipartidista con sus “colegas republicanos”.

Todos los partidos de la élite política han respondido al resultado de las elecciones intensificando sus ataques contra los refugiados e implementando de este modo la política de la AfD. El martes, tuvo lugar en Berlín una cumbre sobre refugiados en la que participaron los partidos del Gobierno federal y la CDU, así como los Gobiernos estatales, donde se discutió un mayor cierre de las fronteras y la reducción de la ayuda a los refugiados.

El malestar social y la oposición al militarismo y la guerra están creciendo entre la amplia mayoría de la clase trabajadora y la juventud. Pero necesitan una perspectiva política clara.

La pobreza, el desempleo, la guerra y la dictadura solo pueden superarse aboliendo el sistema capitalista y reemplazándolo por una sociedad socialista en la que las necesidades sociales, y no las ganancias de los ricos, vayan primero. Sin expropiar los grandes activos y corporaciones y ponerlos bajo un control democrático, no se puede resolver ni un solo problema.

Este objetivo solo se puede lograr a través de una estrategia global que una a la clase trabajadora a través de todas las fronteras nacionales y la movilice para una lucha unificada contra el sistema capitalista mundial. Esta es la conclusión básica que debe extraerse de los acontecimientos en Alemania, y es por lo que luchan el Sozialistische Gleichheitspartei (Partido Socialista por la Igualdad) y sus organizaciones hermanas en el Comité Internacional de la Cuarta Internacional.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 3 de septiembre de 2024)

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