La Convención Nacional Republicana concluyó la noche del jueves con un discurso de su presidente, el expresidente Donald Trump, que fue una exhibición sin parangón de degradación político. Completa la transformación del Partido Republicano en una formación política fascista.
Antes del discurso, hubo sugerencias de líderes republicanos tras el intento de asesinato del sábado de que Trump cambiara el tono y adoptara un mensaje más unificador. Al inicio, el exmandatario dedicó 15 minutos a revivir los eventos del 13 de julio con un tono divagante y moderado, afirmando que guardó la calma durante el ataque porque sabía que Dios lo estaba protegiendo.
Trump hizo referencia un par de veces a la necesidad de “unidad”, pero lo que quiso decir fue que todos deben unirse detrás de la agenda fascistizante que describió. Afirmó una mentira sucia tras otra, denunciando la supuesta “invasión” a lo largo de la frontera entre Estados Unidos y México, culpando a los inmigrantes por el crimen, la pobreza y cualquier otro mal social en Estados Unidos, y celebrando las detenciones y deportaciones masivas, y otras crueldades durante su primer mandato, incluida la separación de padres e hijos.
La multitud de 18.000, incluidos casi todos los funcionarios electos republicanos prominentes, lo ovacionó una y otra vez, particularmente ante cada referencia a Dios, que Trump interpuso con frecuencia en sus chisporroteos verbales.
En cuanto al enfoque más “positivo” prometido, Trump simplemente afirmó que una vez que regresara a la Casa Blanca, pondría fin a todas las guerras y otros conflictos, sellaría la frontera entre Estados Unidos y México terminando el muro fronterizo y crearía la mayor economía en la historia del mundo. En cuanto a cómo se iba a lograr este milagro, no dijo una palabra, en una presentación cada vez más trastornada que se prolongó durante 90 minutos.
El presidente del Consejo Editorial Internacional del WSWS, David North, comentó sobre X:
El monólogo trastornado de Trump recuerda la descripción de Trotsky de la demagogia de Hitler: 'La falta de forma sentimental, la ausencia de pensamiento disciplinado, la ignorancia... le proporcionaron la posibilidad de unir todo tipo de insatisfacción en el tazón de mendigo que es el nacionalsocialismo”.
Los medios corporativos presentaron diligentemente esta muestra de atraso y reacción como un evento político legítimo e incluso profundo. El comentarista de CNN, Van Jones, un demócrata, se mostró entusiasmado: “La última vez que estuve en una convención que se sintió así fue la de Obama en 2008. Hay algo en marcha”. Una comparación más apropiada habría sido el mitin de Nuremberg de Hitler.
De hecho, lo que Trotsky escribió sobre la cultura del fascismo alemán se aplica a su versión estadounidense contemporánea:
Todo lo que debería haber sido eliminado del organismo nacional en forma de excremento cultural en el curso del desarrollo normal de la sociedad ahora ha salido de la garganta; la sociedad capitalista está vomitando toda su barbarie no digerida. Tal es la fisiología del nacionalsocialismo.
Hubo un esfuerzo deliberado para disfrazar el contenido real del programa del Partido Republicano, que ha sido durante mucho tiempo el defensor más abierto de Wall Street y la patronal estadounidense, presentándolo en cambio como un partido recién transformado a favor del hombre trabajador. Una gran cantidad de oradores subrayaron sus humildes orígenes, que culminaron con el discurso de aceptación el miércoles del senador J. D. Vance, elegido por Trump como su compañero de fórmula vicepresidencial.
En realidad, como todos los delegados de la convención sabían, la plataforma que han aprobado entregaría recortes de impuestos a los súper ricos, subsidiaría la violación del medio ambiente por parte de los monopolios de combustibles fósiles y profundizaría la explotación de los pobres y los trabajadores por parte de la oligarquía capitalista.
Contrario a las afirmaciones de Trump, el capitalismo estadounidense no entrará en el Jardín del Edén si regresa a la Casa Blanca. Estados Unidos está sumido en la mayor crisis política que ha vivido al menos desde 1968, otro año de elecciones presidenciales salpicado de asesinatos, guerras y el colapso de un Gobierno.
La convención republicana inició solo dos días después de que Trump estuviera a punto de perder la vida, en el primer intento de magnicidio contra un presidente o candidato presidencial en cuatro décadas.
Si bien los delegados de la convención republicana y los funcionarios elegidos expresaron su euforia por las encuestas que muestran a Trump con una ventaja general, aunque estrecha, en todos los estados más disputados, el colapso de la campaña de Biden tiene un lado negativo. Muchos oradores de la convención parecían no saber contra qué candidato competirían. Y enfocarse en la edad e incompetencia de Biden, de 81 años, deja vulnerable a Trump, de 78 años, si los demócratas reemplazan a Biden con un candidato más joven.
Al mismo tiempo, la campaña de reelección del presidente demócrata Joe Biden se enfrenta a un colapso terminal, tras la debacle de su actuación en el debate el mes pasado.
Biden se ha negado obstinadamente a retirarse, pero ahora hay informes generalizados de que toda la dirección del Partido Demócrata ha decidido actuar en su contra. El propio presidente está observando los eventos en cuarentena, después de haber contraído COVID por tercera vez.
A tres meses y medio de las elecciones presidenciales, todo el sistema político estadounidense está sumido en una profunda crisis y divisiones internas en el aparato estatal.
Dentro de la clase dominante, las divisiones se centran en cuestiones de política exterior, aunque ambos partidos están comprometidos con intensificar la guerra en el extranjero. También existe una profunda preocupación en sectores de la élite gobernante de que la reelección de Trump podría desencadenar una explosión social descontrolada.
Detrás de todas estas preocupaciones está el temor de ambos partidos capitalistas sobre la intensificación del conflicto de clases dentro de los Estados Unidos y sus implicaciones revolucionarias.
La cuestión decisiva para la clase trabajadora es intervenir en la crisis política con su propio programa y perspectiva. El espectáculo degradado de la reacción política en la Convención Nacional Republicana atestigua el descenso de la clase dominante y del sistema capitalista en su conjunto a la barbarie.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 18 de julio de 2024)