Incluso antes de alcanzar su clímax reaccionario el jueves, cuando se nominará formalmente a Donald Trump como candidato presidencial, la Convención Nacional Republicana ya demostró que el Partido Republicano se ha transformado en un vehículo político para el fascismo estadounidense.
Las características generales de todos los movimientos fascistas (odio al socialismo y al marxismo, nacionalismo extremo, subordinación a la voluntad del gran líder) se combinan con características derivadas de la historia propia de Estados Unidos.
Por lo tanto, en vez de los judíos vilipendiados por Hitler y los nazis, los republicanos sustituyen a los inmigrantes “ilegales” como blanco para la demonización, aunque el antisemitismo también es prevalente, incluso abiertamente. El cemento ideológico no lo suministra la creación de mitos germánicos, sino el fundamentalismo cristiano evangélico.
El cínico estafador de Manhattan, cuyas aventuras sexuales y vulgaridad fueron material sensacionalista durante décadas, es retratado como un salvador semejante a Cristo. Un discurso tras otro en la convención proclamó el roce de Trump con un intento de asesinato el sábado como la intervención directa de Dios en la vida política estadounidense.
Esto se combinó con un pseudopopulismo fraudulento. Algunos candidatos de orígenes empobrecidos, como el candidato a la vicepresidencia J.D. Vance, destacaron sus raíces de clase trabajadora, mientras guardaban silencio sobre la enorme riqueza de la gran mayoría de los líderes del partido, comenzando por el milmillonario Trump. Tampoco hubo ninguna mención de que los recortes de impuestos y otras políticas descritas en la plataforma del partido favorecerían abrumadoramente a los súper ricos a expensas de los trabajadores.
Los oradores del martes por la noche se hicieron eco de estos temas, en una repugnante muestra de conformidad reaccionaria que, sin embargo, fue tratada por los medios corporativos como una poderosa muestra de un partido que estaba en camino a la victoria en las elecciones de noviembre.
Algunos ejemplos:
Kari Lake, candidata de Arizona al Senado, declaró su amor por “todos en esta gran arena esta noche”, pero hizo una excepción para los medios de comunicación, declarando: “Han pasado los últimos ocho años mintiendo sobre el presidente Donald Trump”. Lake es una estridente defensora de la mentira de que le robaron las elecciones de 2020 a Trump e incluye a aquellos que atacaron el Capitolio el 6 de enero de 2021 en su himno a “sus increíbles partidarios patrióticos”.
Mike Rogers, candidato de Míchigan al Senado, exagente del FBI y congresista, afirmó:
En todo mi tiempo trabajando para proteger a Estados Unidos, nunca he visto nada como la política de fronteras abiertas de Biden-Harris. Están desplegando la alfombra roja para pandillas violentas, fentanilo, espías chinos e individuos en la lista de vigilancia terrorista.
El senador Rick Scott de Florida dijo que anticipa una segunda Administración de Biden en la que,
los demócratas borran la frontera sur y traen a tantos ilegales a nuestro país que el cártel comienza a obtener millas de viajero frecuente. Fue fácil para los demócratas manipular las elecciones. Permitieron que todos los no ciudadanos votaran.
Esta es una versión ligeramente refinada de la “teoría del gran reemplazo”, un disparate neonazi que afirma que los liberales y los judíos están conspirando para atraer a millones de inmigrantes para “reemplazar” a la población blanca de Estados Unidos.
El presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, tercero en la línea de la presidencia después de Biden y Kamala Harris, defendió la fundación de los Estados Unidos sobre una base religiosa: “Entendemos que nuestros derechos no provienen del Gobierno. Vienen de Dios”.
La multitud aplaudió esta afirmación religiosa y luego nuevamente cuando denunció “el despertar radical de la izquierda progresista”, que dijo,
desprecia esos principios. ¿No lo creen? Tienen una visión muy diferente de lo que Estados Unidos debería ser. Quieren derribar esos cimientos y convertirnos en una utopía marxista y socialista sin fronteras y sin ley.
El Gobierno de Biden es un régimen imperialista despiadado que se opone tan firmemente al socialismo y a la clase obrera como cualquier republicano fascista. La diatriba de Johnson, repetida por muchos otros oradores, solo demuestra que lo que Trump y compañía realmente temen no son los demócratas, sino el peligro de que la clase obrera sea dirigida por un auténtico movimiento revolucionario socialista.
Fue solo después de que Trump y Vance llegaron a la última hora de la sesión del martes por la noche que se mostraron las verdaderas dimensiones de la reacción política. El aspirante a dictador y su compañero de fórmula vinieron, al parecer, con el propósito de escuchar a una alineación de antiguos rivales postrarse ante el líder supremo del partido. Entre ellos se encontraban el senador Ted Cruz y el senador Marco Rubio, que se presentaron como candidatos contra Trump en 2016, la exembajadora de la ONU Nikki Haley y el gobernador de Florida, Ron DeSantis, quienes lo desafiaron para la nominación este año.
Los cuatro desempeñaron las funciones a las que habían sido asignados, incluida Haley, que ni siquiera fue invitada a la convención hasta después del intento fallido de asesinato, y DeSantis, a quien inicialmente no le habían concedido un espacio para hablar. Pero fue Cruz quien dio lo que es quizás la diatriba más reaccionaria en la historia moderna de Estados Unidos, al menos en términos de los dos principales partidos capitalistas.
Se concentró en demonizar a los inmigrantes en términos que superaban muchas diatribas nazis contra los judíos. Alegó que ha habido una “invasión” de 11,5 millones de inmigrantes desde que Biden asumió el cargo, tildándolos de asesinos, violadores y abusadores de menores, que se apoderaban de “chicas y chicos adolescentes” que luego eran “vendidos a una vida de esclavitud sexual”. Relató un puñado de casos muy sonados en los medios de inmigrantes que cometieron delitos violentos, aunque las estadísticas policiales muestran que los inmigrantes tienen muchas menos probabilidades de verse implicados en tales actos que las personas nacidas en Estados Unidos.
Agitando a su público, Cruz afirmó que daba voz a estas víctimas de supuestos crímenes de migrantes: “Esta noche, hablo por Kate y Lincoln y Rachel, esta noche, hablo por Jocelyn”, invocando sus muertes para denunciar a Biden y aclamar a Trump.
Una de las últimas oradoras, Sarah Huckabee Sanders, exsecretaria de Prensa de la Casa Blanca bajo Trump y ahora gobernadora de Arkansas, llevó la adulación religiosa al expresidente fascista a su máxima expresión. “Dios libró al presidente Trump de ese asesino, porque Dios aún tiene planes para él”, afirmó. “Y lo más seguro es que él también tiene planes para los Estados Unidos”.
La actitud de los medios corporativos ante este repugnante espectáculo dio una indicación de cómo la élite gobernante estadounidense en su conjunto se está posicionando para abrazar una segunda presidencia de Trump, incluidos los sectores que se oponen desde hace tiempo a Trump como un representante poco fiable y errático de sus intereses, particularmente en política exterior.
No hubo ni un indicio en la cobertura mediática de que el tenor político de la convención fuera en modo alguno inusual o sin precedentes. El Partido Republicano se transforma en el partido de Trump, dicen los analistas, pero nadie utiliza la palabra “fascismo” ni sugirió que esta transformación sea una amenaza mortal para los derechos democráticos de la población estadounidense.
Sin duda, entre bastidores, los representantes del aparato militar y de inteligencia y Wall Street están trabajando con Trump para asegurar que las prioridades centrales del imperialismo estadounidense, sobre todo la guerra en Ucrania y el programa de agresión global –en Gaza, contra Irán y, en última instancia, contra China—se mantengan y sigan adelante.
El repugnante espectáculo en la Convención Nacional Republicana, que continuó el miércoles y concluirá el jueves, es la expresión no solo de un partido, ni mucho menos de un individuo, sino del sistema político y social en su conjunto. En condiciones de una escalada bélica mundial y desigualdad social extrema, la clase dirigente estadounidense se revuelca en la mugre y el atraso.
Los demócratas, que celebrarán su propia convención dentro de un mes, son otro ejemplo de este mismo proceso.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 17 de julio de 2024)