El partido Morena del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, conocido como AMLO, obtuvo una contundente victoria en las elecciones generales del domingo, con resultados tildados de “avalancha” o “tsunami” en los medios corporativos.
Claudia Sheinbaum, una científica del clima que hasta hace poco gobernaba la Ciudad de México, fue elegida presidenta con el 58,8 por ciento de los votos. Una vez que se cuenten todos los votos, se espera que supere los 30,1 millones de votos recibidos en 2018 por su mentor, López Obrador, quien solo puede gobernar por un mandato en virtud de la Constitución.
Según los resultados preliminares, también se espera que la coalición gobernante liderada por Morena aumente sus escaños en el Congreso, alcanzando una mayoría calificada de dos tercios en la Cámara de Diputados y cerca de tal mayoría en el Senado. También se espera que el partido gobernante sume cuatro gobernaturas estatales adicionales, extendiendo su control a 25 de los 32 estados de México, incluida la capital, la Ciudad de México.
A pesar de recibir un distante 28,2 por ciento, Xóchitl Gálvez, la candidata de derecha apoyada por una coalición de los partidos oligárquicos tradicionales (PRI-PAN-PRD), inicialmente se declaró vencedora, despertando el espectro de un intento de golpe y el estallido social que provocaría. Sin embargo, después de que el Consejo Coordinador Empresarial (CCE), la principal asociación de empleadores, felicitara a Sheinbaum y llamara a la oposición a mantener la “unidad” a nivel nacional, Gálvez retrocedió y reconoció su derrota.
Jorge Álvarez Máynez, del Movimiento Ciudadano, que dudosamente se autodenomina de “centroizquierda”, alcanzó el 10,5 por ciento de los votos presidenciales.
Como era de esperar, los medios corporativos en México e internacionalmente han concentrado sus comentarios en el hecho de que México eligió a su primera presidenta, sugiriendo fraudulentamente que este hito de alguna manera abrirá la puerta a una forma de gobierno capitalista más democrática y socialmente consciente.
Si bien Sheinbaum, una científica renombrada, era una candidata más esmerada que la a veces estridente y caricaturesca “empresaria tecnológica” Gálvez, la votación reflejó principalmente la popularidad continua de AMLO.
Los resultados manifestaron un odio popular persistente hacia el historial de austeridad, corrupción, represión y servilismo al imperialismo estadounidense asociado con los predecesores de AMLO. Las masas de trabajadores y jóvenes buscan una expansión radical de los limitados programas sociales iniciados bajo Morena, que consistían en transferencias de efectivo para jubilados, estudiantes y pequeños agricultores, y la duplicación con creces del salario mínimo.
López Obrador vio un aumento importante en su popularidad en las últimas semanas. Su tasa de probación aumentó hasta el 80 por ciento, según la encuestadora Gallup. Esto refleja en gran medida las expectativas económicas a corto plazo, los sentimientos nacionalistas después de la invasión policial de la Embajada mexicana en Ecuador y el apoyo a la decisión del Gobierno de comenzar a denunciar abiertamente el genocidio israelí en Gaza.
La campaña electoral estuvo dominada por fanfarronadas populistas vacías. Gálvez incluso se paró frente a una multitud y firmó con sangre su promesa de mantener los programas sociales de AMLO.
El discurso de aceptación de Sheinbaum el lunes por la mañana resumió su campaña. Destacó su género, declarando: “No llego sola, llegamos todas”. Prometió asegurar recursos para establecer un “Estado del bienestar” y evitar aumentos en los costos de la gasolina y la electricidad.
Por otro lado, prometió promover “la inversión privada nacional y extranjera”, “consolidar la Guardia Nacional, la inteligencia y la investigación para seguridad”, y mantener “una relación de amistad, respeto mutuo e igualdad” con el Gobierno de Estados Unidos.
A lo largo del ciclo electoral, no hubo ninguna discusión honesta en los debates ni mítines sobre la crisis explosiva de todo el orden capitalista global, y cómo el próximo Gobierno mexicano intentará equilibrar las crecientes demandas y amenazas del imperialismo estadounidense para que México se someta a sus políticas, que se dirigen hacia la Tercera Guerra Mundial.
Los medios corporativos estadounidenses se concentraron en gran medida en exigir que Sheinbaum “le dé la espalda a López Obrador una vez elegida”, como lo expresó el comentarista derechista de CNN y el Miami Herald, Andrés Oppenheimer.
En una señal de que sectores de la clase dominante están preocupados sobre todo por la crisis política sin precedentes y el militarismo de la metrópoli imperialista al norte de la frontera, el importante diario mexicano La Jornada dedicó su editorial el día de las elecciones a denunciar la campaña de guerra de Estados Unidos contra China. Dice así:
Lo cierto es que el empecinamiento de Washington en prolongar su control imperial impacta de manera negativa en su propia sociedad y en las de todo el planeta. Por mencionar sólo un ejemplo, cabe preguntarse qué porcentaje de la inflación que ha desequilibrado la economía mundial y empobrecido a millones de personas se explica por las sanciones y aranceles ilegales impuestos por Estados Unidos a Rusia, China y otros países. Estados Unidos haría bien en arreglar sus propios problemas, como la muy deficiente institucionalidad democrática de la que se ha dado cuenta en este espacio
El propio historial de Morena y las numerosas garantías hechas por Sheinbaum a Wall Street dejan claro que, en medio de la escalada emergente hacia una guerra global y la creciente turbulencia económica, la próxima mandataria priorizará la defensa de las fortunas masivas de los multimillonarios mexicanos y las ganancias del capital corporativo y financiero global, por encima de los programas sociales, los derechos democráticos e incluso las vidas de la clase trabajadora y los pobres mexicanos.
La principal transformación de México bajo AMLO ha sido su integración total en la plataforma económica norteamericana en la que dependen los imperialismos estadounidense y canadiense para librar su guerra económica y militar contra sus rivales, sobre todo Rusia y China, ambas potencias nucleares.
Durante el comienzo de la pandemia de COVID-19 a principios de 2020, cuando las principales empresas de defensa y otras industrias clave de Estados Unidos advirtieron que no podían operar sin proveedores mexicanos, López Obrador se unió a Trump para abrir las fábricas y sacrificar cientos de miles de vidas. Sheinbaum también eliminó todas las protecciones importantes contra el virus en 2020 y encubrió deliberadamente el número de muertos en la Ciudad de México, lo que desmiente la afirmación de que, como científica, gobernará “siguiendo los datos”.
En su plan de Gobierno, titulado “100 pasos para la transformación”, Sheinbaum llama explícitamente a “aprovechar la coyuntura económica para sustituir importaciones provenientes principalmente de Asia con producción regional, y con un alto contenido nacional. Se trata de producir en América del Norte lo que se consume en América del Norte”. Esto concuerda estrechamente con el impulso de nearshoring o relocalización industrial del imperialismo estadounidense.
En cuanto a la seguridad, promete el “establecimiento de grupos binacionales de trabajo para la atención de determinados fenómenos criminales” con el Gobierno de los Estados Unidos. Le dijo al New York Times que está “preparada para trabajar con cualquier candidato que gane las próximas elecciones estadounidenses”, en un momento en que uno de los contendientes, Joe Biden, se dirige hacia una guerra con Rusia y el otro planea establecer una dictadura fascista y llevar a cabo la deportación masiva de migrantes.
Si bien las clases dominantes de Estados Unidos y México habrían preferido que Gálvez ganara y llevara a cabo un cambio más rápido hacia la derecha, le han tomado la medida de Sheinbaum. Bloomberg, por ejemplo, escribe: “Los empresarios consideran que probablemente sea más favorable para el mercado que AMLO y abierta al cambio en políticas energéticas y la inversión privada”.
Sheinbaum ha prometido no aumentar ningún impuesto, incluido el mantenimiento de los principales incentivos en toda la zona libre en la frontera entre Estados Unidos y México, y mantener una estricta política de “no déficit” en el presupuesto público bajo el lema de “austeridad republicana”. Esto solo puede significar que el gasto social será la primera víctima de las inminentes convulsiones económicas y, sobre todo, las demandas de un gasto aún mayor en el ejército.
De hecho, los descarados esfuerzos de AMLO y Sheinbaum para limpiar la imagen de las fuerzas armadas son la demostración más clara del verdadero carácter de Morena, que ha permitido efectivamente que los partidos oligárquicos tradicionales representados por Gálvez se hagan pasar por defensores de las instituciones democráticas.
El Gobierno de AMLO liberó al exsecretario de Defensa de México, el general retirado Salvador Cienfuegos, después de su arresto en Estados Unidos por cargos de narcotráfico, ha consagrado el despliegue interno de tropas en la Constitución, aumentó el presupuesto militar combinado en un 150 por ciento, entregó a las fuerzas armadas la gestión de puertos, aduanas y proyectos de infraestructura, y les ha permitido continuar encubriendo su papel en la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa en 2014.
Decenas de miles de soldados están actualmente desplegados en operaciones de “contención de migrantes” y han detenido a un número récord de migrantes a instancias de Washington.
López Obrador ha llamado a los militares “el pilar del Estado mexicano”, lo que significa que la clase dominante está preparada para hacer valer sus intereses mediante el uso de la fuerza militar contra la oposición en el país en condiciones de un nivel sin precedentes de desigualdad social y un descenso explosivo a la guerra y la barbarie a nivel mundial. Sin la intervención revolucionaria de la clase trabajadora, la masacre de Tlatelolco de cientos de manifestantes estudiantiles en 1968 y otras experiencias represivas mortales a lo largo de la historia mexicana palidecerán en comparación con la violencia estatal que está por venir.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 3 de junio de 2024)
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