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Diez años de las primeras elecciones del partido pseudoizquierdista Podemos en España

Este fin de semana se cumplen diez años de la irrupción electoral del partido pseudoizquierdista español Podemos en las elecciones europeas de mayo de 2014. Podemos, fundado meses antes por el partido pablista Anticapitalistas y académicos estalinistas de la Universidad Complutense de Madrid liderados por Pablo Iglesias, profesor y tertuliano televisivo de 36 años, obtuvo el 8 por ciento de los votos y cinco escaños en el Parlamento Europeo.

Exlíder de Podemos, Pablo Iglesias, 13 de enero de 2020. (Foto AP/Manu Fernandez) [AP Photo/Manu Fernandez]

Durante la siguiente década, Podemos se convertiría en un partido gobernante del capitalismo español antes de dejar el poder. El pasado diciembre, después de que su apoyo electoral se desplomara en las elecciones generales de 2023 debido a sus impopulares políticas de austeridad y guerra, abandonó el gobierno de coalición que había formado con el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) en 2020. Una facción de Podemos, llamada Sumar, permanece en el gobierno a día de hoy.

El apoyo a Podemos se ha colapsado en medio de una crisis capitalista sin precedentes, cuando España y otros países de la OTAN respaldan la guerra genocida que Israel está llevando a cabo en Gaza y arman a Ucrania en una guerra contra Rusia. A la vez, han estallado protestas masivas no solo en España, sino también en Estados Unidos, en toda Europa y el resto del mundo contra el genocidio de Gaza. El mundo se tambalea al borde de una guerra nuclear, mientras las potencias imperialistas de la OTAN prometen intensificar la guerra con Rusia. Hay una creciente sensación entre una nueva generación de trabajadores y jóvenes a nivel internacional de que se debe encontrar un camino hacia adelante contra un orden social decadente.

Esta salida es la construcción de un movimiento internacional y socialista contra la guerra imperialista y el genocidio, basado en la clase obrera. Un movimiento de este tipo sólo puede desarrollarse sobre la base de una perspectiva revolucionaria, basada en la oposición trotskista tanto al capitalismo como al estalinismo. Como tal, requiere de una reevaluación histórica y una ruptura política entre una capa decisiva de trabajadores y jóvenes con el tipo de política populista procapitalista promovida durante décadas por fuerzas como Podemos.

En 2014, Podemos afirmaba representar la política 'progresista', para 'recuperar la democracia' de 'la casta' que gobierna España. Su manifiesto electoral de 2014, Mover ficha: convertir la indignación en cambio político, reclamaba 'nuevas formas de relacionarse con la política y que suponga una amenaza real para el régimen bipartidista del PP y del PSOE y para quienes han secuestrado nuestra democracia'. Afirmaba que Podemos busca crear una candidatura que 'rechace las intervenciones militares, que defienda la salida de la OTAN y sea firme defensora de las relaciones solidarias entre los pueblos'.

El partido hermano de Podemos en Grecia, SYRIZA ('Coalición de la Izquierda Radical'), entró en el gobierno griego en 2015 y pronto estableció su nombre como un sinónimo de traición política. Elegido en base a la oposición mayoritaria de la clase trabajadora a las políticas de austeridad de la Unión Europea (UE) después del colapso de Wall Street en 2008, en el poder Syriza impuso el mayor paquete de austeridad de la UE hasta la fecha y construyó una vasta red de campos de detención para refugiados. Tras perder las elecciones en desgracia en 2019, Syriza está ahora apropiadamente liderada por un ex banquero de Goldman Sachs, Stefanos Kasselakis.

Al igual que lo había hecho Syriza antes, Podemos traicionó sus promesas electorales. Entró en un gobierno liderado por el PSOE, y supervisó una política de infección masiva con COVID-19 mientras repartía miles de millones de euros en fondos de rescate de la UE a los bancos y las corporaciones y empobrecía a los trabajadores a medida que la inflación aumentaba en toda la economía mundial. Armó tanto al régimen ucraniano para llevar adelante la guerra contra Rusia, como al israelí para hacerlo contra el pueblo palestino.

El Gobierno PSOE-Podemos mostró ser violentamente hostil a las luchas obreras. A medida que la inflación empobrecía a los trabajadores, el gobierno atacó brutalmente las luchas salariales que estallaban en toda España. Envió policías antidisturbios para atacar a los trabajadores del metal en huelga en la ciudad de Cádiz, en el sur de España, y movilizó a decenas de miles de policías para reprimir una huelga nacional de camioneros en 2022.

Estas políticas se derivan de la política antimarxista de capas de la clase media que construyeron Podemos sobre las tradiciones estalinistas y pablistas. En 2015, cuando Syriza asumió el poder, el Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI) definió este entorno político-social no como izquierdista, sino como la pseudoizquierda. Definiendo este término en su obra La Escuela de Frankfurt, el postmodernismo y la política de la pseudoizquierda: una crítica marxista (2015), David North escribió:

La pseudoizquierda denota partidos políticos, organizaciones y corrientes teórico-ideológicas que utilizan eslóganes populistas y frases democráticas para promover los intereses socioeconómicos de las capas privilegiadas y acomodadas de la clase media. Ejemplos de tales partidos y corrientes incluyen a Syriza en Grecia, Podemos en España, Die Linke en Alemania, y numerosas ramificaciones de organizaciones etrotskistas (es decir, pablistas) y capitalistas de Estado...

La pseudoizquierda es antimarxista. Rechaza el materialismo histórico, abrazando en su lugar diversas formas de idealismo subjetivo e irracionalismo filosófico asociado con el existencialismo, la Escuela de Frankfurt y el posmodernismo contemporáneo.

La pseudoizquierda es antisocialista, se opone a la lucha de clases y niega el papel central de la clase obrera y la necesidad de la revolución en la transformación progresista de la sociedad. Contrapone el populismo supraclasista a la organización política independiente y a la movilización de masas de la clase obrera contra el sistema capitalista. El programa económico de la pseudoizquierda es, en lo esencial, procapitalista y nacionalista'.

El historial de Podemos ha reivindicado esta definición y la advertencia a la clase trabajadora que contenía. Al igual que los aliados internacionales de Podemos —los Socialistas Democráticos de América, el partido La Izquierda de Alemania, el ex líder del Partido Laborista Jeremy Corbyn y sus satélites políticos en Gran Bretaña, o Jean-Luc Mélenchon en Francia—, Podemos no es una fuerza de izquierda, sino pseudoizquierdista. En el gobierno de España, no tenía nada que ofrecer a los trabajadores sobre los grandes temas de la guerra, la pandemia, el cambio climático o la desigualdad social, que son todas cuestiones internacionales.

El camino a seguir es a través de una lucha consciente por una política genuinamente revolucionaria. Requiere un ataque directo contra la clase capitalista, la confiscación de sus riquezas, la incautación de los principales bancos y fuerzas productivas a nivel internacional para ponerlos bajo el control democrático de los trabajadores, y la creación de estados obreros en toda Europa y el mundo que persigan políticas socialistas.

Los académicos, los operadores políticos capitalistas y los burócratas sindicales que dirigen Podemos se oponen conscientemente a tales políticas y al marxismo. En la medida en que es compatible con su falsa promoción como “la izquierda” por parte de los medios de comunicación burgueses, proclaman su hostilidad hacia la Revolución Bolchevique en Rusia en 1917, la fundación de la Cuarta Internacional por Trotsky en 1938 y las lecciones que extrajo de la Guerra Civil Española de 1936-1939.

Para construir la dirección revolucionaria que la clase obrera necesita, hay que sacar conclusiones políticas críticas sobre el papel contrarrevolucionario que desempeña la pseudoizquierda. La lucha por el socialismo sólo puede llevarse a cabo mediante la construcción de una dirección revolucionaria trotskista internacional, irreconciliablemente opuesta a partidos pseudoizquierdistas como Podemos. La base para ello es la defensa del trotskismo contra el estalinismo y el pablismo por parte del Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI) y la lucha por construir secciones del CICI en España y a nivel internacional.

Las raíces pablistas de Podemos

La integración de Podemos en el Estado capitalista español que surgió de la caída del régimen franquista en medio de las grandes huelgas y protestas de la década de los 70, es el producto de su defensa reaccionaria de los intereses materiales de las capas acomodadas de la clase media. Esta orientación tiene sus raíces en las tradiciones antimarxistas de la corriente pablista que surgió en la Cuarta Internacional y rompió con el trotskismo después de la Segunda Guerra Mundial. Los pablistas llamaron a liquidar el movimiento trotskista en las organizaciones de masas existentes, cualquiera que fuera su orientación política y de clase.

El CICI, que hoy publica el WSWS, fue fundado en 1953 para defender el trotskismo contra esta corriente, encabezada por Michel Pablo y Ernest Mandel, que rechazaba el análisis de León Trotsky de la burocracia soviética como fuerza contrarrevolucionaria. El pablismo abandonó la lucha por construir partidos revolucionarios independientes en favor de actuar como un grupo de presión sobre los partidos de masas estalinistas o nacionalistas burgueses existentes, mientras promovía ideologías antimarxistas dentro de la clase obrera.

En España, Mandel fue el principal teórico de la Liga Comunista Revolucionaria (LCR), el predecesor de Anticapitalistas, que luego creó Podemos. La LCR fue fundada en 1971, en medio de la radicalización de la juventud y los trabajadores tras la huelga general de mayo de 1968 en Francia, y cuando la lucha de clases se intensificaba en medio de la crisis económica del capitalismo en los años setenta. La LCR se orientó tanto a los nacionalistas catalanes como al estalinista Partido Comunista de España (PCE), y también al grupo nacionalista vasco ETA, que utilizaba atentados terroristas para presionar al Estado franquista.

La orientación hacia el PCE equivalía a un respaldo a su historial contrarrevolucionario contra la clase obrera. Durante la Guerra Civil Española iniciada por el golpe fascista del general Francisco Franco contra la Segunda República burguesa en 1936, el PCE asesinó a trotskistas y ayudó a la República a aplastar el levantamiento obrero de mayo de 1937 en Barcelona. Tras la victoria de Franco y la Segunda Guerra Mundial, cuando España estaba gobernada por una dictadura fascista, el PCE llamó a la 'Reconciliación Nacional' para construir con los franquistas un régimen capitalista parlamentario.

En 1976, en medio de la mayor oleada de huelgas en España desde la década de 1930 llevadas a cabo contra el régimen franquista, los pablistas redoblaron sus esfuerzos para promover el estalinismo. Aclamaron al PCE estalinista, que se preparaba para traicionar esta oleada de huelgas y ayudar a redactar una nueva constitución para una transición al gobierno parlamentario, que fue adoptada en 1978. En declaraciones a la publicación estalinista Viejo Topo, Mandel promovió ilusiones de que el PCE se reformaría a sí mismo. Escribió:

La extrema izquierda francesa —a pesar de sus limitaciones, de su debilidad, de su división organizativa— tiene hoy un peso político real y posee la capacidad potencial de imponer un giro revolucionario a la dirección reformista del PC.

Los compañeros dirigentes del Partido Comunista (español), especialmente sus cuadros obreros, deberán asumirla y resolverla, y espero y confío que sean capaces de resolverla positivamente, en el sentido de que vuelvan a la senda del marxismo revolucionario.

[…] También será difícil —no digo imposible pero sí difícil— que el PCE adopte una actitud claramente rompehuelga, como lo han hecho el PCI y el propio PCE en algunas épocas de su actuación. Y ello porque las relaciones de fuerza en el movimiento obrero español son muy distintas.

La perspectiva de Mandel era diametralmente opuesta a la perspectiva marxista revolucionaria del trotskismo. Trotsky había explicado durante la Guerra Civil Española que la lucha contra el fascismo requería una lucha revolucionaria de la clase obrera por una revolución socialista contra el capitalismo. El PCE y sus aliados, por otro lado, estaban trabajando con el régimen fascista franquista para redactar una nueva base legal para el dominio capitalista.

Mientras Mandel argumentaba a favor de la transición española de 1978 al gobierno parlamentario, reafirmaba la concepción fundamental del pablismo: que no se deben construir partidos trotskistas. En cambio, abogó por la concepción de construir un 'partido de izquierda amplia' que fue la base de Podemos y partidos similares en toda Europa. Mandel dijo: “En mi opinión el futuro del movimiento revolucionario está en un tipo de agrupaciones más amplias de las que se definen como trotskistas. Agrupaciones que se unifican no obstante con secciones de la IV Internacional”.

Mientras fraudulentamente continuaba llamando a su organización la 'Cuarta Internacional', Mandel dejó muy claro que no apoyaba el trotskismo y que estaría dispuesto a repudiar públicamente cualquier elemento del programa de Trotsky en 24 horas con el fin de hacer alianzas con los estalinistas. En otra entrevista en el mismo período, Mandel explicó que tenía la intención de construir una organización sin ningún vínculo con el trotskismo:

El verdadero debate no versa sobre etiquetas, el marco organizativo, los estatutos, las relaciones humanas o referencias a un barbudo llamado Leon Trotsky.... ¿Qué importan las etiquetas? Si en la arena política encontráramos fuerzas políticas que estuvieran de acuerdo con nuestra orientación estratégica y táctica, y a quienes les causaran repudio sólo el nombre y la referencia histórica, nos deshaceríamos de éstos en 24 horas. ( Politique Hebdo, 10-16 junio 1976).

La LCR pablista española puso en práctica esta política durante las décadas siguientes. Trabajó con el PCE estalinista en la coalición Izquierda Unida (IU) y ocupó puestos en las burocracias de los sindicatos Comisiones Obreras dirigido por los estalinistas (CCOO) y UGT (Unión General de Trabajadores) liderado por el PSOE.

La disolución estalinista de la Unión Soviética en 1991 movió a partidos como la LCR y sus afiliados hacia la derecha. A medida que los profesores, los burócratas sindicales y los profesionales de los grupos pablistas perdían los ingresos que les habían llegado antes de la burocracia soviética, sus simpatías se dirigieron cada vez más directamente hacia el Estado y el ejército imperialista. La sección francesa de los pablistas, el Nuevo Partido Anticapitalista (NPA), quizás dio la declaración más clara de su repudio al trotskismo y de cualquier vínculo con el marxismo. En su declaración fundacional de 2009, señaló:

El NPA no reivindica una relación específica con el trotskismo, sino una continuidad con aquellos que, a lo largo de los últimos dos siglos, se han enfrentado al sistema hasta el final. El NPA es un partido pluralista y democrático. [Ha habido] participación de camaradas de varios componentes del movimiento social, de la izquierda antiglobalización, de la ecología política, de camaradas del PS [el Partido Socialista, un partido de gobierno burgués] y del PCF [el Partido Comunista Francés, su principal socio de coalición], del movimiento anarquista, de la izquierda revolucionaria. Sin llegar a ser pueril, el NPA tiene todas las de ganar si se abre aún más.

Para el NPA, el trotskismo no era más que un obstáculo para las alianzas necesarias con los partidos socialdemócratas y estalinistas que apoyaban la disolución de la Unión Soviética y la restauración del capitalismo. Al mismo tiempo, los pablistas pretendían ampliar su atractivo en la clase media abrazando el feminismo, la liberación gay y otras cuestiones de identidad, al tiempo que se distanciaban de su anterior adhesión formal a la política de clase. Esto no significaba, por supuesto, romper su alianza con la burocracia sindical, cuya vigilancia de la lucha de clases apoyaban.

El NPA y Anticapitalistas pronto respaldarían las intervenciones imperialistas en Libia, Siria y Ucrania como parte de una supuesta 'revolución democrática'. En 2022, respaldaron la guerra de la OTAN contra Rusia en Ucrania. Estas guerras han costado cientos de miles de vidas y devastado sociedades enteras. Estos fueron los cimientos políticos completamente podridos sobre los que un grupo de activistas profesionales de la clase media pertenecientes a Anticapitalistas, tertulianos mediáticos, profesores de ciencias políticas y burócratas sindicales construyeron Podemos como una trampa política para la clase trabajadora.

De los Indignados a Podemos

Podemos fue fundado a partir de las protestas de los indignados en España que estallaron en 2011, después de que levantamientos de la clase trabajadora derrocaran dictaduras en Túnez y Egipto.

Estas revoluciones refutaron objetivamente el triunfalismo procapitalista del 'Fin de la Historia' que siguió a la liquidación de la URSS por parte de la burocracia estalinista en 1991. Confirmó en los hechos la concepción marxista del papel revolucionario de la clase obrera internacional, rechazada por la pseudoizquierda. Después de que el presidente Zine El Abedine Ben Ali huyera de las huelgas y protestas masivas en todo Túnez provocadas por los levantamientos contra la policía en las ciudades mineras tunecinas, la ocupación de la plaza Tahrir en El Cairo desencadenó una huelga general en Egipto que derrocó al presidente Hosni Mubarak.

La ofensiva revolucionaria de la clase obrera en el norte de África ganó las simpatías políticas de los trabajadores y la juventud tanto en España como internacionalmente. Imitando la ocupación de la plaza Tahrir, miles de jóvenes ocuparon plazas en Madrid, Barcelona y ciudades de toda España. Este movimiento socialmente heterogéneo, llamado 15-M (por la protesta del 15 de mayo de 2011 que lo inició) o indignados, expresó una oposición muy amplia en España a la brutal austeridad de la UE y al desempleo masivo tras la crisis capitalista de 2008.

Si Podemos fue el partido que surgió de este movimiento es sobre todo porque las principales fuerzas políticas que estuvieron presentes para intervenir en él fueron los pablistas. El movimiento 15-M se puso en marcha con una protesta en la Puerta del Sol de Madrid el 15 de mayo de 2011, convocadas por asociaciones como Democracia Real Ya y Juventud Sin Futuro, las cuales colaboraban estrechamente con Anticapitalistas.

Dentro de este movimiento, la clase media era políticamente dominante. Anticapitalistas intervino en el movimiento, promoviendo demandas “apartidistas”, “sin liderazgo” y una estructura 'horizontal'. Emplearon consignas como defender al 99 por ciento contra el 1 por ciento superior por la distribución de los ingresos y la riqueza nacional.

Esto no significaba ningún desafío al PSOE, a la coalición estalinista de Izquierda Unida (IU) o a las burocracias sindicales. En realidad, estas demandas se traducían en ninguna oposición a la imposición de políticas de austeridad y a la guerra imperialista por parte de la UE y sus Estados miembros, y a no desarrollar una dirección revolucionaria contra el establishment capitalista postfranquista. Estas consignas eran compatibles con la lucha del 10 por ciento superior contra el 1 por ciento superior por la riqueza y el poder dentro de la sociedad capitalista existente.

Sin una orientación hacia la clase trabajadora, estas reuniones terminaron en discusiones vacías dominadas por fuerzas como Anticapitalistas, que aislaron a la juventud radicalizada de las luchas obreras.

Durante los años siguientes, en toda Europa, estalló una oleada de huelgas contra las medidas de austeridad exigidas por la Unión Europea y los bancos. El periódico británico The Independent advirtió que el estallido de huelgas y protestas anunciaba la mayor movilización 'experimentada en el continente desde los levantamientos revolucionarios de 1968'.

En España, las huelgas y protestas alcanzaron niveles no vistos desde la década de 1970. Según estadísticas oficiales, en 2012-2013 hubo un promedio de 123 protestas diarias, y el 25 por ciento de la población afirmó haber participado en ellas. Bajo una presión creciente, la burocracia sindical convocó dos huelgas generales en 2012, la última vez que lo haría, y decenas de miles de personas acudieron a Madrid a recibir a una delegación de mineros asturianos en huelga, cuyas luchas en 1934, 1936 y 1962 habían sido reprimidas por Franco.

Conscientes del creciente peligro de la clase obrera por su izquierda, Anticapitalistas decidieron lanzar Podemos, para acorralar y controlar políticamente el descontento de la clase trabajadora contra el PSOE y su largo historial de décadas de austeridad y belicismo, así como también contra el que era el principal aliado del PSOE, Izquierda Unida (IU) dirigida por los estalinistas.

En un boletín interno de Anticapitalistas redactado antes de la fundación de Podemos, los pablistas lamentaban 'el giro a la derecha de IU, que estaba preparando cada vez más abiertamente un gobierno de 'izquierdas' con el PSOE'. Los pablistas propusieron 'La presencia de una serie de personalidades con proyección mediática como cara pública del proyecto [Podemos], lo cual nos abre la opción de conectar con sectores de la población de izquierdas insatisfechos con las organizaciones tradicionales'.

En Pablo Iglesias, Anticapitalistas eligió un líder para su proyecto: un profesor estalinista influenciado por las teorías 'populistas de izquierda' de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe. Iglesias dirigía un programa de televisión local llamado La Tuerka y actuaba como tertuliano de 'izquierdas' en los debates del canal de televisión de extrema derecha Intereconomía. Iglesias también había sido parte del Centro de Estudios Políticos y Sociales (CEPS), un medio para que académicos estalinistas recibieran pagos de regímenes burgués-nacionalistas en Venezuela y Ecuador por servicios de consultoría.

Además, Iglesias se tuteaba con Santiago Carrillo, el antiguo líder del PCE estalinista que fue su secretario general durante décadas. En la Guerra Civil Española, Carrillo participó en el secuestro y asesinato estalinista de trotskistas y de Andreu Nin, el líder del centrista Partido de Obrero de Unificación Marxista (POUM). Durante la Transición, Carrillo fue coautor de la Constitución española de 1978 junto con las autoridades franquistas. Poco antes de su muerte, Carrillo presumió de que 'en la década de 1930, ningún militante comunista al que se le pidiera asesinar a Trotsky se habría negado a hacerlo'. Iglesias respondió con una amable entrevista y luego con un obituario de Carrillo en el diario Público después de su muerte, escribiendo: 'A pesar de todo, Santiago era uno de los nuestros. Hasta siempre'.

Para aquellos en la clase política que conocían la historia del PCE y de Carrillo, esta era una declaración inequívoca del apoyo del futuro fundador de Podemos al Estado capitalista y a la represión sangrienta de la oposición revolucionaria. Esto allanó el camino para que Podemos se sentara en el gobierno capitalista años después, mientras la policía antidisturbios agredía a huelguistas y manifestantes.

Las raíces estalinistas y pablistas de Podemos los condicionaron a jugar un papel reaccionario en la crisis que estalló después de fundar su partido en el año 2014. Esto reivindicó el análisis del WSWS, que advirtió en su artículo inicial sobre Podemos semanas después de su fundación, que su objetivo era 'evitar una rebelión de la clase obrera contra los partidos socialdemócratas y la burocracia sindical y canalizar el descontento hacia formaciones supuestamente radicales, pero procapitalistas'.

El colapso del bipartidismo postfranquista

En las elecciones generales de diciembre de 2015, el sistema bipartidista del PSOE y el Partido Popular (PP) de derecha, que había dominado la política electoral española desde el fin del franquismo, colapsó. Ningún partido obtuvo una mayoría para gobernar. Cada una de las cinco elecciones en España desde entonces ha resultado en un Congreso de los diputados sin mayoría absoluta. Ningún partido ha sido capaz de reunir una mayoría parlamentaria. Los gobiernos han surgido como coaliciones inestables entre Podemos, el PSOE, varias organizaciones regional-nacionalistas más pequeñas, el PP y Ciudadanos de derechas, y la extrema derecha de Vox.

Esto confirmó el colapso del sistema parlamentario establecido en 1978 por los fascistas franquistas, el PSOE y los estalinistas españoles.

Durante los años 70, el PCE, a través de su control de Comisiones Obreras (CCOO), el sindicato más grande del país, había reprimido la mayor oleada de huelgas desde la década de 1930 para evitar un ajuste de cuentas revolucionario con la burguesía española por parte de la clase obrera. Consolidó acuerdos clave con el PSOE y los franquistas, incluida los Pactos de la Moncloa y la Ley de Amnistía de 1977 que perdonaba oficialmente los crímenes del fascismo. Acordó respaldar al PSOE en las elecciones, para evitar que se desarrollara un movimiento político independiente en la clase obrera a la izquierda del PSOE.

En los círculos de poder, el papel del PCE para impedir que las luchas obreras se desarrollaran en una revolución socialista contra la dictadura franquista era bien comprendido. Entre 1976 y 1978, el número de días de trabajo perdidos debido a las huelgas ascendió a 13,2 millones, con más de 5,7 millones de trabajadores involucrados (el 60 por ciento de la población activa).

El Financial Times, la voz autorizada del capital financiero británico, había escrito en diciembre de 1978 que el PCE, 'que controla la confederación sindical mayoritaria CCOO y el partido político mejor organizado de España', había sido 'crucial' en la Transición. 'La moderación activa mostrada por los comunistas... fue decisiva para evitar que España cayera en un abismo de conflicto civil', concluyó el FT.

Podemos buscó desempeñar el papel que el PCE había jugado en la década de 1970, pero que ya no podía desempeñar en el siglo XXI, desacreditado como estaba por la disolución estalinista de la Unión Soviética. Actuando como un apoyo electoral del PSOE, Podemos desvió la creciente rabia de la clase trabajadora nuevamente hacia el dominio capitalista.

Hace diez años, en las elecciones europeas de mayo de 2014, Podemos obtuvo el 8 por ciento de los votos y cinco eurodiputados. Un año después, creció hasta alcanzar 5,2 millones de votos y 69 escaños en el parlamento español, compuesto por 350 escaños y reunió a 300.000 manifestantes contra la austeridad en las calles de Madrid. Para finales de ese año, alcanzaba regularmente alrededor del 30 por ciento de los votos en las encuestas, convirtiéndose durante un tiempo en el partido más popular de España.

Hoy, Iglesias y Podemos aseguran que empezaron a perder apoyo electoral tras una campaña policial, mediática y judicial orquestada por el Gobierno del PP, con el beneplácito del PSOE. La verdad es que no fue la propaganda capitalista, sino la integración de Podemos en los niveles medios del Estado capitalista lo que los desenmascaró rápidamente al situarlos cada vez más en conflicto con la clase trabajadora.

En un momento dado, el partido controlaba las principales ciudades del país como Madrid, Barcelona, Valencia, Zaragoza, Cádiz y Santiago de Compostela, presidiendo la vida de decenas de millones de personas. Pero sus promesas de que estos 'municipios del cambio' pondrían fin a la austeridad y utilizarían 'auditorías ciudadanas de la deuda' para detener el pago de deudas 'ilegítimas' quedaron en nada. En cambio, estas ciudades pagaron miles de millones de euros a los bancos, en la línea exigida por la UE.

Podemos también dejó muy claro que apoyaba las guerras de la OTAN y las intervenciones en Libia, Siria, Yemen y Ucrania. Reclutó al antiguo jefe del Estado Mayor de la Defensa, el general Julio Rodríguez Fernández, que lideró la participación de España en la guerra de la OTAN en Libia de 2011 que dejó 30.000 muertos y el país en ruinas, como candidato en las elecciones generales de 2015.

En España, como en toda Europa, la clase dominante respondió a su crisis política legitimando la herencia del fascismo, construyendo el partido de extrema derecha Vox y con planes golpistas en el ejército. Hay una oposición profunda e históricamente arraigada al fascismo, al nacionalismo y al capitalismo en la clase obrera española y europea. Sin embargo, Podemos se mostró profundamente hostil a la movilización de tales sentimientos. Estos amenazaban con provocar un movimiento en la clase obrera que fuera mucho más allá del marco podrido de la alianza de Podemos con el PSOE, la austeridad de la UE y la guerra de la OTAN.

Los fundamentos teóricos antimarxistas y posmodernistas de Podemos

Para que se le concediera publicidad en los principales medios de comunicación capitalistas para poder ganar grandes cantidades votos en las elecciones, Podemos tenía que dar a la burguesía garantías firmes de su hostilidad hacia el marxismo y la revolución. Podemos envió estas señales al indicar en una cínica jerga académica que basaba su actividad en el posmodernismo, el populismo y la política identitaria pequeñoburguesa.

En 2015, la académica 'postmarxista' Chantal Mouffe y el cofundador de Podemos, el profesor Iñigo Errejón, actual portavoz de Sumar en el Congreso de los diputados, publicaron Construir pueblo: Hegemonía y radicalización de la democracia (2015), editado en inglés por la editorial estalinista británica Lawrence & Wishart. En el libro, Mouffe y Errejón llamaban a sus lectores a abandonar la 'nostalgia' por 'la izquierda' y a construir un 'amplio frente democrático'. Sin embargo, este 'frente democrático' no debía basarse en la clase obrera, sino en las demandas de estilo de vida de las capas de la clase media acomodada, opuestas a las necesidades de la clase trabajadora.

Mouffe dice que su populismo se desarrolló a partir de su convicción, desarrollada como una joven académica y activista feminista en Londres en el período posterior a la huelga general francesa de mayo de 1968, de que el marxismo y la política de clase tenían que ser rechazados:

[En la perspectiva] marxista tradicional había una incapacidad de entender la especificidad de los nuevos movimientos que se habían desarrollado después del 68, por ejemplo el feminismo, el movimiento ecologista, las luchas antirracistas y contra la discriminación de los homosexuales. … Cuando tratábamos sobre ese desencuentro, nos dimos cuenta de que había un problema de carácter teórico: esas nuevas luchas no se podían interpretar en términos de clase.

Mouffe y Errejón rechazaron no sólo la concepción marxista del papel revolucionario de la clase obrera, sino la misma existencia de la clase trabajadora. Argumentaban que la clase obrera era sólo un mito inventado por Karl Marx para justificar el marxismo, al igual que los mitos derechistas de la esencia de una raza o nación conducen a una política racista o nacionalista. La creencia del marxismo en la existencia objetiva de la clase obrera que comprende a todos aquellos que deben vender su fuerza de trabajo en el mercado laboral global, argumentó Mouffe, lo cegó a la necesidad de reorientarse hacia la política racial y de género:

Pero en el caso del marxismo era consecuencia de una concepción esencialista que veía la existencia de las identidades políticas como previas a su articulación discursiva. Hay muchas formas de esencialismo, en el caso del marxismo era un esencialismo de clase, según el cual las identidades políticas dependen de la posición del agente social en las relaciones de producción, que son las que determinan su conciencia.

Sobre esta base, Mouffe acogió con beneplácito la disolución estalinista de la Unión Soviética en 1991, argumentando que desacreditaba la igualdad y la revolución. Los eventos clave desde su juventud, afirmó:

la caída del Muro de Berlín, el fin de la Unión Soviética y la crisis del modelo comunista. Todo esto ha contribuido a hacer caducar el modelo que representaban. … No hay duda de que el abandono del modelo revolucionario de ruptura total haya sido una cosa positiva dado que para Europa era totalmente inadecuado y era necesario para la izquierda reconocer la importancia de la democracia pluralista.

El rechazo de Mouffe al 'igualitarismo soviético' va en una dirección de clase diametralmente opuesta a la crítica de Trotsky a la burocracia estalinista. Trotsky advirtió proféticamente que el estalinismo buscaría en última instancia restaurar el capitalismo y destruir las relaciones de producción nacionalizadas creadas por la revolución de octubre de 1917. Luchó para unir a la clase obrera soviética en una revolución política contra la burocracia estalinista, como parte integral de la lucha de la clase obrera internacional por la revolución socialista mundial.

Mouffe, orientándose a las alianzas con el estalinismo, atacaba los derechos sociales de los que gozaban los trabajadores en la Unión Soviética —acceso al empleo y a la sanidad pública, a la educación y a las pensiones— como 'igualitarismo'. Esto se reflejó fielmente en la política de Podemos una vez en el poder, de apoyar todas las medidas de austeridad del PSOE que tenían como objetivo atacar los niveles de vida de los trabajadores.

El historial de Podemos en el poder ha confirmado que los elogios de Mouffe y Errejón a la 'democracia pluralista' no significan apoyo a la democracia, sino al estado policial capitalista-imperialista existente. Errejón dice que los partidos 'populistas de izquierda' como Podemos buscan “derrotar … a las formaciones tradicionales del régimen y a los poderes oligárquicos” en una “una batalla política que, en última instancia, no tiene final definitivo.” Mouffe añade que, “la democracia radical, tal como la entendíamos, no implicaba establecer un modelo completamente distinto que requería una ruptura total con la democracia pluralista”.

Errejón era, en todo caso, aún más explícito al llamar a vincular la oposición de la clase obrera con las instituciones capitalistas. Advertía de 'una peligrosa forma de escepticismo y cinismo' en la población frente a las instituciones existentes del Estado capitalista español: “Por eso justamente me parece que es muy importante canalizar estos movimientos de protesta en una dirección cuyo objetivo es involucrarse con las instituciones para transformarlas”.

La humanidad, afirman Mouffe y Errejón, está destinada a soportar una “disputa infinita por determinar el reparto de bienes colectivos”. Esta convicción pesimista, nacida del rechazo de la perspectiva histórico-materialista de Marx, ayudó a los acaudalados profesores, burócratas sindicales y operadores políticos de Podemos a llevar a cabo políticas reaccionarias mientras se hacían pasar cínicamente por 'populistas de izquierda' y amigos del pueblo.

Defienden los intereses relativos al estilo de vida de la clase media acomodada, no las necesidades sociales de la gran mayoría de los trabajadores. Mouffe, quien comenzó su carrera política como activista feminista antes de casarse con el teórico posmodernista argentino Ernesto Laclau, abogaba por el abandono de la revolución socialista por luchas sociales, basadas en el género y la etnicidad, que no se opongan a la explotación capitalista de los trabajadores. Laclau y ella misma,

reformular el 'proyecto socialista' en términos de radicalización de la democracia. Eso nos permitió romper simultáneamente con la tradición jacobina y con el determinismo económico; Porque no se puede hablar de radicalización de la democracia sin reconocer que existen diferentes formas de subordinación que pueden dar lugar a diversos antagonismos, y que todas estas luchas no pueden ser vistas simplemente como la expresión de la explotación capitalista.

El carácter fraudulento de las teorías 'democráticas' de Mouffe se ve subrayado por el hecho de que, una vez en el poder, un partido construido sobre ellas —Podemos— no siguió una política democrática. Apoyó las políticas más amplias de la burguesía, como la censura en internet, la represión policial de huelgas y protestas, la infiltración de policías en movimientos sociales y la muerte de migrantes en las fronteras españolas.

Mouffe denuncia a los jacobinos, cuyos líderes como Maximilien Robespierre y Georges Danton estaban asociados con la lucha por la igualdad en la fase radical de la Revolución Francesa de 1789-1794. En realidad, sin embargo, esto estaba dirigido principalmente a otro objetivo. Ese objetivo es, en realidad, la lucha por construir una dirección marxista en la clase obrera para una revolución socialista, como el Partido Bolchevique que dirigió la revolución de octubre de 1917. En su lugar, propone un partido 'populista de izquierda' procapitalista que explote las cuestiones de género o etnia para dividir a los trabajadores y vincularlos al Estado capitalista.

Rechazando la perspectiva científica del marxismo, Mouffe y Errejón propusieron que partidos como Podemos basaran sus políticas en el mito, el irracionalismo, la promoción de líderes carismáticos y el nacionalismo. Regañando a la izquierda, Mouffe declaró: 'los partidos de izquierda creen que solo se pueden utilizar llamadas a la Razón porque eso de movilizar las pasiones es lo que hace la derecha fascista'.

Llamando a 'cristalizar siempre en símbolos, en un proyecto de país nuevo, en liderazgos, mitos, expresiones populares, canciones, aniversarios y literatura', Errejón argumentó que la promoción del nacionalismo bloquearía el crecimiento de la extrema derecha. Decía que “Es un error regalarles a las fuerzas más reaccionaras la posibilidad de representar ellos una idea de país, un proyecto patria fuerte”, y defendió la necesidad de un 'patriotismo democrático, progresista y popular'.

El historial de Podemos en el gobierno pone de relieve las implicaciones reaccionarias de esta perspectiva teórica tan ambigua, que dice ser de 'izquierda' pero admira el fascismo. De hecho, el llamamiento de Errejón a la demagogia nacionalista coincidió con la línea del líder de Podemos, Pablo Iglesias, que promovió implacablemente el nacionalismo español. En 2017, Iglesias se jactó de ser más nacionalista que la extrema derecha, declarando: “No permitiremos que digan que son más patriotas que nosotros”.

Pero no hay 'nacionalismo progresista'. Karl Marx y Friedrich Engels, los fundadores del socialismo científico, explicaron hace mucho tiempo que el trabajador no tiene patria, y León Trotsky explicó que el estallido de la Primera Guerra Mundial marcó el fin de la era de los programas nacionales para la clase obrera. Pero Podemos, orientado a entrar en un gobierno nacional español, no tiene nada que ofrecer a los trabajadores en condiciones en las que todas las grandes cuestiones —el control de la industria y las finanzas mundiales, las pandemias, la guerra, la desigualdad social, el cambio climático— se presentan como un problema mundial.

La globalización de la economía y la organización transnacional de la producción industrial, que se ha desarrollado durante medio siglo, ha desmoronado las bases de las organizaciones estalinistas y pablistas, hostiles a la unificación y movilización internacional de la clase trabajadora. Basadas en capas de clase media y orientados a acciones dentro de un país, no tenían nada que ofrecer cuando los empresarios amenazaron con responder a las huelgas trasladando la producción al extranjero. Durante décadas, se alinearon por completo con las élites gobernantes en contra de la clase obrera internacional y el marxismo.

El referéndum catalán de 2017 y la relegitimación del franquismo

Las implicaciones de las políticas de Podemos se pusieron de manifiesto en 2017, cuando los nacionalistas burgueses catalanes organizaron un referéndum sobre la independencia de España. Al igual que los movimientos independentistas en toda Europa, los nacionalistas catalanes impulsaron una respuesta procapitalista y ruinosa a la globalización. Apoyándose en la relativa prosperidad de Cataluña dentro de España, buscaron relaciones más directas con los mercados financieros globales y las corporaciones transnacionales basadas en la explotación de los trabajadores en Cataluña sin los intermediarios de Madrid.

El referéndum de independencia fue una maniobra reaccionaria de los partidos nacionalistas catalanes, que cuentan con un largo historial de apoyo a la austeridad, la guerra imperialista y la UE. De haber tenido éxito, habría dividido a la clase obrera de la península ibérica. Sin embargo, en última instancia, la burguesía española respondió desencadenando la crisis política más profunda en España desde la Transición a la democracia parlamentaria tras la muerte de Franco y la caída del régimen franquista.

Poderosas fuerzas dentro de la clase dominante aprovecharon el referéndum para desplazar la política oficial hacia la derecha. El Gobierno del PP, con el respaldo del PSOE, envió decenas de miles de policías para agredir a votantes pacíficos, dejando más de 1.000 heridos. Luego suspendió al gobierno autonómico catalán y arrestó a sus principales dirigentes, mientras que el jefe del ejército español calificó al nacionalismo catalán como la 'mayor amenaza para nuestra democracia'. Las principales potencias imperialistas —Estados Unidos, Reino Unido, Alemania y Francia— apoyaron la represión de Madrid.

Esto fue acompañado por una incesante promoción mediática de la histeria anticatalana y la integración del partido neofranquista Vox en la política burguesa española.

Detrás de esta respuesta de la clase dominante española estaba la profundización de la crisis del capitalismo mundial. Tras décadas de profunda austeridad en la UE desde el estallido de la crisis económica mundial de 2008 junto a la escalada de las guerras imperialistas en Oriente Medio y Europa del Este tras la disolución de la Unión Soviética en 1991 por la burocracia estalinista, el capitalismo europeo se estaba derrumbando. Enfrentando el desempleo masivo y una desigualdad social sin precedentes, la burguesía viró hacia formas dictatoriales y el Estado policial.

La respuesta de Podemos no fue oponerse, sino acomodarse a la campaña fascistizante. Se negó a convocar a sus votantes a huelgas y protestas contra la represión policial en Cataluña, incluso cuando cientos de miles de personas marcharon en protestas en Cataluña, temerosos de que tal movimiento desencadenara un movimiento de masas en la clase trabajadora que no pudieran controlar.

En 2018, en medio de la creciente oposición popular al PP y a sus políticas represivas en Cataluña, Podemos redobló la apuesta por promover al PSOE, el principal partido del gobierno burgués de España, que culminó en una maniobra parlamentaria que derrocó al PP y lo sustituyó por un gobierno minoritario del PSOE. El gobierno del PSOE, respaldado por Podemos, continuó con el presupuesto de austeridad del PP, inundó al ejército con miles de millones de euros y atacó a los migrantes. También continuó con la campaña anticatalana del PP.

Cuando el gobierno del PSOE organizó el juicio farsa de los líderes secesionistas catalanes por sus protestas, acusándolos grotescamente de sedición violenta, Podemos se alineó con el montaje judicial. El entonces líder de Podemos, Pablo Iglesias, prometió 'plena lealtad' al PSOE en todas las cuestiones de Estado, incluida la política exterior y la represión estatal en Cataluña, si se unía a un gobierno liderado por el PSOE.

Meses más tarde, cuando una docena de dirigentes catalanes fueron fraudulentamente declarados culpables por sedición, Podemos intervino para pedir que se aceptara su condena a largas penas de prisión. Tras conocerse el fallo judicial y mientras las calles de las principales ciudades catalanas se llenaban de cientos de miles de manifestantes, Iglesias intervino para declarar que 'todo el mundo tendrá que respetar la ley y asumir la sentencia'.

En medio de la campaña anticatalana, Vox entró por primera vez en un parlamento autonómico tras las elecciones andaluzas de 2017. En las elecciones generales de 2019, Vox obtuvo el 15 por ciento de los votos nacionales y 52 diputados, lo que lo convirtió en la tercera fuerza política, superando a Podemos. Compuesto por ex jueces, policías y generales, Vox defiende abiertamente la herencia franquista. Llama a escalar la guerra en el extranjero y la guerra de clases en casa, aumentando los presupuestos militares y policiales, criminalizando a los partidos independentistas, encarcelando a huelguistas y promoviendo el chovinismo españolista, mientras reprime los derechos lingüísticos vascos y catalanes y busca culpar a los migrantes como chivos expiatorios.

El resurgimiento de la extrema derecha puso de manifiesto la quiebra de Podemos. Su promoción del populismo y del nacionalismo español proporcionó cobertura política a los neofranquistas.

La rehabilitación del fascismo en España es parte de una legitimación del fascismo por parte de toda la clase dominante europea y norteamericana. En Alemania, el profesor ultra Jörg Baberowski es exhibido en las universidades alemanas para culpar a la URSS de los crímenes nazis y rehabilitar públicamente a Hitler como “no malvado”. En Francia, el presidente Emmanuel Macron elogió al dictador colaboracionista nazi Philippe Pétain como un 'gran soldado' mientras enviaba a los antidisturbios a atacar los 'chalecos amarillos' que protestaban contra la desigualdad social.

Desde entonces, se ha vuelto cada vez más claro que la promoción oficial del legado del fascismo del siglo XX por parte de la clase política europea está ligada a una crisis mortal de todo el sistema capitalista. Frente a los explosivos conflictos internacionales y de clase para los que no tienen una solución progresista, las potencias imperialistas lo apuestan todo a la guerra y a la dictadura. El genocidio en Gaza y la implacable escalada de la OTAN hacia la guerra total con Rusia y China son solo las manifestaciones más brutales del descenso del sistema capitalista a la barbarie.

La legitimación del fascismo es fundamental para crear una atmósfera política y cultural reaccionaria en la que las burguesías imperialistas de la OTAN puedan librar una guerra mundial. En Ucrania, fascistas como Stepan Bandera son hoy glorificados por el régimen de Kiev, respaldado por la OTAN. En Canadá, todo el parlamento canadiense ovacionó de pie a Yaroslav Hunka, un exmiembro ucraniano de las Waffen SS de Adolf Hitler, que desempeñó un papel destacado en el exterminio de los judíos europeos durante la Segunda Guerra Mundial.

En España, tras la represión del referéndum catalán, el Tribunal Supremo dictaminó que Franco fue 'jefe de Estado desde el 1 de octubre de 1936 hasta su muerte en noviembre de 1975'. Tradicionalmente, Franco fue tratado como jefe del Estado a partir del 1 de abril de 1939, tras su victoria en la Guerra Civil Española sobre la Segunda República Española. Pero el máximo tribunal español dictaminó que la proclama con la que justificó su golpe fascista durante la guerra civil hacía que este golpe fuera legítimo. Tras este fallo, el Tribunal Constitucional dictaminó que Franco no cometió crímenes contra la humanidad ni durante la guerra civil ni durante su sangrienta dictadura de 40 años.

Podemos trató de restar importancia a estas amenazas fascistas. En 2020, Podemos se unió al PSOE en un gobierno de coalición. Después de las grandes huelgas en España contra la inacción oficial en los primeros meses de la pandemia de COVID-19, cientos de exoficiales de alto rango escribieron al rey español Felipe VI, pidiéndole que lanzara un golpe de Estado. Más tarde, tras el inicio de la pandemia, altos oficiales retirados españoles vinculados a Vox hablaron de fusilar a '26 millones' de votantes de izquierdas y a sus familias.

Podemos encubrió incesantemente las amenazas golpistas dentro del ejército. Trabajando para adormecer a los trabajadores, Iglesias fue enviado a restar importancia al escándalo en una entrevista televisiva en horario de máxima audiencia, donde declaró: “Lo que digan estos señores, con la edad que tienen y ya jubilados, en un chat con unas copas de más, no supone ninguna amenaza”.

Las mentiras de Iglesias salieron a la luz semanas después, cuando aparecieron videos de soldados españoles cantando canciones neonazis y haciendo saludos fascistas. Poco después, los chats de WhatsApp revelaron que oficiales en servicio activo apoyaban los llamamientos para matar a 26 millones de personas hechos por generales de extrema derecha retirados. Podemos pidió entonces al Ejército que investigara sus propias simpatías fascistas. Como era de esperar, el Ministerio de Defensa del gobierno del PSOE-Podemos se negó a revelar los resultados de esta investigación fraudulenta.

De esta manera, Podemos continuaba con el rasgo central de la política estalinista del PCE. Incluso frente a la amenaza de una dictadura de extrema derecha, es decididamente hostil a la movilización revolucionaria de la clase obrera contra el fascismo.

Podemos en el poder

Cuando Podemos se unió al PSOE para formar gobierno en 2020, su líder, Pablo Iglesias, se convirtió en vicepresidente, haciendo promesas retóricas de revertir una década de austeridad de la UE, proporcionar una política exterior 'feminista', detener el crecimiento del neofascismo y defender los derechos de los migrantes. En realidad, sin embargo, Podemos pronto implementó políticas que antes habrían sido impensables si no fuera bajo regímenes de extrema derecha. Días después de la formación del gobierno PSOE-Podemos, el WSWS advirtió:

A pesar de los intentos de los simpatizantes del PSOE y Podemos de promocionar el nuevo gobierno como 'democrático', demostrará ser acérrimamente hostil a los derechos sociales y democráticos de la clase trabajadora. El PSOE, el tradicional partido de gobierno de la burguesía desde la caída del régimen franquista en 1978, tiene antecedentes de décadas como partido de las guerras imperialistas y de la austeridad de la Unión Europea. En cuanto a Podemos, hizo su alianza con el PSOE el año pasado mientras apoyaba las promesas del PSOE de recortar miles de millones de la UE para gasto social y su violenta represión a las protestas en Cataluña.

Los acontecimientos pronto demostraron que las advertencias del WSWS eran correctas. Apenas llevaba unos meses en el poder cuando Podemos se enfrentó a la pandemia de COVID-19. El gobierno PSOE-Podemos se mostró totalmente hostil a una política científicamente guiada para eliminar la pandemia y salvar vidas. Al igual que la clase dominante en toda Europa, colocó los beneficios de las corporaciones y la riqueza de una élite súper rica por encima de todo.

Minimizando los riesgos que suponía la pandemia, destacados líderes de Podemos compararon el COVID-19 con la gripe. Tras el levantamiento prematuro del confinamiento, el Gobierno PSOE-Podemos no hizo ningún esfuerzo por establecer un sistema eficaz de seguimiento y localización, reabrió prematuramente las escuelas, ignoró el aumento del virus en otoño de 2020 y luego eliminó las medidas de mitigación restantes a medida que las nuevas variantes de COVID-19 se propagaban por toda España. Podemos demostró ser una herramienta dócil de la clase dominante, que no estaba dispuesta a aceptar las más mínimas medidas de salud pública vistas como un obstáculo para la obtención de beneficios.

Aterrorizado ante la oposición masiva a su política de “COVID para siempre”, el gobierno del PSOE-Podemos ordenó a la policía antidisturbios que atacara a los trabajadores de la siderurgia que estaban en huelga por el derecho a confinarse en casa y aumentó el espionaje masivo en internet sobre la población. Luego diseñó el mayor rescate bancario y corporativo de la UE en la historia de España con 140.000 millones de euros para la aristocracia financiera. El líder de Podemos y vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, lo calificó como 'un soplo de aire fresco para el proyecto europeo', ya que Podemos asumió el papel de supervisar el desembolso del fondo .

Para pagar los fondos de rescate de la UE, el gobierno PSOE-Podemos aprobó una reaccionaria ley laboral antiobrera que consagraba la precariedad y una reforma de las pensiones que consolidaba la edad de jubilación en 67 año e imponía recortes para los futuros jubilados. Los compromisos de austeridad han continuado hasta la fecha bajo el gobierno del PSOE y Sumar.

El resultado ha sido un crimen colosal. En los últimos cuatro años, el virus ha causado más de 20 millones de muertes en todo el mundo y más de 160.000 muertes en España según indican las estadísticas más fiables de exceso de mortalidad. Más de 13 millones de personas se han infectado y al menos más de un millón tienen COVID persistente.

En política exterior, el PSOE y Podemos lideraron el gobierno más militarista y agresivo de España desde el final de la dictadura franquista. Aprovechando la guerra instigada por Estados Unidos y la OTAN contra Rusia en Ucrania, Madrid aumentó el gasto en defensa en un 26 por ciento con el objetivo de alcanzar el 2 por ciento del PIB requerido por la OTAN. Ahora está en 27.000 millones de euros, o 75,7 millones de euros al día. España participa ahora en un récord de 17 intervenciones imperialistas en el extranjero.

Podemos luego apoyó agresivamente la guerra contra Rusia a pesar de que amenaza con convertirse en una guerra nuclear, inyectando millones de euros en ayuda militar al régimen de extrema derecha ucraniano de la OTAN en Kiev. Mucha de esta ayuda ha sido enviada al batallón neonazi Azov. A través de acuerdos bilaterales, España entregó a Ucrania 524 millones de euros en ayuda financiera, 338 millones de euros en ayuda militar y 80 millones de euros en ayuda humanitaria, para un total de 942 millones de euros. Esto sin contar los 9.800 millones de euros pagados al fondo humanitario, la mayor parte de los cuales se destinan al régimen de extrema derecha de Kiev.

Podemos terminó su mandato en el gobierno al ceder al respaldo de España al genocidio israelí contra los palestinos en Gaza. Después del levantamiento palestino del 7 de octubre, mientras cínicamente pedía el fin de los asesinatos masivos de Israel en Gaza e incluso criticaba las acciones israelíes como genocidas, el Gobierno PSOE-Podemos seguía enviando armas y municiones a Israel. También envió a la fragata española Méndez Núñez y al buque de suministro militar Patiño para que se unieran al portaaviones USS Gerald R. Ford desplegado en el Mediterráneo oriental para proporcionar cobertura aérea a la guerra israelí en Gaza.

La guerra y el militarismo en el extranjero fueron de la mano con una escalada de ataques en casa. El gobierno PSOE-Podemos ha atacado reiteradamente las huelgas en estrecha colaboración con la burocracia sindical. No pasó un año sin que movilizara a la policía para romper salvajemente las huelgas.

En noviembre de 2021, desplegó vehículos blindados y policías antidisturbios contra los trabajadores metalúrgicos en huelga en Cádiz. En abril de 2022, movilizó a 23.000 policías para aplastar una huelga de 75.000 camioneros contra el aumento de los precios del combustible en medio de la guerra de la OTAN contra Rusia en Ucrania. Contra las huelgas de los trabajadores de la salud y las tripulaciones aéreas, PSOE y Podemos utilizaron servicios mínimos extremos para romper las huelgas.

En cuanto a los refugiados, Podemos ha puesto en práctica la política defendida por Vox y 'Fortaleza Europa' de la UE que se ha cobrado miles de vidas. Con la élite gobernante española cerrando efectivamente cualquier ruta migratoria legal hacia España, el cruce hacia las Islas Canarias es ahora la ruta más mortífera del mundo, superando a los cruces del Mediterráneo a Italia y Grecia. Desde que Podemos llegó al gobierno, decenas de miles de migrantes se han ahogado tratando de llegar a las Islas Canarias.

Solo en 2023, un total de 6.618 migrantes, 18 personas al día, fallecieron en 2023 intentando llegar a las costas españolas, la mayoría de ellos, 6.007, por la Ruta Canaria. Los que llegan a las islas son internados en campos de concentración construidos por el PSOE y Podemos, en los que los migrantes son encarcelados en condiciones insalubres e inhumanas a la espera de ser deportados.

En 2021, el Gobierno PSOE-Podemos cometió una de las peores masacres contra refugiados de la historia moderna de Europa. El 24 de junio, la policía fronteriza española disparó botes de gas lacrimógeno y balas de goma para expulsar a miles de refugiados desesperados que trataban de saltar la valla de Melilla. Al menos 100 refugiados murieron según Amnistia Internacional. Desde entonces, Podemos se ha opuesto a una investigación en el Congreso sobre la masacre, uniéndose al PSOE, al PP y al partido neofascista Vox para bloquear cualquier investigación.

El giro del régimen capitalista hacia un gobierno basado en un Estado policial, en España e internacionalmente, se deriva de la necesidad de la clase dominante de suprimir la oposición a los niveles extremos de desigualdad social y la escalada de la guerra del imperialismo estadounidense y de la OTAN en Europa, Oriente Medio e internacionalmente. Los antecedentes son claros. Podemos no luchó contra estos acontecimientos reaccionarios, sino que fue cómplice de ellos y, de hecho, ayudó a supervisar las políticas que los aceleraron mientras estaba en el poder.

Podemos: una valoración

La experiencia del Gobierno de Podemos, después de la del gobierno de Syriza en Grecia, es otra experiencia estratégica de la clase obrera internacional. Demuestra que votar a los partidos 'populistas de izquierda' para que entren en un gobierno capitalista es un callejón sin salida. La clase trabajadora puede librar luchas explosivas, pero sus luchas serán frustradas y retrocederán en la medida en que sean dirigidas políticamente, o más bien estranguladas, por falsos izquierdistas como Podemos, que rechazan el internacionalismo marxista y la revolución socialista.

Sólo la intervención independiente de la clase obrera puede impedir que la humanidad viva un retorno en el siglo XXI, a una escala aún mayor, de los horrores del siglo XX. La guerra de la OTAN contra Rusia, el genocidio en Gaza, las pandemias y otros problemas ecológicos apuntan a la crisis mortal del capitalismo, un sistema desgarrado —después de décadas de profunda austeridad y rescates multimillonarios— con niveles de desigualdad incompatibles con las formas democráticas de gobierno.

Podemos no intentó resolver estos problemas. Por el contrario, dejó sus huellas en cada gran crimen de la burguesía. Los acontecimientos refutaron objetivamente las ilusiones de cualquiera que pensara que Podemos, por sus vínculos con el Partido Comunista o Anticapitalistas, implementaría políticas de izquierda, y mucho menos comunistas o trotskistas. El historial de Podemos refleja los crímenes históricos del estalinismo y el pablismo, no una lucha revolucionaria por el comunismo o el trotskismo.

La defensa del CICI de la continuidad del trotskismo contra el pablismo es la única base sobre la que construir un movimiento revolucionario en la clase obrera por el socialismo contra partidos pseudoizquierdistas como Podemos. Desde la disolución estalinista de la Unión Soviética en 1991, los partidos estalinistas y socialdemócratas han perdido la base de masas que tenían en la clase trabajadora, y Podemos se enfrenta a una amplia desconfianza entre los trabajadores y la juventud. Sin embargo, no pueden derribar el obstáculo reaccionario planteado por Podemos sin construir un liderazgo revolucionario marxista-trotskista contra la pseudoizquierda.

La clase obrera internacional tiene el poder de detener la guerra imperialista y el genocidio, de implementar las políticas necesarias para resolver problemas ambientales como el cambio climático y la propagación de pandemias como el COVID-19 y redistribuir la riqueza mundial para satisfacer las necesidades sociales.

Hoy en día, la clase obrera es más grande, está más interconectada y es más avanzada tecnológicamente que nunca. En 2024, aproximadamente el 56 por ciento de la población mundial (4.400 millones de personas) vive en zonas urbanas. Al menos 770 millones de personas están empleadas en todo el mundo en el sector manufacturero, y la continua migración de millones de personas oprimidas en zonas rurales a las ciudades y al empleo en las fábricas está convirtiendo a la clase obrera en la mayoría de la humanidad.

Desde el colapso capitalista de 2008, los trabajadores han emprendido repetidamente grandes luchas, e incluso levantamientos revolucionarios, como en Egipto y Túnez. En los últimos años se ha producido un gran crecimiento en el número de trabajadores que participan en huelgas o protestas contra la explotación, los recortes salariales y los ataques a los derechos democráticos. Hoy, las protestas masivas contra el genocidio en Gaza se están extendiendo por todo el mundo. La situación política plantea objetiva y urgentemente tareas revolucionarias a la clase obrera.

Hay que aprender las lecciones de la década de 1930. El desarrollo espontáneo de la lucha de clases no es suficiente para romper la represión durante décadas de la clase obrera por parte de las burocracias sindicales, los socialdemócratas, los estalinistas y sus fuerzas aliadas. Hay que construir una dirección política en la lucha por la revolución socialista internacional, irreconciliablemente opuesta no solo a la clase capitalista sino también a sus aliados políticos pequeñoburgueses, como Podemos. Como explicó Trotsky en vísperas de la Revolución Española de 1931 que derrocó a la monarquía española:

El desarrollo semiespontáneo de las huelgas, determinantes de sacrificios y derrotas, o que terminan en nada, constituye una etapa completamente inevitable de la revolución, un periodo de despertar de las masas, de su movilización y de su entrada en lucha. … Sin embargo, lo que en la etapa actual constituye la fuerza del movimiento —su carácter espontáneo— puede convertirse mañana en su debilidad. Admitir que el movimiento siga en lo sucesivo librado a sí mismo, sin un programa claro, sin una dirección propia, significaría admitir una perspectiva sin esperanzas. No hay que olvidar que se trata nada menos que de la conquista del poder. Aun las huelgas más turbulentas, y con tanto mayor motivo esporádicas, no pueden resolver este problema.

La victoria final de los fascistas de Franco en la Guerra Civil Española de 1936-1939, ayudados por Hitler y Mussolini, fue el producto de la supresión de la lucha de clases por parte de los partidarios estalinistas, socialdemócratas y centristas del gobierno capitalista del Frente Popular. Fue una confirmación devastadora, en negativo, de la urgente necesidad de una dirección revolucionaria de la clase obrera. Trotsky escribió en el programa fundacional de la Cuarta Internacional en 1938: 'La situación política mundial en su conjunto se caracteriza principalmente por una crisis histórica de la dirección del proletariado'.

El repudio de los pablistas a esta concepción encontró una expresión consumada en la declaración de Ernest Mandel en 1969 de que la burguesía europea nunca volvería a recurrir a políticas basadas en la guerra mundial y la reacción de extrema derecha. Menos de un año después de la huelga general francesa de 1968, escribió:

La gran burguesía europea ya se ha quemado los dedos gravemente con una experiencia de fascismo. En algunas partes del continente, el resultado fue que perdió todo lo que poseía; en otras, sólo consiguió salvar su dominación de clase en el último instante. En la medida en que esta experiencia ha dejado huellas profundas en las masas populares y que la reaparición repentina de una amenaza fascista provocaría sin duda violentas reacciones.

A lo largo del primer cuarto del siglo XXI, la evaluación complaciente de Mandel ha sido refutada de manera exhaustiva. La dirección revolucionaria que hay que construir hoy tendrá que luchar contra un sistema capitalista que se está hundiendo de nuevo en la reacción política fascista y la guerra mundial.

El CICI es la única organización política que busca unificar y dirigir a la clase obrera internacionalmente en una lucha por la revolución socialista contra los inmensos peligros que el capitalismo representa para la clase obrera y para la humanidad. Su defensa de los principios marxistas, a lo largo de los 100 años transcurridos desde la fundación de la Oposición de Izquierda trotskista al estalinismo en 1923, la Cuarta Internacional en 1938 y la fundación del CICI en 1953, encarna una experiencia política colosal.

Esta herencia proporciona a los trabajadores y a la juventud de España y de todos los países las armas políticas necesarias para construir un partido trotskista que luche por el programa de la revolución socialista mundial. Se opone irreconciliablemente a partidos como Podemos, Anticapitalistas y todas las corrientes pequeñoburguesas que buscan alianzas con estos partidos reaccionarios. La cuestión estratégica decisiva es la construcción de una nueva dirección revolucionaria —secciones del CICI, el movimiento trotskista mundial— en España y a nivel internacional.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 26 de mayo de 2024)

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