El 4 de abril, la alianza militar de la OTAN celebró su 75º aniversario. La OTAN fue fundada en 1949, menos de cuatro años después del final de la Segunda Guerra Mundial y en los años iniciales de la Guerra Fría, como una alianza dirigida contra la Unión Soviética. En la actualidad, está sumiendo a la humanidad en una Tercera Guerra Mundial.
El aniversario estuvo marcado por una reunión de cancilleres de la Alianza Atlántica en Bruselas dedicada a planear una nueva gran escalada de la guerra contra Rusia en Ucrania. Apenas unas semanas después de que el presidente francés Emmanuel Macron propusiera enviar tropas terrestres a Ucrania para combatir las fuerzas rusas, la OTAN se prepara para hacerse cargo del Grupo de Contacto de Defensa de Ucrania que coordina la ayuda al país. La guerra de Ucrania contra Rusia se convierte en una operación comandada por la OTAN.
El secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, afirmó que el apoyo de la OTAN a Ucrania era “tan sólido como una roca” y prometió: “Ucrania se convertirá en miembro de la OTAN”. Los ministros de Asuntos Exteriores de Alemania, Francia y Polonia –Annalena Baerbock, Stéphane Séjourné y Radosław Sikorski— declararon a Politico que las potencias de la OTAN han dado a Ucrania más de 200.000 millones de euros. Y prometieron: “Nuestro apoyo continuará durante el tiempo que sea necesario y con la intensidad necesaria”.
Las potencias de la OTAN respaldan actualmente el genocidio israelí de los palestinos en Gaza, que ha causado la muerte de más de 40.000 personas. Esto se considera parte de una guerra global en expansión.
“Sabemos que nuestra seguridad no es regional, sino mundial”, declaró el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, en su discurso de aniversario. “La guerra en Ucrania lo ilustra claramente. Los amigos de Rusia en Asia son vitales para continuar su guerra de agresión. China está apuntalando la economía de guerra de Rusia. A cambio, Moscú está hipotecando su futuro a Beijing. Corea del Norte e Irán están proporcionando importantes suministros de armas y municiones. A cambio, Pyongyang y Teherán reciben tecnología y suministros rusos que les ayudan a avanzar en sus capacidades nucleares y de misiles”.
La afirmación de que la OTAN sirve a la “defensa” y la “seguridad” de Europa ha sido una mentira propagandística desde su fundación. Como siempre insistió el movimiento trotskista, la OTAN fue desde el principio una alianza bélica de las grandes potencias imperialistas.
Cuando se fundó la OTAN hace 75 años, la revista Fourth International , que entonces publicaba el Socialist Workers Party (SWP; Partido de los Trabajadores Socialistas) bajo el mando de James P. Cannon, declaró: “El Tratado del Atlántico Norte no es una alianza militar más... La inmensa importancia de este acontecimiento trasciende con mucho su efecto en la 'guerra fría' para la que se concibió inmediatamente”.
La crisis de las viejas potencias imperialistas de Europa —cuyos “esfuerzos por 'pacificar' a los pueblos insurgentes del Este están demostrando ser uno de los fracasos más costosos y colosales de la historia”; para quienes “se ha hecho casi imposible lograr la 'estabilidad' en casa solo con sus propios recursos”; y que “son ciertamente impotentes sin ayuda exterior, ya sea individual o colectivamente, para hacer frente al poder de la Unión Soviética”— había “obligado al imperialismo estadounidense a convertirse en el cuidador del capitalismo mundial”.
“Pero solo puede cumplir eficazmente este papel a escala mundial”, advertía el editorial de Fourth International. “Por esta razón, hemos predicho una y otra vez que el camino hacia la dominación mundial debe ser el camino hacia la guerra mundial”.
Estas líneas vuelven a ser hoy candente. Setenta y cinco años después de su fundación, la OTAN está más cerca que nunca de desencadenar una tercera guerra mundial.
En la fundación de la OTAN en 1949, mientras se sellaba la división de Alemania y triunfaba la revolución en China, la OTAN siguió una política violenta y contrarrevolucionaria. EE.UU., Francia y otras potencias imperialistas de la OTAN libraron brutales guerras coloniales en Indochina, Corea, Argelia y más allá. La OTAN apoyó golpes de Estado en Grecia y Turquía y contra Gobiernos nacionalistas de izquierdas en África y América Latina para frenar la influencia de la Unión Soviética.
Sin embargo, al interior de la élite gobernante estadounidense estalló un conflicto sobre si luchar contra la Unión Soviética mediante la “contención” o forzando un “retroceso” militar, arriesgándose a una guerra nuclear. En el periodo inicial de la Guerra Fría, los partidarios de la “contención” se impusieron. Sin embargo, el imperialismo estadounidense nunca renunció a su objetivo a largo plazo de revertir los logros de la Revolución de Octubre y destruir la Unión Soviética.
Sin embargo, la Guerra Fría terminó en 1991, cuando la burocracia estalinista dio el último paso en su traición histórica y liquidó las relaciones de propiedad creadas por la Revolución de Octubre, restauró el capitalismo y disolvió el Pacto de Varsovia y la Unión Soviética.
La OTAN, que siempre había justificado su existencia por el peligro que supuestamente representaba la Unión Soviética, no se disolvió. Como había escrito la Fourth International en 1949, la fundación de la OTAN “trasciende con mucho su efecto sobre la 'guerra fría' para la que está inmediatamente concebida”, y que “el camino hacia la dominación del mundo” era “el camino hacia la guerra mundial”.
El imperialismo estadounidense vio en la disolución de la Unión Soviética una oportunidad para restablecer su dominio mundial y revertir las derrotas que había sufrido en Corea, Vietnam y otros lugares. No satisfechos con el hecho de que Gorbachov, Yeltsin y más tarde Putin hubieran abierto la Unión Soviética a la explotación del capital internacional, querían la subyugación colonial de Rusia.
Los aliados europeos de Estados Unidos, persiguiendo sus propios intereses imperialistas, siguieron su ejemplo. La OTAN es el instrumento con el que persiguen este objetivo. Desde la disolución de la Unión Soviética, la OTAN o sus miembros han librado guerras prácticamente sin interrupción.
Estados Unidos atacó Irak por primera vez en 1990. En 1999, la OTAN bombardeó Serbia sin mandato de la ONU –violando el derecho internacional— y forzó la secesión de Kosovo. En 2001, la OTAN invocó la cláusula de defensa mutua, por primera y única vez, y ocupó Afganistán, llevando a cabo una guerra que duró 20 años y terminó con la destrucción del país y el regreso de los talibanes. Aunque las guerras posteriores contra Irak, Libia y Siria se desarrollaron al margen de las estructuras oficiales de la OTAN, contaron con el apoyo de la mayoría de sus Estados miembros.
Paralelamente a las guerras de Oriente Próximo, la OTAN avanzó sistemáticamente hacia Rusia e incorporó toda Europa del Este y –con los Estados bálticos— partes de la antigua Unión Soviética.
La alianza militar más poderosa del mundo pasó de 12 a 32 miembros. El año pasado gastó 1,3 billones de dólares en defensa, es decir, el 60 por ciento del gasto militar mundial. Solo el presupuesto militar estadounidense ascendió a 905.000 millones de dólares, más que el de los 15 países siguientes juntos. En cambio, China solo gastó 220.000 millones de dólares y Rusia 109.000 millones de dólares en defensa.
La OTAN se ha preparado sistemáticamente para la guerra con Rusia desde 2014, cuando Estados Unidos y Alemania respaldaron un golpe de Estado para instalar un régimen títere prooccidental en Kiev. La OTAN armó implacablemente a Ucrania, provocando en última instancia el ataque desesperado y reaccionario del régimen de Putin en 2022. La OTAN emprendió entonces una guerra contra Rusia utilizando a los ucranianos como carne de cañón, a costa de cientos de miles de vidas ucranianas, y amenazando con provocar un conflicto nuclear.
Esta locura tiene sus raíces en las contradicciones insolubles del sistema capitalista internacional. La propiedad privada de los medios de producción y el Estado nación burgués que se basa en ella no pueden conciliarse con el carácter mundial de la producción moderna, que une a miles de millones de trabajadores en un único proceso social. La única respuesta que conoce el imperialismo a esto es el reparto violento del mundo.
Para librar esta guerra, las potencias imperialistas de la OTAN deben construir regímenes fascistas de Estado policial en casa, para suprimir la creciente oposición de la clase obrera a que le impongan los enormes costes del militarismo y las consecuencias de la guerra. El ascenso de Trump, Meloni, la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) y otros neofascistas es solo la expresión más aguda del desarrollo hacia la derecha de todos los partidos burgueses.
Pero la crisis del sistema capitalista también crea las condiciones para la revolución socialista. El editorial de la revista Fourth International de abril de 1949 terminaba con las palabras: “Los Estados Mayores han calculado cuidadosamente todas las contingencias y eventualidades, todas menos una. Esa es la alianza de los pueblos del mundo que, por encima de todo, quieren la paz. No son las maniobras del Kremlin, sino la lucha de clases en Shanghái e Indonesia, en Milán, el Ruhr y Detroit, la que demostrará ser el talón de Aquiles de este pacto impío de muerte, reacción y dictadura”.
Estas palabras son tan pertinentes hoy como lo fueron entonces. Solo un movimiento internacional de masas de la clase obrera, que combine la lucha contra la guerra con la lucha contra la explotación capitalista, puede detener el camino hacia la guerra mundial y la catástrofe nuclear.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 5 de abril de 2024)