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Perspectiva

El voto para censurar a Rashida Tlaib sienta precedente para criminalizar la oposición al genocidio en Gaza

Legisladora Rashida Tlaib (demócrata de Míchigan) se pronuncia durante un mitin en la Explanada Nacional durante una manifestación propalestina en Washington D.C., 20 de octubre (Jose Luis Magana) [AP Photo]

El voto de la Cámara de Representantes de Estados Unidos a favor de censurar a la legisladora Rashida Tlaib (demócrata de Míchigan) por su oposición al genocidio israelí en Gaza es un ataque sin precedentes a los derechos democráticos. Tlaib, la única palestina-estadounidense en la Cámara de Representantes, es la primera legisladora desde la guerra civil en ser censurada por manifestar sus creencias políticas. Veintidós demócratas y casi todos los republicanos votaron a favor de la censura.

El World Socialist Web Site y el Partido Socialista por la Igualdad se oponen y condenan esta censura. A pesar de nuestras diferencias fundamentales, como socialistas, con la congresista del Partido Demócrata, vemos esta acción como parte de un esfuerzo sistemático de la Administración de Biden, sus aliados de la OTAN y los Gobiernos capitalistas de todo el mundo para reprimir un movimiento de protesta masivo que se desarrolla contra el genocidio israelí de los palestinos. Al pedir un alto el fuego en Gaza, Tlaib no hace más que declarar las opiniones tanto de sus electores como de la mayoría de la población estadounidense.

La Casa Blanca ostenta la libertad de enviar bombas para masacrar a niños palestinos, sin siquiera informar cuántos está matando, y los miembros del Congreso como el senador Lindsey Graham pueden abogar por una “guerra total” contra lo que él llama “la población más extremista de la Tierra”. Pero criticar verbalmente lo que es claramente un genocidio y una violación masiva del derecho internacional es inadmisible.

La votación se produce en medio de asesinatos masivos en Gaza, de más de 10.000 palestinos, mediante el lanzamiento de bombas, misiles y proyectiles de artillería israelíes. La gran mayoría de las víctimas son mujeres, niños y adultos mayores. El número de muertos se disparará a medida que las Fuerzas de Defensa de Israel avanzan con su invasión terrestre y aprietan su soga alrededor de la ciudad de Gaza, el mayor centro poblacional en el pequeño enclave.

En respuesta, millones de personas en todos los continentes habitados han salido a las calles en protestas masivas globales simultáneas. El fin de semana pasado, 300.000 personas marcharon en Washington D.C., acusando al presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, de genocidio.

La acción de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos es parte de una ola global de ataques contra los derechos democráticos. Todas las principales potencias están procediendo a prohibir las protestas populares cada vez mayores contra el ataque militar israelí a una población en gran parte indefensa. Estos Gobiernos están en guerra con sus propios pueblos, entre los cuales la oposición al genocidio de Gaza es generalizada.

En Reino Unido, el Gobierno conservador está tratando de prohibir las manifestaciones que han movilizado hasta medio millón de personas. La ministra del Interior (ministra principal de la policía) Suella Braverman las ha vilipendiado como “marchas de odio”.

En Alemania, se ha prohibido la exhibición de banderas palestinas y otros símbolos, junto con fotos de víctimas de Gaza y folletos y pancartas con consignas en apoyo de la resistencia palestina a la opresión israelí. En toda Europa, las protestas masivas contra el baño de sangre en Gaza se enfrentan a la represión y la censura oficiales. En India, con una población musulmana de más de 200 millones, el Gobierno de Narendra Modi ha prohibido las protestas contra los asesinatos de Gaza en Cachemira, el único estado con mayoría musulmana.

En todos estos países, los Gobiernos capitalistas y los medios corporativos presentan la misma afirmación falsa: que la oposición a la masacre israelí constituye antisemitismo, que aquellos que se manifiestan contra el genocidio en realidad están motivados por la hostilidad hacia el pueblo judío, ¡incluso si los propios manifestantes son judíos!

Un arma importante en el arsenal de esta campaña de desprestigio es la afirmación de que el canto de muchos manifestantes y exhibido en innumerables pancartas, “Palestina será libre, desde el río hasta el mar”, es un llamado codificado al exterminio de los judíos que viven en Israel. Este fue el principal argumento que se planteó durante el debate de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos sobre la resolución de censura contra Rashida Tlaib.

“Del río al mar” es un eslogan de larga data del movimiento de resistencia palestino y es una expresión de la perspectiva de liberar al pueblo palestino de la opresión sionista en toda la superficie terrestre desde el río Jordán hasta el mar Mediterráneo, que comprende Cisjordania, Gaza y el actual Estado de Israel.

El WSWS llama a poner fin al reaccionario Estado capitalista y sionista, cuya existencia se basa en el robo colonialista de tierras palestinas. Se ha mantenido durante 75 años a través de una opresión brutal, con implacables actos de violencia que ahora culminan en un genocidio absoluto. La afirmación de que la oposición al asesinato en masa por parte del Estado israelí es “antisemitismo” es una mentira despreciable y una difamación contra el pueblo judío.

Abogamos por la creación de un Estado democrático y secular en todo el territorio de Palestina en el que los israelíes y los árabes actuales, de cualquier creencia religiosa o ninguna, tengan los mismos derechos y vivan uno al lado del otro. Esto está inseparablemente ligado a la lucha por los Estados Unidos Socialistas de Oriente Próximo, como parte de la revolución socialista mundial.

La censura de Rashida Tlaib es efectivamente una prohibición de las críticas a la política del Gobierno israelí. Sin embargo, no es una medida tomada simplemente en apoyo de Benjamín Netanyahu y su banda de fascistas y fanáticos religiosos. Israel funciona como un instrumento de la Política Exterior de Estados Unidos. Forma parte de un plan de guerra mucho más amplio del imperialismo estadounidense, que incluye la guerra por delegación de Estados Unidos y la OTAN contra Rusia en Ucrania, y ahora la amenaza de un conflicto directo con Irán utilizando la invasión de Gaza como desencadenante. Más allá de esto, están los preparativos militares intensificados para una guerra contra China en el Lejano Oriente.

El martes, el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional, John Kirby, reiteró el mantra adoptado por la Casa Blanca de Biden todos los días desde que las bombas y misiles israelíes, la mayoría suministrados por el Pentágono, comenzaron a caer sobre Gaza. El Gobierno de los Estados Unidos no tiene límites o “líneas rojas” para Israel en relación con el desplazamiento, expulsión o asesinato de palestinos. El asesinato en masa es la política tanto del régimen israelí como del Gobierno de Biden.

A medida que la campaña bélica de Estados Unidos se intensifica, habrá muchas más expresiones de oposición popular, incluyendo medidas de sectores de la clase trabajadora para interrumpir la producción y distribución de armas y material bélico originado en EE.UU. La censura de Rashida Tlaib es un ataque preventivo contra tal “interferencia” desde abajo.

Existe un paralelo histórico con esta política de tratar de prohibir el discurso por temor a que resuene con un movimiento político apoyado cada vez más por las masas. Si bien Rashida Tlaib es la primera miembro de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos en ser censurada únicamente por su discurso político, hay otro representante que fue censurado por sus acciones políticas. El legislador Joshua Giddings de Ohio fue censurado en 1842 por violar lo que se conocía como la “Regla Mordaza”, impuesta por la mayoría del Partido Demócrata a favor de la esclavitud en 1836, después de que la Cámara de Representantes recibiera una avalancha de peticiones y resoluciones contra la esclavitud. Esta regla, vigente hasta 1844, prohibía cualquier discusión o propuesta en la Cámara de Representantes sobre el tema de la emancipación.

Giddings introdujo una serie de resoluciones en apoyo de 128 esclavos que se habían rebelado y tomado el control del barco de esclavos estadounidense Creole en 1841. Lo desviaron de su curso, ya que se dirigía de Virginia al mercado de esclavos en Nueva Orleans, y obligaron a la tripulación a navegar a las Bahamas, entonces un territorio británico donde la esclavitud había sido abolida. Las autoridades coloniales declararon libres a los esclavos, pero el Gobierno de los Estados Unidos, bajo el presidente John Tyler, exigió su devolución a los esclavistas.

Como escribe el historiador James Oakes:

Los compañeros congresistas de Giddings votaron inmediatamente a favor, por un margen superior al de dos a uno, para archivar sus nueve resoluciones y luego lo censuraron por introducir ideas tan escandalosas en la Cámara de Representantes. Pero los cincuenta y tres votos emitidos a favor de las resoluciones fueron otra indicación de que los preceptos abolicionistas estaban penetrando en la corriente política principal... Giddings renunció al Congreso y regresó a Ohio, donde se postuló para una reelección y volvió a la Cámara de Representantes gracias a una votación aplastante (Freedom National: The Destruction of Slavery in the United States, 1861-1865, págs. 25-26).

Los miembros de la Cámara de Representantes que votaron a favor de censurar a Rashida Tlaib, los funcionarios del Gobierno de Biden que buscan criminalizar las protestas propalestinas, ya sea en los campus universitarios o en las calles, y todos los Gobiernos de todo el mundo que buscan reprimir estas protestas masivas contra el genocidio, siguen así los pasos de los defensores de la esclavitud anteriores a la guerra civil. Les aterroriza que cualquier comentario, incluso de una miembro del Congreso, pueda servir como un detonante de la oposición social.

Sin embargo, es demasiado tarde. A pesar de los intentos de los Gobiernos de intimidar a los opositores del genocidio israelí-imperialista en Gaza y criminalizar las protestas, ha surgido y está ganando fuerza un poderoso movimiento de masas contra la guerra imperialista.

Pero la censura de Tlaib debe tomarse como una advertencia: la clase dominante, desesperada ante un creciente movimiento de masas, empleará todos y cada uno de los medios para reprimir la oposición popular. Es urgente profundizar y ampliar este movimiento mundial contra el genocidio en Gaza fusionándolo con el creciente movimiento huelguístico de la clase obrera y armándolo con una perspectiva socialista.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 8 de noviembre de 2023)

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