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Un informe del Banco de Pagos Internacionales describe un sistema financiero en crisis

El informe anual del Banco de Pagos Internacionales (BPI), la organización mundial que agrupa a los bancos centrales del mundo, ofrece detalles de un sistema financiero mundial asolado por problemas cada vez más graves, cualquiera de los cuales podría desencadenar una crisis de la magnitud del crack de 2008 o incluso mayor.

Banco de Pagos Internacionales (BIZ) en Basilea, Suiza [Photo by Wladyslaw Sojka (Free Art License 1.3)]

Una característica clave del informe es que, al describir la situación actual, deja claro que las medidas adoptadas por los gobiernos y los bancos centrales en un momento dado, que parecían una respuesta racional para superar los peligros para la estabilidad financiera, sólo crearon las condiciones para el estallido de turbulencias aún más graves.

El informe, publicado el fin de semana, comienza así: 'La economía mundial ha llegado a una coyuntura crítica y peligrosa. Los responsables políticos se enfrentan a una constelación única de retos. Cada uno de ellos, tomado aisladamente, no es nuevo; pero su combinación a escala mundial sí lo es'.

Estas palabras, que vienen de la boca del caballo, tal vez deberían estar estampadas en la pantalla del ordenador de todos los periodistas, columnistas y académicos que han denunciado al movimiento marxista por su supuesto 'catastrofismo' y 'exageración' en su exposición de las irresolubles contradicciones del capitalismo.

El informe sitúa en el centro de su análisis la combinación de la elevada inflación y la creciente vulnerabilidad financiera —sin precedentes en la posguerra— derivada del aumento de la deuda, tanto pública como privada. Estos problemas han surgido en el pasado, pero nunca juntos. En los años setenta y principios de los ochenta, la alta inflación no vino acompañada de inestabilidad financiera, y cuando surgieron peligros financieros, como en 2008, se produjeron en un entorno de baja inflación.

El informe señalaba que la 'combinación bastante singular de alta inflación y vulnerabilidades financieras generalizadas no es simplemente un rayo caído del cielo' y no sólo un producto de la pandemia del COVID-19 y la guerra de Ucrania. Las raíces de los problemas son más profundas, ya que 'la deuda y las fragilidades financieras no aparecen de la noche a la mañana; crecen con el tiempo'.

Señalando estos problemas, afirmaba 'Los retos a los que se enfrenta ahora la economía mundial reflejan, en no poca medida, una cierta 'ilusión de crecimiento', nacida de la visión poco realista de lo que pueden lograr las políticas de estabilización macroeconómica... El resultado no deseado ha sido la dependencia de un modelo de crecimiento de facto alimentado por la deuda que ha hecho que el sistema económico sea más frágil e incapaz de generar un crecimiento sólido y sostenible'.

La creación de deuda no comenzó ayer, ni siquiera anteayer, sino que se remonta a casi cuatro décadas atrás, cuando la Reserva Federal estadounidense dio un giro decisivo en respuesta al crack de Wall Street de octubre de 1987.

La Fed determinó que, en lo sucesivo, su tarea no consistía en impedir el desarrollo de burbujas financieras especulativas, muchas de ellas financiadas con deuda, sino en realizar una operación de limpieza cuando estallaban, bombeando más dinero al sistema financiero para permitir que continuara la especulación.

Esto condujo al crack financiero de 2008 y, posteriormente, al hundimiento de los mercados en marzo de 2020, cuando se produjo la pandemia. Los gobiernos y los bancos centrales respondieron con rescates corporativos y la provisión de billones de dólares de dinero esencialmente gratis a los mercados financieros, impulsando las fortunas de la oligarquía financiera a alturas estratosféricas.

Justo cuando las autoridades financieras pensaban que la inestabilidad se había contenido, volvió a estallar en marzo con tres de las cuatro mayores quiebras bancarias de la historia de Estados Unidos.

El informe señala que, aunque la economía mundial resistió a los 'fuertes vientos en contra' mejor de lo esperado durante el pasado año, 'empezaron a aparecer signos de tensión'. En particular, las tensiones financieras sacudieron el sistema financiero envolviendo tanto a bancos como a instituciones financieras no bancarias y provocando una respuesta contundente para limitar el contagio.

'Las tensiones comparten una causa común: el sistema está sometido a tensiones tras la era de tipos de interés bajos a largo plazo'.

Las tensiones que se han manifestado más recientemente distan mucho de haber terminado, como señala el informe.

'Existen vulnerabilidades macrofinancieras generalizadas en el sistema. Los niveles de deuda pública y privada son históricamente altos. Los precios de los activos, en particular los inmobiliarios, han empezado a suavizarse debido a sus elevadas valoraciones. Es posible que los tipos de interés tengan que mantenerse más altos y durante más tiempo de lo que los mercados financieros están calculando. Las tensiones que han surgido hasta ahora reflejan el riesgo de tipos de interés, pero las pérdidas crediticias aún están por llegar. Esto pondrá aún más a prueba la resistencia del sistema financiero'.

Esta situación se ha producido porque las medidas políticas adoptadas por gobiernos y bancos centrales en un momento dado para paliar una crisis y evitar un colapso financiero, si bien han aportado una solución inmediata, no han hecho sino crear las condiciones para su estallido en una forma superior.

El BPI lo reconoció, hasta cierto punto, con la introducción del concepto de 'región de estabilidad identificada como el conjunto de combinaciones fiscales y monetarias que son coherentes con la estabilidad macroeconómica y financiera'.

Pero el concepto carece de valor analítico porque los límites de la 'región' se caracterizan por ser difusos e indistintos. En otras palabras, los responsables de la regulación de la economía capitalista no tienen una idea real del efecto que tendrán sus medidas de emergencia a largo plazo.

Como dice el informe 'Una conducta política que puede parecer estabilizadora a corto plazo puede, con el tiempo, encoger inadvertidamente la región y llevar las políticas hacia el límite. El sistema económico puede parecer estable durante mucho tiempo hasta que, de repente, deja de serlo'.

Esta última frase se repite varias veces en el informe y subraya el problema central al que se enfrentan los aspirantes a reguladores. El problema no radica en su falta de capacidad de cálculo o de información, sino en la propia naturaleza del sistema capitalista.

La propiedad privada de los medios de producción y las finanzas significa que los procesos económicos y financieros funcionan como una poderosa fuerza a espaldas de los participantes en el mercado, las grandes empresas, los bancos y las entidades financieras. Dentro de sus operaciones existe cierto grado de control consciente, pero fuera, en la economía y el sistema financiero más amplios, reina la anarquía, que, a pesar de todos los esfuerzos por regularla, estalla una y otra vez en forma de crisis.

Aunque los analistas del BPI carecen de soluciones para contener las contradicciones del sistema de beneficios y su anarquía inherente, se guían por un instinto de clase seguro y por décadas de experiencia cuando se trata de lo que hay que hacer: hay que hacer pagar a la clase trabajadora.

Esto se expone en las dos prescripciones políticas esbozadas en el informe. En primer lugar: 'La prioridad de la política monetaria es volver a situar la inflación en el objetivo'.

Como ha quedado cada vez más claro en el último año, la 'lucha contra la inflación' se dirige a frenar el crecimiento económico, incluso hasta el punto de inducir una recesión, para suprimir las demandas salariales de la clase obrera. Esta política debe continuar incluso cuando, como reconoce el informe, los aumentos salariales están muy por detrás del nivel de inflación y una de las principales causas de la inflación es el aumento de los beneficios por parte de las empresas.

'Aunque el crecimiento de los salarios nominales no ha sido excepcionalmente fuerte hasta ahora', decía el informe, 'esto no debería reconfortarnos demasiado.... Es posible que se produzca alguna recuperación, sobre todo teniendo en cuenta la fortaleza de los mercados laborales'.

En otras palabras, aunque las luchas salariales de la clase trabajadora han sido contenidas en cierta medida por las burocracias sindicales de todos los países, es posible que esa situación no perdure, por lo que será necesario recurrir al ariete de las subidas de los tipos de interés.

El segundo brazo de la política dirigida contra la clase obrera son los recortes en el gasto público. Como es habitual en este tipo de informes, esto se expresa en un lenguaje destinado a disfrazar su contenido esencial de clase.

'La prioridad de la política fiscal es la consolidación', dice el informe, señalando el crecimiento de la deuda pública hasta máximos históricos.

En unas condiciones en las que todos los grandes gobiernos están ampliando sus presupuestos militares, esto significa profundos recortes en el gasto social dirigidos contra la clase trabajadora. Los recortes también servirían para ralentizar la economía, presionando así a la baja las demandas salariales y disminuyendo la necesidad de subidas de intereses más pronunciadas que repercuten negativamente en el sistema financiero.

'La consolidación', decía el informe, 'proporcionaría un apoyo crítico en la lucha contra la inflación. También reduciría la necesidad de que la política monetaria mantuviera los tipos de interés más altos durante más tiempo, reduciendo así el riesgo de inestabilidad financiera'.

El informe del BPI deja claro que, a pesar de todas las declaraciones sobre la 'estabilidad' y la 'resistencia' del sistema financiero, su crisis histórica subyacente se está agravando. No hay ninguna perspectiva de que se restablezca la 'normalidad' porque, como muestra el historial y como reconoce el propio informe, las medidas adoptadas en un momento dado para rescatar el sistema financiero sólo han creado las condiciones para una inestabilidad aún mayor.

Sólo hay dos alternativas. O las clases dominantes son capaces de imponer la crisis histórica del sistema de beneficios sobre las espaldas de la clase trabajadora, sumiéndola en la devastación social, o la clase trabajadora, armada con un programa internacionalista y socialista pone fin al capitalismo.

(Publicado originalmente en inglés el 26 de junio de 2023)

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