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Perspectiva

Daniel Ellsberg y Julian Assange

La muerte de Daniel Ellsberg, quien falleció de cáncer pancreático el viernes a los 92 años, es una ocasión para rendir homenaje a un luchador valiente y de principios contra el militarismo, así como para revisar los eventos históricos de hace más de 50 años con los que está permanentemente vinculado y dar cuenta del terrible deterioro de la democracia capitalista en las décadas que han transcurrido.

Ellsberg, un consultor del Pentágono de alto nivel, filtró miles de páginas de documentos clasificados sobre la guerra de Vietnam en 1971 porque ofrecían evidencia irrebatible de los crímenes de guerra del Gobierno estadounidense y de las mentiras sistemáticas para encubrirlos.

El material filtrado fue publicado en 18 periódicos, que combatieron y ganaron un fallo en la Corte Suprema defendiendo sus derechos de la Primera Enmienda. En la actualidad estas mismas publicaciones responderían a tal filtración de información secreta entregando al denunciante al FBI, como hizo el New York Times con el técnico de la Guarda Nacional Aérea que filtró recientemente los papeles “Discord” exponiendo las conspiraciones estadounidenses en Ucrania.

En 1971, Ellsberg se entregó para enfrentar los cargos bajo la Ley de Espionaje que conllevaban una cadena perpetua. Lo liberaron cuando su procesamiento penal quedó anulado por la conducta indebida del Gobierno. Pero aquellos que siguen su ejemplo hoy, Chelsea Manning, Edward Snowden y Julian Assange, se enfrentan a penas de cárcel, exilios forzados y la destrucción de su salud y posiblemente sus vidas.

Fue criado en un hogar judío de clase media en Detroit, donde asistió a la escuela élite Cranbrook con una beca y llegó a su adultez dentro del entorno anticomunista de principios de los cincuenta. Se graduó de Harvard, donde tuvo a Henry Kissinger de profesor, y se especializó en la aplicación de la teoría del juego a la estrategia militar, incluyendo el uso de armas nucleares.

Se unió al Cuerpo de Marines en 1954 inmediatamente después de obtener su grado y extendió su servicio esperando ver combate en la Crisis del Canal de Suez en 1956. Luego se fue a trabajar a Rand Corporation como un consultor de alto nivel del aparato estadounidense de seguridad nacional. Ahí ayudó a desarrollar doctrinas estratégicas nucleares y asesoró a Robert McNamara, secretario de Defensa del Gobierno entrante de Kennedy, durante la crisis de misiles en Cuba y en las etapas iniciales de la escalada militar estadounidense en Vietnam.

En apoyo completo a la cruzada anticomunista global, Ellsberg se fue a trabajar al Pentágono a tiempo completo a fines de 1964 y participó como voluntario en una gira de inspección de Vietnam en 1965, donde estuvo tres meses acompañando a las fuerzas estadounidenses y survietnamitas en sus incursiones en pueblos y los combates con las fuerzas insurgentes del Frente de Liberación Nacional. Sus ilusiones quedaron devastadas por esta experiencia, donde vio a campesinos siendo incinerados por los bombardeos estadounidenses o siendo acribillados indiscriminadamente a manos de los soldados estadounidenses y survietnamitas. Comenzó a enviar memorándums pesimistas a sus jefes del Pentágono.

En 1967, cuando McNamara comenzó a temer el resultado de la guerra, estableció un grupo de investigación en el Pentágono para recopilar una historia documental de la intervención estadounidense en Vietnam a lo largo de cuatro administraciones: Truman, Eisenhower, Kennedy y Johnson. Ellsberg fue uno de los elegidos para participar y su estudio de la historia lo convencería de que la guerra no solo fue equivocada, sino que fue criminal, y que todos estos Gobiernos le mintieron al pueblo estadounidense sobre el papel de EE.UU.

Al principio, la oposición de Ellsberg a la guerra se manifestó en filtraciones de material específico a políticos demócratas y a la prensa. En febrero de 1968, filtró al senador Robert F. Kennedy un informe clasificado sobre la petición del general William Westmoreland, comandante estadounidense en Vietnam, de 200.000 soldados adicionales. Un mes más tarde, filtró al Times un informe según el cual el ejército estadounidense había subestimado enormemente las fuerzas del FLN antes de la ofensiva del Tet, por lo que las fuerzas estadounidenses no estaban preparadas para el audaz asalto del FLN a todas las ciudades importantes de Vietnam del Sur.

En 1969, tras regresar a RAND, tuvo acceso a la totalidad de los 47 volúmenes de la “Historia del proceso de toma de decisiones de Estados Unidos sobre la política de Vietnam”, que se darían a conocer al mundo como los Papeles del Pentágono. Primero se puso en contacto con destacados demócratas, entre ellos el senador William Fulbright, presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, y el senador George McGovern, un opositor declarado a la guerra, que se convertiría en el candidato presidencial demócrata en 1972. Rechazaron su oferta de revisar y hacer públicos los documentos.

Ellsberg se dirigió entonces a la prensa, poniéndose en contacto con Neil Sheehan del New York Times, un conducto para sus filtraciones anteriores, y finalmente proporcionó copias casi completas de los Papeles del Pentágono al Times, al Washington Post y a un total de 18 periódicos estadounidenses. El Times empezó a publicar grandes extractos, desatando el pánico y la ira en la Administración de Nixon, que solicitó una orden judicial para bloquear la publicación.

Daniel Ellsberg habla con reporteros en las afueras del Edificio Federal en Los Ángeles. El coacusado de Ellsberg, Anthony Russo, se encuentra en el centro a la derecha, 17 de enero de 1973 [AP Photo/Associated Press/STF]

El caso llegó rápidamente a la Corte Suprema de Estados Unidos, que dictó una sentencia en el caso New York Times Co. contra Estados Unidos. La mayoría de 6-3 consideró que el Gobierno no había aportado las pruebas necesarias para anular la presunción de la libertad de la prensa para publicar, basada en la Primera Enmienda de la Constitución estadounidense.

La publicación de los Papeles del Pentágono, que se prolongó varias semanas en los periódicos estadounidenses, reforzó el cambio de la opinión pública en contra de la guerra. Como en el caso del propio Ellsberg, el sentimiento popular estaba girando drásticamente hacia la izquierda, oponiéndose a la guerra no solo por considerarla imposible de ganar, sino por ser injusta, incluso criminal. La credibilidad del Pentágono, la Casa Blanca y el Gobierno estadounidense en su conjunto sufrieron un golpe irreparable.

Hay una cadena directa de acontecimientos que van desde la decisión de Ellsberg de filtrar los Papeles del Pentágono hasta la dimisión forzada del presidente Richard Nixon tres años después.

Nixon y su asesor de seguridad nacional Henry Kissinger decidieron intentar arruinar la reputación y la vida de Ellsberg para que sirviera de escarmiento. Kissinger fue particularmente inflexible, llamando a Ellsberg “el hombre más peligroso de América”. En una reunión con Nixon, tras la sentencia de la Corte Suprema sobre el caso de los Papeles del Pentágono, Kissinger declaró: “Hay que detenerlo a toda costa. Tenemos que atraparlo”. Nixon respondió: “Por Dios, vamos a ir a por ellos”.

Nixon dio instrucciones a su asesor más cercano en política interior, John Ehrlichman, para que creara la unidad de “fontaneros”, llamada así porque su trabajo consistía en tapar filtraciones. Este grupo de exagentes y matones de la CIA y del FBI, encabezado por G. Gordon Liddy y Howard Hunt, irrumpió en las oficinas del psiquiatra de Ellsberg en California, buscando infructuosamente información para desacreditarle.

Nueve meses después, el mismo grupo fue sorprendido robando en las oficinas del Comité Nacional Demócrata en el complejo de oficinas de Watergate, en Washington, en busca de información que ayudara la campaña de reelección de Nixon. El escándalo que se desarrolló sobre la implicación directa del presidente en acciones delictivas y encubrimiento culminó en agosto de 1974 con la dimisión de Nixon, después de que los líderes republicanos del Congreso le dijeran que un juicio político y su destitución eran inevitables si no abandonaba la Casa Blanca.

En el transcurso de las revelaciones de Watergate, el proceso federal contra Ellsberg y su colega Anthony Russo, iniciado en virtud del artículo 793 de la Ley de Espionaje, se vino abajo. El juez del caso desestimó los cargos después de que se hiciera público el robo de documentos del psiquiatra de Ellsberg por parte de los “fontaneros”, así como otras conductas indebidas del Gobierno, como las escuchas ilegales a Ellsberg y el ofrecimiento al juez del cargo de director del FBI si llevaba el caso como deseaba la Casa Blanca.

A diferencia de muchas otras figuras de la clase media radicalizadas en la década de 1960 por la guerra de Vietnam y las luchas por los derechos civiles en Estados Unidos, Ellsberg nunca hizo las paces con la élite política. Siguió defendiendo los principios de las libertades civiles y oponiéndose a la guerra y el militarismo hasta el final de su vida, detenido en numerosas protestas, normalmente por desobediencia civil no violenta. Trató de desenmascarar las mentiras propagadas por el aparato de seguridad nacional estadounidense para justificar las guerras de Irak, Afganistán y Libia, y se solidarizó con otras figuras valientes que rompieron con las agencias de militares y de inteligencia y trataron de sacar a la luz los crímenes del imperialismo estadounidense.

En 2017, escribió un importante libro, The Doomsday Machine, que traza el desarrollo de la doctrina de las armas nucleares estadounidenses en la década de 1950 y principios de 1960, cuando trabajó en ese campo con Kissinger, McNamara y otros. Como señalaba la reseña del WSWS sobre el volumen: “La estrategia de EE.UU. siempre ha sido la de un primer ataque: no necesariamente un ataque por sorpresa, pero tampoco un ataque que llegue 'de segundo lugar' en una guerra nuclear”.

La reseña continúa: “el gran total de un primer ataque nuclear estadounidense sería de al menos 600 millones de muertos, 'cien holocaustos' según la propia estimación del Pentágono”. Y esta cifra fue en realidad una estimación baja: “Ellsberg señala que en 1961, cuando se hizo el documento, faltaban dos décadas para que se aceptara el concepto de invierno nuclear y hambruna nuclear, lo que significaba que, en realidad, la mayoría de los humanos morirían junto con la mayoría de las otras especies grandes después de una guerra nuclear”.

Cuatro años más tarde, reveló que el Gobierno estadounidense había elaborado en 1958 planes para utilizar armas nucleares contra China, que entonces no era una potencia nuclear, si continuaban los ataques chinos a islas marítimas controladas por Taiwán. Ninguna Administración estadounidense se ha comprometido a prohibir el uso de armas nucleares en una guerra convencional o un ataque sorpresa.

Ellsberg desempeñó un papel destacado en la defensa de Chelsea Manning, Edward Snowden y, en particular, Julian Assange, fundador y editor de WikiLeaks. Escribió sobre Assange: “Yo fui el primer denunciante procesado en virtud de la Ley de Espionaje, y ahora él es el primer procesado [en virtud de la Ley de Espionaje] por publicar”.

Mientras que el New York Times y otros medios corporativos habían publicado material filtrado por Manning y Snowden, o publicado por WikiLeaks, no hicieron ningún esfuerzo para defenderlos contra el procesamiento por parte de la Administración de Obama, que hizo un uso más frecuente de la Ley de Espionaje para perseguir a los denunciantes y periodistas que todos los Gobiernos anteriores en la historia de EE.UU., juntos.

Ellsberg prestó testimonio en una de las innumerables audiencias judiciales del prolongado proceso legal durante el cual el Gobierno británico mantuvo a Assange encerrado en la prisión de alta seguridad de Belmarsh, el Guantánamo británico, a pesar de que el editor de WikiLeaks no se enfrentaba a ningún cargo penal en Reino unido, solo a una solicitud de extradición de Estados Unidos.

Assange y su familia agradecieron profundamente este apoyo, y Assange incluyó a Ellsberg en la lista restringida de personas autorizadas a llamar y hablar con él en Belmarsh. Por ese motivo, Assange pudo llamar a Ellsberg y despedirse de él después de que anunciara públicamente que estaba muriendo de cáncer pancreático.

Daniel Ellsberg y Julian Assange [Photo by Cmichel67/Cancillería del Ecuador / CC BY-SA 4.0]

Los medios corporativos guardan absoluto silencio sobre esta estrecha conexión. Los dos principales diarios de Estados Unidos, el New York Times y el Washington Post, publicaron extensos obituarios de Ellsberg en los que no se mencionaba a Assange. Lo mismo puede decirse del británico The Guardian, que publicó tanto la noticia como un sentido homenaje de Trevor Timm, cofundador con Ellsberg de la Fundación para la Libertad de Prensa. En ninguno de los dos aparecía el nombre de “Assange”.

Cuando el editor de WikiLeaks fue arrastrado fuera de la Embajada ecuatoriana en Londres por la policía británica en abril de 2019, estas publicaciones principales del imperialismo, tanto estadounidense como británico, lo aplaudieron. Un editorial en el Washington Post declaró que Assange “debe desde hace mucho una rendición de cuentas personal”, y sugirió que la posibilidad de una cadena perpetua podría conducir a su “conversión en un testigo cooperador”. El Times lo vilipendió en un artículo “noticioso” de primera plana como un “narcisista” que tenía “poco interés en asuntos mundanos como la higiene personal”.

Los medios corporativos odian a Assange y a cualquiera que realice la función esencial de una prensa libre: exponer las acciones que el Gobierno quiere mantener en secreto, especialmente aquellas que son antidemocráticas o ilegales. Esto demuestra el giro colosal hacia la derecha, tanto en los medios corporativos como en el entorno de clase media-alta al que atienden, en los últimos 50 años. Recibirían a un nuevo Ellsberg como lo han hecho con Assange, no con extensos artículos dando a conocer las revelaciones de los denunciantes ni con demandas para defender la libertad de prensa, sino respaldando y apoyando su persecución por parte del Estado.

(Publicado originalmente en inglés el 18 de junio de 2023)

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