El arresto de la semana pasada del editor de WikiLeaks, Julian Assange, ha recibido la aprobación universal de los medios impresos y de difusión de Estados Unidos.
El New York Times, el Washington Post y el Wall Street Journal, los tres principales periódicos de los Estados Unidos, han respaldado con entusiasmo el arresto y la extradición de Assange a los Estados Unidos, por cargos relacionados con su publicación de documentos que implican al Gobierno de los Estados Unidos en crímenes de guerra y el asesinato en masa de personas inocentes.
La entusiasta aprobación de estos periódicos de lo que constituye la rendición de un periodista que enfrenta el peligro de tortura, un encarcelamiento indefinido y una posible ejecución, resume su actitud hacia las libertades de expresión y de prensa consagradas en la Primera Enmienda: se oponen a ellas.
No son medios independientes, sino molinos de propaganda como los que existen en cualquier dictadura.
El Washington Postde Jeff Bezos fue el menos cauteloso, declarando que Assange “ha tenido pendiente por demasiado tiempo rendir cuentas personalmente" y deleitándose ante su potencial "conversión en un testigo colaborador". En lo que respecta a un país como los Estados Unidos que no reconoce tratados internacionales básicos sobre los derechos humanos, extraer la "cooperación" de un testigo es un eufemismo para la tortura.
Pero tales editoriales fríos y calculados constituyen, si esto es posible, la parte menos degradante de la respuesta de los medios al encarcelamiento de Assange, que ha sido tratada por los periódicos impresos, las noticias de difusión y, quizás lo peor de todo, los programas de entrevistas nocturnos como la ocasión para amontonar insultos crudos contra un periodista perseguido que no puede defenderse.
En la sección de "noticias" de los periódicos, la línea entre la información, la opinión, el chisme, la calumnia y la difamación fue totalmente borrada.
"Incluso los amigos de Assange lo han descrito como... un narcisista con una visión sobredimensionada de su importancia y poco interés en asuntos mundanos como la higiene personal", escribieron los estenógrafos del Pentágono del New York Times, Scott Shane y Steven Erlanger, en un artículo de primera plana. sin molestarse en explicar quiénes son estos "amigos" o por qué describen a Assange en el mismo idioma que Mike Pompeo.
Al sonido risas enlatadas, el presentador del "Daily Show", Trevor Noah, proclamó que Assange ha sido "finalmente arrestado" por dejar que su gato "se cague por toda la embajada". El presentador del “Tonight Show”, Jimmy Fallon, bromeó con que Assange, cuyo aislamiento solitario destruido su salud, se parecía a "Dumbledore", un personaje de la serie Harry Potter de JK Rowling.
La lista continúa. Seth Meyers, anfitrión del programa "Late Night" de NBC, se rio de que Assange fuera "arrastrado fuera de la embajada ecuatoriana pareciéndose a Papá Noel con un manifiesto". El programa “Saturday Night Live” parodió el encarcelamiento de Assange, con un barbudo Michael Keaton, como Assange, declarándose a sí mismo como el "terror del personal de limpieza de la embajada".
Este repugnante y vergonzoso júbilo no se parece a nada más que a una picota o un linchamiento, donde se invita a la escoria de la sociedad a lanzar insultos y basura a una víctima impotente. Pero a diferencia del Londres descrito por Dickens, estas basuras sociales no se encuentran en la parte inferior, sino en lo más alto de la sociedad: son multimillonarios que trabajan en los medios de comunicación, la industria del entretenimiento y las grandes empresas.
Por supuesto, hay una razón y una lógica políticas para este derramamiento de insultos. El objetivo es crear una opinión pública: deshumanizar al heroico periodista como un nadie despojado de todos sus derechos (un marginado) para justificar la persecución del Estado estadounidense.
Pero esta necesidad política no puede explicar las profundidades degradantes a las que los medios han ido para deshumanizar a Assange, repitiendo, en titulares destacados, rumores groseros sobre su comportamiento personal como si fuera una verdad indiscutible. Las personas que escriben tales cosas no están simplemente haciendo el trabajo sucio de la clase dominante por un salario. Odian a Assange, porque ven en él un desafío al orden natural de las cosas, en el que los medios publican lo que dice el Gobierno y la gente cree lo que publican los medios.
Este sentimiento fue mejor resumido por el sitio satírico de noticias The Onion en una cita que atribuyó al Washington Post: "Denunciamos a Julian Assange en los términos más enérgicos posibles por su negligencia en demostrar públicamente el tipo de trabajo que los periodistas podrían estar haciendo para investigar la mala conducta del Gobierno y hacer rendir cuentas a los poderosos".
Pero el odio va más allá. Cualquiera que lea atentamente las columnas de opinión de los principales periódicos, no puede dejar de llegar a la conclusión de que no solo contratan intencionalmente a personas con opiniones de extrema derecha, que están abiertas a sugerencias de los gobernantes, sino a personas, para decirlo sin rodeos, que son emocionalmente inestables.
Es la combinación de todos estos atributos lo que produce un artículo como el que publicó Kathleen Parker del Washington Post, titulado “Julian Assange no es un periodista ni un Daniel Ellsberg. Él es sólo un ‘cypherpunk’".
La Sra. Parker, una penalista frecuente en el programa “Meet the Press” de NBC, escribe, “El fundador de WikiLeaks, Julian Assange olía como un bote pesquero sobrecargado y a la deriva bajo un sol abrasador”.
El fundador de WikiLeaks es un “sólido cretino” que “no tiene consciencia”. Mientras que Daniel Ellsberg, quien filtró los Papeles del Pentágono, insistió en que no hay ni una pizca de diferencia entre sus actividades y las de Assange, Parker afirma que las acciones de Ellsberg fueron un “acto histórico de valentía” mientras que las de Assange son “más una embarrada de heces por parte de un ‘cypherpunk’ que huele a pescado”.
Cuando el viento político cambie, el nombre de Assange llevará las mismas connotaciones que otros presos políticos y mártires de los derechos civiles, desde Galileo hasta Martin Luther King.
Aquellos que lo insultaron y ayudaron al Estado en su persecución tratarán de comerse sus palabras. Pero la historia recordará sus acciones, las cuales ennegrecerán sus nombres para siempre.
La persecución de Assange ha provocado otra respuesta más amplia de la población, cuya confianza en los medios oficiales se ha desplomado desde el inicio de la "guerra contra el terrorismo", cuyos crímenes fueron expuestos con la ayuda de Assange.
Un compendio del Washington Post de las respuestas a los programas de entrevistas nocturnas sobre el arresto de Assange tuvo una calificación de desaprobación del 80 por ciento, con los comentarios llenos de simpatía por Assange y odio hacia los bufones de la corte riéndose de él.
"Exponer y publicar los crímenes que cometen las élites, los Gobiernos y los políticos y pagarlo con su libertad es algo cómico en los medios de comunicación estadounidenses", escribió un comentarista, y agregó: "Asqueroso". Otro comentó: "Casi como si estuvieran riéndose de nosotros".
Ahora que la clase obrera emprende una ola global de huelgas y luchas, los vientos políticos cambiarán, y pronto. Los que ayudaron a perseguir a un periodista indefenso tendrán que responder por sus acciones.
(Publicado originalmente en inglés el 17 de abril de 2019)