La respuesta de los medios de comunicación estadounidenses a los documentos del Pentágono filtrados que demuestran la participación de EE.UU. en la guerra ucraniana presenta ciertas cuestiones de gran alcance en materia de derechos democráticos.
El jueves, el New York Times delató al presunto responsable de la filtración, que puso al descubierto las mentiras del Gobierno estadounidense sobre la guerra en Ucrania. Esto condujo a su arresto.
El periódico, colaborando con la agencia propagandista de financiamiento estatal Bellingcat, identificó públicamente a Jack Teixeira, un miembro de la Guardia Nacional Aérea de 21 años. Teixeira fue arrestado tan solo algunas horas luego.
Hay ciertas indicaciones que Teixeira tiene opiniones fascistas y antisemitas revulsivas. Pero sus motivos no cambian el hecho de que los documentos que filtró atraparon al Gobierno estadounidense con las manos en la masa, mintiendo sistemáticamente al público sobre su guerra no declarada contra Rusia en Ucrania.
Contradiciendo las mentiras del Gobierno de Biden, los documentos demuestran que hay tropas de la OTAN en el terreno en Ucrania, que la OTAN está involucrada directamente en la guerra y que el ejército ucraniano se encuentra en una posición mucho más precaria que lo que reportan los noticieros.
Estos documentos no solo desenmascararon al Gobierno estadounidense, sino también al New York Times y al Washington Post como mentirosos.
Los principales medios de comunicación estadounidenses han respondido defendiendo, como cuestión de principios, el derecho del Gobierno estadounidense a mentirle al público.
El jueves, el Washington Post publicó un editorial titulado: “Las filtraciones de Discord muestran que los secretos de nuestra nación están en riesgo”.
El editorial no critica del todo al Gobierno de Biden por mentirle al público estadounidense. En cambio, defiende los secretos del Gobierno y promete ayudarles a las autoridades a prevenir que el público conozca lo que quiere mantener en secreto.
El editorial declara, “Mantener secretos es esencial para el funcionamiento del Gobierno”.
Al hacer esta declaración, el diario propiedad del oligarca Jeff Bezos, ha declarado una guerra a una premisa fundamental del gobierno democrático.
En su inauguración presidencial, Thomas Jefferson declaró: “Considero la difusión de la información y el procesamiento de todos los abusos en el tribunal de la razón pública uno de los principios fundamental de nuestro gobierno”. Como explicó luego, esto se debe a que, “a pesar que [el pueblo] podría consentir, no puede aprobar lo que no comprende”.
Siguiendo verbalmente este principio como tapadera democrática para el ingreso de EE.UU. en la Primera Guerra Mundial, el primero de los “Catorce Puntos” del presidente Woodrow Wilson declara: “No habrá acuerdos internacionales secretos de ningún tipo; la diplomacia procederá siempre de manera honesta y en la vista pública”.
Los “secretos de Estado” revelados por los documentos filtrados no se mantenían ocultados de Rusia, sino del pueblo estadounidense.
Demuestran que el Gobierno está engañando, esencialmente, al público sobre una política exterior que amenaza con provocar una guerra nuclear y la destrucción de la civilización humana.
Al defender como principio los “secretos de Estado” en relación con el hecho de que EE.UU. está dirigiendo la guerra en Ucrania, el Washington Post está defendiendo el derecho del Gobierno a mentirle al público con total impunidad.
Esto lleva la complicidad de la prensa estadounidense en los crímenes del imperialismo estadounidense a otro nivel: se ha vuelto en un socio activo del Gobierno en prevenir que el público desarrolle una opinión informada que podría poner límites a la preparación, la ejecución y la intensificación de la guerra.
En otras palabras, la creación de un Estado policial en Estados Unidos no exigiría un cambio de política, ni mucho menos de personal, en el Washington Post.
El editorial no explica la extraña discrepancia entre esta afirmación general de poderes gubernamentales sobre el público con el lema en su cabecera: “La democracia se muere en la oscuridad”.
Un “secreto nacional” de hecho es un secreto que una parte de la “nación” guarda de la otra. Una parte de la “nación” —la oligarquía financiera y el Gobierno que gestiona sus asuntos— conoce el secreto. Pero el grueso de la población solo tiene permitido escuchar mentiras.
El hecho de que un piloto de la Guardia Nacional de 21 años tuviera acceso a estos documentos supuestamente de alto secreto y sensibles demuestra que la participación de EE.UU. en Ucrania es ampliamente conocida en el Estado, el ejército y los medios de comunicación. De hecho, el Washington Post admitió públicamente haber visto cientos de documentos de la filtración que no se han hecho públicos.
En otras palabras, el crimen es informarle al público general sobre las mentiras del Gobierno estadounidense. Fue por este crimen que Chelsea Manning pasó siete años encarcelada y por el que Julian Assange se encuentra encarcelado hasta la fecha.
Los medios de comunicación estadounidense, particularmente el New York Times, han colaborado por mucho tiempo con el Gobierno estadounidense en la promoción y justificación de los crímenes del imperialismo estadounidense. Pero para la decisión de este diario de tomar acciones para propiciar el arresto de una fuente de información vital para el público representa un hito en la degeneración de la prensa estadounidense y su transformación en un apéndice del Estado.
Cualquiera que disponga de información que revele delitos cometidos por el Gobierno no puede acudir al New York Times, Washington Post o cualquier otro medio de comunicación masivo de Estados Unidos por temor a ser simplemente entregado a la policía o al FBI. Por el contrario, las acciones del New York Times ponen en peligro a todos los periodistas estadounidenses, que ahora serán acusados de no ser más que espías gubernamentales.
Hace más de 50 años, el New York Times y el Washington Post publicaron los Papeles del Pentágono, exponiendo una conspiración sistemática de las Administraciones de Kennedy, Johnson y Nixon para librar una guerra agresiva en Vietnam, que implicaba crímenes de guerra generalizados por parte de las tropas estadounidenses, al tiempo que se engañaba al público sobre los objetivos y el alcance de la guerra.
Según las normas que ahora defienden el Times y el Pos t, deberían ser procesados no solo Daniel Ellsberg, quien filtró los Papeles del Pentágono, sino también los directores, periodistas y editores del Times que los publicaron.
El martes, el portavoz de seguridad nacional de la Casa Blanca, John Kirby, pidió a los medios de comunicación estadounidenses que dejaran de publicar la información contenida en los documentos, declarando: “No tiene por qué... aparecer en las portadas de los periódicos, ni en la televisión. No concierne al público, y no debería estar ahí fuera”.
Si bien la Casa Blanca puede desear que el público no tenga conocimiento de sus mentiras y crímenes, y los principales medios de comunicación pueden complacer esta petición, el crecimiento del internet ha vuelto imposible que el Estado controle el discurso público.
En 2017, la exfuncionaria de la Administración Obama Samantha Power lamentó la disminución del control de las corporaciones mediáticas sobre el discurso público. Escribió: “Durante la guerra fría, la mayoría de los estadounidenses recibían las noticias y la información a través de plataformas mediáticas. Los reporteros y editores que desempeñaban el papel de guardianes profesionales que tenían un control casi total sobre lo que aparecía en los medios”. El hecho de que “dos tercios de los estadounidenses obtengan al menos algunas de sus noticias a través de las redes sociales” es, escribió, peligroso.
Cuando Julian Assange fue secuestrado de la Embajada ecuatoriana, esta fue la razón por la que el Washington Post aplaudió la detención de este periodista principista por parte de la Administración de Trump, declarando en un editorial que “Assange no es un héroe de la libertad de prensa”, y que “ya lleva pendiente por mucho tiempo su rendición de cuentas personal”.
El contenido de los documentos filtrados del Pentágono demuestra el papel vital desempeñado por el World Socialist Web Site. Mientras que las mentiras del Times y del Post quedaron al descubierto gracias a los documentos, la información del WSWS ha quedado confirmada. Esto se debe a que, mientras el Times y el Post trataban de engañar y mentir a la clase obrera, el WSWS luchó por informar al público sobre los inmensos peligros que planteaba la escalada de la guerra.
La movilización de los medios de comunicación en defensa de las mentiras del Gobierno representa un intento desesperado por parte de la oligarquía financiera de hacer frente a una creciente ola de oposición social. Creen que, mediante la combinación de mentiras y propaganda, podrán embarcar al mundo en una guerra que creará las condiciones para ilegalizar las huelgas y las protestas y garantizar las ganancias de la oligarquía financiera.
Pero como dijo una vez Abraham Lincoln: “Puedes engañar a todo el pueblo parte del tiempo y a parte del pueblo todo el tiempo, pero no puedes engañar a todo el pueblo todo el tiempo”. Lo que más teme la oligarquía –la construcción de un movimiento internacional socialista de la clase obrera contra la guerra imperialista— está a la orden del día.
El Día Internacional de los Trabajadores de 2023 se dará un paso vital en la construcción de este movimiento. El domingo 30 de abril, el Comité Internacional de la Cuarta Internacional, la Alianza Internacional Obrera de los Comités de Base, los Jóvenes y Estudiantes Internacionales por la Igualdad Social y el World Socialist Web Site celebrarán un acto mundial en línea el Primero de Mayo para movilizar a los trabajadores y los jóvenes de todo el mundo contra la guerra en Ucrania. Instamos a todos aquellos que quieran oponerse a la guerra a que se inscriban hoy.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 14 de abril de 2023)