Cuanto más dura una guerra, más se desvanece la propaganda inicial y más se aclaran las causas y los objetivos reales. Esto es cierto para cualquier guerra prolongada, incluida la actual en Ucrania. Un artículo del exministro alemán de Asuntos Exteriores Joschka Fischer aparecido el lunes en el diario digital The Pioneer es revelador en este sentido.
Fischer repite la propaganda estándar de que Rusia es el único agresor y que la guerra sorprendió por completo a Europa el 24 de febrero de 2022, que 'todas las preciadas ilusiones de paz de los europeos... se hicieron añicos al estruendo de las bombas rusas que estallaban en ciudades y pueblos ucranianos'. Pero luego va al grano y explica sin rodeos de qué va realmente esta guerra: de la dominación imperialista de Estados Unidos y las grandes potencias europeas sobre Rusia, China y el 'Sur global'.
La guerra de Ucrania también 'trata del futuro orden mundial, de su gran revisión en el siglo XXI', escribe Fischer. Acusa a China y Rusia de haber 'entrado en una alianza no formalizada para romper el dominio de Estados Unidos y Occidente, las dos grandes potencias euroasiáticas contra la alianza transatlántica y también pacífica de Occidente, liderada por Estados Unidos'. Se trata de una 'lucha de poder global basada en el retorno de las grandes potencias mundiales rivales tras el final de la Guerra Fría', escribe.
El llamado 'Sur global' también 'desempeñaría un papel importante en el conflicto global emergente por el dominio en el siglo XXI', añade Fischer, señalando con pesar que 'muchas, especialmente de las principales naciones del Sur, como Brasil, India y Sudáfrica, pero también los Estados del Golfo Pérsico, se han negado a adoptar una postura partidista clara y éstas se comportan estrictamente de acuerdo con sus intereses nacionales'. La 'posición de Occidente y de su principal potencia, Estados Unidos... frente a estos Estados y regiones emergentes' no era 'en absoluto esperanzadora'.
La conclusión de Fischer: 'Occidente' y especialmente Alemania debe rearmarse e intensificar la guerra para defender su 'supremacía'. El 'tiempo de sus entrañables ilusiones de paz ha llegado definitivamente a su fin con el 24 de febrero', escribe. 'Europa tendrá que superar cuanto antes sus divisiones internas y su indefensión y convertirse en una potencia geopolítica capaz de defensa y disuasión, incluida una capacidad de disuasión nuclear europea muy difícil de alcanzar'.
La Unión Europea debe cambiar de carácter: 'El regreso de la guerra a Europa obliga a transformar la comunidad económica en una potencia geopolítica. La seguridad del continente estará en el centro durante mucho tiempo: la UE como comunidad de defensa estrechamente vinculada a la OTAN y fuerza geopolítica, y no predominantemente como comunidad económica, mercado común y unión aduanera'. También afirma que el 'compromiso del estatus de candidato a la adhesión a la UE' ofrecido a Ucrania, Turquía y los Estados de los Balcanes Occidentales, que se basaba en los intereses de seguridad europeos, tenía 'principalmente motivaciones geopolíticas'.
Al mismo tiempo, Fischer deja claro que Alemania no debe confiar ni en Estados Unidos ni en Francia: 'Porque ¿qué hará Europa [siempre escribe 'Europa' cuando quiere decir Alemania] en el peor de los casos si un aislacionista es elegido de nuevo a la Casa Blanca dentro de dos años y Marie Le Pen es elegida posteriormente al Elíseo? Ciertamente, sería una pesadilla, pero una posibilidad bastante realista'.
El exministro de Asuntos Exteriores del Partido Verde sabe de lo que habla cuando aboga por convertir a Alemania en una potencia militar geopolítica. En 1999, forzó la participación de Alemania en la guerra de la OTAN contra Yugoslavia —el primer despliegue de combate de la Bundeswehr (Fuerzas Armadas) desde la derrota de Hitler en la Segunda Guerra Mundial— contra la feroz oposición de las filas de su propio Partido Verde. A continuación, garantizó el despliegue de la Bundeswehr en Afganistán y en otras guerras.
Puede ser una coincidencia, pero es significativo que el mismo día en que apareció el artículo de Fischer en The Pioneer, comenzara el juicio de Hashim Thaçi ante un tribunal especial de crímenes de guerra en La Haya. El entonces portavoz del Ejército de Liberación de Kosovo (UÇK), fue llevado a la conferencia de Rambouillet en 1999 por Fischer y la secretaria de Estado estadounidense Madeleine Albright para construir un pretexto para la guerra contra Yugoslavia. Más tarde, fue el hombre clave de la OTAN en Kosovo y, tras la independencia unilateral de Serbia, se convirtió en primer ministro y presidente.
Ahora, Thaçi está acusado de secuestros, torturas y casi un centenar de asesinatos cometidos por la UÇK en la época de la guerra. Otros dirigentes de la UÇK ya han sido condenados a largas penas de prisión por estos y otros crímenes.
Ya entonces se sabía que la UÇK estaba implicada en asesinatos políticos, limpieza étnica y crímenes mafiosos. Clasificada en un principio como organización terrorista por el Departamento de Estado, eso cambió cuando el gobierno estadounidense la necesitó para sus propios intereses.
Ahora el pasado ha alcanzado a Thaçi, y sus antiguos patrocinadores están haciendo grandes esfuerzos para protegerle. Está siendo defendido por un potente equipo de abogados estadounidenses, entre los que se encuentra Pierre-Richard Prosper, que fue enviado especial para el enjuiciamiento de crímenes de guerra bajo la presidencia de George W. Bush. El principal comandante de la OTAN en la guerra de Yugoslavia, el general Wesley Clark, declarará como testigo de la defensa.
La OTAN teme que una condena de Thaçi arroje nueva luz sobre la naturaleza criminal de la guerra yugoslava. 'Dado que la OTAN cooperó con la UÇK en 1999, surge la pregunta: ¿está afirmando la acusación que la OTAN cooperó a sabiendas con una empresa criminal?', señaló el abogado de Thaçi, Prosper.
Ahora está claro que la guerra de Yugoslavia fue sólo el primer paso en el camino hacia una política alemana de gran potencia que no se detiene ante el riesgo de una guerra nuclear. La guerra en Ucrania no comenzó el 24 de febrero de 2022, sino mucho antes con la guerra de Yugoslavia, las guerras de Irak, Libia y Siria, la expansión sistemática de la OTAN hacia la frontera rusa y el golpe de Maidan de 2014, respaldado por Estados Unidos y Alemania, que instaló un régimen títere occidental en Kiev.
Sin duda, el ataque ruso a Ucrania es reaccionario en todos los sentidos de la palabra. Es una respuesta en bancarrota del régimen oligarca nacionalista de Rusia al verse rodeado por la OTAN. Pero la principal responsabilidad de la guerra recae en la propia OTAN, que está haciendo todo lo posible para intensificarla aún más, aunque cueste la vida de cientos de miles de soldados ucranianos y rusos y se arriesgue a una guerra nuclear. El objetivo es la derrota militar de Rusia, el sometimiento de ese vasto país y el cerco de China.
El gobierno de coalición de Berlín está utilizando la guerra para la ofensiva de rearme más masiva desde Hitler. Alemania se ha convertido en el mayor proveedor de armas de Ucrania después de Estados Unidos; sólo este año, armas y municiones alemanas por valor de mil millones de euros van a llegar a la guerra cada mes. La Bundeswehr se está convirtiendo en la fuerza armada más poderosa de Europa, para que pueda volver a ocupar el primer puesto en la 'lucha de poder global por el futuro orden mundial', como ha declarado abiertamente Joschka Fischer.
Al mismo tiempo, cada vez resulta más difícil ocultar que la política proguerra amenaza con volver a sumir a Europa en un infierno, como afirma abiertamente un llamamiento firmado por numerosos destacados socialdemócratas y sindicalistas. 'La sombra de la guerra nuclear se cierne sobre Europa', se lee, advirtiendo que el mundo se desliza 'hacia una nueva gran guerra'.
El llamamiento fue iniciado por el historiador Peter Brandt, hijo del difunto canciller alemán Willy Brandt (Partido Socialdemócrata, SPD), y el ex presidente de la Confederación Alemana de Sindicatos (DGB) Reiner Hoffmann. Lo firman, entre otros muchos, los ex ministros federales Hans Eichel y Herta Däubler-Gmelin, el ex presidente del SPD Norbert-Walter Borjans, el ex comisario de la UE Günter Verheugen, el ex presidente del Bundestag (Parlamento federal) Wolfgang Thierse y los ex dirigentes sindicales Detlef Hensche (IG Druck) y Franz Steinkühler (IG Metall).
El hecho de que estos políticos y funcionarios desgastados, que han apoyado durante años una política favorable a la guerra y gozan de las mejores conexiones con los círculos gubernamentales, adviertan ahora abiertamente de una guerra nuclear debe entenderse como una señal de alarma. Es urgente construir un movimiento internacional antibelicista de la clase obrera y la juventud que combine el rechazo a la guerra con la lucha contra su causa, el capitalismo. Esto es por lo que luchan el Sozialistische Gleichheitspartei (Partido Socialista por la Igualdad) y su organización juvenil internacional, los Jóvenes y Estudiantes Internacionales por la Igualdad Social.
(Publicado originalmente en inglés el 4 de abril de 2023)