El presidente de EE.UU., Joe Biden, mantuvo su primera reunión cara a cara con el presidente chino, Xi Jinping, desde su toma de posesión, y se comprometió a 'gestionar' la guerra comercial de Estados Unidos con China, a la que se refirió como 'competencia'.
Biden, en palabras de la lectura de la Casa Blanca sobre la discusión, 'reiteró que esta competencia no debe derivar en un conflicto y subrayó que Estados Unidos y China deben gestionar la competencia de forma responsable y mantener líneas de comunicación abiertas'.
La lectura continuó: 'El presidente Biden explicó que Estados Unidos seguirá compitiendo enérgicamente con [China], incluso invirtiendo en fuentes de fuerza en casa y alineando los esfuerzos con aliados y socios en todo el mundo'.
Tras la reunión con Xi, Biden declaró: 'Vamos a competir vigorosamente. Pero no busco el conflicto, sino gestionar esta competencia de forma responsable'.
El énfasis de Biden en la 'gestión' de las tensiones y en el mantenimiento de líneas de comunicación abiertas puede indicar un cambio táctico de Washington y una desescalada temporal de las fuertes tensiones con Pekín.
En los últimos meses, el gobierno de Biden ha intensificado implacablemente la presión sobre Pekín. La presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, organizó una visita a Taiwán en una provocación deliberada contra las reivindicaciones de soberanía de Pekín. Biden declaró que Estados Unidos enviaría tropas para defender a Taiwán en caso de invasión por parte de China continental.
Washington prohibió el comercio de microchips avanzados con China, una medida de guerra económica contra los principales intereses chinos.
Al mismo tiempo, China está aislada en un mundo en el que todos los demás países, encabezados por Washington, han abandonado todas las medidas de salud pública para hacer frente a la pandemia. La política china de 'cero-COVID' es objeto de intensos ataques.
Con sus juegos de guerra y despliegues militares, Washington ha llevado a la península de Corea, vital para los propios intereses de China, al borde de la reanudación de un conflicto armado.
Biden ha acusado repetidamente y sin fundamento a China de 'genocidio'.
La guerra de Ucrania, provocada por Estados Unidos y la OTAN, ha desestabilizado profundamente la masa continental euroasiática y ha roto las conexiones comerciales y políticas de China en toda la región. Y todo esto en menos de un año.
La reunión entre Biden y Xi al margen de la cumbre del G20 en Bali supuso un retroceso por parte de Washington respecto a este año de implacable retórica incendiaria y provocación militar. En sus declaraciones a la prensa tras una reunión de tres horas y media con Xi, Biden calificó a éste de 'directo y sin rodeos' y 'dispuesto al compromiso'.
No habrá una 'nueva guerra fría' entre Estados Unidos y China, declaró Biden, y añadió que creía que China no tenía planes inminentes de invadir Taiwán. Se trata de una inversión de numerosas declaraciones belicistas anteriores emitidas por la administración de Biden, el Congreso y el Pentágono.
El término 'Nueva Guerra Fría' se utilizó para describir el discurso de 2018 del vicepresidente Mike Pence que planteó la perspectiva de un 'desacoplamiento' económico entre Estados Unidos y China con el fin de evitar que China se apodere de las 'alturas de mando de la economía del siglo XXI.' Aunque niega que busque esa 'Nueva Guerra Fría', Biden ha abrazado de hecho la doctrina de la 'competencia estratégica' con China iniciada bajo la administración de Trump.
Biden dijo que Washington 'se opondría a un cambio unilateral del statu quo' de las relaciones entre China continental y Taiwán 'por cualquiera de las partes'. Era la primera vez que el presidente estadounidense se pronunciaba contra el creciente movimiento separatista taiwanés, al que hasta ahora había dado ánimos abiertamente.
Biden anunció que, como forma de 'gestionar' la 'competencia', el secretario de Estado Antony Blinken viajaría a China para reunirse con su homólogo, y varios equipos estadounidenses y chinos se reunirían para establecer mecanismos de encuentro para discutir la resolución de las diferencias.
El Global Times citó a Xi respondiendo que 'espera trabajar con el presidente de EE.UU. para impulsar las relaciones bilaterales de nuevo en la vía del desarrollo sano y estable'.
Estados Unidos está comprometido con un curso estratégico que conduce ineludiblemente hacia la guerra con China. El crecimiento económico de China amenaza directamente la hegemonía estadounidense y Washington utilizará medidas de guerra comercial y un conflicto militar abierto para mantener su dominio mundial.
El cambio de retórica en Bali puede expresar el intento de Washington de abrir una brecha entre Rusia y China mientras persigue la ruptura imperialista de Rusia a raíz de la guerra en Ucrania. La desaceleración táctica de su impulso bélico contra Pekín va acompañada de la institucionalización y normalización como 'competencia' de sus medidas de guerra comercial contra China.
Estas políticas de guerra comercial fueron iniciadas por el ex presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y se expresan en las doctrinas de 'desacoplamiento' económico y desglobalización que han sido abrazadas por todo el establecimiento político estadounidense.
Un editorial del Financial Times explicaba el significado de los esfuerzos de Biden por 'gestionar' su 'competencia' con China:
La determinación de Washington de frenar las ambiciones de Pekín de superarlo como primera potencia militar y económica del mundo significa que es inevitable una mayor desvinculación de China. Pero, al mismo tiempo, Washington debe gestionar con cuidado las relaciones con Pekín. Debe guiarse por tres principios: que la desvinculación no debe hacer fracasar la economía mundial; que hay que evitar la guerra; y que la cooperación de China sigue siendo necesaria en una serie de cuestiones globales.
El periódico continuó:
El impulso de Washington para frenar la adquisición de tecnologías militares de vanguardia por parte de Pekín debería combinarse con la cooperación en áreas de interés mutuo. Estas se extienden no sólo a la transición ecológica, sino también a la proliferación nuclear, la prevención de pandemias y la reestructuración de la deuda de los mercados emergentes.
En otras palabras, las doctrinas económicas del libre comercio y la globalización, en las que el florecimiento de la actividad económica mundial 'levantaría todos los barcos', han sido totalmente rechazados por la clase política, sustituidos por dos alternativas: la guerra comercial mercantilista destinada a lograr la supremacía militar sin el uso de la fuerza, o el conflicto militar abierto.
Sin embargo, la línea que separa ambas alternativas es totalmente fluida. A pesar de todas las declaraciones de Biden de que sólo busca una guerra comercial y no un conflicto militar, sus afirmaciones se contradicen abiertamente con sus propios documentos políticos. Aunque sus tácticas pueden cambiar, la estrategia explícitamente declarada de Washington es la preparación para un conflicto militar con China.
Apenas un mes antes de la reunión de Biden y Xi, Biden escribió una introducción a la nueva Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos en la que declaraba que Estados Unidos 'aprovechará esta década decisiva para promover los intereses vitales de Estados Unidos' y 'posicionará a Estados Unidos para superar a nuestros competidores geopolíticos'.
Biden declaró: 'Estamos en medio de una competición estratégica para dar forma al futuro del orden internacional'.
Y añadió: 'En la contienda por el futuro de nuestro mundo, mi Administración tiene claro el alcance y la gravedad de este desafío. La República Popular China alberga la intención y, cada vez más, la capacidad de reconfigurar el orden internacional a favor de uno que incline el campo de juego global en su beneficio, aunque Estados Unidos siga comprometido con la gestión responsable de la competencia entre nuestros países'.
En otras palabras, las declaraciones de Biden sobre la 'gestión' de su guerra económica con China son fundamentalmente coherentes con los planes de su administración para el conflicto militar con China en lo que él llamó la 'década decisiva'.
Cada vez hay más indicaciones de que, en un esfuerzo por rebajar las tensiones con Estados Unidos, China está tomando medidas para adoptar las políticas de infección masiva de COVID-19 que defiende Estados Unidos y otras potencias imperialistas.
En un editorial, The Economist declaró que los 'funcionarios chinos dieron a conocer 20 medidas que ajustan las políticas de COVID-19 para hacerlas un poco menos onerosas y costosas de administrar'. Calificó estas medidas como 'la mayor relajación de la postura pandémica del país desde que el Covid empezó a extenderse', al mismo tiempo que saludaba el abandono de las medidas para reducir la especulación inmobiliaria.
No cabe duda de que Estados Unidos, la principal potencia imperialista del mundo, tiene la habilidad y la astucia de ofrecer a los funcionarios chinos recompensas a cambio de sacrificar las vidas de decenas de miles de trabajadores chinos, aumentando así los beneficios de las empresas estadounidenses, mientras continúa con sus planes a largo plazo de subyugar económicamente y militarmente a China.
También parece haber movimientos silenciosos por parte de China para distanciarse de Rusia en medio de la guerra por los poderes liderados por Estados Unidos.
Reuters escribió: 'El primer ministro chino, Li Keqiang, enfatizó la 'irresponsabilidad' de las amenazas nucleares durante una cumbre en Camboya, sugiriendo que Pekín se siente incómodo con la retórica nuclear de su socio estratégico, Rusia, dijo el lunes un alto funcionario estadounidense'.
Tras estas declaraciones, el representante estadounidense y el presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, declararon: 'En particular, es importante que Estados Unidos y China destaquen conjuntamente que las amenazas de utilizar armas nucleares son inaceptables. Todo el mundo entiende a quién van dirigidas estas palabras'.
Tanto Estados Unidos como Rusia y China se enfrentan a enormes crisis sociales e internas. A pesar de que se habla de 'desacoplamiento' y 'desglobalización', el aumento de la inflación y la recesión económica que se avecina amenazan a todos los países del mundo. El recrudecimiento de la lucha de clases en Estados Unidos, ejemplificado por una inminente huelga ferroviaria, pesará mucho en los planes de la Casa Blanca.
Bajo estas condiciones, es posible que Estados Unidos busque hacer reorientaciones tácticas, incluso aceptar concesiones de China o incluso de Rusia, para estabilizar temporalmente los precios en alza y evitar un colapso económico.
Sin embargo, la política general de Estados Unidos sigue siendo la estrategia militarista y belicista expresada en la Estrategia de Seguridad Nacional del mes pasado, en la que se promete 'ganar la competencia del siglo XXI' mediante la guerra comercial, las amenazas militares y el aumento masivo del gasto militar.
(Publicado originalmente en inglés el 15 de noviembre de 2022)